La inyección

Azotaina con la zapatilla Madre-hijo. Las desobediencias tienen conseuencias, y sin haberlo deseado he hecho un pareado.

Hace ya unos cuantos años, era más o menos habitual que el médico de cabecera mandara unas inyecciones para curar los resfriados más o menos severos, después iba el practicante a casa, y te ponía las temidas y dolorosísimas inyecciones.

Esta es una historia real de la cual fui testigo indirecto, y que paso a contar en primea persona, como si fuera el chaval damnificado.

-Que le pongan estas dos inyecciones si no quiere que el niño coja una buena bronquitis, aquí tiene la receta.

-Muy bien voy a la farmacia ahora mismo, muchas gracias don José.

Al salir de la consulta del médico le dije a mi madre.

-Mamá inyecciones no quiero

-No empecemos ya, eh?

-Jo mamá que duelen muchísimo.

-Pues si duelen te aguantas, además no te gustan los supositorios, el jarabe lo vomitas, las pastillas no sabes tragartelas ...  ¿me quieres decir que voy a hacer contigo?

-Pero mamá...

-No hay peros que valgan.

La conversación se acabó allí, llegamos a la farmacia, y para mi desgracia tenían aquellas horribles inyecciones. El año anterior también me habían mandado dos o tres inyecciones, y lo recuerdo como una tragedia, no podían sujetarme, mi madre me tuvo que dar una buena zurra para calmarme, pero no había manera, al día siguiente para evitar la zapatilla de mi madre accedí a que me la pusieran de manera más o menos voluntaria, y apreté tanto los gluteos, que la aguja se partió en mis nalgas, aquello fue una odisea.

Cuando llegamos a casa mi madre me lo advirtió muy seria.

  • Que no se te ocurra dar el espectáculo del año pasado, que te juro que te rompo la zapatilla en el culo.

-Pero mamá es que esas inyecciones duelen muchísimo y....

-No dirás que no te lo advierto.

Apenas pude comer, solo pensaba en las inyecciones y en mi vecina Asun que era la que le ponía las inyecciones a todo el vecindario, no era sanitaria ni nada parecido, pero así funcionaban las cosas, y a decir verdad no tuvo ni un solo error grave en los más de mil pinchazos en el culo que puso.

Cuando oí el timbre de casa me acojoné, me entró el pánico, empecé con un sudor frío que no había tenido nunca, joder, lo estaba pasando realmente mal, así que presa del pánico salí zumbando a mi habitación y me metí debajo de mi cama. La reacción no podía ser más humana ni más infantil.

-¿Pero dónde está el hombre de la casa?.- dijo con cierta guasa mi vecina Asun, que por cierto tenía también bastante mal genio.

-Daniiiiiii? No empecemos eh!!!¡ ¿Dónde estás?.- Mi madre sabía perfectamente donde estaba y se fue directa a mi habitación, y me dijo:

-Se que estás ahí , sal ahora mismo de debajo de la cama y tengamos la fiesta en paz Daniel Jesús.

Cuando mi madre me llamaba por mi nombre compuesto era muy mala señal, sobre todo para mi culo, así que avergonzado y temeroso a partes iguales rapté por debajo de la cama hasta que salí, mi madre entonces me agarró del brazo y me llevó hasta el comedor donde estaba la practicanta oficial del vecindario, allí estaba preparando todo lo necesario encima de la mesa del comedor.

Ver aquella enorme jeringuilla de cristal con una aguja larga y amenazante, y el fuerte e inconfundible olor a alcohol hicieron que volvieran a mi mente los momentos de pánico vividos el año anterior, así que, de un fuerte tirón me solté del brazo de mi madre y volví a salir disparado hacia mi habitación para meterme de nuevo en mi refugio predilecto, bajo mi cama.

-Pero ... será posible!!!.- dijo mi vecina visiblemente molesta, lo que cabreó aún más a mi madre si es que aquello era posible, porque a su inmenso disgusto por mi desobediencia, se sumaba que me portara mal delante de alguien, algo que nunca soportó, y bien que me lo hacía pagar después con su zapatilla.

-¡¡¡SAL INMEDIATAMENTE DE AHÍ,  DANIEL!!!

Yo no podía estar más asustado, pero lo único que se me ocurrió decir fue

-NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Aquel grito fue lo que desencadenó la tormenta. Yo desde debajo de la cama le veía los pies a mi madre, bueno más que los pies , veía las zapatillas, aquella tarde llevaba unas que yo por desgracia ya conocía bien, eran unas zapatillas de invierno, de felpa color azul marino, cerradas y con una suela de goma flexible y amarilla que se adaptaba a mi culo a las mil maravillas a cada zapatillazo... De pronto dejé de ver las zapatillas y lo que vi fueron las rodillas de mi madre que se clavó de hinojos en el suelo para ir en mi busca. Aún no sé de donde apareció la mano que me agarró del jersey y me sacó arrastrando como un fardo.

Conforme nos levantamos del suelo me dió un guantazo que me tiró sobre la cama, y desde ahí ví como levantaba su pierna derecha hacía atrás y un poco hacia afuera, y como un rayo se quitó la zapatilla con su mano derecha, se ayudó un poco con la izquierda para acomodársela bien y entonces empezó la sinfonía.

Sobre la cama me sacudió al menos 10 o 12 duros zapatillazos, por todo el cuerpo incluida la cara, entonces soltó un momento la zapatilla sobre el colchón, y me desabrochó los pantalones, quitándomelos de un brusco tirón con el que salieron tambien mis tenis, así que de cintura para abajo me quedé en calcetines y calzoncillos, entonces volvió a coger con fuerza su zapatilla, me arrastró hacia ella y sujetándome contra su cuerpo, me dio una somanta, que vi las estrellas y todo el firmamento.

Yo berreaba BUAAAAAAAAAAAAAA BUAAAAAAAAAAAAAAAA BUAAAAAAAAAAAAAAAA BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, NO MÁSSSSSSSSSSSSSSS MAMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA y ella solo hablaba entre dientes y ZASSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSS ZASSSSSSSSSSSSSSSSS

Entre los que me dio en la cama y los que me cayeron de pie, recibí más de 30 zapatillazos, y os aseguro que nunca habían sido tan fuertes como aquel día, pero lo peor estaba por venir, me agarró del brazo y a zapatillazo limpio me sacó hasta el comedor donde nos esperaba mi vecina con la jeringuilla en la mano y una cara de satisfacción por lo que estaba oyendo y viendo que no podía disimular.

-PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS , tira delante de mí, que te voy a enseñar yo a ti a esconderte debajo de la cama PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS

Aquellos zapatillazos sobre los calzoncillos camino del sofá fueron los más humillantes y dolorosos que había recibido nunca.

-Venga Daniel, ya verás como no es nada, además tú ya eres todo un hombre y los hombres no lloran.- Me dijo mi vecina, a la que en aquel momento hubiera ahogado con mis propias manos.

-Acuéstate en el sofá bocabajo, y como se te ocurra moverte te muelo!!!!.- Mi madre no aflojaba ni un milímetro.

-No mamá bocabajo nooooooooooo.

No sé todavía para que dije aquella tontería, supongo que fue para mostrar mi disconformidad con aquella humillante situación, pero de sobra sabía yo que aquello no iba a servir de nada, al contrario, me reportaría más dolor y humillación, y así fue. Como si de un resorte se tratara, cuando mi madre oyó aquello, con la cara llena de ira, me bajó de un tirón los calzoncillos con su mano izquierda, y con la derecha donde por supuesto aún conservaba la zapatilla empezó a darme zapatillazos a culo desnudo y en mi vida he sentido una explosión de escozor y dolor igual.

PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSS.

No creo que llegaran a 20 los zapatillazos que me cayeron de aquella guisa, de lo que si estoy seguro es que nunca me había azotado tan rápido y tan fuerte, fue la guinda a la mayor tunda que me habían dado en mi vida, y eso que ya había recibido unas cuantas.

Como sería la azotaina, que tuvo que ser mi vecina la que parara a mi madre, y eso que a ella le gustaba más azotar y ver azotar que a un tonto un lápiz, pero le dijo.

-Para Antonia, que lo vas a matar.

-Lo voy a matar, pero a palos ¡¡¡ PONTE BOCABAJO AHORA MISMO!!!!

Ya no es que me pusiera bocabajo, es que me tiré al sofá, y me hubiera tirado al mismísimo infierno en aquel momento si mi madre me lo hubiera ordenado.

-Para ya mujer, que me lo vas a dejar sin culo para la inyección! jaja.

La vecina, no estaba preocupada por mí, ni por el palizón que estaba recibiendo, a ella sólo le preocupaba el culo donde me iba a pinchar. Sólo diré que la miré con una cara de odio que no pasó desapercibida para ninguno de los que estábamos en aquel comedor.

Estando tumbado en la posición que me ordenaron y con el culo dispuesto para la aguja,  aun recibí un par de sorpresivos y durísimos zapatillazos que me levantaron literalmente en peso.

-Si se te ocurre moverte, te aseguro que te la rompo en el culo.-Me dijo mi madre blandiendo su zapatilla delante de mi cara

Yo después de aullar debido al dolor, sólo pude seguir llorando y asentí, entonces vi como mi madre me sujetaba un poco por la espalda, mientras que mi vecina me pasaba el algodón empapado de alcohol por la nalga donde iba a pincharme, y no me pregunten porqué, pero fue la inyección que menos me ha dolido de todas que me puse. En aquel momento, y sólo en aquel momento mi madre soltó la zapatilla la tiró al suelo, y se la calzó en chancla mirándome con cara de pocos amigos...

La reprimenda que me echó cuando nos quedamos solos fue espectacular, me amenazó con todos los castigos y  palizas del mundo si la volvía a poner otra vez en evidencia.

Al día siguiente sobre la misma hora volvió a sonar el timbre, mi madre me miró sin decir nada y con un gesto me mandó a abrir la puerta, le abrí a mi vecina que venía con su maletín y me saludó muy contenta diciéndome:

-¿Cómo estás hoy? ¿Te duele el culo?

Yo sabía que me lo preguntaba por los azotes , no por la inyección, y realmente  el culo me dolía horrores, como nunca,  no me podía sentar, y estuve a punto de decirle una barbaridad pero no estaba el horno para bollos, así que le dije que estaba bien, y cerré la puerta.

Cuando llegué al salón mi madre que estaba de pie, un tanto intranquila, nerviosa, me miró y  me dijo

-Daniel, al sofá

Yo dudé un poco, me seguían aterrando las inyecciones, pero  entonces vi una escena que hoy me parece entrañable y maravillosa, como mi madre de una forma casi imperceptible se descalzaba, su pie derecho empezaba a salir de la zapatilla, y yo como por arte de magia me apresuré a desabrocharme los pantalones y a tumbarme bocabajo donde me indicaba.

-No hay nada como una buena zapatilla.-Dijo mi vecina mientras me pinchaba.