La invitación a la fiesta

Andrea había recibido la invitación a la fiesta a través de Facebook. Como tantos fines de semana, fiesta en casa de uno de los amigos de toda la vida. Su novio, como siempre, había declinado la invitación, prefería irse de cervezas con sus amigotes.

Andrea había recibido la invitación a la fiesta a través de Facebook. Como tantos fines de semana, fiesta en casa de uno de los amigos de toda la vida. Su novio, como siempre, había declinado la invitación, prefería irse de cervezas con sus amigotes.

A las ocho de la tarde se plantó frente al armario. Ya estaba sola, y el espejo del dormitorio era su única compañía. Se desnudó. Veinte dulces añitos buscando el envoltorio perfecto para la noche. Comenzó por unas braguitas azules, transparentes. Se miró el culo. Había engordado un poco pero seguía firme. Como sus tetas, que cubrió con un sujetador rojo también transparente, que permitía ver sus pezones. A su novio le iba a encantar por la noche, pensó.

Acababa de tirar unos vaqueros y una camiseta sobre la cama cuando el móvil vibró. Su novio acababa de hacer una nueva publicación en Facebook. Foto de él con sus cuatro amigotes y dos rubias en el bar.

  • Gilipollas - pensó Andrea. Tras mirar a las escotadas rubias y a la ropa esparcida en la cama, volvió al armario. Rebuscó un poco entre las perchas.

  • Mucho mejor - dijo, cogiendo un vestido corto con una cremallera en el frente. La bajó un poco, como habitualmente, separando ligeramente la tela para dejar ver su colgante.

  • Qué demonios. - Siguió bajando la cremallera. Un centímetro más… dos… Sólo cuando el borde del sujetador comenzó a asomar, paró. Se hizo una foto en el espejo, y se la mandó a su novio: “seguro que esas zorras no te ponen lo que yo”.

Tardó en aparcar el coche en el centro de la ciudad. Cuando se abrió la puerta de la casa le abrió Barrio, su amigo. Ya estaba algo bebido.

  • ¡Hola preciosa! - se lanzó a abrazarla. El aliento le olía a cerveza, y su paquete, siempre abultado, la presionó el vientre.

  • ¿Pero ya estás borracho?

  • No, todavía no, que luego no cumplo - la dijo, guiñando un ojo - Menudo vestido traes hoy, ¿no?

  • Se miran, no se tocan, ya sabes.

Barrio era guapo, y más desde que iba al gimnasio, pero nunca habría nada entre ellos más que los rollos del pasado. Aunque la espina de no habérselo follado le quedaría para siempre…

En el salón varios jugaban al SingStar -francamente mal-. Lanzó un saludo general y se fue a la cocina a ponerse algo de beber.

  • ¿Quieres algo?

Delante del frigorífico estaba el hijo de puta más atractivo que había visto jamás. Alto, moreno y ojos azules, le sonreía ofreciéndole su copa.

  • Perdona, me llamo Carlos - y le dio dos besos. Alargó el contacto de sus labios con sus mejillas. - Bonito vestido.

Por alguna razón notó calor automáticamente, no la solía pasar. “Bájame la cremallera y cómeme, cabrón”, pensó, aunque se limitó a pedir una copa.

  • Ponme una como la tuya.

  • Yo te pongo lo que me pidas.

Las copas fueron bajando, y el alcohol subiendo. Carlos era monitor en el gimnasio de Barrio, y no escatimó en lucir su cuerpo, aunque no era tan imbécil como se podía esperar de alguien que pasa la mitad del día frente a un espejo luciendo su cuerpo. Joder, su

escultural

cuerpo, pensó ella.

En un momento en que Carlos fue al baño, Barrio se pegó a su espalda, y le susurró.

  • Cuidado con Carlos, que no deja una viva.

  • Tengo novio.

  • Ya, ya… pero hoy vienes con un escote…

Barrio, por detrás de ella, tenía una visión perfecta de sus tetas desde ahí.  Y las estaba disfrutando, a juzgar por el bulto pegado a ella.

  • Igual tiene más peligro lo tuyo - dijo ella, lanzando un culazo hacia atrás.

  • ¡Eh, Barrio, deja a mi amiga! - dijo Carlos al volver a entrar en la cocina.

  • ¡Yo la vi primero! - bromeó con él cuando se acercó. por unos segundos estuvo apenas a un palmo de Carlos y con Barrio pegada a ella por detrás, y notó que sus braguitas se hacían más transparentes.

  • ¡Defiéndeme, Carlos! - dijo, separándose de su amigo y situándose tras la amplia espalda de Carlos.

  • ¡Gané! - dijo él, victorioso.

  • Esta vez he perdido, pero volveré - dijo Barrio, yéndose al salón con el rabo entre las piernas (nunca mejor dicho).

De improviso, Carlos le plantó un beso en el cuello. A pesar del mareo del alcohol, reaccionó.

  • Eh, que tengo novio…

  • Ya - dijo él, mirándola con una ligera sonrisa.

Andrea fue al salón con la concentración al máximo para mantener la mínima elegancia que le permitía el alcohol. Allí, la última pareja recogía sus abrigos para marcharse. Barrio les acompañó a la puerta, riéndose. Al pasar a su lado la lanzó un guiño y la recorrió entera con la mirada.

Carlos mantenía los ojos fijos en ella desde el umbral del salón, apoyado en el marco, con los brazos cruzados. Los biceps se le marcaban en la ajustada camiseta.

  • Deja, que me voy a ir yo también - dijo ella, cogiendo su chaquetilla. Al hacerlo, se apoyó en él, intentando apartarlo, pero sin apenas fuerzas. Sus pectorales eran lo más duro en lo que se había apoyado en años. Le miró. Le sacaba más de una cabeza. Su lengua supo húmeda y fría al colarse entre sus labios, con sabor a tónica y ginebra.

  • Estás empapada.

Su mano se coló por debajo de su vestido, hasta sus braguitas. No hacía falta que lo jurase, ella misma se notaba muy excitada, con los pezones clavándose en la tela del vestido. No pudo evitar llevar una mano a su bragueta. Largo y duro. Le correspondió el beso, con más pasión, apretando su bulto. En la puerta todavía se escuchaba a Barrio despidiéndose de la pareja, y deseó que no acabase nunca.

Carlos la agarró por la cintura y la dio la vuelta, aprisionándola entre el marco de la puerta y él. Notó su respiración acelerada. Él también estaba excitado.

  • Ven a mi casa.

La dio un azote justo cuando Barrio cerraba la puerta y volvía hacia el salón. Carlos se apartó, yendo hacia la cocina a por sus cosas. Barrio no les pilló in fraganti por poco, pero se preguntó si su vestido descolocado y su pelo despeinado serían tan sospechosos como imaginaba, por muy borracho que estuviese.

  • ¿Ya te vas? - miró de soslayo a Carlos - Esperaba que hoy te quedases más.

Se pegó a Andrea y la besó. Él sabía a cerveza. La mano de ella mano rsta vez también fue a su bragueta instintivamente. El pantalón de chándal no daba lugar a dudas. Gorda, muy gorda. Cuando su lengua comenzaba a corresponderle, se apartó. ¿Qué estaba haciendo? ¿Se iba a dejar llevar?

Sonó el móvil en su bolsillo justo a tiempo para separarse de él antes de que Carlos volviese de la cocina. Era un mensaje de su novio.

  • “¿Vienes a casa o te quedas a dormir con tus amigas?”

Miró a sus dos amigos una última vez antes de tomar una decisión.

Se imaginó volviendo a casa y saciando su calentura pidiéndole a su novio que la follase como nunca…

Se imaginó con las grandes manos de Carlos desnudándola, agarrándole las tetas.

Se imaginó sobre la gorda polla de Barrio, probando por fin su espesor.

Se imaginó entre ambos, llena.


Andrea se dirigió hacia la puerta del salón. La excitación del momento le había bajado algo la borrachera y creía que podía pensar con cierta claridad. Barrio tenía los ojillos medio cerrados por el alcohol. Se situó entre ambos, mirando a Carlos, que parecía más sobrio.

  • Mi novio me pregunta si me voy a quedar a dormir con mis amigas.

  • ¿Qué le vas a decir? - preguntó él. Ella le miró a los ojos sin decir nada durante unos segundos. Él tampoco dijo nada, pero recorrió con un dedo el camino desde su barbilla hasta su colgante sobre su piel, muy cerca del pecho. Oía la respiración de Barrio detrás de ella. Podía sentir su ansiedad.

  • Creo que le voy a decir que me quedo a dormir en casa de unas amigas - tras lo cual, poniéndose de puntillas, compartió con Carlos el beso más caliente que nunca hubiese dado a nadie, mientras una de sus manos volvía a comprobar la dureza de su cuerpo. Le dejó bastante claro lo que esperaba de aquella noche, quería sentir el peso esos músculos sobre ella.

Al no dejar besarle, pudo escuchar el sonido de decepción de Barrio, suspirando y alejándose de ellos. Ella se giró.

  • Dije de

unas

amigas - matizó, y alargó la mano a su cara. Se miraron.

  • Estás loca - dijo Carlos, pegándose a ella por detrás. Ella abrazó a Barrio y le acercó, quedando entre sus dos hombres, y le besó húmedo, muy húmedo, como años antes. Pero ambos sabían que esta noche acabaría diferente.

Sin deshacer el beso, las manos de Carlos, que seguía detrás de ella, bajaron por sus hombros y, rodeándola, llegaron a la cremallera del vestido. La cogió y fue bajándola, a la vez que sus labios caían en su cuello. Pronto la tela estaba en el suelo, y sólo su ropa interior transparente la separaba de los chicos.

Barrio parecía no querer de dejarla nunca, pero Carlos no perdió el tiempo, y su mano se coló bajo sus bragas.

  • Tu zorrita está empapada. - dijo, empapando su dedo índice en sus flujos. Ella se separó de Barrio y se mordió un labio. Nunca se había sentido así, dominada por sus ganas de sexo.

  • Quiero ser vuestra esta noche - le susurró a su viejo amigo, que también colaba su mano en sus bragas. Los dedos de los chicos se rozaron sobre su vagina. Giró su cabeza para mirar a Carlos.

  • Cielo, te vamos a destrozar - y la besó, justo cuando la punta de su dedo se introducía en su ano y la de Barrio en su coño. Gimió.

  • Joder, sí…

Barrio alternaba los besos con alejarse para mirarla. Ella mantenía la verticalidad como podía mientras sus amantes la penetraban sus agujeros con fuerza. Nunca un dedo en el culo se sintió tan bien. Y en el coño entró un segundo con facilidad.

  • Sí, más…

Carlos llevó su segunda mano a su clítoris y lo apretó con la fuerza justa… apenas la rozó unos segundos y disparó su primer orgasmo…

  • Sí… me corro… me corro...

Cayó al suelo retorciéndose de placer y riendo. Les miró complacida mientras el orgasmo se desvanecía. Y acababan de empezar...

A su lado, el móvil, con el que mandó un mensaje a su novio: “Cariño, hoy duermo fuera, así que hazte una paja pensando en mi”.

Ellos también lo leyeron, y rieron.

Carlos fue a la cocina a servirse una nueva copa. Andrea gateó por el suelo hasta llegar a la altura de las piernas de Barrio.

  • Quiero comerte.

Él no hizo nada. Dejó que las manos de ella deshiciesen el cinturón y bajasen sus pantalones hasta los tobillos. Besó sus calzoncillos, mirándole. Abarcó su tronco sobre la tela con los labios. Las dos manos fueron a la goma de su ropa interior sin apartar su mirada. Los fue bajando poco a poco, relamiéndose. La base de su tronco comenzaba a asomarse. Las venas sobresalían del grueso cilindro de carne. Las lamió. Cuando le hubo bajado los calzoncillos descubrió ante su cara una erección como nunca había tenido delante. La agarró por la base.

Carlos se acercó, y tendió una copa a Barrio. Él dio un trago justo cuando notó la calidez de su boca alrededor de su verga.

  • Parece que lo hace bien la zorrita de tu amiga - dijo mientras se arrodillaba detrás de ella. Él cogió un hielo de su copa y lo metió en sus bragas. Se la erizaron todos los poros de su piel, pero siguió comiendo esa polla como si nada más importase. El cuerpo de Carlos detrás de ella se veía enorme incluso arrodillado. La quitó el sujetador y comenzó a amasar sus tetas. Él seguía vestido. Ella sólo mantenía su colgante y sus bragas, apartadas para facilitar la entrada...

  • Tienes unas tetas preciosas - la susurró. - Y parece que la comes muy bien.

El hielo se derretía al contacto con sus labios, y goteaba hasta el suelo mezclado con sus propios flujos. Echó parte de su copa sobre la polla de Barrio, y otro poco sobre ella. Lamió sus pezones, que ahora sabían a ginebra y tónica. Llevó una mano a su coño. El hielo ya se había desintegrado.

  • Estás ardiendo.

Barrio estaba cerca de acabar, y ella lo notó. Pasó a comerle los huevos y masturbarle con fuerza, mirándole a los ojos mientras Carlos, detrás, le metía dos dedos, haciéndola gemir.

  • Me corro…

Ella apuntó a su boca, aunque el primer disparo cayó en su mejilla. Después cerró sus labios sobre su glande, y fue recibiendo la abundante corrida mientras Barrio gemía. Tragó poco a poco, sin dejar de jugar con la lengua, haciéndole prolongar el orgasmo...

Cuando acabó le hizo arrodillarse frente a ella y le besó. Él notó su semen sobre su lengua al hacerlo. Tuvo que tragar parte, ella no le dejaba separarse. La notaba gemir. Él, todavía cachondo, lamió los restos de su corrida de la mejilla de Andrea. Ella le abrazó.

  • ¿Está buena tu corrida? - le dijo Andrea en su oído. Él rió.

Barrio se dejó caer hacia atrás, sentándose frente a ella, que apenas eclipsaba el cuerpo de Carlos, que seguía acarciándola desde detrás. Giró la cabeza para besarle. Las manos de él se situaron en la goma de sus bragas, en sus caderas. Sin separar sus labios, de un rápido y fuerte tirón hacia arriba, las rompió. Ella no pudo reprimir un grito.

  • Vas a gritar como nunca.

La empujó por los hombros dejándola a cuatro patas. Su mano derecha se hizo sitio entre sus nalgas. Dos dedos fueron al coño. Uno al culo. Con su mano izquierda le cogió del pelo obligándola a levantar la cabeza.

  • Si tu novio te hiciese esto no estarías aquí.

Comenzó a follársela con la mano con fuerza. Eso no era una masturbación, era una follada. Nada tenía que ver con sus tímidos dedos cuando estaba sola. Andrea cerró los ojos. Se mordía el labio, algo más con cada embestida. Escuchaba los dedos chapoteando en su encharcado coño, salpicando al culo, aliviando la doble penetración.

  • Después serán nuestras pollas…

Lo hacía bien. Joder. Muy bien.

  • Sí… - dejó escapar, abriendo los ojos y la boca. Barrio, frente a ella, no dejaba de mirarla mientras apuraba su copa. Su polla todavía se estaba recuperando de la mamada. Alargó una mano para acariciar sus excitados pezones.

Su mano bombeaba más y más, y la empujaba, obligando a gatear mientras la masturbaba. Le hizo ir colocándose sobre Barrio, que se tumbó bajo su cuerpo. Su culo ardía. Sus gordos dedos la acercaban al orgasmo y no podía dejar de gritar.

  • Tu novio no te hace esto, ¿verdad?

Apretó más, moviendo los dedos en su interior, y disparó otro maravilloso orgasmo. Gritó... Gritó...

Cayó rendida en el momento en que sus yemas la abandonaron.

  • Joder, no. No me hace esto.

Acabó de correrse y, usando a Barrio de colchón, intentó recuperar la respiración. Él la besaba suavemente el cuello y la mejilla.

Carlos se puso frente a ellos, y Andrea pudo ver cómo se iba quitando la camisa, dando lugar a un cuerpo perfecto. Músculos marcados, depilado, fuerte… Cuando se quitó los pantalones, unos boxers blancos dejaban ver la forma de su verga. La de Barrio era descomunal. La de Carlos… sencillamente imposible. Oscura. Genes de negro acumulados en su herramienta.

  • Sólo una frase le pasó por la cabeza:

Esta va a ser una noche difícil de superar


Carlos, ya desnudo, fue al sofá.

Andrea le miró. Notó su piel todavía recordando sus dedos en ella. El amante perfecto delante, mientras notaba la respiración de Barrio, debajo de ella. Jamás se imaginó así, entregada al sexo entre dos sementales. Ardía.

Y quería más.

Le siguió, gateando, por el salón. Él se sentó, con su polla erecta apoyada en sus abdominales. Dio otro trago a la copa cuando ella apoyó los brazos sobre sus rodillas.

Le miró a los ojos, desafiante, pero no dijo nada.

Comenzó con su lengua en su culo, y fue subiendo lentamente, primero por sus huevos, después por su larga polla, y siguió subiendo por su pecho. La costaba saber qué parte de su cuerpo estaba más dura. Cuando se dirigió a sus labios, él se lo impidió.

“Se acabaron los besos ya, vamos a dejar de jugar”.

Acababa de llamar “jugar” los mejores orgasmos de su vida. ¿Qué vendría ahora?

La guió hacia su polla. Comenzó a chupar sin dudar, con todas sus ganas. Lo deseaba, después de haber disfrutado así en sus manos. Casi no le cabía ni la mitad en la boca, y su espesor era mayor que un vaso de cubata, sus pequeñas manos no lo abarcaban. Le masturbaba mientras le comía, pensando en que tras todos sus orgasmos ella casi no le había tocado.

“No lo haces nada mal”.

La mano de Carlos la obligó a meterse su polla hasta el fondo de la garganta. Normalmente no le gustaba, pero ese toque de violencia es lo que necesitaba ahora para excitarla aún más.

Barrio la dio un sonoro azote, y se reclinó sobre ella para susurrarla.

“Te vamos a follar”.

Él se colocó a cuatro patas sobre ella, como un perro sobre su hembra. Notó la polla de él, erecta de nuevo, sobre su culo. Notó sus dientes en su hombro. Carlos seguía entrando y saliendo de su boca sujetando la cabeza. Ella movió las caderas buscando el roce de su clítoris contra el glande de Barrio.

“¿La quieres, verdad?”

Joder si la quería…

“Pídela…”, dijo Barrio.

Intentó hablar, pero Carlos se lo impedía, sólo la dejaba chupar. Conseguía rozar ligeramente sus sexos, pero eso sólo lo hacía más angustioso.

“Pídela”, dijo Carlos.

Casi la asfixiaba, era imposible articular palabra. Tuvo que clavarle las uñas en su brazo y empujar con todas sus fuerzas para liberarse de la presión sobre su cabeza. Por fin, consiguió suplicar...

“Quiero tu polla, Barrio… ya… fóllame, joder… fóllame...”, consiguió gritar al fin, tras lo que, sin dejar de mirar a Carlos a los ojos, retomó la mamada, pero sin la presión de sus manos. Notó su polla sobre la lengua, y se dio cuenta de cuánto lo estaba disfrutando. Estaba pensando en eso, en que jamás había disfrutado así dando sexo oral, cuando notó las manos de Barrio en su cintura, y punta de su polla en su entrada. Se metió lo que pudo del sexo de Carlos en la boca, y ella misma fue penetrándose, echándose hacia atrás. Costó un poco romper la resistencia inicial. A pesar de lo mojada que estaba, era demasiado gorda, pero después fue notando con facilidad cómo la llenaba por completo.

“Así… Qué ganas tenía…”, dijo.

No acababa nunca. Notó cómo tocaba el mismo fondo de su coño y echó una mano atrás. No había entrado entera. Siguió chupando, y Barrio se acomodó a cuatro patas sobre ella.

“No te preocupes, vas a acostumbrarte hasta metértela entera”.

Comenzó a entrar y salir de ella. Notaba la entrada de su sexo totalmente estirada para recibir a su invitado.

“Dios…”

Comía a Carlos como podía, porque todo su cuerpo era de Barrio. No podía pensar en otra cosa que en lo que sentía al ser follada por él. Él no se movía todavía, era ella la que se retorcía buscando su roce, la que entraba y salía despacio para acomodarse a semejante polla. Poco a poco iba consiguiendo notarle totalmente dentro de ella….

“Fóllame ya…”

Pero él no se movía. Era ella la que seguía entrando y saliendo, pero quería más...

Miró a Carlos. Se sacó el pollón de la boca y comenzó a masturbarle despacio mientras le lamía los huevos y le hablaba…

“Hasta que no me folle no te la como más…”

Carlos se rió, y miró a Barrio. La dio un azote.

“Cariño, cuando te folle, lo va a hacer de una forma que no vas a poder comerme”.

“Pues que lo haga si quiere, porque mientras no entrarás en mi boca”.

“Te vas a enterar”, susurró Barrio en su oído. Agarró sus caderas y metió su polla hasta el fondo. Notó sus huevos rozándola.

“Te vas a enterar”, repitió, gritando, y, acto seguido, comenzó a follársela de la forma más salvaje en que jamás la habían follado. Notaba sus dedos apretándola, agarrándola fuerte para poder meter y sacar su polla casi por completo, una y otra vez, rápido, duro… Ella no podía dejar de gritar.

Carlos le dio una leve bofetada.

“¿Ves?”

No podía comerle, por más que quisiese. Sólo podía agarrarle y seguir gritando. Barrio no daba un segundo de tregua. Ambos sudaban. Notaba sus huevos golpeando su clítoris, y su gordo ariete dándole el mayor placer que jamás había sentido.

“Me corro”, gritó, de forma que todos los vecinos pudieron oirla… “Me corro”, repitió, mirando a un hombre a los ojos, agarrando su polla, que no abarcaba con los dedos, mientras otra era la que la hacía correr...

Un estallido recorrió su cuerpo desde el coño a la cabeza… Tembló…

“Me corro…”

Notó la polla de Barrio totalmente hasta el fondo en el momento en que terminaba con violencia. Gritó y gritó…

Cayó al suelo mientras todavía seguía saboreando el orgasmo…

Se quedó tumbada unos segundos, ante la mirada de ellos. Pero no habría descanso.

“Ven”, dijo Carlos. Ella se levantó como pudo, y se sentó sobre él, montándole, en el sofá. Le abrazó, agotada.

“Cielo, te voy a follar”

“No puedo”, dijo sin fuerzas.

“Tú sólo relájate, déjame a mi”. La dio un tierno beso en la mejilla, relajándola. La última nota de cariño antes del final que la esperaba.

Ella misma agarró su tremenda polla y la llevó a su entrada. Fue desapareciendo en su interior poco a poco. Era aún más grande.

“Dios, eres enorme…”, le dijo, con los ojos como platos, al sentirle.

Se quedaron parados y descansó un poco en su abrazo. Le acarició el pelo mientras le comía los pezones, su boca en uno, sus dedos en otro. Se fue acostumbrando a su tamaño, como había sucedido con Barrio, y fue bajando hasta que su clítoris contactó con su pubis.

“Házmelo ya…” le pidió.

“Tranquila…” le susurró. Empezó a moverse sólo un poco, para que notase sus labios estirándose, rozando su verga. Suave… todavía.

Notó algo corriendo por su culo. Algo que no era sudor.

Lubricante.

Carlos la susurró al oído.

“Cielo, te vamos a follar… los dos”.

Un dedo de Barrio entró con suavidad en su culo. Lo notó presionando contra la polla de Carlos, a traves de una fina pared interior.

Comenzó a cabalgar a Carlos con suavidad. Casi no tenía fuerzas. El dedo de su culo comenzó a entrar y salir. No era una gran fan del sexo anal, pero intuía que aquella noche sería diferente.

“Me gusta”, le susurró a Carlos, abrazada a él. Besándole, mientras ella le follaba.

Le follaba.

Esa idea resonó en su cabeza. Era ella la que se estaba follando a aquel perfecto cuerpo. Era ella la que buscaba el roce de sus pezones con su cuerpo.

Un segundo dedo.

“Me gustáis”.

Siguió besando y follando a Carlos.

Un tercero.

Su hinchado clítoris rozaba contra su pubis. Moriría de placer.

Carlos la hizo parar, sujetando sus hombros. Dejó su polla clavada hasta el fondo.

Los dedos la abandonaron.

Le besó. Sabía lo que venía ahora. Él la pegó a su cuerpo, inmovilizándola.

La punta comenzó a apretar en su ano. Parecía imposible que algo así la fuese a entrar. Echó algo más de lubricante. Siguió besándole cuando su culo permitió la entrada a Barrio.

“Tan prieta…” dijo él mientras siguió entrando. Ella echó mano a sus glúteos, separándolos para facilitar la entrada.

“Hazlo”.

A pesar de su petición se hizo esperar. Lo hizo despacio, suave. Pegó su cuerpo a ella, quedando así entre los dos chicos. Giró la cabeza para besar a Barrio justo cuando la penetró por completo. Carlos lamía sus pezones ansioso. Notaba las dos pollas, quietas, como rozándose en su interior. Dios, nunca imaginó que la cabrían aquellas vergas.

“Folladme”.

Ellos rieron pero no se movieron. Ella no podía, prisionera entre ambos.

“A partir de ahora te haremos esto siempre que queramos”.

¿Follada por estos dos hombres? La idea no era tan terrible.

“Te mandaremos un mensaje y vendrás…”

“Vale, pero folladme ya, por favor…”

Rieron.

Barrio comenzó. Fue saliendo despacio de ella, hasta que sólo su glande estuvo en su interior.

“Allá vamos”, dijo, cuando empezó a entrar de nuevo, a la vez que Carlos la levantaba ligeramente para salir de ella.

Gimió profundamente cuando Barrio entró por completo de nuevo y era el glande de Carlos lo único que quedaba en su coño. Gimió cuando siguieron alternándose. Gimió y gimió ante su ritmo perfecto…

“No soy la primera, ¿verdad?”, pudo decir entre penetración y penetración.

Ellos sólo rieron y subieron el ritmo.

“Seguid, cabrones…”.

Rieron de nuevo.

“¿Qué haría tu novio si te viese así?”

Así, empalada por dos grandes vergas… gimiendo y sudando...

Ella le susurró al oído.

“Me metería la polla en la boca”.

Carlos rió.

“Eso no nos lo habían dicho todavía”.

Su orgasmo estaba a punto. Muy cerca. Sus dos sexos estaban a dos movimientos de hacerla gritar como nunca, pero pararon.

“SEGUID”, gritó.

Rieron.

“NO PARÉIS”, imploró.

Carlos cogió el móvil de ella. Abrió el hilo de mensajes con su novio y escribió uno: “¿Me meterías la polla en la boca? Estoy a punto de correrme”. Se lo dió a ella.

“Si lo envías, te follamos”.

No lo dudó.

Dejó el móvil al lado.

Barrio comenzó a moverse.

“Sí…”

Carlos también.

“Sí…”

El teléfono comenzó a sonar. Su novio.

Carlos y Barrio subieron el ritmo. Se alternaban. Sus tetas rozaban con Carlos al follar. No podía besarle. Cuando uno entraba, otro salía. Gemía y gemía, muriendo de placer… Dentro, dentro, dentro, dentro… Cada segundo era perforada por uno de ellos.

“Pasaría con vosotros cada noche”

El móvil seguía sonando cuando anunció que se corría. En ese momento, ellos dejaron de alternarse para penetrarla a la vez. Sus dos vergas se clavaban en su interior al mismo tiempo, hasta el fondo. Sus huevos rozaban sobre ella cuando lo hacían.

“Que lo oiga”

Por unos instantes ellos dejaron de gemir, pero no de follarla. Carlos descolgó y lo dejó en el sofá.

Ella gritó con el mejor orgasmo de su vida. Al otro lado, casi inaudible bajo sus gemidos, el novio preguntaba si se estaba masturbando. Seguro que, al otro lado, su semen estaría ya en sus manos.

Carlos colgó y empezó a gemir. Ella todavía no había acabado su corrida, infinita, cuando él anunció la suya. Apretó sobre sus hombros, clavándola totalmente con su verga. Sentirle viniéndose dentro prolongó su placer, y sus temblores y contracciones hicieron que notase a Barrio vaciándose también en su culo, bufiendo en su oído como un toro. Notando la tibia sensación de su semen dentro de ella, por fin el orgasmo empezó a remitir entre escalofríos.

La besaron y salieron delicadamente de ella. Eran tan grandes que su salida se prolongó tanto como su orgasmo.

Se tumbaron en el suelo, agotados.

Nunca había imaginado lo que era recibir las atenciones de dos hombres a la vez, notar su deseo…

Había sido la mejor noche de viernes de su vida.

“Prometedme que me llamaréis de nuevo”.

El semen salía de ella, por sus piernas, hacia el suelo. Ellos se quedaron quietos, disfrutando de la visión de su cuerpo, mientras sus erecciones acababan.

Ella cogió el móvil para escribir a su novio antes de quedarse dormida, y le dijo “Me voy a dormir, que estoy reventada, y mañana va a ser un día largo y duro… Hazte una paja pensando en mis gemidos...”