La jefa caliente

Una mujer de 40 años se folla a un empleado muy bien dotado de 18 años.

LA JEFA CALIENTE.

Me llamo Lupita; soy mexicana, tengo 56 años, mido 1,65 metros, pelo largo, lacio y moreno, como mi piel, grandes tetas con aureolas oscuras y pezones muy sensibles, que se ponen duritos con sólo pensar en una buena polla, buen culo, grande y redondo y un coñito hambriento que nunca tiene suficiente; ahora lo llevo rasurado, a la moda.

Actualmente soy la supervisora de los restaurantes de comida rápida McDonald’s de El Bajío mexicano, si bien la historia que voy a contarles ocurrió hace unos cuantos años, cuando yo tenía 40; por aquel entonces era la encargada del restaurante de la Plaza Mayor de mi ciudad.

Mi trabajo consistía básicamente en la gestión de pedidos, personal, facturación etc, aunque en momentos puntuales de gran afluencia, no tenía inconveniente en ponerme detrás del mostrador para atender a la gente o coger la escoba y barrer el suelo.

Habitualmente trabajábamos 8 personas; cuatro en la cocina, tres en el mostrador atendiendo al público y yo.

McDonald’s, para ayudar a los estudiantes universitarios y, descongestionar el trabajo los fines de semana, ofertó trabajo a tiempo parcial. En el restaurante del que yo me encargaba debíamos contratar a tres personas, siendo yo la responsable de hacer las entrevistas.

Después de descartar muchas solicitudes, empecé a citar a cada uno de los 70 candidatos para entrevistarlos, contratando al final de las entrevistas a dos chicas y a un chico.

Así la plantilla pasaba a ser de 7 chicas, 4 chicos y yo, con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años.

Uno de los nuevos chicos contratados era César, protagonista del relato que os estoy contando.

Tenía 18 años, delgado, 1,75 metros aproximadamente, muy guapo y extrovertido.

Era muy agradable con todos; con los clientes, con los compañeros del trabajo y conmigo.

Pero sobre todo lo era con las chicas en general; era muy adulador; y por lo que podía observar las chicas del trabajo se derretían por él.

Al parecer el éxito que tenía César entre las chicas, por comentarios que podía escuchar cuando hablaban entre ellas,  era, entre otras cosas, el tamaño de lo que escondía tras los pantalones.

Antes no os lo he dicho pero, por esa época estaba casada. Mi marido, que tenía mi misma edad, era representante de productos de farmacia y de lunes a viernes viajaba por todo el país.

Lo conocía desde pequeña, su familia y la mía se conocían y, con 21 años nos casamos.

Aunque no me casé obligada, viendo que mis amigas se casaban y mis padres no paraban de decirme que me iba a quedar para vestir santos, decidimos casarnos. Era buen chico, de una familia normal, como la mía, con trabajo….en fin, un buen partido; aunque no estaba enamorada de él.

Entre sus virtudes no estaba precisamente la de buen amante; y sus escasas 5 pulgadas (unos 12, 5 centímetros) tampoco ayudaban a calmar mis ardores carnales.

Si bien nuestra vida sexual fue mala desde el principio de nuestra relación, con el paso de los años se hizo más patente; nunca fue capaz de arrancarme un orgasmo.

Quizás por eso empecé a tener relaciones extramatrimoniales con otros hombres; no demasiadas por dos motivos: por mis fuertes creencias religiosas y porque los hombres con los que estuve no fueron mucho mejores que mi esposo.

Hasta que conocí a César.

Mi interés por él se hizo evidente a partir de las bondades que contaban las chicas del trabajo sobre el tamaño su polla y lo bien que sabía usarla.

Un domingo, poco antes de cerrar, le pregunté a César si podía ayudarme a llevar unas cajas con documentos desde la oficina a mi coche. Se lo pregunté cuando únicamente quedábamos en el restaurante él y yo.

Cuando las habíamos cargado en el coche le dije: César ¿te importaría acompañarme hasta mi casa y me ayudas a subirlas?; cuando terminemos te llevaré a tu casa, le dije a continuación.

Me contestó que no tenía ningún inconveniente, así que subimos al coche en dirección a mi casa, hablando durante el trayecto de cosas del trabajo.

Después de subir las cajas le pregunté: ¿tienes prisa o puedo invitarte a un refresco o a una copa?. Es lo menos que puedo hacer por haberme ayudado.

Gracias señora Piñero; me contestó; si me gustaría.

No me llames señora Pîñero por favor; llámame Lupita.

Pues si Lupita; si me gustaría tomarme una copa, dijo César.

Tengo tepache, mezcal, pulque y tequila ¿que te apetece?.

Un tepache; me contestó.

Me pongo un poco más cómoda y lo preparo (todavía llevaba puesto el uniforme de McDonald’s); le dije.

Me cambié de ropa y con las bebidas en la mano salí hasta el salón; se la ofrecí y me senté a su lado. Nuevamente volví a agradecerle su ayuda y entablamos conversación.

Al principio fueron temas de trabajo, de sus estudios y cosas así, pero a media que pasaba el tiempo y bebíamos los temas de conversación se hicieron más personales. Sobre todo era yo la que preguntaba y César el que respondía. El alcohol hizo que nos desinhibiéramos y, si bien al  empezar a hablar apenas me mantenía la mirada, imagino por los nervios, al rato miraba mas a mi escote que a mis ojos.

¿Te gustaría verlas?; le pregunté.

No dijo nada, solo asintió con la cabeza.

Desanudé el lazo de la bata que llevaba puesta y al abrirla deje libres mis enormes tetas , que se balanceaban ante la atónita mirada de sorpresa de César; para que os hagáis una idea, uso un sujetador de la talla 44 copa D (una 115 E en algunos países de Europa).

Volví a taparme y, acercándome a su oído le dije: las chicas del trabajo hablan muy bien de ti; dicen que la tienes muy grande y que en la cama sabes moverte muy bien.

Mientras se lo susurraba, mi mano se había posado sobre su entrepierna para comprobarlo.   ¡Y vaya si era verdad lo que comentaban las chicas del trabajo!

¡Madre mia niño!; ¿que escondes ahí debajo?. ¡Eso tengo que verlo con mis propios ojos!.

César se levantó del sillón, se puso delante de mi y me dijo; sácate las tetas Lupita.

Le hice caso, quedándome únicamente con las braguitas puestas.

Bajé su pantalón y su slip saltando al aire la polla más grande que había visto en mi vida, con el capullo de un color amoratado de lo dura que la tenía, de un grosor que mi mano era incapaz de abarcarla.

¡Qué barbaridad nene; es enorme!; le dije con cara de estupefacción.

Es toda para ti Lupita; ¿crees que serás capaz de meter en tu boquita mis 9,5 pulgadas (casi 24 cm)?.

Por más que lo intentaba sólo conseguía meterme en la boca algo mas de la mitad.

Se la estuve chupando y pajeando con fuerza aproximadamente por 10 minutos (la pequeña colita de mi marido no aguantaba ni 1 minuto) mientras él me sobaba mis grandes tetas, entreteniéndose sobre todo en mis sensibles pezones, apretándolos de vez en cuando con sus dedos pulgar e índice.

Estaba cachonda como una perra en celo; nunca había estado tan caliente, tenía el coño empapado.

Una de las manos de César abandonó una de mis tetas para dirigirse a mi entrepierna; apartó la braguita a un ladito e inició un suave masaje sobre mi clítoris.

¿Te gusta perrita?; me preguntó.

Mmmm si; me gusta mucho; lo haces muy bien mi amor; le contesté.

Tenía el coño completamente empapado.

¿Quieres mi verga en tu panochita?.

Ohhhh si, lo estoy deseando; quiero que me folles con tu enorme verga, saber que se siente con algo tan grande, que me partas en dos.

Me quité las bragas y me puse a 4 patitas sobre el sofá; César se puso detrás de mi y, agarrándose su enorme verga con la mano frotó varias veces su capullo contra mi rajita haciéndolo resbalar antes de empezar a metérmela lentamente.

A pesar de su juventud era un excelente amante; sabía exactamente donde acariciar, tocar o apretar para hacerme suspirar y jadear de placer.

Rélajate preciosa; me dijo. Te voy a dar tanto placer  que vas a creer que estás en el cielo.

Con mucho cuidado, siendo sabedor del tamaño de su ariete, inició la follada notando como se distendían los labios de mi coñito. Mis suspiros se convertían en gemidos, teniendo que morderme los labios para evitar que mis gritos pudieran ser oídos por mis vecinos.

No pude evitarlo, cuando al mismo tiempo que me follaba me metió un dedo en el culito, me vine como una perra. Fue sin duda el orgasmo mas intenso que había tenido hasta la fecha; increíble.

César hizo caso omiso a mis súplicas para que dejara de follarme, me dio la vuelta tumbándome boca arriba en el sofá; puso mis piernas sobre sus hombros y continuó follándome, primero lentamente, pero a medida que se aproximaba su corrida incrementó el ritmo. Pude notar un torrente de leche caliente en el interior de mi coño que coincidió con mi segundo orgasmo, mejor todavía que el anterior Fue tan brutal que durante unos instantes perdí el sentido.

Me quedé en la cama tumbada con las piernas abiertas, notando como la leche que salía de mi coño resbalaba entre mis muslos; César estaba tumbado a mi lado con su polla semifláccida reposando sobre su tripa. Mientras me acariciaba el pelo me preguntó si me había gustado: ha sido, le dije, el mejor polvo de mi vida; apenas puedo creerme  que un crio como tú sea capaz de follar como lo haces.

Me gustaría que no fuese la última vez Lupita;  nunca lo había hecho con una mujer de tu edad y me ha gustado más que hacerlo con las chicas de mi edad. Apenas me dejan que les haga nada porque les hago daño.

Mmmm chuiquitín; te aseguro que no te vas a librar de mí tan fácilmente jejejeje; le dije.

Así fue; me estuvo follando durante años; incluso después de dejar el trabajo de McDonald’s.

Me convertí en su putita particular, me folló donde quiso; en el trabajo, en probadores de ropa de grandes almacenes, cuartos de baño de restaurante…….siempre que quedaba con él nunca llevaba bragas para estar siempre a su merced.

Dejé de verle al ascender en mi trabajo y trasladarme a otra ciudad; pero antes de hacerlo me folló un día delante de mi marido, del que por cierto, me separé.

Pero esa es otra historia.

Rabocock.