La intelectual

Una chica intelectual que desea eperimentar con su padre el sexo, lo logra al fin tras largas provocaciones.

La intelectual

¡Hola, mis caros amigos y amigas! Quiero que sepáis que estoy encantada con esta página. ¿ Quién hubiese pensado que tantas y tantas personas tuviésemos tanto en común? Tantos que disfrutásemos del delicioso y exquisito incesto.

Desde que encontré esta página he querido contar mi historia, he querido compartir con vosotros mis vivencias, compartirlas tal y como se cuentan en medio de un grupo de amigos queridos. Quizás a vosotros os gusten y agraden mis experiencias, como a mí me han gustado mucho las de algunos de vosotros, con las que mi padre y yo nos hemos corrido tantas veces frente al ordenador, y en nuestra cama, durante nuestros calientes coitos. En fin, aquí os va nuestra historia: mía y de mi padre.

A mis 12 años mi madre se divorció de mi padre y se casó con otro hombre. Mi hermano mayor y yo nos fuimos a vivir con ella en primera instancia. Pero luego por problemas con el esposo de mi madre, nos volvimos con mi padre. Él nos recibió con los brazos abiertos, él siempre fue, y es, muy cariñoso y comprensivo. Al contrario de mi madre, que era una mujer regañona y amiga de las camorras. Y que siempre nos maltrató mucho.

Pasado un tiempo, mi madre se mudó a otra comunidad autónoma y ya casi no nos vimos más. Ella llamaba muy raras veces. Creo que nunca le importamos mucho. Mi hermano y yo conversábamos mucho sobre eso. Y llegamos a esa conclusión.

Recuerdo, que mi primer contacto con la sexualidad, fue un día en que mi padre llevó a casa a una novia suya. Mi hermano jugaba en la calle conmigo. Pero nos peleamos y yo volví a casa. Al abrir la puerta me dirigí curiosa en busca de mi padre. Su habitación estaba cerrada. Pero de ella salían los gritos de placer de aquella mujer, que estaba como una loca. Mi padre le decía palabras obscenas, y se oía como la follaba queriendo desbaratar la cama. Y la mujer gritaba y gritaba, y pedía más. Yo escuché todo, hasta que dejaron de follar. Luego me fui muy perturbada a la calle y le conté todo a mi hermano. El me explicó todo sobre el sexo, todo lo que él sabía, como cualquier chico educado a sus 15 años. Y me dijo que no molestase a nuestro padre, que eso era cosa de adultos. Pero eso fue determinante para mí, que era una chica fantasiosa y curiosa.

Desde entonces para mí el sexo tuvo un gran atractivo. Ejerció sobre mí una gran fascinación. Siempre que pude, busqué literatura para aprender más y más. Leí muchas revistas y libros, y vi muchas revistas pornos, que mis amigas me prestaban y que yo escondía en mi cuarto. Y si mi padre llevaba mujeres a casa, por las noches yo me desvelaba para escuchar, pegada a la puerta, todo el ruido de esas grandiosas folladas.

En la Preparatoria yo era una chica tímida y callada. Además siempre usé gafas. Mis amigas, que eran pocas, me decían que yo era muy guapa, pero que no me sabía vestir, ni combinar los colores de mis vestidos, etc. Entonces fui un patito feo.

En fin, así llegué a los 16 años, siendo mis principales atractivos: mis nalgas, grandes y bien torneadas, que harían las delicias de cualquier hombre; además de unas piernas fuertes rellenicas y unos pechos medianicos; y mi rostro, que siempre lo había tenido "escondido" tras las gafas, que como dije nunca he dejado de usar.

Bien, fui un ratón de biblioteca, no lo puedo negar. Cada vez que podía leía sobre sexo. Los chicos de mi edad me parecían tontos, y que no sabían nada de nada. Yo quería follar, ser follada incansablemente, pero simplemente no había nadie en mi reducido círculo de amigos que lo hiciera. Además yo era terriblemente tímida. En varias ocasiones rechacé propuestas a salir, invitaciones de chicos, por miedo, o yo que sé. Porque sabía que no compaginaríamos.

En cambio los hombres maduros me parecían encantadores y expertos. Pensando en ellos me masturbaba por las noches a diario. Tocaba los labios de mi vulva y los frotaba hasta que quedaban completamente lubricados y mis dedicos todos mojados. Pero me daba miedo penetrarme, quería hacerlo, pero pensaba que me podía hacer daño. En fin.

Sólo conocía a unos pocos amigos de mi padre. Aunque uno de ellos me gustaba mucho, y aunque fuimos pareja a escondidas, él nunca se atrevió a ser más audaz, a invitarme a salir a algún sitio más íntimo... Yo que sé. Me dejó con las ganas de ser follada. Solamente hubo muchos besos y caricias íntimas, nada más. Cuando mi padre comenzó a sospechar de nuestra amistad, él se rehusó a ir más allá. No volvimos a salir. Y rompimos. Él fue muy galante conmigo, pero nada más. Él estaba casado. A mí eso no me importaba, pero a él sí.

Mi padre, un hombre que siempre conservó su buen estado físico, siempre en forma, tenía entonces 43 años, unas pocas canas, manos grandes y varoniles y una sonrisa preciosa. Él era, y es, contable en una buena empresa. Y nunca nos faltaba nada, ni a mí hermano ni a mí.

Mi hermano ya estudiaba entonces en la universidad, y ya no pasaba en casa.

Cierto día, cuando ya tenía yo 19 años, le pregunté a mí padre por qué ya no salía, como antes, con chicas. Y me dijo algo muy tierno. Me abrazó y me dijo que había renunciado al amor por sus hijos, que las mujeres que había conocido no quisieron nunca hacerse cargo de nuestro hogar, que aquellas mujeres solo deseaban su dinero, sin querer la responsabilidad de vivir en una casa con chicos crecidos. Yo lo abracé tiernamente y le di un beso en la mejilla. Encendimos la TV y miramos una película cualquiera. Yo lo miraba de reojo, más bien lo admiraba. Él estaba muy guapo, muy varonil. Yo me preguntaba cómo era posible que un hombre así estuviese solo. Recordaba yo la violencia con la que le gustaba hacer el amor, y no me imaginaba que él pudiera reprimir esas ansias tan grandes. Lo miraba y me decía: "Mi padre se merece lo mejor, es un gran hombre."

Días después, no sé por qué, comencé a leer sobre incesto. Leí cosas horribles, y otras muy excitantes. Leí, por ejemplo, que según los científicos, en teoría los coitos entre parientes, debían ser igual de excitantes que entre desconocidos. Y más excitantes tal vez, pues había que sumar a la relación, el componente del amor filial que había entre ambos. Al cerrar ese libro, recuerdo, me lancé a mi cama y comencé a masturbarme, como una loca, pensando en mi padre, pensando que él me tocaba y acariciaba el cuerpo entero.

A la noche miramos TV como de costumbre. Yo guié la conversación hábilmente. Le dije que deseaba volver a ser una niña y sentarme en sus regazos. Yo tan solo llevaba puesta mi bata de dormir, y la ropa interior. Él rió. Y yo me senté sobre sus piernas. Y lo abracé. Eso me pareció muy excitante. Cada vez que podía, hablaba yo alto y me reía mirando la cinta. Eso lo aprovechaba yo para correr mis nalgas, para acercarlas a su sexo... Llegué a estar sentada encima de su pene, y aprovechaba la película para moverme un poco, hablando y riendo...de pronto él argumentó un no sé que y se levantó del sofá. Yo sabía que había provocado en él una pequeña erección... Y me sentí extraña y gozosa. Muy extraña, como si hubiese bebido copas de más.

Mi padre era muy respetuoso. Cuando volvió, nos sentamos igual, uno al lado del otro. En un momento me volví a echar sobre sus piernas. Y él no se inmutó. Él creía que, tal vez, esa actitud mía era inocente, que lo hacía sin darme cuenta, sin malicia... Nada más lejos de la verdad. Entonces yo volví a empezar... Mi padre, algo azorado, me empujó un poco hacia sus rodillas, y me dijo: "Mira, que me duele el vientre". Yo le sonreí... Y al poco rato ya estaba sobre su pene de nuevo. Mi padre quiso levantarse otra vez... Pero yo le dije: " Padre, estáte quieto, estoy cómoda así" Entonces él me sonrió con nerviosismo. Y se quedó inmóvil... Unos instantes después se fingió dormido profundamente.

No supe que hacer más. No sabía yo misma lo que quería. Estaba sentada sobre su pene, que al moverme yo, se iba poniendo duro y erecto. Su pene era grande, descomunal. No sabía yo entonces el tamaño de un pene, hasta esa noche. Fue algo muy incómodo y a la vez excitante. Y eso fue todo por esa noche. No sabía que hacer. Restregué mis nalgas contra ese pene enorme, una y otra vez... y nada más. Apagué la TV y me fui a masturbar a mi cuarto.

En los días sucesivos repetí mi estrategia. Y siempre él se fingía dormido.

Una noche como dos semanas después de eso, me senté a un lado de mi padre cuando ya estaba erecto. Lo vi tan guapo, tan hermoso y varonil, que me entristecí al pensar como él me dejaba jugar con su pene sin decirme nada, sin regaños, tan sólo porque me gustaba hacerlo. Me remordió la conciencia. Pensé que el pobre luego de irme yo a dormir se iría a masturbar a solas a su cuarto. Y por ser el tan bueno, me sentía yo tan mal. Así que lo abracé. Él seguía "dormido". Dejé mi mano rodar inocentemente hasta su pene. Sentía algo como una corriente eléctrica que me recorría todo el cuerpo desde mi mano...Y con miedo lo comencé a acariciar por sobre los pantalones. Muy lentamente, lentamente... Hasta que lo sentí enorme, como queriendo romper la tela que lo guardaba... Miraba a mi padre a la cara, solo había la luz del TV en la sala... Él no abría los ojos. Me hice de valor... y apreté su pene entre mis dedos... y lo comencé a frotar... un minuto... dos... tres... No sé cuanto tiempo. Sólo recuerdo que en un momento dado, su pene se movió con fuerza y mi padre eyaculó mucho, pero mucho. Sus pantalones quedaron empapados. Él se movió entonces... Yo me asusté y me fui a mi habitación... Allí me masturbé como loca... y sin saber como ¡me metí el dedo una y otra vez hasta correrme! Así perdí el miedo a penetrarme y me sentí muy contenta. Deseaba que mi padre llegase a mi habitación, que tocase la puerta, que me follara...pero no llegó.

Creo que desde ese día mi padre comprendió que yo era muy tímida. Pues los días siguientes ya no se movió ni un poquito mientras yo le masturbaba, y se corría abundantemente en mis manos, y yo lo dejaba así empapado y me iba.

Pero yo quería más. Quería tocar su pene, su piel, verlo; por eso, cuando me armé de valor le bajé la cremallera una noche. Tiré de su ropa interior un poco, otro poquito ( eran instantes que se me hicieron eternos!)... hasta que pude tirar fuera su magnífico pene, que a la luz de la TV se veía colosalmente erguido y a punto de explosionar. Lo palpé con miedo...Lo tomé...Lo comencé a frotar mucho, con mis dedicos que apenas lo podían rodear. Pronto se empezó a poner morado oscuro y caliente, yo sabía que iba a eyacular, que mi padre llegaba al clímax, la cabezota del pene estaba enorme, enorme. No sé por qué lo hice, pero me puse esa cabezota en la boca y comencé a chuparla mucho con la lengua, a la vez que frotaba todo el pene con mis manos, y acariciaba aquellos testículos velludicos... Fue así que tras mucho frotar, sentí como un torrente de semen tibio me llenaba la boca de golpe, en una explosión deliciosa... ¡Bebí todo ese semen, me encantó!

Luego seguí lamiendo el pene enorme de mi padre y lo dejé muy limpio. Esa noche no pude dormir pensando en ese pene que había tenido entre mis manos, tan grande, tan gordo, con una cabeza tan enorme y deliciosa. Me miraba mi vulva, tan pequeñita, con sus vellitos ensortijados y sus labios chicos pero apretadicos, gordicos, y me daba miedo pensar que un pene así de grande me follara. Tenía miedo, pero no podía dejar de pensar si mi vaginica podría con un pene así. Me lo imaginaba entrando y saliendo, todo lustroso por la lubricación, y quería hacer la prueba. Yo era virgen pero quería ser penetrada por un pene enorme, que me partiese en dos. En esos días pensaba solo en sexo y en mi padre. Y decidí entonces que íbamos a follar. Que él y yo teníamos que follar. Fue mi decisión.

Antes de animarme a más, bebí su semen otras noches. Semanas después, una noche cobré ánimos. Sólo tuve un momento en mi boca aquella cabezota del pene. Respiré luego hondo y me levanté del sofá. Me retiré la ropa interior. Me hinqué, me puse de rodillas en el sofá, a horcajadas sobre la cadera de mi padre, pero de espaldas a él. Si el hacía un movimiento yo me iría en carrera a mi habitación, y no le vería el rostro. Así que así lo hice. Me subí la bata por encima de las caderas, y hecha un puño la sujeté sobre mi vientre...De modo que mis muslos quedaron desnudos, todo mi trasero quedó al descubierto, al igual que mi vulva velludica... Tomé su pene con una mano, me agaché un poquitín... hasta sentir como la cabezota del pene me rozaba los vellitos de la vulva. Lo froté entonces contra mis labios mayores... y lo sentía palpitar, y cobrar fuerzas mayores... Sentí como el pene de mi padre tenía ya la cabeza húmeda con mi lubricación... Yo respiraba a jadeos... Respiré muy hondo y me senté sobre el pene con más fuerza... ¡Ahhh!!! Al recordar como entró hasta la mitad, me corro de nuevo. ¡Sentí dolor, mucho dolor, pero con mucho placer!!! Solamente resistía el pene hasta la mitad... Yo subía y bajaba... una y otra vez.... pero solo hasta la mitad me lo metía, más me daba miedo... Subía y bajaba... Sentía como mis labios estaban al límite, extendidos, abrazando a ese pene enorme, dándole una muestra de cariño, llenándolo de lubricación...

Entonces pasó lo inesperado. Yo no me di cuenta. Mi padre me miraba la espalda y las nalgas, orgulloso de lo que hacía con su pene. Pero él ya no aguantaba más, estaba exitadísimo, así que me sujetó por los pechos sobre la bata y me dijo: "Eres una chica traviesa. Déjame desflorarte como se debe" Y me haló hacia abajo con fuerza... ¡!!Ahhhh!!! su pene entró con fuerza hasta los cojones. Yo me retorcí de placer y me corrí, una , dos veces, tres... Papá me follaba duramente...con fuerza... sin miramientos... Me puso las manos en mis muslos, y me haló de nuevo... una ...dos... tres veces... hasta que explotó en semen su polla... y el chorro me comenzó a bajar por el ano. Papi me embistió unas cuantas veces más. Luego me desasí de sus brazos y me levanté, sintiendo un ardor al salir el pene de mi vulva. Miré a mi padre, estaba serio. Me miraba a los ojos. Se acomodó su polla dentro del calzón y se abrochó los pantalones.

Me acerqué a él y lo besé en la boca, con todo y lengua. Y me fui presurosa a mi pieza.

Pasó una semana y no lo volvimos a hacer. En mí el deseo había caído en el letargo. Fue algo extraño. Mi padre me pedía explicaciones de mi nuevo estado anímico y yo no le sabía responder. Él pobre estaba preocupado. Creía que lo odiaba, pero no era así.

Fue una tarde, casi dos semanas después de nuestro coito, cuando él vino llorando de arrepentimiento hasta mí. Yo le dije que no fuese tonto, que aquello había estado grandioso... Y lo besé en la boca con todo y lengua... Llevaba yo una falda ligera corta, y mi padre me comenzó a acariciar las rodillas, los muslos... Cuando me percaté él me besaba los senos... Me levantó el sostén y me mamó los pechos... Yo levanté mis piernas por instinto... Y él me acarició mi sexo...Luego metió su cara entre mi sexo y me lamió mucho, mucho, mucho... Sólo pude subir mis piernas y dejar que me quitase la ropa interior y que me follara, una y otra vez, y otra vez.... Fue grandioso. Después de corrernos, nos estuvimos besando tiernamente por horas...

Desde entonces lo hacemos todos los días, en todas las posiciones imaginables. Vivo en un verdadero paraíso de placer. Y sin embargo... Tengo ahora fantasías con mi hermano mayor... No es algo que haga conscientemente... Es solo que cuando le veo en casa y pienso que no sabe nada de cuanto papá y yo gozamos... No sé me da remordimiento y quisiera que él también se nos uniera...Desearía que él también me follara... Mi padre dice que soy una verdadera putica... "Putica", esa palabra me encanta... Pero no sé... No sé...

¿Vosotros que opináis?