La Isla (I)

Tras un naufragio, Eduard se encuentra con un hombre desnudo en una isla desierta al que tendrá que satisfacer a cambio de agua.

ESTE ES EL PRIMER RELATO QUE ESCRIBO ASÍ QUE ESPERO QUE OS GUSTE. GRACIAS POR VUESTRO APOYO.

Me desperté sintiendo que alguien me besaba. Una bocanada de aire entró en mis pulmones provocándome una irremediable tos y haciéndome expulsar el agua salada. Ahora lo recordaba todo: una tormenta me había pillado por sorpresa en alta mar cuando navegaba en mi velero. La corriente me habría arrastrado a una de las inhabitadas islas de alrededor convirtiéndome en el único superviviente; en un náufrago. Pero entones… ¿Quién me había besado?

  • ¿Estás bien?- dijo

Alcé la mirada y lo vi. Un apuesto hombre de veintitantos años, rubio, de piel morena y algo tostada por el sol, ojos verdes con motas doradas y una también dorada barba, corta pero descuidada. El sol tras su cabeza hacia de su pelo un halo pareciendo así un ángel en medio de la playa. Estaba sobre mí mirándome fijamente. Hasta que no se alzó no me percaté de que estaba completamente desnudo. Su cuerpo era moreno, delgado y marcado con algo de vello rubio, pero lo que me encandilo e hipnotizó fue ver su prominente pene flácido y sus caídos e hinchados testículos, todo ello enmarcado por un pelo lacio y relativamente claro.

  • Parece que sí.- se autorrespondió en un acento nórdico y mirándome con una irresistible sonrisa.

Noté que lo decía con doble sentido al darme cuenta de que yo también estaba con mis encantos al aire, y de que mi verga había reaccionado ante tal visión. Yo estaba completamente depilado, mi piel era clara, mis ojos oscuros y mi pelo castaño y corto. No estaba demasiado musculado para mis 21 años pero ligaba más con otra parte de mi cuerpo.

  • Me llamo Jack- prosiguió-. ¿Tienes sed?

Esta vez alcance a asentir, y aunque no podía dejar de mirar su hombría, vi que llevaba un par de cocos consigo. Yo estaba muy excitado ya para entonces.

  • El agua es un bien preciado, no te la daré así como así.

  • Estoy dispuesto a ganármela. – Contesté con inocencia.

De nuevo sonrió pícaramente. Se acercó un poco, y al estar yo de rodillas, su polla, que comenzaba a ponerse morcillona, quedó a la altura de mi cara. Abrió los cocos con una piedra y empezó a derramar la leche por su torso. Esta se deslizaba entre sus abdominales y siguió hasta comenzar a caer como un chorrito por su aparato. Movido por la sed de agua y de sexo, comencé a chupar desesperadamente ese dulce néctar. A medida que lo hacía, él se empalmaba, dándome menos leche, por lo que opte por centrarme en sus deliciosos huevos, esa parte que es mi debilidad. Los rodee con la lengua y luego me los metí en la boca, primero uno y luego ambos.

  • Ya no hay más leche. – dijo pasado un rato,

  • ¿De veras? Yo creo que aquí aún queda. – conteste agarrando su rabo que estaba ya al cien por cien y metiéndome la cabeza en la boca.

La lamí y relamí mientras pajeaba el tronco. Estaba dulce y deliciosa por la leche vertida, y esto me encantaba. Con la mano libre fui recorriendo sus musculosas piernas, su duro torso, y me entretuve en sus firmes glúteos, pero cuando intenté buscar su ano me detuvo. ¡Mierda! Igual no era gay como yo pensaba y lo había juzgado mal. Decidí que en vez de tocarlo a él me tocaría yo mientras metía su pollas más y más dentro en mi boca.

Su respiración aumentó y comenzó una embestida contra mi boca que mejoró sujetando mi cabeza por detrás con una de sus manos, follándome literalmente la boca. Notaba la fricción en los labios, su punta contra mi garganta, su vello púbico en mi nariz y sus grandes huevos golpeando mi barbilla y excitándome a más no poder. Y por si esto fuera poco alargó su mano y se inclinó ligeramente sobre mí para comenzar a acariciar mi culo y toquetear mi ano.

Al poco tiempo su cuerpo se tensó, convulsionó, su duro mástil se hinchó y los trallazos inundaron mi boca con una leche que a mí me pareció más dulce aún que la del coco. Tragué con gusto dejando escapar solo una gota de semen que cayó por la comisura de mis labios y que él no dudó en limpiar con un apasionado beso que nos hizo revolcarnos por la arena mientras me manoseaba la polla, que no estaba para nada saciada.

Estando él encima, comenzó a descender besando todo mi cuerpo y masturbándome frenéticamente. Besó también mi glande y mis testículos, pero continuó bajando por el perineo hasta alcanzar mi culo. Alzo mis piernas y empezó con un beso muy distinto: un beso negro. Las incesantes lamidas en la zona más sensible de mi cuerpo y el jugueteo con mi rabo me estaban llevando al paraíso.

De repente Jack paró de chuparme el ano y se acercó de nuevo a mi verga mientras la pajeaba sin cesar. Antes de metérsela en la boca alzó la mirada y me sonrió de esa forma tan seductora, sacó un poco la lengua para iniciar su trabajo y… ¡ZAS! No pude contenerme más. Me corrí como nunca antes llenando su cara y parte de mi vientre de espesa lefa. Me lamió el abdomen para limpiarme y seguidamente yo hice lo mismo con su cara lo que llevó a volver a fundirnos en un beso con sabor a semen; a mi semen.

Tras acabar nos levantamos y comenzamos a andar en dirección contraria al mar, hacia una selva que se veía de fondo. Empezamos una nueva conversación.

  • Aun no me has dicho tu nombre.

  • Soy Eduard, encantado.

La situación me parecía bastante divertida después de lo que acabábamos de hacer, pero fue entonces cuando dijo algo que me trastoco completamente:

  • Bueno Eduard, ahora vas a tener que conocer a LOS DEMÁS.

CONTINUARÁ