La isla (1)
Peripecias de una pareja de recien casados perdidos en una isla de indigenas
Sara y Tino, Tino y Sara. La boda había sido perfecta, sus más y sus menos en los preparativos, pero perfecta, pequeña, familiar, divertida y romántica. No era normal en estos días que dos jóvenes se casaran tan "jóvenes" pero Sara y Tino tenían una posición social más que buena. Ambos pertenecían al funcionariado de clase alta. En su casa entraban todos los meses más de 6000 Euros; eso daba para casarse a los 27 años de sobra. Se habían conocido en el trabajo, ambos inspectores de hacienda, primera promoción y a vivir. Sara era alta, cerca del 1.75 delgada, buen cuerpo, tetas pequeñas, culo muy bonito, ningún kilo de más, morena de piel, pelo liso y castaño por la nuca. Tino era de su mismo estatura, moreno, pelo rizado, sin kilos de más pero sin músculos que lucir. En la boda ella había llevado un vestido palabra de honor, precioso, cola de casi 3 metros. Tino un traje de casi 6000 Euros pagado por su abuela. Entre regalos y sobres los minutos fueron pasando, copas, puros y risas. Tino se había metido un par de rayas de coca. No os engañéis, no es ningún cocainómano millonario. Simplemente en su juventud lo había probado y ahora dos veces al año se juntaba con sus amigos y se colocaba ligeramente. Sara lo sabía, no le importaba, ambos lo tenían controlado. EL regalo final fue el de la madre de Tino, señora viuda y muy bien llevado, gracias. Un crucero por Micronesia. Suena extraño "Micronesia? Crucero?" Sí, pero la gente de dinero se gusta de regalar cosas así. El asunto se basaba en un barco enorme, a todo lujo y parando cada día en una isla diferente, paradisiaca, semi deshabitada y exclusiva. Todo incluido: desayuno, comida, cena, bebidas, barbacoas, cursillos, excursiones.... Lujo, amigos, mucho lujo. Llegó el día del viaje. Dos horas hasta Zurich, y muchas, muchísimas más hasta el destino. Hacemos una pausa para explicar por que Tino y Sara son los jóvenes idóneos para que les ocurra lo que les va a ocurrir. Ambos son muy abiertos en el tema sexual. Al principio de su noviazgo decidieron que no tenían por que ser sexualmente fieles y estuvieron tres meses acostándose con gente diferente, todo esto terminó cuando Tino se acostó con una buena amiga de Sara, esta se la devolvió acostándose con el hermano de Tino. Decidieron normalizar su relación y la jugada les salió bien. Pero ellos querían un poco más. Como habréis sospechado su vida sexual era más que plena, pero dieron un paso más: en su 5º aniversario de novios, se pagaron una prostituta de lujo (Laura) que participó con ellos en su primer y hasta la fecha, último trío. Sara se dejó llevar, bebió de la otra chica, se dejó hacer sexo oral con ella, las dos se la chuparon a su chico, dejó que Tino (en esa ocasión) se colocara hasta las cejas. El se la metió a su esposa, a Laura, a su esposa, a Laura, hasta que se cansó y se corrió mientras ellas se "peleaban" por su polla. Los días siguientes, como en todo trío que se precie, fueron bastante tensos, sin hablar demasiado en general y absolutamente nada sobre la orgía en cuestión. Volvamos al presente. El barco era increíble, salieron de Papeete, el crucero consistía en navegar por la noche y atracar por el día: Puka Puka, Tuamotu, atolones y pequeñas islas llenas de lujo, playas de arena blanca y sol. Ya morenos desde el segundo día, el calor, las bebidas, el sol, las excursiones, amistades, espectáculos nocturnos en la gran sala central del barco... todo era perfecto. Hasta que llegó el sexto día. Sara y Tino llegaron con los demás turistas, como casi todos los días, en un bote fletado desde el barco a la isla en cuestión, en esas islas no hay suficiente calado y los grandes barcos no pueden acercarse más. El bufete ya estaba preparado en la orilla. Baños, hamburguesas, cocina regional, bebida, descanso... La isla era relativamente grande, quizás la más grande de las que habían visto hasta ahora. Tenía una montaña en su centro que la hacía muy espectacular. Sara le dijo a Tino que si iban a explorar un poco el terreno. El guiño de ojo, junto con una pícara sonrisa hicieron ver a Tino que su recién estrenada mujer quería algo más que una caminata. Hacía dos días habían hecho el amor en el mar, en una cala escondida de las miradas de los demás turistas. De la mano y vestidos solamente con sus bañador y bikini respectivamente, Tino y Sara comenzaron a alejarse de la playa donde estaban los demás - No tenemos reloj y nos dijeron que a las 19.00 teníamos que estar en el embarcadero - Dijo Tino - No te preocupes, no tardamos nada - Dijo Sara mientras tiraba de su brazo. Llegaron a la otra parte de la playa de donde habían salido, estaba desierta. Solo una pequeña barca de madera rota y erosionada por el mar y el viento. "Algún pescador local, que ahora vende collares" pensó Sara. Se metieron en el agua hasta las rodillas, en ese lado de la isla soplaba algo más de viento, pero casi se agradecía. Sara mirando a Tino a los ojos, se despojó de su mini bikini, parte de arriba y parte de abajo, despacio. Tino hizo lo mismo. Desnudos los dos se fundieron en un apasionado beso. Sara notaba como la polla de su marido comenzaba a crecer. Bajó sus manos hasta que se la agarró y tiro despacio de ella y lo sacó de nuevo a la orilla. Sara sin pensárselo se colocó a cuatro patas, dejando su depilado coño a la vista de su hombre. Tino tampoco pensó mucho y se lanzó a comer el coño de su mujer. Ella a cuatro patas, el como un perro, a cuatro patas también, pasando su lengua por coño y ano. En pocos segundos cambiaron de posición, Tino se sentó sobre la arena y con la polla apuntando a su mujer, la llamó con un gesto de manos. Esta, obediente, se acercó y así desnudos los dos, ella comenzó a hacerle una gran mamada a cuatro patas. La polla de el chico estaba demasiado tiesa para permanecer más tiempo al aire. Tino se incorporó y separando las nalgas de su mujer, se la insertó de un solo golpe. Sara gritó y su alarido se escuchó con claridad en toda la playa. Y así follaron, durante casi diez minutos Tino se la metió por su húmedo y salado coño hasta que le sacó un primer orgasmo. Las olas bañaban sus piernas y manos. Ahora Tino se tumbó boca arriba y Sara se colocó en cuclillas sobre el. Comenzó a botar mientras las manos de su chico la ayudaban levantándola por el culo. Tino se corrió dentro de ella entre bufidos y gritos de placer. Tino y Sara tuvieron un primer fallo: no llevar reloj. Pero tuvieron un segundo mucho más grave: Dormirse. Cuando Sara abrió los ojos su reacción fue inmediata, el terror se apoderó de ella. El cielo tenía ese color de crepúsculo, entre rojizo y oscuro - Tino, Tino, joder, Tino despierta, que nos hemos dormido - Dijo mientras movía con violencia a su esposo. Tino tardó pocos segundos en sentir el pánico que ya tenía encima su mujer. - Vale, vale, tranquila, es seguro que nos están buscando, tienen un recuento de pasajeros y saben que estamos aquí fuera - Trato de engañarse a si mismo Tino y por si colaba, a su esposa. Los dos se pusieron de píe, nerviosos, muy nerviosos. - Aún hay algo de luz, deberíamos irnos a la otra playa a ver si están allí esperándonos - Dijo Sara De la mano y con cuidado, los dos se pusieron en marcha. Cada minuto que pasaba la visión se volvía más oscura. A los treinta y cinco minutos de buscar desesperadamente el embarcadero se detuvieron y sin decir palabra llegaron a la conclusión de que ambos estaban en un grave problema. Sin hablarse aún caminaron hasta encontrar una playa, ya no se veía prácticamente nada, solamente la luna creciente y las estrellas ayudaban un poco. Tino se subió a una palmera medio caída y trató de divisar algo. - Tino, Tino, baja..... - Dijo Sara en voz baja. Cuando tino estaba ya en la arena su mujer le susurró al oído: "acabo de ver tres sombras detrás de aquel árbol" Tino, nervioso y asustado se acercó donde le había señalado su mujer. "Hola?!?!?!?... Hello?!?!?!?!" gritó Nada ni nadie le respondía. - ¿Estás segura? - Le preguntó Tino. los ojos de Sara se abrieron como platos justo cuando iba a responderle a Tino. Tres sombras salieron de entre las palmeras a la espalda de Tino. Se quedaron a escasos metros de la asustada pareja. Mirándolos con cara de curiosidad, torciendo la cabeza para verlos mejor entre la oscuridad, las tres sombras comenzaron a hablar en un idioma extraño, casi gutural. Sara y Tino no podían articular palabra, de la mano y muy asustados se quedaron sobre la arena, sin poder reaccionar a nada de lo que les estaba ocurriendo. Las tres sombras se acercaron a ellos y por fin pudieron ver sus rostros. Eran dos hombres y una mujer. Casi ancianos los tres. Cuando se detuvieron estaban a un metro de la pareja. Cuando los ojos se acostumbraron a la oscuridad, Tino y Sara pudieron ver que los tres solamente llevaban un taparrabos escaso. La mujer tenía los pechos muy caídos y los hombres eran altos, uno delgado el otro más robusto. Cuando las manos de los tres comenzaron a acercarse al cuerpo de Sara, esta se agarró más fuerte a la mano de su marido. Este le susurró que estuviera tranquila. La mano de la mujer le tocó el pelo, la mano del delgado le tocaba los hombros y la del otro anciano la barriga. Cuando acabaron de explorar el cuerpo de la chica, pasaron al de su esposo. A este el hombre gordo le toco el bañador encontrándose con la polla de Tino, la anciana le palpaba la cara y el otro la barriga. Sara comenzó a llorar, desconsoladamente. - Por favor, por favor, no nos hagan daño, por favor, nos hemos perdido, por favor. ¿Me entienden? - Suplicó mirando a los tres individuos. Volvieron a hablar en su idioma y tomándolos de la mano, se los llevaron. En solo diez minutos los cinco estaban en un bote, estrecho pero firme sobre el mar. Sara no paraba de gimotear y Tino la agarraba y consolaba como podía. - No te preocupes, tranquila, seguro que nos llevan a una isla con teléfono o algo así y mañana estamos en el barco o en un hotel, ya verás - Le decía Tino. Los dos se creyeron ese consuelo en forma de palabras. Pero la realidad iba a ser otra. Después de casi treinta minutos remando, llegaron a un pequeño embarcadero. La noche seguía siendo cerrada, pero esta vez a lo lejos se veían luces. - Te lo dije, ¿ves? - Le dijo Tino mientras besaba la cabeza de su mujer, que aún temblaba. Cuando llegaron por un pasillo natural a las "luces" estas no eran más que antorchas. En el centro había una gran hoguera y difuminadas por las sombras se adivinaban decenas de casetas hechas con madera y ramas de palmeras. La pareja se asustó, mucho, más que antes. Aún tirados de las manos por los dos hombres, llegaron ante una caseta, grande, iluminada por las llamas de una antorcha cercana. Debido a su resistencia y su miedo los hicieron pasar a empujones. En la choza estaba sentado un hombre, más bien un elefante. Oscuro de piel, gordo, muy gordo, enorme, de cerca de dos metros. Estaba sentado en una especie de trono de paja. Era lo más parecido a un luchador de sumo que Tino había visto en su vida. A su lado había dos mujeres, mas bien niñas. Sara no les echaba más de quince años a cada una. Ambas estaban apoyadas sobre las enormes rodillas del mastodóntico hombre. Toda la cabaña crujió cuando el ser se levantó y con una agilidad impropia de alguien de su peso se acercó a la pareja. Por la entonación la pareja supo que les estaba preguntando algo, pero su idioma era incompresible. Sara y Tino negaban con la cabeza. Sara cabizbaja no se atrevía a mirar los enormes ojos negros del hombre, su rostro tatuado impresionaba. Se fijó en los pies, en las rodillas y el el taparrabos que en otra circunstancia podría haber sido perfectamente una tienda de campaña. El hombre al ver que Sara no lo miraba a la cara, la tomó con su enorme y rolliza mano y le levantó su cara hasta que ella le miró a los ojos. - Tranquila Sara, tranquila - La trató de calmar Tino. El gigantón se colocó delante de la chica y comenzó a mirarla curioso. Levantó su mano y le tocó el pelo, las mejillas, los hombros, le paso las manos por encima de sus pequeños pechos (Sara dio un respingo hacia atrás), la tomó con ambas manos de la cintura y la elevó sobre el suelo con suma facilidad. Sara dio un gritito y el hombre, dirigiéndose a las jóvenes que estaban de rodillas en el suelo, exclamó algo que las hizo estallar en una sonora carcajada. Ambas se levantaron justo cuando el hombre volvía a bajar a Sara. Las chica se acercaron a Tino, les llamó la atención su piel casi blanca comparada con su color ceniza. Una de ellas se percató de su bañador y comenzó a tocarlo con curiosidad, la otra joven también bajó y las cuatro pequeñas manos comenzaron a acariciar la tela. Inconscientemente cada vez que Tino sentía las manos de las chicas tocar su polla, este daba un respingo para atrás. Mientras, el hombre se había llevado a Sara a su trono, se había sentado de nuevo y la seguía examinando cuidadosamente, apretando casi en cada poro de su cuerpo. Dando la espalda a su marido el hombretón le tocaba la espalda, piernas, ombligo, pechos, pelvis, nalgas. Sara estaba muy asustada, pero su nerviosismo se había relajado debido a los inocentes toqueteos sin aparente peligro del gigantón A su espalda, una de las chicas intentaba quitarle el bañador torpemente a su marido. La otra mientras tanto le acariciaba el pelo y la espalda. La situación no dejaba de ser extraña y placentra. Cuando El bañador salió de sus tobillos Tino, desnudo, se tapó su entrepierna con ambas manos. La chica que estaba su espalda comenzó a acariciarle el culo, mientras la otra olía y jugaba con el bañador, tratando de ponérselo. El gigantón se reía viendo a sus niñas jugar con el extraño. Sin tiempo a reaccionar, sentó a Sara sobre una de sus rodillas y atrapándola con una mano por la cintura, comenzó con la otra a acariciar sus pequeños pechos por encima del bikini. Todo esto sin perder de vista a las dos chiquillas y a Tino. Sara no sabía que hacer, trataba de separar la enorme mano del hombre y no daba crédito a lo que veía. Ahora una de las jóvenes, se había puesto delante de el y trataba de separar las manos de su marido para ver su polla. Cuando lo consiguió tomó la polla de Tino y comenzó a hablar con la otra chica, esta, ya con el bañador puesto encima de su diminuto taparrabos, se acercó. Ambas comenzaron a toquetear y a estirar la flácida polla de Tino, mientras este trataba de volver a crubrise. Cuando el enorme hombre se percató de que las dos jóvenes se estaban divirtiendo con la entrepierna del extraño, de un empujón tiró a Sara de su rodilla y con dos palabras extrañas (que debían de ser sus nombres) hizo que las dos jóvenes se acercaran a el. Sin mediar palabra, se levantó, se desanudó el taparrabos y dejó al aire algo descomunal. Entre sus piernas se abría paso una polla de un tamaño megalodónico. Ambas chicas se pusieron de rodillas delante del aparato y sin pensárselo comenzaron a chuparlo. Una de ellas lo aguantaba con ambas manos, mientras que la otra comenzaba a darle lametazos. Sus caras eran de puro vicio. Intercambiándose los papeles cada poco tiempo aquella polla comenzó a engordar, curiosamente no creció mucho más ya que hubieran tenido que desalojar la choza, pero aún así era un polla tremenda. Sara y Tino apenas podían mirar, muertos de vergüenza, Sara con un pecho fuera del bikini y Tino desnudo completamente, no sabían donde mirar. Las dos chicas, ya con la polla bien firme comenzaron a lamer y chupar a la vez. A los pocos minutos el hombre comenzó a bufar como un toro salvaje y de su polla salió un chorro de esperma que, como un geiser, subió para regocijo de las dos jóvenes chupadoras. Ambas, una vez calmado su hombre, comenzaron a lamer toda la leche caliente de piernas y barriga. Sara no sabía donde meterse o donde mirar, pero en unos segundos descubrió que la polla de Tino estaba tiesa, dura y colorada. Tino no perdía detalle de las dos jóvenes. Cuando acabaron de limpiar al hombre las dos chicas se levantaron y se recostaron juntas en una cama que había en un rincón oscuro de la habitación. Sin ningún pudor se desnudaron y comenzaron a masturbarse en silencio. El hombre señaló otra cama, un poco más grande que había al otro lado de la habitación. La orden era clara: "A dormir". Sara y Tino obedecieron, era tarde e incluso con los nervios y el miedo a cuestas estaban cansados. Tino seguía desnudo, Sara con su bikini. La cama era dura, pero al menos grande. - ¿Estás bien? - Le preguntó Tino a su mujer - Sí, solo me ha magreado un poco..... - Respondió Sara, tratando de tranquilizarlo. - A mi también, no sé que hacer - Le confesó Tino - Espero que mañana las cosas vayan mejor...... y a ti que te devuelvan el bañador - Se durmieron pronto. Continuará.