La japonesa I

Cuento la visita de dos japonesas maduritas a mi piso, donde alquilé una habitación para vacaciones.

Muchas gracias por las valoraciones de los anteriores relatos.

Muchas gracias también por los emails, he contestado a todos y me lo he pasado muy bien con algunos.

Les voy a contar un relato que sucedió la pasada semana santa.

Como dije en mis anteriores relatos, vivo con un compañero de piso en Madrid. En una zona bastante céntrica.

Todos sabéis que el alquiler de una vivienda en Madrid es bastante caro, así que mi compañero y yo solíamos alquilar de vez en cuando una de nuestras habitaciones si alguno de los dos se iba el fin de semana. Para ello utilizábamos una conocida página de alquiler de habitaciones turísticas. Utilizamos el dinero para ayudar con los gastos.

Uno de los fines de semana de semana santa, mi compañero se iba. Yo, sin embargo, tenía que quedarme preparando unos trabajos y repasando unos apuntes para un examen oficial.

Decidimos poner su habitación en alquiler para ese fin de semana. Su habitación está pegada a la mía y enfrente de la puerta de ambas se encuentra el baño. Que sería compartido conmigo y con los inquilinos.

A las pocas horas de poner el anuncio ya nos anunciaron la reserva, eran dos señoras japonesas. De 46 y 49 años, tenían la típica cara oriental con el pelo negro y alisado. El cuerpo no se veía en las fotos. Hablaban inglés, aunque habían puesto en observaciones una pregunta sobre el tamaño de la cama en español.

La señora estaba interesada en el tamaño de la cama, que era para dos personas. Le dije que era de 135cm y se quedó tranquila. La verdad es que yo no sabía si eran pareja o simplemente amigas.

Llegaron el viernes a las seis de la tarde. Traían dos maletas gigantes. Parecían las típicas turistas japonesas de gafas de sol y cámara réflex. Les enseñé la cocina, que podían usar; el baño, que era compartido conmigo y su habitación.

Se quedaron satisfechas.

(He de decir que hablaban solamente inglés y bastante mal. Por lo que en este relato omitiré los diálogos y conversaciones e intentaré narrarlo yo todo).

Al rato de llegar, beber agua y usar el baño, se encerraron en la habitación. Se escuchaban conversaciones normales. Yo estaba estudiando en mi habitación, tirado en la cama y con la puerta medio abierta. Se veía desde mi posición parte del baño.

Después de una media hora, en la que ya estaba concentrado estudiando, salió una de ellas a ducharse. Entró en el baño, cerró la puerta y al cabo de unos 10 minutos salió a la habitación en albornoz.

Justo después le siguió su compañera (esto me hizo descartar que eran pareja, creo que se hubiesen duchado juntas). Entró en el baño y se cerró. Pero al cabo de medio minuto, abrió la puerta para ir a la habitación, ya estaba en albornoz, seguramente se hubiese dejado algo olvidado.

Pero cuando abrió la puerta, me vio estudiando tumbado en la cama y nuestras miradas se cruzaron. Entró en su habitación, y al cabo de apenas diez segundos volvió a dirigirse hacia el baño. Esta vez giró la cabeza para mirarme, y para mi sorpresa, dejó la puerta del baño medio abierta.

Pensé que volvería a salir a por algo más (secador o toallas o algo) pero no lo hizo. Se miraba al espejo, abrió el grifo de la ducha, y se puso donde mejor podía verla, justo detrás de la rendija que había dejado abierta. Se quitó el albornoz y lo colgó en la percha a la salida de la ducha.

Tenía un cuerpo perfectamente blanco, casi sin barriga y sin arrugas y con un culo bastante firme. De repente se giró y nuestras miradas chocaron otra vez. Yo me puso nervioso y abrí los ojos de par en par, como si me hubieran pillado (la verdad es que me estaba poniendo las botas) y pude ver su frontal. Tenía las tetas algo caídas, pero estaba bien cuidada y tenía el chocho bastante arreglado.

La visión apenas duró 3 segundos, ella me miró a los ojos, me sonrió tímidamente, y se acercó a cerrar la puerta del todo.

Yo estaba flipando, no sabía si morirme de vergüenza por haber espiado a mi inquilina o si lo había hecho a propósito para ser observada.

En ese momento mi mente calenturienta prefería la segunda opción, y enseguida tuve una erección.

Al cabo de cinco minutos la japonesa salió y sin dirigirme la mirada, se fue a su habitación. Allí escuché ruidos por unos diez minutos y pasaron por delante de mi puerta vestidas y listas para irse a la calle. Me dijeron adiós en perfecto español y sonó la puerta de la calle cerrarse.

Yo la verdad que estaba bastante caliente con la visión que había tenido. La japonesa estaba bastante buena a pesar de su edad. Apenas tenía arrugas en la cara o en el resto del cuerpo; sus tetas, aunque caídas, estaban muy bien y tenía un choco bastante cuidado, con una tira de pelos negros pero recortados.

Lo que más me perturbaba era que nuestras miradas se hubieran cruzado y eso tan solo despertó la sonrisa de mi inquilina.

Estaba muy caliente así que empecé a acariciarme la polla por encima del pantalón mientras estudiaba. Si ya la tenía bastante dura acabé con un empalme terrible dispuesto a hacerme una buena paja en honor a mi inquilina.

Me la saqué del pantalón y empecé a acariciarla de arriba abajo, se me estaba poniendo bastante gorda (me mide 19 cm y es bastante gorda) y me saqué también los huevos del pantalón para acariciarme mejor. Me tumbé boca arriba y comencé a moverme la polla con más velocidad.

Sin esperarlo, sonó la puerta de la calle. Yo todavía tenía la puerta de la habitación abierta, así que metí mi abultada polla en el pantalón y me recoloqué en la postura de estudiar justo cuando pasaba la japonesa por delante de la puerta.

Me miró a los ojos y sonrió, era la misma que había visto desnuda.

Entró en la habitación y se dirigió al baño. Esta vez dejó la puerta abierta de par en par, se veía todo, pensé que simplemente iba a mirarse al espejo o a lavar las manos… Pero se puso delante del inodoro, se dio la vuelta, me buscó con la mirada otra vez y cuando nuestros ojos establecieron contacto, se bajó los pantalones, las bragas y me dejó otra vez el chocho a la vista.

Yo miraba a su coño y la miraba a los ojos indiferentemente. Al cabo de pocos segundos, se sentó en el inodoro y comenzó a mear. Yo no daba crédito a lo que veía. Y mi polla iba a estallar dentro de mis pantalones. Tenía la mirada fija en aquella japonesa sentada en mi inodoro haciendo pis cuando mi mano fue de nuevo a mi entre pierna y volví a acariciarme la polla que se notaba clarísimamente.

La japonesa abrió un poco sus piernas mientras me miraba y sonreía y con una mano se acarició suavemente la zona del clítoris mientras todavía seguía meando. La situación tenía algo raro, un morbo extraño, nunca había visto a nadie mear, pero en ese momento mi polla iba a reventar.

Así que me armé de valor, y la saqué de mi pantalón, la saqué también de mis calzoncillos y dejé salir a mis huevos que también estaba enormes. La japonesa se quedó clavada mirando mi polla y noté como abría más las piernas y seguía acariciándose la zona del clítoris con más intensidad.

Yo no podía aguantar más así que empecé la paja por donde la había continuado, boca arriba encima de mi cama, acariciándome la verga que estaba durísima y mirando como la japonesa seguía tocándose cada vez con más fuerza mientras salían las últimas gotas de pis de su coño.

Creía que la fortuna me sonreía cuando la japonesa al empezar a cerrar los ojos y a aumentar la intensidad de sus caricias se levantó en dirección a la puerta. Yo para ese entonces ya me hacía una paja tranquilamente, recorriendo la totalidad de mi polla y acariciándome los huevos mientras miraba a la japonesa sin perder detalle.

Pero cuando la japonesa llegó hasta la puerta, la cerró con pestillo y se quedó ella sola dentro. Yo no sabía lo que eso significaba. Pero estaba claro que no podía entrar en el baño y que estaba demasiado caliente como para detener la paja.

La única decisión que podía tomar era la de seguir tocándome. Eso hice, seguí haciéndome una paja lenta y morbosa con la puerta de la habitación abierta. Recorría toda mi polla de arriba abajo y cada vez se me hinchaba más. Dentro del baño apenas se oían suspiros, así que supuse que la japonesa seguía tocándose.

Después de apenas dos minutos, yo no podía más, estaba a punto de correrme y ya no ocultaba mis gemidos. Exagerando un poco los últimos jadeos, me corrí enormemente sobre mi mano y sobre el suelo de la habitación. La leche calentita era espesa y cubría todos mis dedos.

Justo en ese momento sonó la puerta del baño, la japonesa salió vestida y sin dirigirme la mirada. Se fue hacia la puerta y se fue de la casa.

Yo me quedé suspirando encima de la cama con una corrida enorme entre mi mano y el suelo. No me acababa de creer lo que acababa de pasar.

Continuará…

No duden en enviarme emails o comentarios opinando sobre el relato o compartiendo ideas, todas las opiniones se agradecen. Un saludo.