La isla
Nunca lo imagine...
La breve historia que a continuación os voy a relatar ocurrió en una época en la que el sexo me enloquecía de manera especial. Todo esto pasó en la época en que viví en Ibiza, isla básicamente visitada por el turismo internacional. Creo que tenía unos 20 años. La primera idea que tenía era que la chica a seducir tenía que ser extranjera, por supuesto, y gustarme física y emocionalmente. Claro está que tenía una táctica muy definida: el ataque definitivo siempre era al final de su viaje, de esta manera se llevarían un buen recuerdo de España. Pero, sin embargo mi primer encuentro de este tipo fue con una chica española.
Un día estaba en un bar donde acostumbraban a sentar a desconocidos en la misma mesa, de esta manera tenías la facilidad de entablar una amistad con un extraño. Generalmente este era el lugar predilecto para el ataque definitivo. Un par de cocktails margarita y la despedida tendría lugar en el cuarto del hotel de la chica o en mi apartamento. Pero esta vez, la que iba a ser mi primera chica extranjera, se pasó de copas en no menos de media hora, por lo que sus amigas tuvieron que sacarla a rastras. Muy desconsolado me quedé en el bar terminando de beber mi cerveza.
Parecía que esa noche me iría a dormir con un insoportable dolor de huevos, aunque antes me haría una gran paja ibicenca, pero de repente, justo cuando iba a pagar la cuenta, sentaron a mi mesa a dos chicas españolas de unos 25 años, que podría jurar que eran top models. Ya le había pagado la cuenta al camarero, así que volví a pedir un trago.
- ¿Ya te vas? -me dijeron las chicas sonriendo.
- ¿No sabéis que equivocarse es de sabios? -les dije- Al veros he decidido quedarme.
En un abrir y cerrar de ojos parecía que fuésemos amigos de toda la vida. Las dos chicas estaban buenísimas. Iban vestidas con unos pantaloncitos cortos y un top. Sus cuerpos eran esculturales y estaban bien bronceados. Rápidamente atrajeron las miradas de la gente, por lo que decidí salir de allí para poder trabajármelas más tranquilamente.
- ¿Por qué no salimos de aquí? -les dije- Podríamos ir a bailar a alguna discoteca,
- De acuerdo, vámonos -dijo una de ellas- Pero, en lugar de a una discoteca preferiríamos ir a algún sitio tranquilo... A un bar al lado de la playa, por ejemplo.
- Y si podemos conseguir antes un poco de marihuana para fumar, mejor que mejor -sentenció la otra. No podía creer la suerte que acababa de tener.
- Es curioso que digáis eso -les dije intentando disimular mi alegría- Vivo exactamente a dos manzanas de aquí y en mi apartamento, además de una preciosa vista al mar, tengo dos buenos porros para fumar.
En menos de lo que te imaginas estábamos los tres plantados en la terraza de mi apartamento que daba al mar. En medio tenía una gran hamaca. Los tres nos sentamos a fumar y en un par de minutos empecé a excitarme por las dos preciosidades que tenía a mi lado. Empezamos a hablar de todo un poco y en el momento en que la situación se empezaba a poner a tono, mi compañero de apartamento apareció con su chica.
Aquello frustraba completamente mi oportunidad de cumplir mi sueño por excelencia: acostarme por primera vez en mi vida con dos preciosidades para follármelas formando un trío y que me mamasen la polla las dos al mismo tiempo. Mis temores no tardaron en hacerse realidad.
- Me siento un poco cansada -dijo la más alta- Me parece que me voy al hotel. ¿Te vienes?
- No, yo me quedaré un rato más -dijo la otra para mi sorpresa- ¿Quién sabe? Igual no vuelvo esta noche...
No podía creer lo que acababa de suceder. Quizás mi sueño no se iba a cumplir aquella noche, pero se me presentaba una oportunidad no menos atractiva: pasar la noche con una chica que haría perder la cabeza al hombre más casto de la tierra. Bajamos a la calle a acompañar a su amiga a tomar un taxi. Por fin encontramos uno y su amiga se montó y se fue. Ya de regreso a mi apartamento, la chica volvió la cara hacia la playa.
- Qué bonito está el mar esta noche -dijo ensoñadoramente sin siquiera mirarme- Me encantaría sentarme en el paseo a disfrutar del sonido de las olas y de la brisa marina... ¿Y a ti?
- Es una gran idea -acepté- Antes solía hacerlo muy a menudo, pero hace ya tiempo que no lo hago.
Caminamos lentamente y sin decir palabra hasta el paseo y una vez allí nos sentamos sobre el borde de cemento. Hacía un poco de fresco a aquellas horas de la noche y ella se apoyó inmediatamente en mi hombro.
- Nunca me había sentido tan atraída sexualmente y de una manera tan rápida por alguien-me susurró.
En ese momento sentí que la polla se me iba a salir de los calzoncillos. Hubiese querido follármela en aquel instante y por lo visto a ella le apetecía lo mismo.
- ¿Te apetece que bajemos a la arena? -le pregunté- Así podremos disfrutar mejor de...
Me detuvo poniendo el dedo índice suavemente sobre mis labios. Sonriendo, me cogió de la mano y me llevó hacia la arena donde, tras encontrar un lugar apropiado, nos tumbamos. La empecé a besar con gran lujuria, por el cuello y por los hombros, hasta que mi boca se topó con un par de preciosas y pequeñas, aunque bien formadas tetas. Mis manos empezaron entonces a acariciar aquellas espléndidas curvas y a deslizarse por su encantador y duro vientre, hasta llegar a la cremallera de sus pantalones cortos. Mis dedos se movieron con impaciencia para abrir rápidamente sus pantalones. Creía que si no actuaba con rapidez tal vez aquella chica podría perder la excitación del momento, pero todo lo contrario.
- No tengo prisa -me dijo sonriendo.
A partir de ese momento nos dejamos llevar por toda clase de caricias, hasta que empezó a enroscarse en mi cuerpo como una preciosa serpiente. Empecé a quitarle el top y le chupé sus sabrosas tetas. Sus pezones eran firmes y apuntaban al infinito. Ella empezó a hacer lo mismo y se puso a besarme el pecho. Comenzó a quitarme la camisa y sin decir palabra pasó a besarme la cintura. Su mano aprisionaba mi verga, que en ese momento quería sentir aquel coño tan mojado. Deslizó su boca hacia mi enorme y tiesa polla, y empezó a devorarla, a lamerla y a juguetear con ella como nadie lo había hecho hasta entonces. Me tumbé en la arena y ella siguió mamándomela extraordinariamente.
Creo que el ambiente, la marihuana y aquella gran noche estrellada se convirtieron en una mezcla especial. Me parece que fue en aquel momento cuando regresé a la realidad y escuchamos algunos ruidos cercanos. Estaba casi a punto de eyacular en su boca, pero el miedo a que fuese alguien acercándose lo impidió. Creo que ese miedo a que nos descubriesen nos invadió a los dos al mismo tiempo ya que nos apartamos el uno del otro totalmente avergonzados por si alguien nos había visto.
Descubrimos que había sido una falsa alarma pero seguimos tumbados en la playa al lado del paseo durante unos instantes por si acaso. Al rato, cuando ya estábamos relativamente tranquilos, ella se tendió boca arriba y yo comencé a bajarle las diminutas braguitas con los dientes. La agarré de la cintura y la levanté para poder quitarle aquellas preciosas braguitas y que no se le llenara de arena su increíble y húmedo coño. Con los reflejos de la luna pude observar cómo le corría por la entrepierna toda su miel. Ni corto ni perezoso comencé a beberla lanzándome hacia aquel lugar mojado y caliente, acercándome cada vez más a sus hermosos y rojos labios. Aquellos eran los jugos más sabrosos que había olido jamás y me los llevé a la boca como si de un exquisito manjar se tratase. Devoré su clítoris. Lo mordisqueé y chupé hasta que no pude más. Estaba pegado a él como un ternero recién nacido. Mientras, jugueteaba con mis dedos en su pequeño y diminuto culo, el cual de vez en cuando visitaba con mi lengua, lo que hacía gemir de placer a la chica.
Sentí su primer y abundante gran orgasmo, el primero que yo experimentaba en mi boca, lo cual me encantó y enloqueció. De un gran salto me coloqué entre sus piernas, las cuales ella levantó para evitar rozar con la arena su coño que al menor movimiento se le habría llenado de arena. Así, sus piernas quedaron sobre mis hombros y mis manos bajo su cintura, por lo que sus nalgas no tocaban la arena. La penetración fue muy lenta, disfruté de cada segundo mientras deslizaba mi verga en su interior. Al llegar a sus labios, pude sentir un intenso calor en su coño.
- Métemela toda -me susurró.
Aún no había yo terminado de meter toda mi polla, cuando ella empezó a tener otro gran orgasmo. De repente empecé a moverme con unos movimientos muy bruscos y rápidos. Estábamos totalmente enloquecidos. Ella introducía su lengua en mi oreja y sus manos rodeaban mis nalgas. En algunas ocasiones sus dedos jugueteaban con mis suaves huevos, mientras que en otras estos rozaban con la arena, lo cual me excitaba aún más. Estaba ya a punto de eyacular en su tremendamente caliente coño, cuando me detuvo con un gesto.
- Espera, no te corras ahí -me susurró- No me importa que lo hagas, pero prefiero que la saques y me des a beber todo tu semen.
Eso me excitó casi tanto como todo lo anterior junto. Rápidamente saqué la polla de su chorreante coño y solté todo mi semen llenando su insaciable boca y sus duros pechos, los cuales quedaron cubiertos con una espesa capa de semen y arena.
Creo que estuvimos follando por espacio de cuatro horas seguidas sin parar ya que, cuando nos dimos cuenta ya estaba saliendo el sol. Después de aquella experiencia, nunca más dudé en ligarme chicas españolas.