La invidente

Relato número 9 de mi próximo libro, de título: “Relatos calientes para dormir mejor”, que obviamente no será digno de premio literario alguno, pues se hace simplemente para el disfrute de lectores educados y de buena voluntad. Los momentos álgidos de sexo se ha intentado recrearlos con el máximo respeto...

Este relato basado en una historia real, como casi todos, aunque en esta ocasión en una proporción mucho mas grande.

Quiero dedicarlo con su permiso a una nueva amiga muy especial, con un nombre precioso, Leni, de un bello país, aunque en momentos de crisis... Espero que disfrute el relato cualquiera de estas noches en que se desvele. Un recuerdo muy especial para sus dos queridas mascotas de nombres,  Lia y Puchi... Sois encantadores a la vista de vuestras sendas fotos.

Sin más preámbulos aquí les dejo el relato:

...

Mónica había nacido invidente o casi.

El diagnóstico definitivo llegó bastante tiempo después de su nacimiento.

La Amaurosis congénita de Leber, es una retinopatía de origen genético, que produjo una pérdida generalizada de los bastones y conos en toda la retina, impidiéndole la visión a Mónica desde casi el primer día de su vida.

En diferentes ocasiones los padres de Mónica, Arturo y Sofía, se habían echado en cara el uno al otro ese defecto congénito y eso con el tiempo pasó una amarga factura.

Sofía abandonó a su familia cuando Mónica apenas tenía 6 añitos.

Desde aquel momento, Arturo fue el padre, la madre, el profesor, el guía y bastante después, desde su adolescencia un amigo de verdad para su hija Mónica.

Mónica, fue hija única, pero además desarrolló otras habilidades y sentidos excepcionales que compensaron la falta del sentido de la vista.

En aquellos años de expansión turística en la costa mediterránea, y con un padre que no tenía problemas económicos dado que era un empresario de hostelería y restauración, más o menos importante, la vida para Mónica  fue cómoda económicamente hablando, y no le faltó de nada.

Gracias a la dedicación de decenas de profesores particulares y de la escuela de la ONCE, Mónica fue afrontando su vida entre otras cosas a la interiorización de hábitos y rutinas.

Gracias a las nuevas tecnologías existen muchas formas de ayuda a las personas ciegas, como todos los lectores saben…, desde relojes despertadores con voz, hasta ordenadores adaptados que hablan, que incluso tienen programas como el OmniPage y el Jaws, con los que se puede leer cualquier texto sin que tenga que estar en Braille, pasando incluso por su máquina de apuntes de la universidad que se llama Braille Speak, constituida por seis botones que representan los respectivos signos o puntos del alfabeto Braille, más la barra espaciadora, que incluso reproduce mediante voz  lo que está escrito, por si quiere repasarse.

Mónica en estos momentos tiene 23 años y está cursando un grado de fisioterapia, con bastantes buenas notas.

Su afición era aprender y memorizar cosas.

Las clases de anatomía, las realizaban juntos.

Incluso desde muy joven se habían bañado juntos. No era una relación de padre e hija habitual.

Como ustedes pueden ir intuyendo esto va acabar como una película S o X…, pero por favor no prejuzguen aún.

Mónica sabía de sobra las diferencias anatómicas entre un hombre y una mujer.

Arturo se había visto obligado en más de una ocasión a dejarse tocar su órgano sexual, para que Mónica lo analizase y estudiase con detalle a través del sentido del tacto.

No hubo ningún pensamiento sexual en aquellas ocasiones en la infancia de Mónica, y obviamente ninguna erección en el miembro de su padre.

Fue algo natural y sin ningún grado de malicia.

Su padre, con mucha paciencia y entrega dedicó todo su tiempo libre y mucho más…,  a intentar ayudar a comprender miles de conceptos que una persona invidente debe de aprender de una manera especial, pues tiene que crear como un universo paralelo.

Las dificultades para Arturo en la educación de Mónica comenzaron con la etapa adolescente de su hija.

Los compañeros de Mónica en la escuela, con diferentes grados de discapacidad visual, no tardaron en introducir nuevos conceptos y términos de ámbito sexual en la mente de Mónica, y del mismo modo y dada la confianza que se había generado entre padre e hija, le tocó en múltiples ocasiones a Arturo, intentar de mil maneras posibles hacer comprender conceptos nuevos a su hija, aunque de índole muy delicada.

-          ¿Papi, como se hace una paja a un chico?

-          Pero…, Mónica…, que me dices. ¿Alguien te ha propuesto algo así?

-          No, papi…, los compis bromean… Solo quiero saber…

Arturo ya había hablado de sexualidad con su hija desde los instantes previos a su adolescencia.

Como un padre protector, había advertido a su hija de los riesgos del sexo y de las enfermedades sexuales, quizás anticipándose a una futura vida sexual plena de su hija.

Aunque pueda parecer lo contrario, Mónica tenía claro lo que quería y quería aprenderlo todo sobre sexo a costa de los sinsabores de su padre Arturo, cuando le tocaba explicarle cosas, de difícil explicación, como pueden ustedes suponer.

Mónica había decidido no tener relaciones sexuales con ningún hombre hasta encontrar la persona ideal, aunque eso sí, la sexualidad de la niña despertó amplia e intensamente, aprendiendo a masturbarse desde muy joven.

Prácticamente todas las noches Mónica se masturbaba, pues decía que la relajaba y dormía mucho mejor.

Desde el primer día se lo había contado a su padre con toda naturalidad. Arturo a veces, no sabía dónde meterse…

-          Mónica, no hace falta que me des detalles, por favor.

-          ¿Jo, papi, entonces con quien lo hablo?

-          ¿No tienes ninguna compañera de tu edad en clase?

-          Sí, hay alguna, pero no tengo feeling con ninguna de ellas.

Al final, siempre tenía que responder Arturo a algunas preguntas que se la traían de verdad…

-          Pregunta Mónica, lo que quieras...

-          Mira papi, alguna vez me he metido un pepino con un preservativo en el coño, y al mismo tiempo me ha apetecido meterme un dedo en el culo. ¿Es eso muy raro?

-          Joder, Mónica. Perdón… Raro…, raro… El sexo, Mónica, es un mundo infinito. Lo importante es no hacer daño a nadie y tú con tu cuerpo has lo que te apetezca. Pero cuida la higiene por eso de las bacterias. ¿Vale?

-          Vale papi, muchas gracias.

Mónica siempre tuvo una especial motivación por tener todo tipo de consoladores y artilugios que le daban placer.

Del mismo modo, Mónica indagó en foros de sexo, blogs bisexuales e incluso en grupos de parejas liberales.

Una vez contactó con un grupo liberal que organizaba encuentros sexuales liberales en la zona de Zaragoza, con el objeto de ayudar a resolver problemas sentimentales de matrimonios y parejas, tanto heterosexuales como no.

Cuando José Miguel y Verónica una de las parejas anfitrionas, terapeutas sexuales, le hablaron de los cursos de sexo oral…, comprendió y decidió…,  que no podía dejar de probar aquello del sexo oral, tanto activo como pasivo.

Mónica desde aquel momento…, empezó a tener una enorme fascinación por el sexo oral. Recibirlo de un hombre y de una mujer y también como no…, realizarlo a un hombre y a una mujer. Era su prioridad absoluta.

Padre e hija hablaban con absoluta naturalidad de sexo, como todos ustedes están leyendo, a veces incluso ella más que su propio padre.

Aunque últimamente las conversaciones se centraban inevitablemente en el sexo oral.

-          ¿Papi…, a que sabe una polla cuando se chupa? ¿Papi…, a que sabe el semen?

-          Dios mío…, Mónica qué preguntas le haces a tu padre.

-          Ah! claro…, tú no lo has probado. ¿O sí?

-          Yo he chupado algunos de mis consoladores y todos me saben a plástico.

-          ¿Cómo podría hacer sexo oral a un hombre, sin tener que pasar la vergüenza de pedírselo.

-          Mis compañeros son guays pero no me atrevo a pedírselo.

-          ¿Qué opinas Papi?

-          Pero, Mónica que cosas tienes…

Arturo conocía a su hija demasiado bien y enseguida vio a donde quería ir a parar.

-          ¿Mónica…, por Dios…, en que estás pensando?

Mónica tenía ya su plan preestablecido en su cabeza.

Unas semanas después, en un largo y caluroso fin de semana del mes de mayo, después de cenar y en la terraza de su ático, Mónica con toda naturalidad dijo:

-          Papi…, el mes que viene viajaremos a Zaragoza. He conocido por WhatsApp a una pareja que organiza, para pacientes y amigos, sesiones pedagógicas de sexo oral…, pero antes he de practicar…, en casa.

-          Papi…, no te vas a negar, ¿Verdad?, y empezaremos esta misma noche.

Arturo se quedó perplejo y sin apenas palabras para contestar a su asertiva hija.

-          Ni se te ocurra pensar en eso jamás…

-          Pero…, Papi…

Como si se tratase de una clase magistral, Mónica explicó a su padre, que en ocasiones, algunas madres han masturbado a sus hijos adolescentes y de más edad, discapacitados físicos, o de otro tipo, que les impedía a ellos satisfacerse por sí mismos…, con la única finalidad de  rebajar tensión y estrés.

Mónica había leído mucho en las últimas semanas al respecto.

Le proporcionaba decenas de datos, facilitando a su padre permanentemente información y lecturas relacionadas.

-          Papi, incluso hay en Japón una empresa dedicada a eyaculación asistida para personas con discapacidades físicas o psíquicas que les impiden masturbarse por ellos mismos. ¿Lo sabías, Papi…?

-          Entra en el buscador y pon “masturbación a discapacitados”. Hay hasta un video en el que se entrevista a una asistente. Es una organización sin ánimo de lucro y se llama White Hands…, tiene unos veinte empleados que dan servicio a casi cien clientes. Es todo legal y está formado por especialistas. Tiene un reconocimiento social y médico.

-          Eso es allí. España es diferente.

-          Si Papi, España es diferente, pero hay un gran artículo periodístico en “El mundo digital” del 19 de abril de 2009. Es increíble, tienes que leerlo. Es sobre una profesional especializada en discapacitados. También se hace referencia a otros países  e incluso sobre una sentencia en Dinamarca contra un Ayuntamiento… Hay mucho sobre el tema. Se considera y se debe considerar un servicio social.

-          Me dejas anonadado.

-          Pásame los vínculos, leeré todo.

Claro está, que Arturo tenía que leerlos obligatoriamente, pues sabía a ciencia cierta que le daría un margen razonable de dos o tres días para que los leyese. Luego le preguntaría.

Así fue y así paso. Al cabo de dos días…

-          ¿Papi has leído lo que te dije?

-          Sí, claro, pero no te creas que lo tengo muy claro.

-          Pues empieza a tenerlo claro que faltan menos de tres semanas para el taller de sexo oral de José Miguel y Verónica en Zaragoza.

-          En menudo lío me vas a meter, Mónica.

-          Ni lío, ni lía. Verónica me ha dicho que tengo que practicar, que no podemos presentarnos en el taller sin, al menos una sesión en casa.

-          ¿Quién es Verónica?

-          Papi, ya te lo había dicho, la terapeuta sexual, la mujer de José Miguel, los organizadores del taller.

-          Así es que, este sábado prepárate. Hay sesión de práctica oral después de cenar.

-          No me dices nada… Silencio es igual a aceptación. Gracias papi.

  • ¡Mónica!

Arturo no sabía dónde meterse. Se había pasado noches enteras pensando en una solución.

Tenía bastantes problemas en la empresa y su mente lo fue dejando a un lado, día tras día.

Pero el sábado llegó irremisiblemente.

Lo primero que Mónica hizo al despertarse aquel sábado fue decirle a su padre:

-          Esta noche, prepárate…

-          Pero Mónica…

-          Ni pero, ni manzano.

-          Espero que estés preparado. Nada de pajas, ni nada... Quiero que estés “operativo”.

Como ya les había contado, queridos lectores, ellos habían hablado mucho de sexo y de masturbaciones.

Armando tuvo que confesarle a su hija, ante su insistencia, que desde que se había separado de su madre, no había tenido sexo con nadie y que solo se masturbaba de vez en cuando, exclusivamente cuando notaba que estaba algo tenso.

Ella le había contestado que eso era muy raro, que ella se masturbaba prácticamente todas las noches y dormía muy bien. Que incluso cuando tenía la regla se masturbaba con algo más de cuidado para no mancharse demasiado y que le venía muy bien.

Le había llegado a decir que se masturbase más a menudo, a ver si así se le pasaba esa…,”cara de malas pulgas”…, que traía a veces de la empresa.

Mónica notaba el estado de ánimo de su padre, incluso sin hablar. Sus sentidos se habían incrementado en muchas pequeñas y diversas habilidades, que básicamente eran habilidades emocionales. Las mujeres sin duda tienen muchísima facilidad en el área intuitiva.

A lo largo de aquel sábado que a él, le parecía que pasaba muy rápido y en cambio a ella, le parecía que pasaba muy lento, de vez en cuando le recordaba…

-          ¿Papi…, que tal? Verás cómo al final lo pasamos muy bien.

-          Mónica, por Dios.

-          Si vas a estar así de agrio, lo dejamos. Me arreglo, me voy, cojo un bus y me voy a pasar la noche a Madrid, a practicar con cualquiera que me deje…

-          Por Dios, Mónica.

Él sabía que Mónica tenía la cabeza sobre los pies, y jamás hubiese pensado en estar con extraños, y menos para estos temas tan delicados como el sexo.

De sobra conocía a su hija.

Lo habían comentado en muchas ocasiones, con ocasión de noticias de sucesos. Sabía de casos de gente rara que secuestra y mata. Realmente había por esos mundos escondidos, verdaderos obsesos y enfermos sexuales, capaces de todo.

Arturo le contestaba…

-          Vaya día que me estás dando. (Lo dijo en un tono más “suave”. Ella lo notaba).

-          No te preocupes, papi, si lo vamos a pasar genial.

La cena fue tensa. Arturo apenas cenó al principio.

-          Papi, cena algo, que no quiero que enfermes. Que tienes que “trabajar” esta noche.

-          Mónica, por favor.

Terminaron de cenar. Arturo hizo un esfuerzo y cenó algo para complacer a su hija, que tenía cara de preocupada.

Después del habitual postre de los sábados… Piña en almíbar con nata montada…

Ella dijo:

-          Me voy a lavar la boca y te espero. ¿Vale papi?

-          Por cierto, ¿En tu cama o en la mía? (Preguntó con cierta sorna).

Él contestó:

-          Donde tú te sientas más cómoda.

La cara de Mónica cambió de expresión y se relajó algo más.

-          Prefiero en mi cama. ¿Te parece bien?

También la cara de Arturo tenía otra expresión.

-          Si cariño. (Tenía ya tono de resignación, pero también de comprensión y aceptación).

Cuando Arturo entró en la habitación de su hija Mónica, después de tocar la puerta, aún en él se notaban ciertas dudas y un rechazo a hacer cualquier tipo de sexo con su hija.

Había leído todo lo que ella le había recomendado. Una parte de su mente comprendía que algunos padres y madres, éstas principalmente ayudasen con sus masturbaciones a sus hijos.

Arturo abría una puerta a algo desconocido e inquietante. Confió en la madurez de su hija.

-          Pasa, Papi.

-          Hola Mónica.

Mónica estaba totalmente desnuda en la cama, y aparentemente relajada y expectante, por todo lo que en su cabeza había imaginado que haría aquella noche de aprendizaje de su primera clase de sexo oral.

Deseaba probar el sexo oral. Incluso deseaba que su padre se corriese en su boca y saborear su semen.

También deseaba sentir la lengua de un hombre, vamos, de una persona de carne y hueso en su coño.

Estaba muy excitada, no por el hecho de querer hacer sexo oral, sino por el hecho de que lo descubriría por primera vez.

Llevaba meses deseando saber y aprender aquello.

Había pensado en todo. Mónica no dejaba ningún detalle al azar.

Los pensamientos se cortaron…

-          Cuéntame Mónica… ¿Qué quieres que hagamos exactamente?

-          Mira papi, mi idea es que hagamos un poco de sexo oral, primero yo contigo y luego tú conmigo. Cuando estemos un poco más sueltos, hacemos un sesenta y nueve y nos corremos si podemos los dos al mismo tiempo. ¿Te parece?

-          Eso es muy fuerte Mónica. (Dijo Arturo, algo serio).

-          Si te pones así, cojo las maletas y no me vuelves a ver (Dijo Mónica…, de medio farol, pero con un punto de medio cabreadilla).

-          Está bien, tú ganas. Espero que esto no se nos vaya de las manos, y al final los dos tengamos que ir a un loquero.

-          De loquero nada de nada. Cuando conozcas a José Miguel y a Verónica, ya te darás cuenta, que el sexo es natural. Que siempre lo ensuciamos los humanos con nuestros prejuicios y dobles moralidades.

Siguió…

-          Además, ya he quedado con ellos…, que después del taller vamos a hacer un intercambio de parejas…

-          ¿Qué? (Sorprendido y con voz de malas pulgas).

-          Tranqui, papi. Tú ahora piensa solo en esto. Lo del intercambio, ya lo iremos hablando los siguientes días, todavía queda mucho.

(Resignación, en la cara algo malhumorada de Arturo).

Arturo quería que se lo tragase la tierra.

-          Papi, desnúdate y sube a la cama.

Lo mejor, era seguir las instrucciones. (Pensó).

-          Túmbate en el centro de la cama.

Ella le dejo sitio. Él se tumbó. Ella se incorporó y se dispuso, tanteando entre las piernas de su padre.

Buscó y cogió su polla. Estaba flácida. Ya se la había tocado hacía bastantes meses, cuando quiso tocar por primera vez una polla de verdad, no los simulacros que tenía de consoladores.

Siempre queriendo aprender. Hubiese sido una gran científica. (Pensaba su padre).

Acercó su boca a la polla de Armando.

Empezó a lamer muy despacio. Lo dejó un momento para decir:

-          Papi, que rica esta. Sabe muy bien.

Siguió lamiendo.

La polla de Armando no reaccionaba. La dejó de chupar.

-          Papi, relájate. Cierra los ojos y piensa que estás tumbado en la arena de la playa y piensa si quieres, en esas turistas altas y rubias que dices que te gusta ver, meneando sus tetas naturales por la playa andando o haciendo deporte.

Pareció que aquello funcionaba…

Mónica seguía lamiendo aquella polla que empezaba a cambiar poco a poco de volumen y textura, de estar algo morcillona a ponerse por momentos…,  poco a poco cada vez más dura…

Mónica notó como aquella polla empezaba a “vivir”. Dejó de lamer.

-          Esto va muy bien, Papi…

-          Calla Mónica, por favor.

Mónica siguió en su tarea, excitada cada vez más por las sensaciones que estaba teniendo e incluso más por las posibles futuras siguientes sensaciones cuando cambiasen el turno. Incluso ya pensaba en el sabor del semen. ¿Cómo será? (Pensaba).

La polla de Arturo estaba erecta, por fin. No tenía una gran polla, pero su mujer nunca se había quejado de ella.

La boca de Mónica subía y bajaba de forma natural lamiendo aquella endurecida polla. Fiel a sus principios de curiosidad innata, buscó con su lengua todos los rincones directos y accesorios de aquella polla.

Buscó y analizó con detalle el glande con su lengua. También su frenillo. Buscó a veces sus huevos, notando sus cambios de textura. Los pliegues de las protecciones  de las gónadas masculinas o testículos. Las sensaciones de sus pelillos en la lengua.

Se ayudaba de su mano. A veces, jugaba simplemente con ella como haciéndole una paja,  con sus labios y boca. Otras veces jugaba con aquella polla,  besando y lamiendo no solo el glande, sino el resto del cuerpo y los laterales de aquella polla.

Notó, como el líquido preseminal salía. Lo probó. Parecía algo viscoso pero estaba sabroso, con un cierto toque salado pero suave.

El tiempo pasaba, ella descubría y analizaba cada milímetro cuadrado de superficie de la polla dura de su padre. Sus venas, su calor, su lubricación natural e incluso el efecto de la saliva.

En un momento, Arturo dijo:

-          Mónica, si sigues me voy a correr. Llevo muchos días sin hacerme nada y eso de pensar en las turistas mientras me la comías me ha puesto casi a punto…

-          Entonces, papi, tu turno. Déjame que ocupe tu puesto.

Ni corta ni perezosa, Mónica cambió su puesto. Armando se levantó, para dejarla colocarse.

-          Vamos papi. Empieza.

Realmente Armando en este momento, dudó y mucho, pero como conocía el carácter de su hija. Se acopló cerca del sexo de Mónica.

Suavemente con su lengua palpó la hendidura. No tenía labios que sobresaliesen. Eran todos internos. Él ya lo sabía. La había visto desnuda muchas veces.

Era un coño precioso.

Pensó en cómo se apañaría para depilarse. Jamás se lo había preguntado. Supuso, por cómo tenía su pubis, y esos minúsculos puntos, que se pasaba la cuchilla de vez en cuando.

La lengua le adelantaba perfectamente el conocimiento de que aquel coño estaba ya lubricado y mucho. Empezó a comerlo poco a poco.

Mónica empezó a moverse de placer.

-          Ummm

-          Ummm, papi que gustito.

Mónica no dejaba de hablar y notaba que se iba a correr con poco más.

El siguió lamiendo ya con ganas.

-          Me corro papi…

-          ¿Me paro Mónica? (Dijo él, parando de comerse el coño).

Era un  monólogo:

-          Sigue papi, por favor.

-          Ummm...

-          Qué rico

-          Guau...

-          Me corro… Ummm...  Qué gusto... Gracias Papi…

Ella estaba acostumbrada a tener orgasmos, incluso bastantes. Ya le había confesado a su padre que tenía que ser multiorgásmica, dado que a veces se había sacado tres o cuatro orgasmos seguidos cuando habiéndose corrido por primera vez, seguía con sus dedos o con alguno de sus consoladores practicando.

-          Sigue Papi, no pares…

-          Me corro otra vez…

-          Jo, qué gusto papi…

-          Guau…

-          Ummm Ummm Ummm.

Arturo notaba el estremecimiento del vientre de Mónica, cómo sus caderas no dejaban de moverse de placer.

Paró para que Mónica disfrutase en tranquilidad de aquellos dos orgasmos seguidos que había tenido.

Después de unos segundos de disfrute…

Mónica, aún con su latente disfrute, le dijo:

-          Papi, vamos al sesenta y nueve, que quiero que te corras en mi boca.

-          ¿Pero Mónica, no tienes suficiente?

-          ¡Papi! Por favor…

Arturo no podía hacer otra cosa.

Intentó colocar a su hija ladeándola en la cama, para poder practicar un sesenta y nueve cómodos.

Abrió las piernas de su hija y se acopló con la boca en su coño. Empezó a lamer despacio. Seguro que seguía sensibilizada un poco.

Al acercar su polla a la cara de Mónica, ésta enseguida cogió la polla de su padre y empezó a lamerla con certera sabiduría.

Mónica había sido siempre una estudiante modelo y en esta clase tampoco se quedaba atrás.

Arturo estaba demasiado caliente y sabía que con muy poco se correría.

Pensó en imaginar a las rubias nórdicas paseando por la playa, meneando sus pechos al aire. Notar el movimiento oscilante de sus glúteos al andar. Pensaba en ellas mientras recibía aquel enorme placer en su polla.

-          Papi, avísame cuando vayas a correrte para estar preparada. ¿Vale? (Había dejado de chuparle la polla para decírselo).

-          Vale Mónica. (Lo mismo hizo él).

Los dos disfrutaban de aquel sesenta y nueve. No les imbuía deseo sexual a  ninguno de los dos con la otra persona. Ella deseaba aprender y el deseaba enseñar, aunque ciertamente, algo obligado y absolutamente resignado.

No había maldad en él. Ninguna maldad. Solo un inocente espíritu paternal y maternal al mismo tiempo que le imponía la obligación y la devoción de ayudar a su hija. Su única hija y con aquel tremendo problema de visión, al que se le unió el abandono de su madre.

Es cierto que era de carne y hueso y estaba disfrutando, pero de manera diferente a cuando lo hacía con su esposa.

Arturo necesitaba ayuda. No quería pensar en su hija o se enfriaría.

Arturo seguía visionando aquellas imágenes que tenía en su cabeza de centenares de esculturales turistas.

Notaba que se correría en breve…

Notó el hormigueo previo…

-          Mónica, me voy a correr, mi amor…

Había parado de comer aquel coño hambriento de sabiduría y de placer novedoso y especial, para advertirla de su inminente corrida, y siguió comiendo para darle placer al mismo tiempo.

-          Vale Papi…, yo también me voy a correr enseguida, estoy muy cachonda… Gracias por todo lo que haces por mí…

Mónica dejó brevemente de lamerle la polla para decirle lo agradecida que estaba con su sacrificio y se dispuso a recibir aquel semen en su boca. Quería disfrutar de aquella primera experiencia con la máxima plenitud.

Notaba como la polla de su padre empezaba a palpitar y endurecerse algo más.

Abrió bien su boca y dispuso la polla de su padre más cerca del paladar, bajando un poco su lengua.

Al mismo tiempo que notó aquel primer chorro de leche caliente y espesa, sintió un punzante orgasmo dentro de ella, un sobrecogimiento que le llegó hasta la boca del estómago.

Se dejó llevar de aquel momento mágico de dos orgasmos simultáneos.

Disfrutaba de aquella leche mientras la saboreaba, y casi sin darle tiempo a tragarla, notaba otro chorro más… Y otro más, aunque de menos magnitud.

Fue un instante glorioso que jamás olvidaría en su vida.

Ambos se mantuvieron durante minutos disfrutando de sus sendos orgasmos, quietos y sobrecogidos. Él reconfortado no solo por su placer, sino incluso más por la sensación de felicidad que notaba en su hija.

Mónica estaba aprendiendo en estos últimos segundos el culmen o epílogo de una lección, la del sexo oral, que ansiaba aprender desde hacía meses.

Mentalmente agradeció a la vida tener un padre así, un padre que sacrificaba parte de sus convicciones morales por ayudarla a descubrir la vida real a su hija, en este caso, de inusual sexo oral entre un padre y una hija.

Él mientras tanto, se regocijaba, no tanto de su placer como de haber colaborado en que Mónica alcanzase una meta más, una importante meta para ella. Lo sabía dentro de él.

Después de aquella gratificante clase magistral práctica de sexo oral con final feliz, ambos permanecieron quietos y abrazados.

Aquel silencio, no estaba exento de pensamientos individuales de agradecimiento al ser querido, y de la experiencia vivida, de una parte el aprendizaje y de la otra y no menos importante la de la enseñanza.

Mónica rompió su silencio…

-          Gracias papi.

-          Espero que haya merecido la pena Mónica. Esto no se va a repetir. ¿Lo sabes?

-          Lo sé, papi. Gracias de corazón.

-          Respecto al intercambio de parejas. Nada de nada.

-          De eso nada Papi. Verónica te encantará… Estoy segura.

Aquella puerta abierta al placer natural, originó un cambio espectacular en ambos protagonistas.

Pasado el tiempo, el taller de sexo oral resultó todo un éxito y una auténtica experiencia. Allí se encontrarían dos docenas de parejas de todo el país, aprendiendo y disfrutando con aquella excepcional pareja de monitores, con las que tendrían, Mónica y Arturo, un feeling absoluto.

Por la noche de aquel sábado fantástico en Zaragoza, hicieron un intercambio liberal sublime y excepcionalmente morboso además de satisfactorio.

No habría penetración, pero no importó.

Verónica era una consumada experta en ofrecer sexo oral, y Arturo recíprocamente la hizo disfrutar muchísimo.

Mientras que Mónica, por su parte, recibiría un sexo oral magistral de José Miguel, que con una edad similar a la de su padre, disponía además de una sensibilidad sexual extraordinaria y desconocida por la gran mayoría de las mujeres.

Además su semen sabía de otro modo. Empezaría a ser una aficionada también a comer leche. Lo notó en aquel preciso momento en que disfrutó del semen de José Miguel.

Si bien, el taller de sexo oral fue una auténtica experiencia, el intercambio liberal por la noche, dejaría a padre e hija, un poso emocional enorme en sus vidas.

Allí nacería una amistad que perduraría toda la vida con aquella grandiosa pareja.

Por cierto…, Mónica también disfrutó aquel sábado de una nueva experiencia… Comer un coño femenino…, experiencia que le revelaría su naciente y creciente bisexualidad.

Lo disfrutó incluso más que aquella primera sesión oral con su padre.

Mónica desde entonces se siente mucho más feliz y plena.

Pero no podemos dejar de relatar aunque sea brevemente, como Mónica, al comer el sexo de Verónica, se sintió la mujer más privilegiada del mundo.

Verónica estaba allí abierta, siendo observada por aquellos dos hombres, que disfrutaban de aquella escena erótica  bisexual de máximo nivel. Mónica, agachada, primero olió su sexo, para de inmediato empezar a lamerlo con pasión, deseo e incluso glotonería. Los orgasmos que producía en el cuerpo de Verónica, no hacían sino repercutir sensaciones orgásmiscas en el bajo vientre de Mónica, que le estaban produciendo convulsiones involuntarias que la hacían desplegar finos hilos de eyaculación.

Ambas estuvieron corriéndose en esa postura casi una hora. Obviamente, la última parte de la sesión, fue la devolución de la lamida...

Mónica al final confesaría a Verónica, que la sensación que sintió cuando esta última le hizo sexo oral, fue tal, que jamás se había sentido tan plena como persona y como mujer, aunque se sentía avergonzada por el exceso de líquido que había expulsado al correrse.

Verónica, al final sonreía por tal confesión, mientras pedía a José Miguel una toalla del baño para paliar los efectos de la inundación de su cara, y cama... Mónica se había vaciado en su último orgasmo, de una forma que jamás había visto a ninguna otra mujer.

FIN.

...

Espero que lo hayan disfrutado... Tú también, Leni...

Escríbanme. Contestaré a todos los que deseen contarme cosas, a través de mi correo electrónico. Me encanta compartir de todo, incluso detalles sobre vuestros gustos y aficiones.

Les cuento que uno de mis próximos proyectos, hay varios más,  sin más pretensiones que el de hacer disfrutar a los lectores, es un libro que tengo en marcha de título provisional: “Historias reales de cornudos complacientes”. Quiero contarles diez historias reales noveladas con escenas de sexo morboso. Llevo actualmente redactadas en borrador siete historias y aún puedo integrar tres historias más si alguno de ustedes, quiere que su experiencia como cornudo o cornuda quedé para la posteridad..., cambiando obviamente nombres y ciudades.

Hasta muy pronto.

PEPOTECR.