La Isla (2)

Mario y Lydia son capturados y dominados por las lugartenientes de Mistress Claudine, la rusa Ivanka y la francesa Monique.

Mistress Claudine, Helga acaba de llegar a la isla.

Estupendo, Ivanka. Tengo ganas de conocer a nuestras dos nuevas esclavas.

Helga las trae desnudas y esposadas –dijo Ivanka, mirando una de las muchas pantallas que tenía ante ella.

Tenía órdenes de romperlas un poco antes de llegar a la isla.

Pues parece que todo ha salido a la perfección.

¿Qué hay de la señal que hemos interceptado antes?

No hay duda, Mistress. Procede de un yate que está navegando relativamente cerca de la isla y parece comunicarse con nuestra lancha. De momento seguimos bloqueando la señal.

¿Qué sugieres?

Habría que registrar el equipaje de las dos chicas.

Hazlo inmediatamente.

Sí, Mistress.

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¿No consigues arreglarlo? –preguntó Lydia Millán

Lo he revisado y parece estar todo bien, pero seguimos sin recibir señal.

Quizá si nos acercamos más a la isla recuperemos la imagen.

Puede ser, aunque la distancia a la que estamos debería ser suficiente según las especificaciones.

Acerquemonos un poco más, Mario.

De acuerdo.

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¿Mistress Claudine? –la voz de Ivanka sonó a través del walkie-talkie.

Sí, te escucho –respondió la dominatrix.

Positivo. Una de las chicas llevaba una cámara oculta en la maleta. Ha grabado todo lo que ha ocurrido desde que Helga las recogió en el embarcadero. Hasta que hemos interferido la señal ha estado enviando las imágenes al yate.

¡Maldita sea! –exclamó Mistress Claudine- Envía una lancha a interceptar ese yate. Que se hagan pasar por guardacostas. Quiero que lo capturen y me traigan a los tripulantes. Esos imbéciles no saben con quién están jugando. Mientras tanto voy a disfrutar interrogando a las dos chicas.

De acuerdo, Mistress. Si no le importa iré yo misma con Kim y con Monique. Tengo ganas de un poco de acción.

Está bien. No falleis.

No, Mistress.

¿Ivanka?

Sí, Mistress.

Si las circustancias son adecuadas, teneis permiso para "jugar" con ellos.

Gracias, Mistress.

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Lydia Millán fue la primera en divisar la embarcación que se acercaba.

Mario, viene hacia nosotros –dijo señalandola con el dedo.

Mario Suárez tomó las prismáticos y miró en dirección a la lancha. Suspiró aliviado.

Parece que se trata de una embarcación de la policía marítima.

¡Oh, estupendo! –exclamó Lydia- Quizá puedan ayudarnos a dar con Vicki y con Susana. Este reportaje está siendo un fracaso.

Por fin pareces entrar en razón –dijo su marido.

La presentadora le lanzó una mirada envenenada, pero no abrió la boca.

La lancha no tardó en alcanzarlos.

¡Guardacostas! –sonó la voz de Ivanka a través del megáfono- ¡Vamos a abordar el barco!

Mario detuvo la embarcación y echó el ancla. Después tiró una escala para permitir el acceso a los policías. En realidad a las policias, pues curiosamente se trataba de tres mujeres.

Ivanka, al ver que sólo había dos tripulantes, pidió a Kim que se quedase en la lancha y ella y Monique subieron al yate. Ivanka era de origen ruso, alta, atlética, de tez clara, con media melena rubia y frios ojos azules. Monique era francesa, de origen aristocrático, caprichosa y perversa. Llevaba el pelo negro y liso recogido en una coleta y sus ojos oscuros brillaban con malicia y anticipación. Tan pronto como pusieron pie en el yate, Lydia se dirigió a ellas.

Ha sido una suerte que pasasen por aquí...

¡Cierra el pico, zorra! –cortó Ivanka.

La presentadora se quedó helada, incapaz de reacionar, mientras veía con asombro cómo aquellas dos policías sacaban sus pistolas y les apuntaban con ellas.

Mario reaccionó antes que ella.

¿Qué significa esto? No somos delincuentes. De hecho, necesitamos su ayuda.

Ivanka y Monique rieron abiertamente.

Nosotras tampoco somos policias –dijo Ivanka- Estamos al servicio de Mistress Claudine.

Mario miró a su esposa con preocupación mientras ésta exclamaba:

¡Dios Santo! ¿Dónde está mi hija? ¿Qué habeis hecho con ellas?

Ivanka no respondió. En lugar de eso cogió un par de esposas que llevaba colgadas al cinto y las lanzó ante Lydia.

Esposa sus muñecas tras la espalda –dijo señalando a Mario- y los tobillos entre sí.

No pienso hacerlo – respondió la presentadora.

Fría como un témpano, sin mover un solo músculo y mirando fíjamente a los ojos de Lydia, Ivanka habló lentamente:

Entonces, tendré que matarlo.

La presentadora sintió que la sangre se le helaba en las venas.

¡No! –gritó- lo haré.

Con una sonrisa, las falsas policias observaron cómo Lydia cogía las esposas y obedecía las órdenes de Ivanka.

Por favor, no nos hagan daño – pidió Mario, asustado – podemos darles dinero.

Monique se acercó a él y de un tirón le bajó el bañador a las rodillas, dejando sus genitales al aire. Antes de que pudiese sorprenderse, la mano derecha de la francesa estrujó sus testículos haciéndole extremecer de dolor.

De momento, puedes empezar por dirigirte a nosotras con respeto. Yo soy Mistress Monique y ella, Mistress Ivanka. ¿Está claro?

Sí, Mistress Monique –respondió Mario.

Muy bien. ¿Cuál es tu nombre?

Me llamo Mario, Mistress Monique.

La dominatrix seguía extrujando sus testículos y el dolor se reflejaba en su cara.

¿Y cómo se llama tu zorra? –preguntó señalando a Lydia.

Ésta contemplaba atónita la vejación de su marido y al oir cómo aquella mujer le llamaba "zorra" se abalanzó hacia ella. Ivanka la interceptó y ambas mujeres se enzarzaron en un desigual combate. Lydia medía un metro sesenta y cinco, tenía 48 años y estaba rellenita y en baja forma física. Ivanka era una hembra alta, atlética y con tan solo 25 años. La pobre presentadora no tenía ninguna opción y a pesar de la rabia con la que se había lanzado a por Monique, en seguida quedó desarbolada por la poderosa Ivanka. En cuestión de minutos, la orgullosa Lydia suplicaba a la amazona que parase mientras una y otra vez la rusa le golpeaba con virulencia. Mario observaba aterrado la paliza que estaba recibiendo su esposa y rogaba a Mistress Ivanka que dejase de pegarla. Finalmente, la dominatrix se detuvo. Lydia estaba hecha un ovillo en el suelo. Lloraba y temblaba.

No toleraré estos conatos de rebeldía ¿está claro? –preguntó situándose en pie ante la presentadora, con una pose que emanaba poder y seguridad.

Lydia miró desde el suelo a la dominatrix, sus ojos húmedos y asustados.

Sí... Mistress Ivanka –dijo.

La amazona sonrió débilmente. Sabía que había metido el miedo en el cuerpo de aquella mujer.

Levantate –ordenó.

Lydia se incorporó lentamente y la dominatrix esposó sus muñecas tras la espalda.

Mi compañera ha preguntado por tu nombre. Díselo con respeto.

La presentadora bajó los ojos, humillada.

Mi nombre es Lydia, Mistress Monique.

Muy bien, Lydia –dijo Ivanka y entonces señaló a Mario- ¿Es tu hombre?

Es mi marido, Mistress.

¿Y las otras dos chicas?

¿Están bien? –preguntó Lydia.

Ivanka le cruzó la cara con dos bofetadas, arancandole un par de gritos de dolor.

Aquí soy yo la que pregunta. ¿Quiénes son las chicas? Una es tu hija, sin duda.

Sí, Vicki, la más joven. La otra, Susana, es una amiga.

Un tanto rebelde la tal Susana, Helga ha tenido que domarla un poco...

Lydia miró asustada a Mistress Ivanka. ¿Qué le habrían hecho a la pobre Susana Peralta? La presentadora se moría de ganas por saberlo pero no se atrevía a preguntar. No quería probar de nuevo la mano de la dominatrix.

... aunque quizá esto último ya lo sepais –dijo Ivanka mirando a Lydia con ojos interrogadores.

La presentadora la miró confusa.

Las chicas llevaban una cámara en la maleta –apuntó Ivanka.

Lydia miró a Mario. Nos han pillado, parecían decir los ojos de éste. La presentadora no sabía qué hacer. Podía intentar mentir o podía decir la verdad.

Lo siento, Mistress –dijo- sólo queríamos estar seguros de que se encontraban bien en todo momento.

Mistress Claudine no aprecia mucho que intenten espiarla –respondió Ivanka en tono severo.

De verdad que lo sentimos, Mistress. No era nuestra intención...

Guardate las disculpas para Mistress Claudine. Nuestras órdenes son llevaros ante ella –cortó Ivanka- Pero antes, vamos a divertirnos un poco con vosotros.

Y dicho esto ambas Mistresses comenzaron a quitarse la ropa ante los atónitos y asustados ojos de la pareja. A pesar de lo peligroso de la situación, Mario no pudo evitar tener una erección a medida que los esbeltos y atléticos cuerpos de las dos mujeres iban quedando a la vista. Ambas tenían un busto generoso, aunque no tanto como el de Lydia y llevaban el pubis totalmente depilado. Mistress Monique se acercó al borde derecho de la embarcación, donde colgaba aún la escala que Mario había tendido para que subieran y le pidió a Kim que le pasase la mochila que habían traído. Al poco, la dominatrix se incorporó llevando una bolsa de lona en su mano de la que sacó un arnés acoplado a un impresionante falo de color negro que alargó a Ivanka. Esta comenzó a colocarselo, mientras Monique extraía otro similar para ella misma.

¿Qué...qué van a hacer con eso? No...no pensarán.... –empezó a decir Mario.

¡Callate la boca, perro! –gritó Monique interrumpiendo sus palabras – Acaso te he dado permiso para hablar.

No, Mistress –dijo el hombre agachando la cabeza.

Lydia observó a su marido. Mario tenía 50 años, el pelo teñido de negro, para ocultar sus abundantes canas y un cuerpo razonable para su edad. Monique había vuelto a agarrar sus pelotas y Lydia se dio cuenta de la erección que portaba su esposo. Sintió celos. Celos de ver cómo otra mujer manipulaba los genitales de su marido y cómo éste reaccionaba al tratamiento.

Mario por su parte estaba totalmente perdido en sus emociones. Jamás le habían tratado así, mucho menos una muchacha que podría ser su hija. A aquella joven no le temblaban las piernas a la hora de dominar a todo un hombre como él y se dio cuenta de que por algún motivo aquello le excitaba. Podía sentir la excitación en su cuerpo, en su erecto pene...

No me gusta que mis perros hablen sin pedir permiso. Espero que te quede claro –dijo Monique con frialdad.

Sí, Mistress.

Si vuelves a hacerlo serás castigado con severidad.

Sí, Mistress.

Ahora arrodillate y ensaliva bien mi polla.

Mario la miró con ojos como platos, incapaz de creer lo que acababa de oir.

¡Qué pasa! –gritó Monique- ¿Estás sordo?

No, Mistress –balbuceó el hombre, intentando asimilar aún lo que se le pedía.

Entonces, obedece –ordenó la joven dominatrix.

Mario lanzó una mirada fugaz a su esposa. Sus ojos parecían pedirle que se rebelara, que resistiera. Lo intentó.

No voy a hacerlo –dijo, aunque el temblor en su voz denotaba su poca seguridad.

La boca de la francesa dibujó una sonrisa perversa. Un segundo después su rodilla golpeaba los testículos de Mario que caía al suelo retorciendose de dolor. Lydia intentó acudir junto a él, pero Ivanka se lo impidió agarrandole por el pelo.

¡Dónde crees que vas! –dijo- Mistress Monique sabe muy bien cómo tratar a un perro desobediente.

Hizo una pequeña pausa y continuó.

Yo, por mi parte, también sé cómo tratar a mis perras.

Y diciendo esto agarró el top del bikini de Lydia y se lo arrancó de un tirón, dejando sus grandes tetas bamboleandose al aire.

¡No! –exclamó la presentadora

Pero Mistress Ivanka no se detuvo y con otro tirón desgarró la braguita del bikini de Lydia dejando al descubierto un coño depilado coronado por un triángulo de pelo castaño, cuidadosamente arreglado.

La débil resistencia de la presentadora se desvaneció al verse en cueros e indefensa ante la joven Ivanka. Avergonzada y humillada en su desnudez, Lydia agachó la mirada y se quedó quieta.

Mistress Monique mientras tanto había conseguido tumbar a Mario sobre una especie de arcón y amarrarlo de forma que su carnoso y blancuzco trasero quedara expuesto en pompa. Entonces, se acercó a la mochila que Kim le había pasado y extrajo una paleta rectangular de madera, con el mango corto.

Voy a asegurarme de que no se te pasa por la cabeza el volver a desobedecerme –dijo.

Y tras esas palabras, la pala comenzó a caer con virulencia sobre el trasero del indefenso varón. Mario comenzó a gritar casi al instante, a llorar segundos después y a suplicar el perdón de Mistress Monique tras los primeros diez golpes. A los veinticinco estaba roto, su cuerpo sudoroso, su culo y sus muslos rojos y amoratados. De los veinticinco a los cincuenta, Mario dijo todo lo que la dominatrix le exigia. Repudió a su esposa, dijo que era una zorra, que era inferior que ellas, que merecía servirlas, que aceptaba que la marcasen y que le anillasen los pezones... También suplicó ser el perro de Mistress Monique, suplicó ser marcado por ella, suplicó permiso para servirla toda la vida...

Lydia cerró los ojos para no ver el tremendo castigo que estaba recibiendo se marido, pero los gritos y aullidos de Mario le encogían el alma. Sabía que todo lo que decía era fruto del dolor que estaba padeciendo. Por supuesto, era imposible que pensara que ella era una zorra y mucho menos, que mereciera servir a aquellas chicas. Por no hablar de lo del marcaje y el anillamiento de los pezones. Aquello no podía ser cierto. Entonces, Lydia se dio cuenta de que ya no había golpes. Habían cesado. Abrió los ojos y la primera imagen que le llegó fue la del culo rojo y amoratado de su esposo. Se quedó sobrecogida. Todo aquello era por su culpa. Si no se hubiese empeñado en hacer aquel reportaje... entonces oyo los ruidos. SLURP, SLURP, SLURP. Mistress Monique se había colocado delante de Mario y éste estaba mamando sumisamente el falo que colgaba entre sus piernas. Entonces sonó la voz de Ivanka:

A qué esperas para imitar a tu querido esposo. Comeme la polla o tendré que castigarte.

Sin perder un segundo, Lydia cayó de rodillas ante Ivanka y comenzó a tragar el falo negro como si en ello le fuese la vida. Jamás había hecho una mamada con semejante devoción y entrega. Pero estaba asustada. No quería recibir el castigo que había sufrido Mario y por ello se aplicaba con perseverancia, aunque nunca le había gustado hacer felaciones. Se daba cuenta de que aquella joven la estaba dominando, pero no veía la forma de rebelarse...

¡Aaaaaaaaaaaahhhh! ¡Aaaaaaaaahhh!

Era un grito de intenso dolor y procedía de Mario.

¡Aceptalo perro! Es el deseo de tu Ama –dijo Mistress Monique

Lydia miró de reojo, mientras su lengua lubricaba el falo de Ivanka y lo que vio le dejó helada. La dominatrix estaba follando a su marido por el culo. El pobre lanzaba aullidos de dolor, mientras aceptaba el encule sin protestar. Lydia comenzó a llorar de impotencia. Todo había sido su culpa y Mario estaba pagando por ello.

Muy bien, perra. Ya lo has lubricado suficiente. Incorporate y arquea el cuerpo sobre la barandilla del yate –ordenó Ivanka.

La presentadora entendió al instante que aquella joven pretendía follarsela y súbitamente, mientras obedecía la orden, una extraña ola de excitación recorrió su cuerpo. Mistress Ivanka golpeó la parte interior de sus tobillos con los pies indicándole que los separara. Una vez hecho esto, el sexo de Lydia quedó eróticamente expuesto entre sus piernas y la dominatrix comenzó a sobarlo con sus expertos dedos. La presentadora intentó resistirse con todas sus fuerzas, refugiarse en la angustia y el temor que sentía, pero aquella amazona le estaba estimulando el coño como nadie lo había hecho antes y su cuerpo comenzó a responder. Primero fue el típico picorcillo que se extendió por su sexo, después el engrosamiento de sus pezones, de sus labios vaginales y de su clítoris y finalmente, la humillante lubricación. Su almeja comenzó a humedecerse, y sus líquidos a mojar la mano de Mistress Ivanka.

Menuda zorra estás hecha –dijo la dominatrix- tu marido gritando de dolor y tu mojada como una perra en celo.

Era verdad. Los chillidos de dolor de Mario habían pasado a un segundo plano cuando Mistress Ivanka había comenzado a sobarle el coño. ¡Qué clase de mujer era! Su esposo sufriendo por su culpa y ella disfrutando de aquel manoseo. No tuvo tiempo de seguir auto-increpándose.

Quiero que grites lo puta que eres –ordenó la dominatrix.

Lydia se quedó desconcertada por unos segundos. Entonces entendió.

¡Soy una puta! –gritó

¡Más fuerte!

¡Soy una puta! –volvió a gritar

Grita más fuerte o tendré que enseñarte con una fusta lo que es gritar.

¡SOY UNA PUTA! –gritó con todas sus fuerzas la madura presentadora.

Eso está mejor. Ahora grita que eres la puta de Mistress Ivanka.

¡SOY LA PUTA DE MISTRESS IVANKA!

La dominatrix no había dejado de sobar su coño y Lydia se daba cuenta de que estaba chorreando. Sin duda, aquella joven sabía cómo tratarla. Jamás ningún hombre le había hecho empaparse de aquella forma y un indeseado sentimiento de admiración hacia Mistress Ivanka comenzó a abrirse paso en su mente.

Mario escuchó los gritos de su mujer y entendió que también ella estaba siendo sometida. Esperaba que no se resistiese. Era mejor aceptar su nueva posición y servir a aquellas mujeres, que aceptar las dolorosas consecuencias de la insubordinación. Aquellas jóvenes no se andaban con bromas y sabían bien lo que querían. Mistress Monique se había encargado de que le quedase claro con aquella brutal paliza y él, por su parte, había aprendido la lección. Haría todo lo que ella le dijese y aceptaría lo que ella le hiciese. Como ahora estaba aceptando la enculada que le estaba dando. Había gritado como un loco cuando le había roto el culo con aquel tremendo falo de latex negro, pero ahora lo estaba aceptando con valentía. Sabía que Mistress Monique buscaba someterle aún más, hacerle sentir que le poseía y él intentaba estar a la altura, aguantando las embestidas de aquella tranca que le perforaba el recto una y otra vez. Después me marcará, se dijo. Y a Lydia. También a ella la marcarán. No era una broma. La marcarán y le anillarán los pezones. Y a Susana. Y a Vicki. ¡Dios, mi pobre hija!. Nos van a convertir en sus esclavos. Y entonces se dio cuenta de que la enculada ya no dolía tanto y de que su propio pene estaba erecto y palpitando con urgencia. Se iba a correr mientras su Ama le sodomizaba. Se iba a someter a ella. Podía luchar o dejarse llevar. Entonces, sus testículos se contrayeron y su polla comenzó a eyacular una gran cantidad de semen mientras el falo negro entraba y salía como un pistón por su esfinter.

Eso es perro –gritó Mistress Monique entusiasmada- ofreceme tu leche. Sometete a mi.

Con los ojos cerrados y gruñendo como un cerdo, Mario estaba vaciando sus testículos en un intenso éxtasis. Era imposible luchar. Aquella mujer sabía lo que se hacía. Mistress Monique estrujó sus huevos y extrajo hasta la última gota de su leche.

Mientras tanto, Mistress Ivanka seguía jugando con el coño de Lydia, llevandola una y otra vez al borde del orgasmo pero deteniendose antes de iniciarlo. La pobre presentadora estaba fritísima, y no veía el momento de correrse. Los jugos le resbalaban por los muslos y los hacían brillar bajo los rayos del sol. Finalmente, incapaz de resistir más se arriesgó a hablar.

Por favor, Mistress. Permita que me corra –suplicó.

La dominatrix respondió con un par de fuertes azotes en las blancas nalgas de Lydia.

¡Auch! ¡Auch! –se quejó la presentadora.

Mistress Ivanka la ayudó a incorporarse y se puso frente a ella, mirandole a los ojos. La poderosa mirada de la dominatrix hizo que el cuerpo de Lydia se extremeciera. ¡Se sentía tan pequeña, tan insignificante al lado de aquella amazona!. Entonces recordó las palabras de Mario mientras Mistress Monique le azotaba con la pala de madera. "Mi mujer es inferior a vosotras y merece serviros", había dicho. ¿Sería eso verdad? En aquellos momentes se sentía realmente inferior a Mistress Ivanka.

Los pensamientos de Lydia se vieron interrumpidos por un intenso dolor en su teta izquierda que le hizo soltar un grito agudo. La dominatrix acababa de colocar una pequeña pinza en su hinchado pezón y los dientes de cocodrilo le mordían la carne con fuerza. De la pinza colgaba una cadena, y al final de ella otra amenazante pinza similar a la primera. Ante la atónita mirada de la presentadora, la dominatrix tiró de la cadena y cerró la segunda pinza sobre el labio izquierdo de su vagina. El dolor era insoportable y Lydia suplicaba a Mistress Ivanka que se las quitase, pero en vez de escuchar sus súplicas, la dominatrix aplicó un juego similar conectando su pezón y labio vaginal derechos. La presentadora sintió la brisa marina acariciando su conejito y se dio cuenta de que las cadenas que conectaban las dos pinzas eran lo suficientemente cortas como para tirar de sus labios hacia arriba y mantener su rosado interior totalmente expuesto. A parte del dolor, la humillación. Lydia no pudo contenerse y comenzó a llorar.

Mistress Ivanka le acarició la mejilla con estudiada dulzura.

¿Qué le pasa a mi chiquitina? –dijo con voz melosa, tratandola como a una niña pequeña.

La presentadora se rompió y su llanto se hizo más intenso.

Vamos, vamos –siguió la dominatrix- una niña tan grande como tu llorando de esta forma.

Lydia intentó contener sus lágrimas, pero le resultaba imposible. Sentía una gran necesidad de llorar.

Por favor, Mistress –gimoteó- dejenos en libertad. Dejen libres a mi hija y a mi amiga. Haremos lo que ustedes nos pidan. No hablaremos de esto a nadie.

Ah sí, es cierto, la joven Vicki. Se llama así ¿verdad?. Me había olvidado de ella. Es muy atractiva. A Mistress Claudine le encantará. Cuanto más jóvenes son, más le gusta romperlas.

Lydia seguía lloriqueando horrorizada.

Por favor, Mistress. A ella no. Es tan joven, tan ...

El destino de tu hija no está en mis manos –cortó Mistress Ivanka.

La dominatrix sabía cuál era el destino que le esperaba a la joven Vicki. Había visto a Mistress Claudine someter a otras jóvenes. Todas, incluso las más rebeldes acababan convertidas en dóciles y obedientes esclavas. Mistress Claudine las usaba, las alquilaba e incluso las vendía. Pero no había necesidad de asustar más a la pobre mamá, lo que quería hacer en esos momentos era follarsela. Ivanka volvió a forzar a la llorosa Lydia sobre la barandilla del yate y sin más preámbulos comenzó a insertar el falo de látex negro en su abierto coño.

La presentadora había perdido buena parte de su excitación inicial. Estaba asustada intentando imaginar el destino que le esperaba a su joven hija y aquellas pinzas se le clavaban como agujas en sus sensibles pezones y labios vaginales. Entonces sintió aquel enorme cipote negro abriendose paso en su sexo.

¡Oh! –exclamó al sentir que aquel monstruo dilataba su vagina como nunca lo había estado antes- es muy grueso –acertó a decir.

Especial para coñitos hambrientos, como el tuyo –rió Mistress Ivanka mientras forzaba otros cinco centímetros de polla en el coño de Lydia.

La presentadora apretó los dientes y se preparó para aceptar el descomunal falo. Si su marido lo había tenido en el culo, sin duda ella sería capaz de alojarlo en su vagina. Entonces, Mistress Ivanka comenzó a moverlo suavemente, con un mete-saca que cada vez le llegaba más profundo. Aquel movimiento hacía que el tronco de látex rozara constantemente su clítoris y sin poderlo evitar, poco a poco, el cuerpo de Lydia volvió a inflamarse de deseo. Sus caderas comenzaron a moverse sutilmente buscando acompasarse con las embestidas de la polla de Mistress Ivanka, que observaba excitada cómo aquella perra sucumbía a la lujuria.

Slushhh, Slusssshhhhh, Slussssshhhhh. El coño de Lydia estaba grotescamente dilatado y la gran cantidad de flujo que estaba secretando producía obscenos ruidos líquidos con la entrada y salida del enorme falo negro. La madura presentadora estaba fritísima. En sus 48 años de vida jamás se había sentido ni la mitad de cachonda que se sentía en ese momento. Una vez más, la situación en la que se encontraban había pasado a un segundo plano y el deseo sexual había tomado el control.

¡Oooh! ¡Ooooh! ¡Uuuuuh! –gemía Lydia con cada embestida.

Eso es pequeña –animaba la dominatrix- aceptalo como una niña buena.

Mistress Ivanka sabía que tratando a sus víctimas como si fuesen niñas pequeñas, éstas aceptaban mucho más fácilmente su dominancia sobre ellas. Y en el caso de Lydia no fue diferente. Aquella madura y experimentada presentadora se sentía en esos momentos como una niña subyugada por el poder y la aplastante superioridad de Mistress Ivanka. Aunque todavía no lo sabía, su alma, y no sólo su cuerpo estaban sometiendose a la dominatrix.

¡Oh, Dios! –gimió Lydia al borde del orgasmo- ¡Qué placer! ¡No pare, Mistress!

No intentes correrte sin permiso, zorra, o te fustigaré el culo hasta que no puedas sentarte en una semana

¡Oh, por favor, Mistress! –gritó desesperada- no puedo aguantar más.

Pues más te vale hacerlo. ¡Dime cómo está tu coño, perra!

¡Oh, Dios, Mistress! Está tan mojado... y tan lleno. ¡Oh, Mistress, está tan dilatado!

¡Dime cuánto te gusta tener mi polla dentro de ti!

¡Oooooh, sí, Mistresss, me encanta! Jamás había tenido una polla tan enorme dentro de mi. Me da un gusto terrible cuando me roza el clítoris. ¡Oh, Mistress! ¿me puedo correr ya? Estoy fritisima.

Aún no, cerda. Quiero oirte decir que prefieres mi polla a la de tu marido.

¡Sí, Sí, Sí! –gritó Lydia Millán, totalmente entregada- Su polla es la mejor. Mejor que la de mi marido, mejor que la de cualquier hombre con el que haya estado nunca. ¡Amo su polla, Mistress, amo su polla! ¡Por favor, deje que me corra!

Lo haré en cuanto reconozcas que eres inferior a mi y mereces servirme como una esclava.

La presentadora estaba sudando, temblando, incapaz de retener el intenso orgasmo que se le venía encima. Su respiración era terriblemente agitada, boqueaba como un pececillo y las babas le resbalaban por las comisuras de los labios mientras el falo negro entraba y salía de su coño. Cerró los ojos.

Soy inferior, Mistress. Muy inferior a usted. Merezco servirla y lo haré gustosa... y mi marido... él también es inferior y también la servirá a Usted, o a Mistress Monique o a Mistress Claudine... se lo prometo... pero por favor... ¡Deje que me corra!

Ivanka sonrió para sí. Sabía que estaba rompiendo a aquella zorra.

He cambiado de opinión –dijo dando un golpe de cadera y sacando su polla de la encharcada almeja de la presentadora- creo que no has hecho lo suficiente para merecerte este orgasmo.

¡Nooooooo! –gritó Lydia Millán, privada del orgasmo más deseado de toda su vida- Haré lo que quiera, seré una esclava perfecta –suplicó- Por favor, Mistress, no puede dejarme así.

La dominatrix rio con ganas.

Claro que puedo, zorra. Puedo hacer contigo lo que quiera. Los orgasmos son caros, pequeña, así que espero que aprendas a ganartelos o vas a convertirte en una esclava tremendamente frustrada.

Precisamente eso es lo que era en esos momentos. Una esclava cachonda hasta lo inimaginable y frustrada hasta la locura.

Mistress Ivanka la obligó a incorporarse y a darse la vuelta. Su coño, abierto por las pinzas que tiraban de sus labios, estaba chorreando. La dominatrix sabía que la frustración sexual era el camino más rápido hasta la dominación absoluta. Sin duda, aquella zorra estaba terriblemente frustrada.

Lydia vio a Mistress Monique a unos metros de ellas. Sonreía abiertamente mirandole a los ojos. La presentadora no pudo sostener su mirada y humilló la cabeza. Mario estaba arrodillado ante la dominatrix, su cara al borde del suelo lamiendo y besando los pies de aquella amazona. Lydia vio que tenía un consolador insertado en el ojete y que sus testículos estaban encerrados en una especie de bolsa de cuero negro. Su pene estaba tremendamente erecto.

Me encanta que mis esclavos adoren mis pies –dijo Mistress Monique mirando a la presentadora- Creo que también es una de las aficiones preferidas por Mistress Ivanka.

Así es, Monique –reconoció la dominatrix- no hay nada como la boca servicial de una buena esclava cuidando y adorando tus pies.

Las dos Amas cruzaron una sonrisa, mientras, sin que nadie le dijera nada, la otrora orgullosa Lydia Millán se arrodillaba a los pies de Mistress Ivanka y comenzaba a besarlos y lamerlos con devoción. Con aquel gesto, firmaba su completa entrega, su total sumisión a una hembra superior. Mistress Ivanka la había dominado. La presentadora estelar, Lydia Millán, acababa de cerrar las puertas de su pasado y se disponía a comenzar una nueva vida en la que su única preocupación era servir a su nueva Mistress.

Continuará