La inyección

Una dama acude donde el profesor de su hija para que le ponga una inyección medicinal, pero éste se la pone de carne y entre las piernas.

LA INYECCIÓN

Continuando con la revisión de mis recuerdos acumulados a través de una ya muy larga vida, voy a relatar ahora un hecho absolutamente verídico que me ocurrió cuando tenía 20 años.

Como siempre, dejo para otros autores las vergas gigantescas, los litros de semen, los cerros de orgasmos etc. etc. Obviamente algunos lo hallarán aburrido (Discúlpenme) y otros apreciarán el erotismo natural ( Gracias), que fluye de una relación que, pienso, es lo que ocurre generalmente en la vida cotidiana

Y ahora, al grano.

Como dije, tenía 20 años cuando me nombraron maestro en una escuela rural de un ínfimo pueblo perdido en la Cordillera de los Andes: 300 habitantes, una sola calle, muy ancha, de una 4 cuadras de largo, con casas por ambos lados.

En un extremo, la escuela y, al lado, la casa del director ( Ese era yo).

Veintitrés niños, de 1º a 4º grado constituían toda la matrícula de la escuela. Entre ellos, una chica de 8 años, hija del matrimonio más importante del pueblo. Su madre, una señora de 30 años, pasaba con relativa frecuencia a enterarse de los avances y tareas de su hija. No era difícil ya que vivía a media cuadra de la escuela.

Sin ser una gran belleza era bastante atractiva: Rellenita sin ser gorda, Estatura mediana. Morena clara. Pelo largo. Tetas generosas y unos ojos muy negros que me miraban profundamente cuando conversábamos.

Una tarde, después de haber terminado mis clases, cerré la escuela y pasé a mi casa. Dicho sea de paso, ésta era una casita pequeña de dos habitaciones que tenía como único mobiliario, de un hombre soltero y recién llegado, una cama y una mesita de noche.

De pronto llamaron a la puerta. Era ella. La invité a pasar y, dándole las respectivas excusas, le ofrecí asiento en mi único mueble: La cama.

Perdone que lo moleste, me dijo, pero tengo una leve enfermedad y necesito que me pongan unas inyecciones. Su mirada me perforaba.

No sabe cuanto lo lamento señora. Sí se poner inyecciones, pero carezco del equipo necesario (En esos tiempo remotos no existían las jeringas desechable)

¡ Ay profesor, Que lástima………necesito tanto una inyección!

Lo único que le puedo sugerir es que vaya donde el "gallito" (Así apodábamos al practicante o enfermero del pueblo).

Por favor no me diga eso. El gallito mira mucho y toca demasiado, lo que a mi me molesta profundamente.

Sin embargo, si yo se la pusiera, también tendría que mirar y tocar………..

Pero sería diferente…….

Ya no me podía seguir haciendo el tonto. Tomé una de sus manos y empecé a acariciarla. Un prologado suspiro salió de su pecho. Su mirada se hizo aún más brillante.

Con suavidad la empujé sobre la cama, pero se resistió.

No profesor….. por favor no

¿Qué pasa?

¡Dios mío no se que estoy haciendo! ¡Siento vergüenza! ¡Que estará pensando usted! ¡Estará creyendo que soy una mujer tan fácil!

Lo único que pienso es que es una mujer muy bella que necesita una inyección y yo se la voy a poner.

Volví a empujar y quedó recostada en la cama. Mis manos empezaron a acariciar sus piernas y fueron subiendo por sus muslos hasta llegar al nido del amor.

¡Dios mío! ¡Por piedad! Ay……Ah…. Ay profesor….. por favor….. hoy no. Quizá otro día, pero hoy no …….por favor no…….hoy no.

Pero ya no había vuelta atrás. Saqué mi pene, duro como pata de perro muerto y lo acerqué a su cara.

Mire como me ha puesto le dije, echando la piel hacia atrás para que viera la roja y brillante cabeza. Ella la miraba como hipnotizada mientras leves suspiros salían de su boca.

Terminé de subir su falda y empecé a quitarle los calzones, mientras sus manos aun tímidamente trataban de impedirlo. Por fin quedó a mi vista su cuchita levemente peluda ( Aunque no afeitada). Sus manos tapaban su cara mientras yo me despojaba de mis pantalones.

La acomodé suavemente a la orilla de la cama. Puse sus piernas sobre mis hombros y, sin prisa fui pincelando sus labios vaginales con mi verga. Su negativa era cada vez más débil. Coloqué la cabeza en la entrada de su cuchita y lentamente fui empujando hasta que solamente mis cocos quedaron afuera.

Ay profesor….. hasta que lo hizo….ya lo hizo….. ya me tiene clavada…..yo no quería hoy…….pero lo hizo……Ah…………….. Como me gusta……..Deme pues………. deme fuerte……… Ya soy su mujer ……… Ya soy su hembra.

¿Esta es la inyección que quería?

Si profesor…. Esto es lo que venía soñando ….. Ay ..así… así …. Métamelo más adentro…. Mire como me muevo …. Mire como me gusta…. Yo se que mi marido me engaña y me prometí pagarle con la misma moneda, pero tenía que ser con un hombre que fuese superior a él y hoy lo he conseguido.

Tengo que salirme señora porque voy a terminar…..

No. Por favor no se salga, Lléneme de mocos . Nada me importa. Mejor si me preña…. Haaaaaaaaa……..estoy acabando Haaaaaaaaaaaaa….. Acabe usted profesor…………….quiero toda esa leche………toda…toda . Haaaaa……haaaaa…..

Así fue nuestro primer encuentro. Parece que el tratamiento le gustó porque volvió varias veces más.