La isla (2)
Peripecias de una pareja de recien casados perdidos en una isla de indigenas
La luz de un nuevo día entró en la cabaña. Sara y Tino pudieron ver que era más grande de lo que habían visto la noche anterior. En la cama de enfrente, el hombretón dormía plácidamente con las dos crías a su lado. Sara, dolorida por la dureza de la cama, trataba de levantarse lo más sigilosamente posible. Cuando logró ponerse de píe, notó dos ojos clavarse en ella. Una de las chicas la miraba desde el borde de la cama de enfrente. Con un salto de gata se incorporó y se acercó, absolutamente desnuda, a Sara. Nuestra amiga solo llevaba su pequeño bikini. susurrando ese dialecto que Sara no entendía, la chica comenzó a tratar de quitarle la pequeña prenda a Sara. Supongo que por el miedo a despertar a más gente, Sara trataba débilmente de impedir que la chica la dejara desnuda. Pero no lo consiguió. A los pocos segundos Sara estaba desnuda, muy desnuda. La chiquilla la tomó de la mano y la sacó de la choza. El sol deslumbró por unos segundos a Sara, que cuando se acostumbró a la claridad, pudo ver la aldea en todo su esplendor. En el centro un gran descampado con un pequeño altar. Alrededor de la "plaza" todo eran chozas, unas más grandes, otras más pequeñas, pero todas compartían forma redonda y materiales rústicos. Aún de la mano, las dos chicas, atravesaron el centro de la plaza y tomaron un estrecho camino rodeado de arbustos. Al cabo de diez minutos de silenciosa caminata, llegaron a un pequeño lago. Por primera vez en toda la caminata, la joven soltó la mano de Sara y entró en el agua. Por sus gestos Sara supo que estaba bastante fría. Llamándola con ambas manos, Sara comenzó a entrar en la fría laguna. La jovencita comenzó a lavarse su entrepierna, sus axilas, su negro cabello. Sara, muy tímidamente, empezó a hacer lo propio con su cuerpo. Sara se fijó en el coño de la chica, sin depilar, con bastante vello y como si la telepatía hubiera aparecido en medio del lugar, la chica se fijó en la entrepierna totalmente depilada de Sara. Pero así como Sara solamente observó, la nativa se acercó a Sara. Sara retrocedió lo que pudo, hasta que una gran roca la obligó a sentarse sobre ella. La joven se acercó y con un brusco movimiento le abrió las piernas, dejando su coño al aire y acariciado por las frías aguas del lago. La chica se puso en cuclillas y con sus pequeños dedos comenzó a explorar los labios vaginales de Sara. Esta solo pudo susurrar un "noooo, por favor". Llena de miedo se mordió el labio inferior y con la mano derecha temblorosa tratando de apartar los brazos de la joven. Los dedos abrieron el coño de Sara y dejaron a la vista su rosado clítoris, que inmediatamente fue acariciado por la mano libre de la chiquilla. - Por favor, por favor, por favor, por favor... para, para - Suplicaba Sara. Pero la fuerza de la joven era superior al miedo de Sara. Mirándola a los ojos, la chica comenzó a acariciar el rosado y pequeño apéndice de Sara. Sara comenzó a sentir calor, a olvidar la fría agua del lago y a morderse el labio inferior. Los jóvenes pero expertos dedos de la chica comenzaron a explorar, su cara era una mezcla de excitación y curiosidad, nunca había visto un coño depilado. Tenía un dedo dentro de la vagina de Sara y con otro abría los labios exteriores sin perder detalle alguno. "Esto está yendo demasiado lejos" pensó nuestra amiga y reuniendo fuerzas de donde solo había lujuria, empujó a la joven salvaje y la hizo caer de culo contra el duro suelo de piedras. Cuando Sara se dio cuenta de que la joven se había hecho daño de verdad, reunió fuerzas y, desnuda completamente, comenzó a correr por el camino angosto, hacia el poblado. Cuando llegó, la vida ya se había abierto camino en la gran plaza central. Algunos ojos la miraban extrañados, la mayoría, sin embargo, apenas se percataron de su presencia. Su desnudez no llamó la atención, puesto que así iban muchas personas. Una vez que paró de correr pensó lo que no había pensado hasta ahora "Y ahora qué?". Cuando volvió la vista reconoció a la joven que aparecía por el camino que llevaba a la laguna. Parecía dolorida y enfadada. Sara no sabía dónde meterse o que hacer, así que hizo lo que haríamos todos, se quedó quieta. La chica ni se paró, pasó a su lado, la agarró de la mano y se la llevó de nuevo a la choza donde habían pasado la noche. Dentro estaban el hombre enorme, la anciana que los había encontrado en la playa, dos jóvenes y la otra chica. La dejó en el centro de la choza y comenzó a hablar en su dialecto, se le notaba airada, enfadada, hacía gestos explicando que había pasado en el agua. La vieja le dijo algo y la chica se volvió hacia Sara y obligándola a abrir ligeramente las piernas señaló su coño. Todos en la choza abrieron los ojos y pusieron cara de curiosidad e incredulidad. El jefe le dijo algo a los dos jóvenes chicos qué, inmediatamente tomaron a Sara por las manos y la obligaron a tumbarse boca arriba en la dura cama del jefe. "Tino, por favor, donde estás, por favor" sollozaba Sara. El enorme jefe, las dos chicas, y la vieja se acercaron mientras los dos jóvenes le sujetaban abiertas las piernas. Sara trataba por todos los medios de zafarse, pero no lo conseguía. Cuando el jefe se acercó a su entrepierna, Sara logró soltar una de sus piernas y golpeó con su pie la enorme cara del jefe. El tiempo se detuvo durante medio segundo en la choza, justo para volver a la normalidad cuando el jefe le dio un bofetón a Sara. De la fuerza esta acabó de nuevo acostada en la cama, sollozando y con la mejilla caliente y roja. Manos y más manos tocaban sus muslos, todo era curiosidad, el jefe abría los labios vaginales de Sara, las jóvenes tocaban su clítoris. Entre tanto lío, el jefe dio una orden y todos se apartaron. Las piernas de Sara ya estaban libres, pero ella las mantenía abiertas. El hombretón comenzó a explorar su coño, sus dedos eran curiosos pero inexpertos, toscos pero grandes y gruesos. Con una mano le abría el coño, con la otra tocaba el clítoris, jugaba con él, introducía un dedo dentro de Sara. Cuando lo sacó lo miró con curiosidad y con una sonrisa en la boca. Llamó a uno de los jóvenes y se lo dio a probar. El joven se lo llevó a la boca y degusto el sabor de Sara. Con un gesto de aprobación dijo unas palabras. El jefe volvió a mojar su dedo dentro de Sara y el otro joven se acercó para probarlo. Las chicas se acercaron con cara de curiosidad. El hombre esta vez metió dos dedos en vez de uno, haciendo que a Sara le diera un respingo el cuerpo. Las chicas chuparon el índice y el corazón del jefe, y con gestos de aprobación se acercaron a la entrepierna de Sara. La situación se volvió completamente descontrolada, excepto la vieja, ahora todo el mundo estaba desayunando del coño de Sara... que se dejaba hacer. Con bastante cuidado, los jóvenes metían sus dedos y los sacaban mojados, se relamían de gusto con los jugos de Sara. Las chicas eran menos cuidadosas, pero curiosamente cada vez sacaban los dedos más húmedos. El jefe metía su gran dedo índice y lo relamía con pasión. Uno de los chicos dijo algo, las demás personas en la sala comenzaron a reír para, acto seguido, abrir un poco más las piernas de Sara. El primero en meter su lengua en el coño de Sara fue el joven que tuvo la idea, sin ningún miramiento, bebía literalmente de Sara, a los pocos segundos ocupó su posición el jefe, que lamia y chupaba sin piedad alguna. El segundo chico metía un dedo y lo sacaba para seguir bebiendo, pero entre mete y saca, su cabeza se apoyaba en los muslos de nuestra amiga. Cuando fue el turno de las chicas Sara ya estaba más excitada que asustada. Ambas fueron las más placenteras y expertas. La primera le abrió el coño y metió su lengua hasta el fondo, sacando un gemido a Sara, bebió de ella hasta que se sació. La segunda, su amiga del lago, como venganza por el empujón, no metió su lengua dentro, comenzó a chupar el clítoris de Sara, mucho y rápido; hasta que esta, por fin, se corrió. Sara trató de contenerse como pudo; se mordió el labio inferior, cerró fuerte los ojos, no gritó. Pero su espalda encorvada la delató. Cuando la dejaron, Sara, avergonzada, permaneció tumbada boca arriba, con los ojos cerrados, intentando olvidar lo que había pasado y pensando cómo decírselo a su marido. Pasados cinco minutos de total meditación Sara abrió los ojos y se incorporó. La vieja se había ido, los demás no... El jefe estaba sentado en su "trono", las jovencitas estaban a cuatro patas delante de él, comiendo y lamiendo su gigantesca polla, mientras los dos jóvenes estaban detrás de ellas follándolas lentamente. Todo era lento, sin prisas. Las chicas se agarraban al mástil del hombretón y se la turnaban para darle lametones, masturbarlo, morderle el glande. Los chicos las miraban por encima de sus espaldas, mientras las penetraban despacio, casi no era un acto sexual, casi era una reunión social con alguna penetración de por medio. El gran jefe, comenzó de nuevo a retorcerse en su silla y a gemir, las chicas a cuatro manos, comenzaron a masturbar la gran polla y en pocos segundos consiguieron otro geiser de esperma. Los jóvenes seguían follándolas detrás, pero al ver la escena de las niñas lamiendo el semen de su jefe, aceleraron la marcha y en pocos segundos también se corrieron dentro de las chicas. Pasados algunos minutos de limpieza y aseo, los dos jóvenes salieron de la choza, el jefe se quedó dormido en su silla y las chicas se acercaron a la cama donde Sara estaba, aún alucinada, sentada y desnuda. Nuestra amiga se percató de que estaba en la cama donde dormían las jóvenes con el jefe e inmediatamente recordó que la última vez que había visto salir semen de la polla de hombre las chicas se tumbaron para masturbarse. Y así ocurrió de nuevo. Las chicas se tumbaron a la espalda de Sara y esta comenzó a notar como la dura cama se movía ligeramente al compás de las manos en las entrepiernas de las jóvenes. Sara no sabía qué hacer, se quedó quieta y muda hasta que pequeños y leves gemidos comenzaron a salir de las boquitas de las chicas. Se estaban corriendo. "Tino, Tino, por favor, donde estas" pensaba Sara con su mano en la entrepierna, mientras veía como, de nuevo, las chicas se iban a su cama y en ella se relajaban hasta dormirse Sara no tardó en volver a salir de la choza.