La invitada ( i parte )
La llegada de una amiga de mi mujer a casa, hizo que nuestra manera de vivir cambiara por completo al igual que nuestra forma de ver la vida.
Hola, me llamo Juan Carlos. Soy un jóven de 38 años, casado desde hace unos años con una mujer estupenda, la cual ha sido
mi compañera desde que era muy jovencito.
Debido a nuestra situación actual, hemos decidido de momento no tener hijos ya que los dos trabajamos y además el piso en el
que vivimos actualmente es muy pequeño. Tiene tan sólo una habitación, salón comedor, baño completo, un pequeño balcón y
poco más que contar. Todo esto de momento está muy bien para los dos, pero si decidiéramos incorporar otra persona más,
sería ya para pensárselo un poco y así lo hicimos en su momento.
Nuestra vida es muy normal en todo, rozando quizás la monotonía. Pero la verdad es que estamos muy bien juntos y así hemos
ido pasando los dos nuestros días. En uno de ellos, al volver de trabajar encontré a mi mujer algo preocupada, y aunque no me
dijo nada, como yo la conozco muy bien, sabía que algo había pasado. No obstante dejé que fuese ella la que tratase de
contármelo. Y así fué. Al cabo de un rato me preguntó si yo me recordaba de cuando éramos jóvenes y salíamos juntos con
otras parejas más. Yo le contesté que sí. Que aunque habían pasado muchos años, aún me acordaba de algo, aunque no tanto
de las caras concretas de aquellas personas. Entonces ella siguió preguntándome si recordaba a cierta amiga suya, la cual se vé
que en aquellos tiempos ya era muy ligera de cascos y aunque siempre iba de pareja con otros chicos, parece ser que yo le
gustaba un montón. Me dijo que se llamaba Teresa. Entonces intenté hacer memoria y la verdad es que sí que la recordaba,
aunque durante ese tiempo yo solo tenía ojos para la que hoy es mi mujer. Luego llegó a confesarme que de todas aquellas
personas, con el paso de los años, tan sólo se había seguido viendo con ella. se vé que de vez en cuando solían reunirse en
algún bar para comer y poder así contarse su vida una a la otra. Según pude saber también, Teresa se había casado ya en dos
ocasiones, aunque no tenía hijos. Su primera relación no le había ido muy bien y ésta segunda al parecer tampoco, ya que había
pasado por varios altibajos. En ése momento se vé que estaban en uno de ellos. Según dijo Ana, que así se llama mi esposa,
su actual marido al igual que el anterior era todo un mujeriego y le ponía los cuernos cada dos por tres, llegando ya a una
situación casi insostenible. Se vé que pasaba ya de ella olímpicamente en todos los sentidos. por éso, tras la conversación
telefónica de mi esposa con ella, su preocupación en ése momento era ésa. Al parecer hacía un rato que la había llamado para
contárselo todo, pidiéndole que la aconsejase bien, como buena amiga suya que era. Mi esposa entonces se vé que así lo hizo
y yo la felicité por ello. Luego le comenté, que tampoco podía hacer mucho más por ella ya que eso era una cosa que tenían que
solucionar entre ellos dos. A continuación parecía que todo había quedado zanjado tras las explicaciones de ambos, pero
enseguida me dí cuenta (porque la conozco bien ) de que había algo más. De que no me lo había contado todo.
Pero no quise forzarla, aunque me quedé con aquella incertidumbre. Después nos estuvimos arreglando y decidimos los dos
salir a dar una vuelta. Durante el recorrido mientras paseábamos, notaba que ella estaba algo nerviosa y que no sabía como
poder contármelo de la mejor manera posible. Así que decidí ayudarla un poco preguntándole si se encontraba ya más tranquila
por aquello de su amiga. Entonces mirándome a los ojos me dijo con voz entrecortada, que no me enfadase por lo que me iba
a contar, ya que ella sabía ya que había metido la pata hasta el fondo, pero ahora ya no podía dar marcha atrás.
Resulta que cuando la llamó Teresa lo hizo llorando y le estuvo contando que hacía unos días que había cortado con su marido,
y que los dos se habían dado un tiempo para reflexionar. Entonces sin dejar de llorar le dijo también que no quería verlo más,
pero que no tenía ningún sitio a donde ir. Así que mi esposa sin pensar en las consecuencias, le dijo que si quería se podía venir
a nuestra casa por unos días, para así tratar de tranquilizarse y olvidarse un poco de la situación hasta que encontrase otro sitio
mejor. Entonces yo, aunque ella me había pedido que no me enfadase, me puse muy exaltado y traté por todos los medios de
exponerle nuestra situación actual, aunque ella bien que la sabía. Cariño, le dije...tenemos un piso muy pequeño. Con tan solo
una cama y una habitación. Lo único que podemos ofrecerle es el sofá del salón que además como ya sabes, no es ni sofá cama
y no podremos estar por ella puesto que los dos trabajamos fuera de casa. Entonces volvió a mirarme con cara de resignación y
me pidió perdón, a la vez que comentò que con buena voluntad por parte de los dos, saldíamos adelante de aquella inesperada
situación. Entonces traté de calmarla dándole un beso en la boca y con un abrazo sellamos nuestro mútuo acuerdo.
Seguidamente le pregunté cuando vendría la invitada, a lo que ella me contestó que al día siguiente por la mañana.
Así que durante el resto del día nos pusimos a arreglar toda la casa como pudimos, aunque no había mucho que arreglar,
sintiéndonos los dos algo nerviosos ya que desde que nos habíamos casado, nunca habíamos tenido a nadie a dormir y mucho
menos durante varios días.
A la mañana siguiente, una vez nos preparamos fuimos a buscar a Teresa a la estación de autobuses. Al llegar, comprobamos si ya
había venido y efectivamente así era ya que mi esposa enseguida la vió y fué corriendo hacia ella. Después se fundieron las dos en
un fuerte abrazo quedándome yo en un segundo plano hasta que mi esposa me cojió de la mano y me presentó. Entonces le dí dos
besos en las mejillas y me ofrecí a llevarle su maleta. ana por su parte le cojió también una bolsa que llevaba y así los tres nos
dirigimos hacia nuestro coche. Durante el trayecto, Teresa no paraba de hablar con mi esposa pero yo no intervenía mucho en la
conversación al ir pendiente de conducir. No obstante en una de las frases que le escuché decir a Teresa,le comentaba a Ana que yo
seguía estando casi igual a lo que ella recordaba de aquellos tiempos, a lo que mi esposa en plan de guasa le contestó si también
se acordaba de que yo en aquel entonces le gustaba un montón. Ella le contestó que sí, pero que como podía ver, el destino había
querido que no hubiese sido para ella y que todo se hubiese quedado tan sólo en una buena amistad entre ambas.
Éso me encantó escucharlo, ya que no todos los días le echan a uno piropos de ésa forma, pero aún así no dije nada y seguí
conduciendo como si no lo hubiese oído.
Al llegar, subimos al piso y una vez allí dejamos su equipaje y descansamos todos un poco. Luego le estuvimos enseñando nuestra
humilde morada. Yo creo que ella no se esperaba ver lo que estaba viendo, aunque fué prudente y no dijo nada. Pero su cara en ése
momento hablaba por sí sola. Por éso mi esposa trató de quitarle importancia a la situación diciéndole que aunque viese que el piso
realmente era muy pequeño para convivir tres personas, al ser tan solo por unos pocos días trataríamos de arreglarnos como fuese.
A continuación le comentó que como podía haber visto, tan sólo había una cama y un sofá para dormir, pero que éso al llegar la
noche ya harían las distribuciones oportunas. A continuación le ofrecimos un pequeño refrigerio y decidimos salir después a dar una
vuelta una vez que se diese una buena ducha relajante y se arreglase un poco.
Luego salimos durante unas horas y le estuvimos enseñando lo más importante de por allí. Al acercarse la hora de comer volvimos
a casa y tras tomar el vermut, pasamos a comer los buenos manjares que había dejado preparados mi esposa, la cual es una buena
cocinera. Luego tras los postres y los cafés oportunos, estuvimos hablando los tres un rato aunque ahora ya en plan más serio.
Teresa nos estuvo contando la situación con su marido, al cual no podía soportar por más tiempo. Eran ya muchas las infidelidades
que le había tenido que aguantar y su vida de pareja hacía mucho tiempo que se había quedado aparcada en el recuerdo de ambos.
Nos dijo también que ella aún se sentía jóven y que tal vez podría volver a rehacer de nuevo su vida junto a cualquier otro hombre.
Por éso se habían dado un tiempo los dos hasta decidir si se separaban o no. Y así, entre hablar...hablar y escucharla, fueron
pasando las horas. Luego por la noche estuvimos viendo una película en la tele y al acabarse decidí junto a mi mujer que sería yo
quien durmiese en el sofá, mientras ellas lo harían en la cama. Así que una vez todo decidido, mi esposa me preparó una almohada
y una buena manta en el sofá y ellas se fueron a la habitación. Yo traté de acloparme como pude, pero por mucho que lo intentaba,
me sobraba cuerpo por todas partes. Aunque no os lo había dicho antes, soy bastante corpulento y me salían los pies por toda la
parte de abajo. Por éso decidí adoptar la posición fetal y así traté de dormir como pude toda la noche.
A la mañana siguiente mi esposa y yo nos fuimos a trabajar temprano como siempre, dejando una nota con el desayuno ya preparado
a Teresa. dicha nota decía que le dejábamos las llaves del piso por si quería salir a dar una vuelta mientras estábamos fuera.
También le decíamos que podía disponer de todo como si estuviese en su casa y que volveríamos los dos después de comer.
Ana además le había dejado preparada también la comida, o sea que por lo menos no se podría quejar del servicio de su nuevo hotel.
Al regresar de nuestros respectivos trabajos, Teresa nos estuvo contando que había salido un rato a pasear para que le diese el sol y
que después había vuelto a casa y había estado escuchando música. Nos contó también que había llamado a su marido para aclarar
mejor las cosas y que él le había ofrecido dinero para que pudiese ir pasando de momento durante el tiempo que durase dicha
separación, cosa que ella aceptó y se lo agradeció. Nosotros no obstante le dijimos que no se preocupase por nada y que se lo pensara
todo muy bien. Luego le comentamos que tenía que ver los pros y los contras de su vida con él y si realmente valía la pena volver a
intentarlo, ya que ella todavía era jóven y además etaba de muy bien ver para cualquier hombre. entonces nos contestó que lo estaba
meditando todo muy bien y nos dió las gracias por haberla acogido en nuestra casa y por el interés que habíamos puesto para que
todo acabase de la mejor manera posible para ella. Después una vez descansamos un poco salimos los tres a tomar unas cañas a un
bar de por aquí y al acabar volvimos a casa y nos pusimos a ver un rato la tele. Mientras lo hacíamos, Teresa comentó a Ana que al día
siguiente sería ella quien preparara el desayuno y también la comida. Así nosotros podríamos venir directamente del trabajo y
comeríamos todos juntos, siempre y cuando a ella no le pareciera mal. Pero a Ana le pareció estupendo ya que pensó que así ella se
sentiría más útil y a la vez no pensaría tanto en su situación actual. Seguidamente nos pusimos a cenar y fué entonces cuando me
preguntaron como había pasado la noche anterior en el sofá. Yo la verdad nunca hesabido fingir mucho y aunque les dije que muy bien,
a mi mujer no pude engañarla, así que les tuve que contar todo lo que me había ocurrido. Les comenté que o yo era demasiado grande
o el sofá demasiado pequeño, ya que me salían los pies por abajo y con la posición final que adopté, a la mañana siguiente me dolía
todo el cuerpo. No obstante les dije que no se preocupasen por mí ya que por unos días así tampoco me iba a morir. Entonces se
pusieron a reir y dijeron que habría que pensar en otra solución. Después me fuí a dar una ducha y ellas se quedaron viendo la película
que empezaba en la tele. al acabar de ducharme volví con ellas y allí sentados los tres en el sofá, me comunicaron la decisión que
habían tomado para los próximos días. Dijeron que como la cama era lo suficiente grande no tenía porqué seguir durmiendo en el sofá
ya que allí cabíamos los tres perfectamente. Eso sí, guardando las distancias para que no hubieran malos entendidos.Para ello mi mujer
se acostaría en medio de los dos. Así nadie se podría sentir incómodo ante aquella situación. Yo por mi parte si ellas estaban de acuerdo
no tenía ningún inconveniente, ya que los tres éramos ya mayorcitos para saber como comportarnos y así se lo hice saber. Además
había acabado del sofá hasta las mismas narices, así que una vez dicho todo y puesta en claro la situación, seguimos viendo la película.
En una de las secuencias se podía ver a una pareja haciendo el amor y Teresa entonces nos comentó que le sabía muy mal el habernos
quitado nuestros momentos de intimidad, a lo que Ana le contestó que por éso no se preocupase ya que el día era muy largo y había
tiempo para todo. Yo en ése momento recordé que realmente su amiga tenía razón ya que aunque nosotros estuviésemos rozando la
monotonía, sí que solíamos hacerlo con bastante asiduidad y ahora habían pasado ya unos días que por una cosa o por otra no habíamos
tenido la ocasión de hacerlo, pero aún así me callé y no dije nada y seguí viendo la película con ellas. Al cabo de un rato la peli tocó
a su fin y entonces decidimos irnos a dormir. La primera en dirigirse al baño y luego cambiarse fué mi esposa, la cual después de
despedirse de nosotros se fué a la cama. A continuación brindé a Teresa la oportunidad de ser la siguiente. Entonces cojiendo su camisón
y dándome las gracias, se metió en el baño. cuando salió me dejó asombrado pues aquél camisón era muy corto, casi transparente y
con un buen escote, y aunque trataba de taparse todo con su ropa, lo que le quedaba a la vista era impresionante. Por la parte de
arriba se véian dos estupendas tetas con su canalillo incluído, y por abajo unos muslosy unas piernas de ensueño para cualquier
hombre. Yo hasta ése momento no me la había imaginado así pero desde entonces mi entrepierna que a su vez estaba hambrienta
empezó a crecer, haciéndome sentir algo nuevo y muy especial por todo el cuerpo.
A continuación después de darme las buenas noches, se metió en la habitación y yo aproveché el momento para refrescarme la polla
con un poco de agua fría para ver si se me bajaba la calentura. Después con mi pijama de verano ya puesto, me adentré también en
la habitación y me acosté junto a mi esposa sin hacer mucho ruido. Yo aunque trataba de pensar en otra cosa no podía quitarme de la
mente aquél cuerpazo que acababa de ver y que además estaba también conmigo en la misma cama y mi entrepierna tampoco, por
lo que tras esperar un poco a que Teresa supuestamente se durmiera, empecé a pegarme por detrás a Ana y poco a poco fuí
acercándole mi polla a sus nalgas. Ella se dió cuenta enseguida y al ver que estaba empalmado trató de evitarme por si su amiga se
despertaba, pero tras mi insistencia y al ver que aquello no se bajaba, me dejó que siguiera adelante. Entonces para facilitarme la
faena se puso en posición lateral arqueando un poco su culo haci atrás. Ella además tenía frente a sí la cara de Teresa, lo que le debía
de estar dando su buen punto de morbo. Entonces me bajé como pude el pantalón y el slip y ya con la polla al aire traté de ponérsela
en el canalillo de sus nalgas, empezando así con un restregamiento de arriba a abajo que me estaba poniendo de lo más cachondo.
Ella tan sólo se dedicó a separar su tanga hacia un lado y yo seguí con aquél vaivén a la vez que le iba sobeteando también las
nalgas. Al final disparé toda la leche que llevaba dentro entre aquél gran desfiladero y así fué como pude bajar toda la erección
propiciada por el cuerpo de Teresa aunque sin saberlo mi esposa. Luego Ana con cuidado se bajó por los pies de la cama sin hacer
mucho ruido para no despertarla y se fué al baño a asearse. Al cabo de un rato volvió e intentó ahora sí, conciliar el sueño.
A la mañana siguiente nos levantamos los dos con una sonrisa de oreja a oreja y con una mirada de complicidad que hacía tiempo
que no habíamos vuelto a tener. Por su parte Teresa nos preparó el desayuno ajena tal vez a todo lo ocurrido allí esa noche, y nos
despidió en la puerta hasta la hora de comer. Al volver de trabajar nos estuvo contando todo lo que había estado haciendo y la verdad
es que esas horas a solas le habían cundido bastante, ya que además de todo lo que había hecho, la comida que nos preparó estaba
estupenda. Así que después de tomar los cafés tranquilamente y sin prisas como hasta entonces, decidimos irnos a descansar para
luego salir los tres a dar una vuelta por los alrededores y tomar alguna cosa esperando que pasasen los días y llegase por fin el fin
de semana. Durante el paseo estuvimos hablando de como habíamos dormido cada uno. Teresa nos comentó que muy bien. Ana dijo
que no había estado mal en general y yo, tan sólo les dije que vaya diferencia con lo del sofá en todos los sentidos. Y así fué pasando
el tiempo poco a poco hasta llegar otra vez la hora de dormir, aunque ahora ya sabíamos cada uno cual era nuestro sitio y nuestro
momento. Así que una vez que mi esposa se fué a la habitación con su camisón puesto, muy sexi por cierto y Teresa con el suyo, yo
me quedé en el sofá para darles tiempo a las dos de acostarse y después de ir al cuarto de baño, me fuí también con ellas a la cama.
Cuando entré estaban las dos tapadas con la sábana hasta el cuello y sin casi mirarlas les dí las buenas noches y traté de dormirme
lo antes posible para que mi entrepierna no se despertara otra vez como la noche anterior. Al poco rato lo conseguí y así habría
seguido de no ser por el calorcito que estaba sintiendo en mis partes bajas, junto a la presión de unas nalgas una y otra vez contra
mi polla. No obstante esta vez notaba algo especial, puesto que las nalgas de mi esposa aunque bien proporcionadas, no eran tan
grandes ni tan respingonas como las que estaba sintiendo en ése momento. Entonces me puse a pensar en lo que podía haber
pasado. Resulta que Ana se levanta a veces por la noche para ir al baño y se vé que en una de esas veces al volver, vería que Teresa
en uno de sus movimientos se habría quedado en el centro de la cama y tal vez por no querer despertarla se quedó ella en su sitio.
Por éso lo que yo estaba notando en ése momento junto a mi polla no eran las nalgas de Ana si no las de Teresa, la cual tal vez sin
darse cuenta por etar dormida, no paraba de restregarse contra mí. yo no sabía qué hacer ya que darme la vuelta hacia el otro lado
y dejarme perder aquella experiencia tan buena era como un sacrilegio. Así que me dejé llevar por la situación y haciendome el
dormido me pegué a ella todo lo que pude, aunque sin intentar ir más allá. si Teresa estaba dormida o no, éso no lo sabré nunca,
pero lo que sí sé es que yo tenía la polla más dura y grande que nunca y éso es muy difícil que no llegase a notarlo entre sus nalgas.
A continuación fuí yo el que tuvo que ir en esta ocasión al baño, pero a masturbarme como un colegial pensando en ella y en todo lo
que me estaba ocurriendo últimamente.
FIN
CONTINUARA EN EL RELATO: LA INVITADA (II PARTE)