La isla (1)
La presentadora televisiva Lydia Millán envía a su reportera Susana Peralta y a su propia hija Vicki a realizar un reportaje de incógnito sobre una misteriosa isla y su propietaria, una tal Mistress Claudine.
No creo que sea arriesgado, Susana. Pero quiero que lo pienses bien. No tienes por qué hacerlo. Sé que no tengo mucha información.
Lydia Millán se dirígía a Susana Peralta, una de las reporteras de su programa. Lydia era uno de los cracks mediáticos del momento. Había adquirido gran fama como periodista de crónica rosa y desde hacía varios meses conducía su propio "reality show". Su porcentaje de "share" era bueno, pero estaba cayendo y Lydia se esforzaba por buscar temas que engancharan a la audiencia.
Pero, ¿qué es lo que pasa exactamente en esa isla? ¿Quién es esa tal Mistress Claudine?
Nadie lo sabe. Al menos yo no he podido conseguir esa información. He preguntado discretamente a algunos compañeros y la mayoría no sabían nada del tema. Parece que es una pequeña isla privada, en el mar Egeo y pertenece a una tal Claudine Tinsot.
¿Y dices que te enteraste por tu hija?
Sí, hace dos semanas. Vicki me llamó a su habítación y me enseñó el anuncio de internet. Decía algo así como: "¿Eres joven y guapa? Mistress Claudine te invita a pasar unas vacaciones en su isla privada. No pierdas esta oportunidad única. Rellena el formulario y envíaselo. Foto imprescindible."
Y tu pensaste en mi....
Susana, tienes 28 años y eres guapisima. Además confío totalmente en tu profesionalidad. Iría yo misma, pero con 48 años dudo que me consideren joven.
Está bien, Lydia. Supongo que acepto. Pero me gustaría ir acompañada. En caso de apuro, es preferible no estar sola.
Bueno, ya sabes que mi marido Mario y yo estaremos en nuestro yate viendo en todo momento lo que ocurre a través de la cámara que llevarás escondida en una de las maletas. Pero si te sientes más tranquila intentaré reclutar a otra persona. No sé a quién puedo proponerselo. Me gustaría conducir esto con discreción. Ya sabes que hay mucho espionaje entre programas y me gustaría tener este reportaje en exclusiva. De momento sólo lo sabemos nosotras y Mario.
De acuerdo, lo dejo en tus manos.
++++++++++++++++++++++++
Susana ha aceptado, cariño comentó Lydia a su marido. Acababan de terminar la cena.
¿Estás segura de que quieres hacer esto?. Puede ser peligroso. No sabemos nada de esa isla ni de esa Mistress Claudine.
En esta profesión hay que arriesgarse, cielo. Seguro que no es más que una rica excéntrica.
Sí, probablemente pero...
Susana me ha pedido una acompañante, le da seguridad.
Me ofrezco voluntaria gritó Vicki desde la puerta de la cocina.
¡Ehh! Lydia dio un brinco de sorpresa. No había sentido llegar a su hija.
Os he oido. Estais pensando en investigar lo de la isla de Mistress Claudine ¿verdad? ¿Va a ir Susana Peralta? Si no quiere ir sola yo iré con ella.
No, Vicki. Tu no. dijo Lydia tajante. Mario le apoyó.
Soy joven y guapa rio- por favor, mama.
No, Vicki. Tienes sólo 19 años y no tienes estudios de periodismo.
Ni tu tampoco, mama. Además yo no iría como periodista. Sólo acompañaría a Susana y le ayudaría en lo que pudiera.
Mi respuesta sigue siendo no.
¿Y si le cuento tus planes a tus competidoras?
No lo harías
Si no me dejas ir, sí.
Lydia miró a Mario. Este alzó los ojos al cielo dando a entender que su hija era muy cabezota. Bueno, si va Vicki no tendré que hacer a nadie más participe de esto, pensó.
Está bien. Si te aceptan podrás ir con Susana. Pero prometeme que la obedecerás en todo momento.
Te lo prometo, mama. Gracias. dijo Vicki tirandose al cuello de su madre y dándole un sonoro beso en la mejilla.
++++++++++++++++
Susana Peralta medía metro setenta y cinco. Era morena y llevaba el cabello largo y liso. Sus ojos oscuros, alargados, brillaban con fuerza en su hermosa cara. Tenía labios carnosos, boca grande y nariz más bien chata. Era delgada, pero con formas. Sus pechos, más bien pequeños, su trasero duro y respingón y sus piernas largas, muy largas. Ese día, en el pequeño embarcadero llevaba una camiseta roja, sin mangas, un short vaquero, desgastado y unas sandalias blancas sin tacón. Esperaba nerviosa, mirando de vez en cuando a lo lejos, en busca de alguna embarcación. Por la cremallera semiabierta de su bolso de mano asomaba la lente de una diminuta cámara. Lydia Millán y Mario Suárez vigilaban y grababan todo lo que ocurria. Su hija Vicki estaba sentada a unos metros de Susana. Vicki era algo más alta que Susana y un poco más rellenita. Tenía el pelo rubio oscuro, como su madre y también había heredado de ella unas amplias caderas, un culo carnoso y en especial un generoso busto. La joven llevaba una blusita rosa, de botones, un pantaloncito blanco de felpa y unas zapatillas deportivas, también rosas.
No viene nadie dijo-
Tranquila, aún quedan varios minutos.
No había acabado de hablar cuando comenzó a divisarse una lancha en el horizonte.
Mira, allí viene alguien. ¿Estás nerviosa?
Un poco. ¿Cómo crees que será Mistress Claudine?
No sé. No te preocupes por eso. dijo intentando tranquilizar a Vicki, aunque la verdad es que ella misma estaba un poquito nerviosa.
¿Tienes novio? preguntó la más joven
Sí respondió Susana- se llama Victor. Vivimos juntos desde hace año y medio.
¿Y le has dicho a dónde vienes?
No, no en detalle. No suelo hacerlo, para que no se preocupe. Sólo sabe que venía con tu madre a hacer un reportaje en una isla griega. ¿Y tu?
No pienso decir nada que me comprometa delante de esa cámara ambas rieron y liberaron parte de la tensión.
La lancha se fue acercando hasta llegar al apeadero. Entonces paró. Era una barca grande y la conducía una mujer alta y atlética. Era morena y tenía el pelo cortado a estilo chico. Un bañador de una sola pieza, de licra negra, se ajustaba estrechamente a sus formas delineando un hermoso cuerpo.
Hola, me llamo Susana y ésta es Vicki...
Subid a la lancha dijo la morena con autoridad y sin separarse del volante.
Sí, claro dijo Susana totalmente cortada.
Ambas jóvenes subieron a bordo y el barco partió de nuevo.
¿Es usted Mistress Claudine? volvió a insistir Susana.
Mi nombre es Helga
Hola Helga, encantada de conocerte. ¿Nos espera Mistress Claudine en la isla?
La mujer no contestó.
Estamos deseando conocerla insistió Susana.
Ven aquí dijo Helga apuntándola con su dedo.
Susana se acercó hasta donde estaba la morena y antes de saber lo que pasaba Helga le agarró por el pelo y forzó una bola roja en su boca. Susana intentaba forcejear, mientras Vicki miraba paralizada desde el otro extremo del barco. Helga era mucho más fuerte que la joven reportera y pronto tuvo el gag bien sujeto tras su cabeza.
Mmmmmph, mmmmmmph era todo lo que salía de la boca de Susana.
Pon las manos tras la espalda o te arranco el pelo a cuajo ordenó Helga tirando con fuerza de la negra melena de la joven.
Los ojos de Susana se salían de sus órbitas y su rostro se inundó de lágrimas. El dolor en su cuero cabelludo era insoportable. Rápidamente puso sus manos tras la espalda y dejó sumisamente que Helga esposase sus muñecas. La mujer soltó entonces su pelo y Susana quedó allí, de pie, ante ella.
Así aprenderás a no preguntar tanto dijo mirándole a los ojos.
Tenía unos hermosos y penetrantes ojos verdes. Susana bajó la mirada, acobardada. Esperaba que Lydia hubiese visto lo que había pasado y estuviese llamando a la policía. Vicki miraba la escena desde el fondo de la lancha. Estaba nerviosa y asustada.
Vuelve a tu sitio y sientate ordenó Helga a Susana.
La reportera obedeció y fue a sentarse al lado de Vicki, pero estaba tan humillada que no se atrevió a mirarle a la cara. La hija de Lydia cogió la cabeza de su compañera y la recostó sobre su hombro, acariciando su pelo. Susana no pudo evitarlo y comenzó a llorar. Helga seguía dirigiendo la lancha, pero vigilaba atentamente a las dos jóvenes.
++++++++++++++++
En su yate, no muy lejos de la lancha, Lydia Millán y Mario Suárez habían sido testigos de la dominación de Susana Peralta.
¿No crees que deberíamos llamar a la policía? preguntó Mario
Aún no respondió Lydia- este reportaje puede ser buenisimo. Si lo paramos ahora no valdrá de nada.
¿Pero tu has visto cómo esa amazona ha sometido a Susana Peralta? Tu sabes tan bien como yo que Susana es una tía con mucho carácter. Mirala ahora, está llorando como una niña.
Venga, no exageres Mario. Precisamente es algo así lo que estábamos buscando, algo impactante. Susana lo sabe.
Lydia, piensa que tu hija también está en esa lancha.
Ya lo sé, Mario y te prometo que en cuanto intuya algún peligro real llamaremos a la policia... pero ahora ten un poco de paciencia. Aún no se han encontrado con Mistress Claudine.
Esta bien Mario no quería seguir discutiendo- pero que conste que no tengo buenas sensaciones.
++++++++++++++++
Helga siguió al volante de la lancha durante diez minutos hasta que Isla Claudine comenzó a aparecer en el horizonte. Entonces, detuvo el motor y miró a sus dos pasajeras con una sonrisa enigmática. Ambas habían permanecido sentadas y en silencio. Sin duda estaban asustadas.
Tu, acercate dijo dirigiendose a la joven Vicki
La hija de Lydia miró a Susana en busca de apoyo, pero los ojos de la periodista le devolvieron una mirada de confusión, una mirada que parecía decir "no sé de qué va todo esto". Vicki se incorporó lentamente y caminó hasta situarse frente a la atlética Helga.
Tu ficha de inscripción dice que tienes 19 años. ¿Es cierto?
Sí, claro.
¡PLAFFF! La mano de Helga voló con una velocidad de espanto para impactar contra la mejilla de la desprevenida joven y tirarla al suelo. Vicki dio un grito de dolor y se agazapó en el suelo llorando angustiosamente.
¡Sí, Mistress Helga, estúpida! corrigió la amazona.
Susana Peralta había observado la escena atónita y sintió que debía ayudar a la hija de su jefa. A pesar de tener las manos esposadas a la espalda, se incorporó y se dirigió hacia Helga decidida a hacerle frente. La dominatrix la recibió con un puñetazo en el estómago que hizo que la periodista se doblase en dos, sin aire, para recibir a continuación dos sonoros bofetones que la dejaron tirada en el suelo, completamente aturdida y dolorida. Mistress Helga entonces le agarró el pelo y la arrastró por la cubierta de la lancha hasta su asiento. El dolor en su cuero cabelludo era tan intenso que la pobre Susana pataleaba y se retorcía en agonía. Sus ojos se le inundaron de lágrimas y sus agudos chillidos a duras penas eran amortiguados por la bola de goma que llenaba su boca. Finalmente, la amazona se detuvo y dejó el cuerpo de la periodista retorciendose sobre el suelo.
Así que nos has salido rebelde ¿eh? dijo con sorna - Bien, bien, eso lo hará todo más divertido.
Helga estaba segura de que Susana Peralta no volvería a ser un problema durante un buen rato así que centró de nuevo su atención en la joven Vicki que seguía llorando acurrucada en el suelo.
Deja de gimotear y levantate le ordenó.
Asustada, la muchacha dejó de llorar y se incorporó lentamente.
¿Ha quedado claro cómo debes dirigirte a tus superiores?
Vicki dudó un instante. Muy breve.
Sí, Mistress Helga respondió poniéndose roja.
Ahora desnudate. Quiero ver tu cuerpo.
La joven se quedó de piedra. ¿Desnudarse? ¿Ver su cuerpo? ¿Para qué?. ¡Mamá! ¿Dónde estás? ¿Por qué no nos ayudas?
++++++++++++++++
¡Malditas interferencias! exclamó Mario.
Llevaban varios minutos sin recibir la señal de la cámara que Susana y Vicki llevaban en la maleta. La última imagen que habían visto era de la mujer morena pilotando la lancha.
Creí que era lo mejor que había en el mercado increpó Lydia a su marido.
Y lo es. No entiendo lo que ocurre.
¿Puedes solucionarlo?
Quizá sí, pero tengo que consultar el manual de instrucciones.
¿Cuánto tiempo te llevara?
No lo sé. Una hora, dos. No sé.
De acuerdo, intentalo pidió Lydia.
¿Y si no lo consigo?
Ya veremos
++++++++++++++++
Vicki Suárez aún esperaba ver aparecer a sus padres con la policia mientras lentamente desabrochaba los botones de su blusa y la dejaba caer sobre la cubierta de la lancha. Llevaba un sujetador rosa deportivo de la talla 95D que apenas cubría sus grandes pechos. Helga le hizó un gesto para que se lo quitase y la asustada joven obedeció al instante, dejando a la vista su impresionante par de melones. Tenía las areolas grandes y rosadas y los pezones razonablemente largos.
Ahora la parte de abajo ordenó la dominatrix.
Vicki introdujo los pulgares en los elásticos y bajó de una sola vez sus pantaloncitos blancos de felpa y sus braguitas rosas, dejándolos alrededor de los tobillos.
Entregame las bragas pidió Helga.
La joven estaba nerviosa y tardó más de lo normal en pasar las prendas por encima de sus zapatillas deportivas. Finalmente lo consiguió y dejando los pantaloncitos junto al resto de la ropa entregó las braguitas a la mujer. Helga se las llevó a la nariz e inhaló el trocito de tela que había cubierto el conejito de la joven. La pobre Vicki se puso roja como un tomate.
Separa las piernas ordenó Mistress Helga.
La muchacha hizo lo que le mandaban y durante más de un minuto la dominatrix se dedicó a caminar alrededor de ella observándola meticulosamente. Vicki se sentía terriblemente humillada ante aquel escrutinio y era incapaz de levantar la mirada del suelo. Finalmente, la mujer se decidió a sobar sus tetas y a masajear sus pezones. A pesar de la repulsión que aquello le producía, la joven no pudo evitar que se le pusiesen duros como piedras.
Tienes unas buenas tetas dijo Helga- grandes y con los pezones largos y sensibles, pero a la vez duras y tersas. Mistress Claudine disfrutará de lo lindo con ellas. Por supuesto una de las primeras cosas que haremos será anillarlas.
¿A...a....nillarlas? balbuceó Vicki asustada.
Si. Todas las esclavas de la isla llevan los pezones anillados.
Pero yo... nosotras... no somos esclavas. Debe ser un error. Nosotras venimos invitadas por Mistress Claudine a pasar dos semanas de vacaciones en la isla.
Helga sonrió divertida ante la ingenuidad de la joven.
Todas vienen así dijo.
¡Oh, Dios Mio! exclamó la joven- No, por favor.
Y sin poder contenerse rompió a llorar. Susana Peralta observaba todo desde el suelo, intentando recobrarse del dolor producido por la dominatrix y también a ella las palabras de ésta le llenaron de temor. Debo tranquilizarme, se dijo, Lydia y Mario están en algún sitio observando todo esto y seguro que ya han avisado a la policía.
Pero por alguna razón no conseguía quitarse la angustia del cuerpo.
Mistress Helga ordenó a la joven Vicki que se diese la vuelta y cuando ésta obedeció, tomó sus muñecas y las esposó tras la espalda. La muchacha seguía gimoteando y no opuso resistencia hasta que sintió las manos de la mujer sobando sus nalgas.
¡Qué hace! exclamó sobresaltada.
Eso a ti no te importa. Limitate a quedarte callada y obedecer.
Por favor, Mistress Helga dejenos en paz. Llevenos de vuelta al embarcadero. No diremos nada de esto a nadie.
Te he dicho que cierres el pico. Si vuelves a hablar sin mi permiso tendré que amordazarte como a tu amiguita.
Resignada, la joven guardó silencio mientras Mistress Helga seguía acariciando sus nalgas, pero no pudo evitar un grito de sorpresa cuando una de las manos de la dominatrix pasó a inspeccionar su conejito. Vicki lo llevaba depilado, a excepción de un triangulito de pelo castaño por encima de la raja, que mantenía cuidadosamente arreglado. Sin contemplaciones, Mistress Helga sobó su vulva, su clítoris e introdujo levemente la yema de uno de sus dedos en su agujerito.
¿Eres virgen? preguntó la mujer.
Vicki miró instintivamente a Susana.
No, Mistress Helga respondió.
Una lástima. A Mistress Claudine le encanta desflorar vírgenes.
La joven volvió a llorar. Estaba nerviosa y aterrada, y fue un alivio cuando la dominatrix la mandó sentarse en su asiento. Esposada y desnuda, a excepción de sus zapatillas deportivas, Vicki caminó hasta su silla y se sentó. Susana se había semi-incorporado y se apoyaba sentada sobre un lateral de la lancha. Helga centró su atención en ella.
¡Tu! gritó- ¡Ven aquí inmediatamente!
Susana se incorporó como pudo y caminó hacia la mujer. Después de lo que había oído y del trato que aquella amazona le había propinado, la periodista se acercó con cautela pero con una mirada desafiante en sus ojos. Tan pronto llegó ante ella, la dominatrix agarró el cuello de su camiseta y de un tirón la desgarró dejando al descubierto las tetas de la periodista, pequeñas pero exquisitamente firmes, con pezones y areolas muy tostados. Pillada por sorpresa, Susana no pudo reaccionar y se quedó quieta, humillada, con el torso desnudo ante aquella amazona que no tardó en agarrar sus pechos y juguetear con sus pezones que para vergüenza de la periodista se pusieron erectos y protruyeron obscenamente apuntando hacia arriba. Entonces, Susana reaccionó y lanzó la rodilla hacia el estómago de Mistress Helga, pero ésta consiguió apartarse a tiempo. La posterior patada de la periodista fue fácilmente bloqueada por una dominatrix totalmente alerta ya, que rápidamente agarró a la joven por el pelo y por las esposas y forzando su cabeza hacia atrás la obligó a moverse hacia el extremo derecho de la lancha.
Así que tienes ganas de jugar ¿eh? dijo Helga, irritada- Sabes lo que hago yo con las niñas rebeldes como tu. Les doy una buena azotaina para que aprendan modales.
Y dicho esto, forzó el cuerpo de Susana Peralta a doblarse sobre el borde de la embarcación de forma que la periodista quedó arqueada por la cintura, la mitad de su cuerpo fuera de la lancha y mirando al mar. Asustada, la joven comenzó a patalear, mientras sentía a Mistress Helga desabrochar el botón de sus pantaloncitos y tirar de ellos para bajarlos hasta sus rodillas. Susana llevaba unas braguitas naranjas, que en uno de los lados se habían introducido por la raja del culo y dejaban ver una nalga blanca, suave y redonda. La dominatrix agarró el elástico de la braga y la bajó hasta que quedó retenida por los pantalones. La periodista forcejeaba intentando resistirse, pero en la posición en la que se encontraba poco podía hacer para evitar que sus encantos más íntimos quedasen expuestos ante los ojos de las otras dos mujeres que estaban en la embarcación. El perfecto culito respingón de Susana quedó desnudo, en pompa, mientras que entre sus piernas podía verse claramente un coño de labios grandes, ligeramente abiertos y cubierto de abundante pelo negro rizado.
Vicki miraba expectante el desnudo trasero de su compañera y cómo ésta intentaba patalear para zafarse de Mistress Helga, cuando sin previo aviso la mano de la dominatrix comenzó a caer con fuerza sobre las nalgas de Susana. La atemorizada muchacha contemplaba la espantosa azotaina que la periodista estaba recibiendo y podía oir sus gritos de dolor amortiguados por la mordaza que llenaba su boca. Poco a poco, el blanco trasero fue pasando progresivamente a rosado, rojizo y finalmente a rojo intenso, bajo la lluvia de azotes que le iba cayendo. Susana Peralta hacía tiempo que había dejado de forcejear y Vicki observaba impactada cómo su cuerpo, prácticamente inerte se extremecía cada vez que la mano de Mistress Helga golpeaba sobre su enrojecido culo. Tras quince tremendos minutos de azotaina, la dominatrix se detuvo.
Momento de decidir dijo- ¿Vas a comportarte como una niña buena y obediente o prefieres que siga? Si has aprendido la lección y estás dispuesta a mejorar tu comportamiento dobla la rodilla derecha.
Al instante, la pierna de Susana Peralta se dobló hacia atrás. Con una sonrisa triunfal, Mistress Helga ayudó a la joven periodista a incorporarse haciendo que sus bragitas naranjas y el short vaquero cayesen hasta los tobillos. Su cara estaba surcada de lágrimas y una expresión de temor se había instalado en sus hermosos ojos negros que se veían enrojecidos y vidriosos. La dominatrix extrajó la mordaza que le impedía hablar y Susana empezó a decir con voz insegura y asustada:
Por favor, Mistress...
¡Silencio!
La periodista se detuvo.
No hables a no ser que seas preguntada o tendré que volver a castigarte. Ahora veamos si el castigo ha servido para enseñarte modales. Arrodillate.
Susana le miró extrañada, pero obedeció y se postró de rodillas ante la amazona.
Veamos que tal se te da comer coño soltó Mistress Helga moviendo a un lado la telilla de su bañador y dejando a la vista un conejito abierto y totalmente depilado, de labios grandes e interior rosado y húmedo.
Vicki, que observaba con aprehensión lo que estaba sucediendo entre su compañera y la dominatrix, se quedó helada. Sus ojos se clavaron en Susana, que seguía alli de rodillas, sin moverse. Los siguientes segundos se le hicieron eternos, mientras esperaba expectante la reacción de su compañera. Finalmente, Susana acercó su cara al pubis de Mistress Helga y abriendo la boca comenzó a pasear su lengua por la raja de la mujer.
Ummmmm gimió la dominatrix- eso es. Lameme el conejo como la perrilla que eres.
Vicki no podía despegar los ojos del cunnilinguus que Susana le estaba haciendo a Mistress Helga. La azotaina que le había propinado la dominatrix a su compañera le había parecido tremenda y en realidad debía de haberlo sido para que Susana Peralta, una mujer con carácter y combativa, hubiese opuesto nula resistencia a un acto tan humillante. La joven Vicki empezó a rezar para que sus padres apareciesen de una vez con la policía. Por qué no habían llegado ya. Sin duda debían de estar viendo todo lo que estaba pasando.
Mistress Helga estaba disfrutando de lo lindo sometiendo a la periodista. La inexperiencia de la joven le decía que el suyo era el primer coño que probaba, así que la dejó practicar durante un largo rato antes de agarrarla por el pelo y restregar su húmedo y excitado conejo vigorosamente sobre su cara. Vicki Suárez no podía creer lo que veía. Aquella amazona estaba usando a Susana como a una marioneta.
¡Eso es zorra, eso es! ¡Mueve esa lengua de puta dentro de mi coño! gritó la dominatrix
Y durante varios minutos Mistress Helga cabalgó la cara de la periodista hasta que lanzando un grito de pasión comenzó a derramarse sobre ella.
Una vez que su orgasmo había pasado, la dominatrix liberó la cabeza de Susana y cubrió su coño con el bañador.
Para ser tu primera comida de chumis no ha estado mal. Ya mejoraremos tu técnica. Ahora, levantate y vuelve a tu asiento ordenó a la periodista.
Sin dejar de mirar al suelo, humillada y con la cara reluciente de flujos vaginales, Susana se incorporó como pudo, sacó los pies de sus bragas y shorts que aún permanecían alrededor de los tobillos, y se dirigió a su silla con nada más que sus sandalias blancas . Sus ojos evitaron encontrarse con los de Vicki. Estaba tan avergonzada por lo que se había visto forzada a hacer... ¿Pero qué otra opción tenía? Jamás había sentido tanto dolor, su culo ardía horrores y de ninguna forma hubiese podido aguantar otra azotaina. Podía sentir el sabor del sexo de la amazona en su boca y sabía que su cara estaba mojada con su néctar. ¡Dios Santo! Ni en sus peores pesadillas se hubiese imaginado comiendole el sexo a otra mujer. ¿Qué iba a ser de ellas? ¿Por qué no aparecían Lydia y Mario con la policía?. No podía entenderlo. Se sentó lentamente sobre la silla...
¡Auuuuuuuuuggg! tan pronto como su culo tocó el asiento el grito fue desgarrador.
Mistress Helga no pudo reprimir una sonrisa. Vicki en cambio saltó sobre su asiento asustada.
Mistress dijo Susana llorando me duele mucho. No puedo sentarme.
Entonces arrodillate entre las piernas de la otra zorra y comele el coño.
Las dos jóvenes se quedaron mudas por unos segundos. Vicki fue la primera en reaccionar.
No, por favor suplicó.
Por favor, Mistress... pidió Susana.
La dominatrix se había puesto de nuevo al volante de la lancha.
Tienes quince minutos hasta que lleguemos a la isla. Si para entonces no has conseguido que se corra puedes ir preparando el culo para una nueva azotaina.
Las muchachas siguieron suplicando una y otra vez pero Helga seguía pilotando sin hacerles caso. Finalmente, viendo que la costa se acercaba velozmente, Susana Peralta miró nerviosamente a la hija de su jefa.
Por favor, Vicki, deja que lo haga.
No, Susana, por favor. No me pidas eso.
Por favor, Vicki. Te lo suplico. No podría aguantar otra azotaina.
Pero... pero... es que no podría volver a mirarte a la cara.
Susana era presa de la ansiedad.
No me importa, no me importa. Por favor, por favor, no queda mucho tiempo.
Vicki no acababa de decidirse. Aquello era algo aberrante. La periodista se echo a llorar.
Vicki, por favor, te lo suplico. Deja que te coma el coño. Cierra los ojos. Piensa que soy un hombre. Haz lo que quieras. Pero deja que te lo coma, por favor.
A pesar del miedo y la angustia de la situación, Vicki encontró que su cuerpo comenzaba a reaccionar de una forma extraña. Era una salvajada tener a Susana suplicandole que le dejase comer su coño, y sin embargo por alguna extraña razón la joven estaba empezando a sentirse excitada. Vicki miró a los ojos suplicantes de su compañera.
Por favor repitió ésta una vez más.
Sin pronunciar una sola palabra, Vicki separó las piernas y dejó libre el acceso a su conejito. Con una mirada de gratitud, Susana Peralta se arrodilló ante ella y sin perder un segundo comenzó a atacar con su lengua la tierna almejita de la joven. No era la primera vez que le comían el coño, pero sí la primera vez que se lo hacía una mujer y a pesar de la situación y de los nervios, Vicki se encontró respondiendo a las atenciones que le estaba regalando su compañera. Susana le estaba comiendo con urgencia, su lengua penetrando veloz entre sus labios y hundiendose en su vagina, su boca chupando y succionando su inflamado clítoris. La isla estaba cada vez más cerca y Vicki sabía que debía correrse antes de llegar. Aquello era totalmente humillante, pero si no lo hacía Mistress Helga volvería a azotar a Susana. Cerró los ojos e imaginó que era Luis, su chico, el que estaba arrodillado entre sus piernas.
La dominatrix redujo la velocidad de la lancha. No tenía intención de castigar más a la zorra morena, pero quería humillarla, someterla, obligarla a comerse a su amiga hasta el orgasmo. Sonrió al ver la voracidad con la que Susana Peralta devoraba el chumino de su compañera. Parecía una loba hambrienta de coño. Pronto tendría ocasión de saciarse. A decir verdad, las dos tendrían que comerse sus buenas raciones de coño a partir de ahora.
Mistress Helga miró a la joven rubia. Estaba espatarrada y con los ojos cerrados. Su respiración se estaba agitando. Está empezando a relajarse y a disfrutar, se dijo.
Así era, Vicki había conseguido abstraerse a la situación límite en la que se encontraban y estaba comenzando a gozar del insistente cunnilinguus. Los primeros gemidos de placer de la joven fueron un acicate para su compañera que intensificó el ataque sobre su clítoris.
¡Oh, sí! gimió Vicki, mordiendose el labio inferior.
SLURP, SLURP, SLURP. El coño de la joven estaba encharcandose y las succiones de Susana eran claramente audibles.
¡Oh, sí! ¡Sigue así, sigue así! ... ¡Oh, Dios, estoy fritisima!
La cara de Vicki estaba roja, congestionada. Su cuerpo se estremecía sobre el asiento, su culo totalmente fuera, en el aire. Iba a correrse, joder, iba a correrse sobre la cara de Luis. No, no era Luis. Era Susana. Joder, iba a correrse en la boca de otra mujer, de la empleada de su madre, de la imponente Susana Peralta. ¡Qué mujer! Siempre tan segura, tan inteligente, tan orgullosa y ahora Mistress Helga la estaba convirtiendo en una vulgar comecoños... y yo me voy a correr en su boquita...
¡Siiiiiiiiiiiiiiiiii! el grito fue liberador y la joven obsequió a su compañera con una generosa ración de flujos que la periodista se vio obligada a tragar con velocidad.
¡Joder, sigue, no pares, que me corro otra vez!
La muchacha jamás había vivido un clímax tan intenso.
¡Ooooooooooooh! gimió Vicki estallando en un nuevo orgasmo.
Con los ojos cerrados, Susana lamía el abundante líquido que escapaba entre las piernas de la hija de su jefa, satisfecha por haber conseguido que se corriera antes de llegar a la isla. Jamás se habría imaginado que se alegraría tanto de que otra mujer se le derramase en la boca, pero cualquier cosa antes que recibir una nueva azotaina de aquella amazona.
Mistress Helga observaba con una sonrisa en los labios el espectáculo que le estaban dando las dos nuevas esclavas. La más joven se estaba corriendo como una perra en celo. Mistress Claudine iba a disfrutar de lo lindo rompiendola. En cuanto a la otra, la rebelde, Helga esperaba que la Señora le permitiese encargarse de su entrenamiento.
La lancha llegó a un pequeño embarcadero, oculto por frondosos árboles. Mistress Helga paró el motor, amarró la barca y se dirigió hacia las dos jóvenes. Vicki seguía con los ojos cerrados, gimiendo y jadeando, mientras Susana seguía con la cara hundida en su chocho. La amazona le agarró el pelo y la forzó a interrumpir el cunnilinguus.
Basta ya. Cualquiera diría que disfrutas con ello dijo con malicia.
La cara de la periodista enrojeció de vergüenza.
Mistress Helga observó cómo el joven coñito de Vicki estaba abierto y húmedo y su clítoris, gordo y enrojecido, sobresalía orgulloso entre los labios. A pesar de haberse corrido, aquella zorra seguía cachonda. Lástima que no hubiese tiempo para más.
En pie las dos ordenó.
Susana Peralta obedeció rauda, mientras que su compañera necesitó unos segundos para volver a la realidad y procesar la orden de la dominatrix. Vicki estaba desconcertada y tremendamente avergonzada por la forma en que su cuerpo la había traicionado. ¡Cómo podía haber gozado de aquella forma! ¡Cómo podía haberse corrido sobre la boca de Susana de semejante manera! Y sin embargo no podía negar que los orgasmos habían sido deliciosos, más intensos que cualquiera de los que había experimentado antes.
Mistress Helga abrió un compartimento de la lancha y sacó dos collares negros de cuero, anchos y con aros de metal y acto seguido los ajustó alrededor de los cuellos de las dos jóvenes. Ninguna se atrevió a protestar. Después, la dominatrix enganchó una correa a cada collar y tiró de ellas.
Vamos dijo- Es hora de presentarse ante Mistress Claudine.
Susana Peralta y Vicki Suárez sintieron el tirón en sus cuellos y con sus muñecas esposadas a la espalda, completamente desnudas a excepción de su calzado, siguieron a la poderosa dominatrix como dos perrillos falderos. Ninguna pensaba ya en la cámara que se quedaba atrás, con sus maletas.