La insistencia de Luis

Fue un verdadero acoso

Si no me hubiera dejado mi novio no habría tenido esa depre y, seguramente, no me habría comportado así. Ahora no me arrepiento, pero hubo momentos en los que lo pasé fatal.

Llevaba unos cuantos días con ganas de marcha y no encontraba a nadie para darme un merecido desahogo, necesitaba hacer algo distinto, salir de este marasmo mental en el que estaba, reírme un rato… Al aparecer mi hermano en casa, encontré al tío perfecto para echarme unas risas, quise provocarle un poquito aquella noche pero, ni por lo más remoto esperaba que me propusiera aquello.

Estaba viendo la tele en el salón, Luis acababa de llegar de la calle, se notaba que había bebido unas copas, llevaba un buen puntillo y estaba de muy buen humor. A mí, aunque la bebida me pega mucho, me serví un cubata, con eso ya iba bien servida. Me lo tomé para desinhibirme, para no estar cortada delante de él, para provocarle un poco…

Tomándole el pelo, conseguí que me contara sus primeras experiencias amorosas; él, a pesar de ser menor que yo (ahora tenía 19 añitos), se había estrenado con una señora, amiga de la familia, que le había enseñado muchísimo durante años, hasta que se quedó embarazada (no se supo de quién). Luego, según me comentó, había estado con un montón chicas distintas ¡Toda una pasada!

Yo había tenido algunos novios, tres para ser exacta y naturalmente que había hecho el amor con ellos; no habían sido malas experiencias, todo lo contrario, pero nada que ver con lo que me estaba contando Luis.

Seguimos con las confidencias… De forma algo inocente (ya digo que sólo quería unas risas), había provocado a mi hermano hasta ponerle algo cachondo. Era solo un juego, un poquito caliente pero sin ser nada especial.

Era curioso, por entonces me había convertido en una asidua lectora de relatos (eróticos), los devoraba, me excitaba con las situaciones que se daban e imaginando los personajes; pero nunca me vi como una de estos personajes ni a mi hermano tampoco. Un día me puse a reflexionar: Si tanto me gustaban estas historias ¿Por qué no me apetecía ser la protagonista de una de ellas? Bueno, no es que no me apeteciera, simplemente no me veía así, no se me ocurría, eran cosa de la imaginación de otros.

Dándole vueltas pensé que no era normal y quise racionalizarlo, me fijaba en Luis e intentaba descubrir por qué no sentía lo que otros contaban, gustándome especialmente los relatos filiales.

Camelándole como a cualquier tío, retándole a que me enseñara lo bueno que estaba, había conseguido que se quitara la camiseta y verle su torso, para comprobar si realmente era cierto o no lo que contaba (se lo tenía muy creído). Me llevé una sorpresa ¡Estaba de impresión!

De ese chico cuasi imberbe que recordaba de la playa el año anterior, me encontré a un tío bastante musculoso y fibroso. Se notaba que este último año se había machacado mucho en el gimnasio, y esto, unido a su estatura, le hacía un tipazo como no había conocido en mi vida. Ante su insistencia y para igualar las cosas, tuve que transigir y quitarme yo también mi camiseta, dejándome el sujetador naturalmente. Alabó mis tetas un montón.

Me gustaría tenerlas más grandes, uso una 90 (más o menos), las tengo muy tiesas y bien puestas, pero creo que un poco más de volumen quedaría mejor. Me alagó muchísimo que dijera que eran perfectas, aunque ya se sabe, el alcohol…

Me volví a poner la camiseta, él no. Seguimos charlando con más confianza, mientras interiormente seguía intentando averiguar por qué mi hermano no me gustaba; quería que me atrajera, me excitara… Por lo menos era capaz de ver que estaba buenísimo… Pero no conseguía superar la sensación de que no era para mí…

No me di cuenta de hasta dónde estaba llegando la charlita o de lo que él había bebido hasta que, después de un momento de silencio ensimismada en mis pensamientos, me lo propuso como algo natural.

-Oye tú ¿Te apetece echar un polvo? Es que… ¡Joder! De tanto hablar de esto ando súper caliente, tía. – Me dijo con la lengua trabada.

Para mí, como dije antes, toda la conversación había sido algo calentita pero nada del otro mundo, unos cuantos secretillos sobre nuestra vida sexual, exhibir un poquito de físico… ¡Casi se me caen las bragas del susto! Todo lo que estaba pensando sobre él se desvaneció como por ensalmo.

-¡¿Qué?! ¡¿Estás chalado?! ¡¿Tú y yo?! ¡Tú no estás bien! – Dije con espanto.

-¿Por qué no? ¡Todos los hermanos follan! – Dijo como una verdad absoluta.

-¡¿Qué todos los hermanos follan?! ¡Estás realmente mal! ¿De dónde te has sacado eso? – Me estaba dejando alucinada y con un principio de taquicardia.

-¿Nunca has leído un relato erótico? Hay mogollón en internet. Si te fijas, tía, lo que más hay son relatos filiales, porque es lo que más se practica. – Parecía totalmente convencido y, lo que es peor, convencerme a mí ¡Se me salía el corazón por la garganta!

-¡Claro que he leído relatos! Pero son fantasías, tío, hay más porque dan más morbo. ¡No conozco a nadie que folle con su hermano! – Contesté muy alucinada y segura de mí misma, al borde mismo del ataque.

-¡A ti te lo van a decir! Eso no se cuenta, tía, que pareces nueva. Pero todos lo hacen, tía, te lo digo yo. Anda, venga, vamos a echar un polvo…

¡Y lo decía en serio! Sin saber qué contestar, más allá del espanto y totalmente atacada, me levanté del sofá.

-¡Vete a la mierda! Me voy a la cama. – Contesté muy molesta y enfadada mientras me iba a mi habitación, con un sofoco tremendo.

Le dejé en el cuarto de estar bebiendo otro cubata y con una sonrisa cínica en la cara. Me había dejado una sensación angustiosa. Nunca hubiera imaginado que Luis quisiera acostarse conmigo, como yo tampoco quería hacerlo con él. Me imaginaba que tendría una actitud normal, una cosa es excitarte con relatos y otra ser el protagonista…

Me dejó también un nudo en el estómago y mucha ansiedad. A partir de entonces, empecé a rehuirle lo que podía y él a joderme cada vez que me veía. Después de pedírmelo la primera vez, parecía haberse desinhibido y ahora se lanzaba todos los días, seguro que para vacilarme y ponerme nerviosa.

-Bueno, qué ¿Ya te lo has pensado, tía? ¡No me digas que no te apetece probar! – Me decía con recochineo.

-¡Vete a la mierda, imbécil! ¡Déjame en paz de una vez! ¡Ya te he dicho mil veces que no! – Contestaba invariablemente, cada vez más molesta.

Así continuamente, era pesado de narices (o de cojones). Más que pesado, era agobiante.

Ahora vivíamos solos en casa, mis padres, desde el año anterior, habían regresado a su pueblo, odiaban la capital y en cuanto pudieron se volvieron, dejándonos solos en el piso que teníamos aquí mientras siguiéramos estudiando. Muy de vez en cuando, venía mi madre a hacernos una visita pero era raro, sólo nos veían durante las vacaciones y poquito. Así las cosas, me estaba resultando cada vez más agobiante convivir con mi hermano.

Pero… ¡Cómo es la mente humana! ¡Ni yo misma me lo creo todavía! No imagino cuál fue mi proceso mental, el caso es que llegó un momento en que empecé a pensar en probar de verdad, no sé… Aunque le mandara siempre a tomar viento fresco, por dentro le daba vueltas, pensaba en comprobar si era tan morboso como los relatos decían, tan diferente el hacerlo con un hermano... Creo que se me fue la cabeza. Más que creerlo ¡Estoy segura!

Estando una noche juntos en el cuarto de estar, últimamente Luis estaba algo más tranquilo gracias a Dios, yo leyendo y él viendo la tele, volvió a la carga otra vez, pillándome desprevenida.

-Bueno, tía… ¿Cuándo te vas a decidir?

Enseguida supe de qué me hablaba pero me hice de nuevas.

-¿Decidir a qué? – Pregunté con indiferencia. Me empezó a aumentar el ritmo cardiaco.

-Ya sabes, tía, a echar un polvo conmigo.

-Cuando las ranas tengan pelo… - Contesté sin hacerle caso, ni levantar la vista del libro. Ya andaba por lo menos a 150 pulsaciones.

Seguí intentando leer, él callado y mirándome con una sonrisa que me ponía nerviosa. Apenas veía las letras, estaba dándole vueltas, empecé a sopesar de verdad  la propuesta y sentía que no me apetecía nada hacerlo con él, el corazón amenazando con desbocarse… Decididamente no, no iba a hacer nada con él y este  acoso se tenía que acabar.

Harta de sus continuas insinuaciones decidí, por una vez y sin que sirviera de precedente, cambiar de estrategia para que me dejara en paz de una vez por todas (si no, me moría de una taquicardia). Seguro que si le decía que sí, él se echaría para atrás, es lo que siempre pasa.

Con el corazón a punto de salirse por la boca, dejé el libro en la mesita volviéndome hacia él para contestarle.

-Bueno, vale. Aunque sólo sea por no oírte… - Ni siquiera me reconocí la voz.

Apenas había terminado de hablar cuando, el salido de mi hermano, había prácticamente volado desde su sillón y estaba literalmente encima de mí. Quiso besarme mientras yo, totalmente desconcertada, intentaba apartarle empujándole con las manos y retirando la cara.

-¡Tío, para, para! ¿Se puede saber qué coño haces? – Dije muy alarmada por su reacción ¡Mierda, no se había rajado!

-¿No has dicho que sí? – Contestó de rodillas en el suelo.

-¡Sí, pero no cuando! Me lo tengo que pensar mejor… - Dije totalmente acojonada. Sólo había querido que reaccionara al contrario, me había sorprendido tanto que se me había asustado de verdad, no tenía ninguna intención de hacerlo con él.

-¡Ni de coña! Ahora no te puedes echar atrás, tía. ¡Mira cómo estoy! – Dijo mostrándome descaradamente el bulto de sus pantalones, abriendo las rodillas en el suelo.

Se levantó, me cogió de la mano y me levantó del sillón. Estaba más que volada ¿Por qué no le había mandado a la mierda como siempre? ¡No me apetecía una mierda, no me ponía! Sería monísimo pero no me gustaba nada de nada (para esto, claro)…

Me abrazó con pasión enterrando su cara en mi cuello, dando mordisquitos, chupándome las orejas, mordiendo suavemente los lóbulos… Yo ni me movía, me había dejado petrificada… Aparte de que su abrazo me tenía totalmente atrapada.

Se me fue el sentido del tiempo, mi corazón a más de 200 pulsaciones y el cabronazo este sólo me hacía cosas en el cuello y las orejas… Quise controlarme. “Calma, Lidia, calma…” Intenté mantener el control, no iba a dejar que se aprovechara. Hice un sobreesfuerzo por serenarme y, de paso, comprobar qué se sentía. Ya que no me dejaba ni mover… cerré los ojos para concentrarme.

Sí, bueno, lo hacía bien… La verdad es que… Vale, tenía su morbillo saber que era mi hermano, pero tanto como excitante… Todavía incapaz de reaccionar, estaba más asustada que otra cosa…

Con una habilidad pasmosa, me quitó la camiseta antes de decir “esta boca es mía”, dejándome en sujetador, tardando menos y nada en quitarse la suya. Ni me dejó apartarme entonces del pasmo que tenía.

Abrazándome fuerte otra vez, me acariciaba la espalda con suavidad, tanto con las palmas como con la yema de los dedos… Era bastante hábil… Soltó el sujetador con facilidad, me lo quitó y aplastó su pecho contra mis senos. Era una sensación agradable sentir el contacto directo de su piel en mis pezones… ¡Pero no, que no quería, coño!

Volviendo a la realidad, hice otro intento por separarme de él, metí los codos entre nosotros haciendo fuerza… ¡Joder! Me tenía súper agarrada, no me podía apartar…

-¡Luifs, miedda, no, apadta, mmmfff! – Intenté pararle mientras, sujetándome de la nuca,  sellaba mis labios con los suyos ¡Coño, que iba lanzado!

La verdad es que, entre tanto forcejeo, no me di apenas cuenta de cómo me tumbó en el sofá, me seguía haciendo lo mismo, besos y mordisquitos en el cuello, labios, orejas… Fui más consciente cuando sus labios besaron y mordisquearon mis tetas… Estuvo una eternidad, yo tenía mis manos en su cabeza y hacía fuerza hacia arriba, reconozco que cada vez menos, intentando separarle. Me estaba agotando ¡Cómo se resistía!

Para cuando atacó las areolas y los pezones, inconscientemente llevaba ya tiempo esperándolo, sin darme cuenta llevé mis manos a su espalda y le acaricié, perdida en un mar de sensaciones contradictorias y no sabiendo hasta dónde iba a llegar...

Me dio media vuelta poniéndome boca abajo, me empezó a acariciar y besar la espalda, desde la nuca hasta el borde de mis pantaloncitos cortos. De momento, no había hecho el más mínimo intento de quitármelos y yo, intentando escaparme, cada vez me resistía menos. Ahora no parecía que me fuera a hacer nada de verdad.

Se sentó encima de mi culo y las caricias pasaron a ser más intensas en fuerza, me empezó a dar un verdadero masaje. Debió de coger algún tipo de aceite o crema porque sus manos resbalaban con muchísima más suavidad. Al principio me hacía algo de daño, pero poco tiempo después me dejaba súper relajada, olvidándome de todo; nunca me habían dado un masaje y me pareció divino.

Se bajó del culo hacia mis piernas. Metió las manos por debajo de mis caderas, desabrochó el botón de mis pantalones, bajó la cremallera y fue quitándomelos junto con las bragas, dejándome el trasero al aire. Masajeó la rabadilla hacia las caderas… Bajaba más mis shorts para dedicarse a mis muslos…

Cada vez más relajada, prácticamente ya ni me acordaba de por qué me había tumbado en el sofá y me había dejado en pelotas, sólo disfrutaba de su masaje. Una pierna hasta el pie, la otra… Las plantas de los pies, los dedos… ¡Buf! ¡Qué gozada!

Paró un momento… Antes de girar la cabeza para ver qué estaba haciendo, volvió con las caricias, de abajo hacia arriba, hacia abajo otra vez… ¡Joder qué tío! ¡Qué masajes daba!

Di un respingo cuando una de sus manos me acarició el coño por fuera, no me lo esperaba… Lo curioso es que sólo fue eso, una simple caricia por encima; siguió con las piernas como si nada. Estaba ya en la parte superior de los muslos, frotaba, subía, bajaba… Así, empezó a acariciarme mi parte íntima en cada pasada, estando en la parta alta del muslo, casi en las nalgas, parecía que no podía pasar la mano por otro sitio, era casi de cajón…

Un muslo, otro, las caderas… Sus manos frotando con delicadeza, como quien no quiere la cosa, mis labios mayores, como de pasada… De repente, un dedo se introdujo en mi interior y fui la primera sorprendida al notar la facilidad con la que entró, caí en la cuenta de que estaba totalmente húmeda y dilatada… A pesar de tensarme entera, esas caricias internas me llevaban al séptimo cielo… Aún así hice un intento de revolverme, de pararle los pies, una cosa era un masaje y otra meterme mano…

Sin embargo, a pesar mío, siguió y siguió frotando el interior de mi intimidad y me aplastó con su peso, acallando todo intento de rebelión; me estaba poniendo a mil… Frotaba por dentro las paredes vaginales, algún dedo juguetón pasaba por mi clítoris…

-Luis, no, déjame, no… Aaahhh

Se tumbó prácticamente encima de mí, un poco de lado para seguir acariciándome, impidiéndome todo movimiento. Hasta cierto punto era agradable sentir su peso, pero no me dejaba moverme… Seguía con sus caricias internas, ahora frotaba un poco más fuerte, sobre todo por arriba de mi vagina… Parecía que me iba a hacer pis, creo que estaba muy cerca de la vejiga,  estaba sintiendo algo muy raro, nunca me había pasado…

-Por favor, para, Luis, para…

Quería que lo dejara, no era doloroso pero sí extraño e incómodo… De repente, las sensaciones cambiaron de intensidad, creí que me meaba, me estaba rayando y…

-AAAAAHHHHH, AAAAHHHHH, AAAHHHHHH

¡Joder qué orgasmo! ¡Qué fuerte…! ¡¿Qué coño me había hecho?!

¡Buf! ¡Qué pasada, nunca había tenido un orgasmo así ni parecido…!

Sacó sus dedos de mi interior; sin bajarse de encima de mi espalda, me acariciaba, con mucha suavidad, el lateral de mi cuerpo y la propia espalda hasta que me relajé del todo. Tenía que reconocer que él tenía parte de razón ¡Qué morbazo! ¡Qué gusto! ¡Qué corrida! También… ¡Qué sensación más rara!

Se incorporó un poco y siguió con sus masajes, sobre todo en las nalgas… Yo me reponía de mi orgasmo con la cabeza hecha un lío. Sentí cómo me levantaba un poco las caderas e introdujo un cojín debajo de mi vientre, me abrió un poco más las piernas y… ¡Coño! ¡Que me la estaba metiendo! ¡¿Por qué?!

¿Cuándo se había desnudado? ¡No me había dado ni cuenta! ¡Joder! ¡Virgen Santísima! Me estaba metiendo algo impresionante, era enorme, debía de ser un consolador… ¿Y qué iba a hacer mi hermano con un consolador?

Casi me saca la matriz por la boca ¡Qué pedazo de polla! Empujaba y me hacía puré…

-¡Coño! ¡Joder! ¡No aprietes, joder, no aprietes! – Conseguí articular dentro de mi estupor. Me estaba haciendo muchísimo daño por dentro.

Dejó de intentar metérmela hasta la garganta, se salió suavemente y volvió a acariciarme la espalda y las nalgas. Tardó un poco pero se me fue pasando el dolor… ¡Qué daño, coño!  ¡Me había hecho polvo por dentro! Esperaba que ya hubiera terminado todo…

Me dio media vuelta y entonces le vi, para mí, ahí cambiaron las cosas porque le vi tal cual, le vi la cara, le vi su polla… ¡Era de impresión! Tampoco era una experta, sólo había tenido tres novios y nunca había sido un tema importante. Hasta entonces siempre había opinado que “el tamaño no importa”…

Alucinada por el morbo que me estaba dando (no me lo esperaba), me aupó un poco por las nalgas volviendo a mi interior con más suavidad, introduciendo ese cacharro poco a poco hasta que noté que había llegado al fondo. Entonces se quedó quieto, encima de mí, besándome las tetas, los pezones, los labios…

¡Mi madre! ¡Tenía el coño más dilatado que en mi vida…! No sé describir bien la sensación, por un lado dolía un poco, tiraba… Por otro, pensé que era lo mejor que me hubieran metido… Es que se notaba todo, todo, todo, muchísimo más… Pensé que “el tamaño importa”. Sentía cosas completamente diferentes, incluso me hacía daño, pero era un dolor que se agradecía… (Si no hacía el bruto como antes).

El morbazo de la situación no había hecho más que aumentar, más ahora que le miraba a la cara... ¡Luis me estaba follando! ¡Y qué polvazo! No sé  qué sentía aparte de que esto era súper fuerte, era completamente distinto a todo, no lo cambiaba por ninguna sensación anterior… De tanta excitación que tenía, me daba la impresión de que me iba a correr sin tocarme siquiera…

Y así fue, apenas había empezado con su mete saca cuando me estaba yendo al paraíso en un orgasmo fabuloso.

-AAAAHHHHH, LUIIIIIISSSS - ¡Esto era la leche! ¡Lo más!

Él ni había abierto la boca todavía. Me había besado el cuello, la boca, las orejas, las tetas… Me había dado un masaje único, me la había metido… Y yo ya había llegado dos veces, todo en silencio, en silencio salvo mis gemidos. Nunca me había parado a pensar si los daba o no, tampoco lo había comentado con nadie o me había importado… Ahora sabía que había gritado como una posesa, me había dado perfecta cuenta.

Siguió bastante tiempo en esa postura de misionero, me besaba el cuello, me besaba las tetas, enterraba la cabeza en mi cuello… Y entraba y salía de mí sin parar. Al cabo de un poco noté su vello púbico en mi pubis prácticamente depilado, lo sentía perfectamente así como su hueso pélvico golpear el mío… ¡Esto era increíble…!

Un nuevo orgasmo me avasalló como una ola, le agarré la espalda tensándome como nunca, me pareció que era más largo e intenso que ninguno que hubiera sentido jamás… No podía tener un nivel de excitación mayor.

Apenas se movió mientras me iba patas abajo, no me irritó nada de nada y consiguió que este éxtasis durara un montón. No tenía ni idea de si él se había corrido conmigo, estaba en otro mundo…

Fue toda una sorpresa que, saliendo de mí, empezara a besarme por todo el cuerpo. Pensé en mis anteriores experiencias, todo el mundo se quedaba hecho polvo al acabar, casi se dormían y algunos solo acariciaban y besaban muy de vez en cuando…

Él fue distinto, me besó, chupó y mordió durante mucho rato las tetas, luego la tripa, el ombligo… Siguió bajando hasta colocarse entre mis piernas, más abajo, más… Al mordisquearme del perineo a las ingles me dio un escalofrío, al meter la lengua en mi hoyito un ramalazo de placer… Cuando me succionó el clítoris creí que me moría...

Lamió, chupó, succionó… Era la segunda vez que practicaba sexo oral en mi vida (las dos con él), siempre me había dado muchísima vergüenza que me chuparan ahí y… ¡San Juan! ¡Qué pasada! ¡Qué alucine!

Primero por no haber parado a Luis cuando vi lo que pretendía, segundo porque esto era fabuloso, no sabía que fuera tan divino… ¡Me iba a correr otra vez!

El cabronazo de mi hermano me metió unos dedos dentro mientras me comía el clítoris y entonces, frotando mi interior y chupando mi nódulo, creí desfallecer.

-UUUAAAAAHHHHH, AAAHHHHH, AAAHHHHH, AAAHHHHH, AAAHHHHH…

No había chillado así en los días de mi vida, no me había corrido jamás de esta forma, estaba a punto de darme un pasmo…

Cuando se incorporó encima de mí, Luis tenía una sonrisa en la cara de alucinar y sus ojos chispeaban. Por primera vez me metió la lengua en la boca al besarme y le devolví el beso como una desesperada. Le estaba mordiendo los labios con saña, quería que supiera que esto era lo más fuerte que hubiera vivido nunca…

Ni por lo más remoto pensé que, rodando en la cama, poniéndome encima de él mientras nos comíamos los morros, me volviera a meter aquel cacharro, pensaba que ya se habría corrido pero… ¡Mierda! ¡No! ¡Más no…!

Me incorporó sobre su herramienta agarrándome las tetas, haciéndome botar a golpe de cadera… Mi pubis golpeaba contra él produciéndome espasmos impresionantes…

Me tumbó sobre su pecho, me agarró de las nalgas y la cintura empezando un movimiento de mete saca increíble. Iba a toda velocidad, con el bazo con que me sujetaba de la cintura me apretaba contra él para frotar mi clítoris y mis tetas contra su cuerpo, la mano que tenía en mis nalgas avanzó hacia mi agujerito trasero, un dedo lleno de saliva (supongo) con suavidad lo horadó…

Mientras me corría de nuevo, sí, otra vez, dio unos golpes de cadera más intensos, más profundos… En medio de mi locura sentí que su polla se hinchaba una y otra vez con cada acometida suya… Cuando paró, casi agotado, yo aún estaba en los estertores de mi último orgasmo moviéndome suavemente sobre él, su dedo seguía dentro de mi culito, virgen hasta hacía unos segundos y me estaba encantando…

Si antes dije que el morbazo había sido máximo, me había quedado corta. Me faltaba lo mejor ¡Qué alucine! ¡Qué pasada! ¡Joder! Me apetecía gritar, dar un chillido que oyera todo el mundo… ¡ÉRAMOS HERMANOS Y HABÍAMOS FOLLADO! ¡LO MÁS ALUCINANTE QUE HUBIERA VIVIDO NUNCA!

Nada de lo que había leído se acercaba para nada a lo que había sentido, o yo no había sabido captarlo… Recordaba relatos en los que se decía que era muy morboso… Pero no imaginaba el significado auténtico de la palabra o no me había fijado demasiado, o… No sé… ¡Lo más fuerte que me había pasado jamás!

Y después de ese día, como auténticos posesos, volvimos a repetirlo el siguiente y el siguiente y el siguiente…, durmiendo juntos y follando tanto como nuestros cuerpos aguantaron.

Pero, poco tiempo después, empecé a comerme mucho la cabeza, es posible que cierto sentimiento de culpa me agobiara, aunque pienso que no era eso. La cosa es que decidí que no quería seguir acostándome con Luis, no porque no me apeteciera hacerlo con él, sino porque se estaba convirtiendo en algo adictivo, como una droga, tenía casi necesidad física de hacer el amor con Luis y no me parecía nada sano…

Hablé con él de mi decisión, quería tener las cosas más claras, discutimos mucho, no me entendía… Me mantuve firme y no tuvo más remedio que tragar. Pero vi que resultaba más fácil decirlo que hacerlo. Después de una semana sin catar a mi hermano, rehuyéndole lo posible o simplemente, no estando en casa, estaba al borde de la desesperación, no podía sacármelo de la cabeza…

“Vamos a ver”, me decía a mí misma, “si he sido capaz de dejar de fumar, si soy capaz de cualquier cosa que me proponga, también seré capaz de aguantarme estas ganas, digo yo…”.

Como que no. Al cabo de esa semana me subía por las paredes… “Racionalicemos… Anteriormente  me había acostado con otros chicos, había estado bien… Ninguno me había dejado esta ansiedad, esta necesidad de repetir…” ¡Joder, que no podía más!

“Calma, Lidia… Tampoco es para tanto… Muy morboso, muy excitante, sí, pero… ¿Como para perder la cabeza? ¡Esto no es normal! ¿Qué tenía Luis que no tuvieran otros? Atributos aparte, nada de particular. El que tuviera una polla más grande no implicaba, necesariamente, que estuviera todo el tiempo deseando volver a acostarme con él…”

Tenía que haber otra cosa… No sé… ¿Ser hermanos? Quizás… Sí, supongo que parte era eso… No encontraba otro motivo. Yo no estaba enamorada de Luis, le quería muchísimo como lo que era, un hermano… Bueno… Quizás… Sí habíamos conseguido un acercamiento mucho mayor, mucha más confianza…

Tampoco me había seducido (aunque fue muy pesado), ni yo a él, simplemente llegó a pensar que estaría bien hacerlo entre nosotros y al final, da igual el motivo, yo había caído (como que casi me violó). No sabía si era sexo por sexo, el morbo que me daba, la excitación que sentía… Hasta ahora nunca había sido una obsesa, nunca había sido un tema prioritario para mí… Pero ahí estaba.

Tenía que reconocer que mi hermano había sido mejor amante que otros tíos con los que había estado; ahora bien, si nos ponemos a comparar, siempre habrá uno mejor que otros…

En fin, obsesionada es poco; mi única conclusión fue que, el saltarse las barreras de lo prohibido o las que tuviera cada una, más el morbazo que daba (precisamente por eso), hacían de esta experiencia algo muy especial, algo único… Si le sumamos el hecho de que Luis había sido el mejor de los que habían pasado por mi cama… Quería creer que si quitaba alguno de los elementos, el asunto no sería tan obsesivo.

Porque tenía que reconocer que me  estaba desbordando del todo, me estaba rayando un montón  yo sola, todo el día comiéndome el tarro pensando lo mismo ¡Si es que no era capaz de otra cosa!

Por eso tenía que evitarlo, no podía vivir así, había que superarlo como fuera…

Conseguí pasar otra semana más de la misma forma, casi siempre fuera de casa para no verle y dándole vueltas a la cabeza; si seguía en mis trece a lo mejor lo conseguía…

Pero al cabo de esas dos semanas, todas mis esperanzas se vinieron abajo, fue un auténtico golpe. Me pasó al llegar de la calle un viernes por la noche; entré en casa silenciosamente… No quería que mi hermano me oyera.

No sé por qué tuve que ir a su habitación para ver qué hacía, aún estaba que me mordía las tetas de desesperación… Pero es que, nada más entrar, oí unos ruidos sospechosos que venían de su cuarto… ¡No! ¡Mierda, no! ¡No puede ser! Abrí su puerta de golpe y encendí la luz… Una tía en pelotas estaba en la cama con Luis ¡Qué hijo de puta!

¡No quería creerlo! ¡No me podía hacer esto!  ¡A mí no!

-¡Me cago en la puta! ¡Joder, Luis! ¡Sin avisar! ¡Has traído una tía a casa sin avisar! ¡Y follando en tu cama! ¿¡Cuántas veces hemos dicho que no!? ¡Eres un cabrón! ¡Me tienes hasta el coño! – Me dirigí a la chica – ¡Tú, zorra, a la puta calle! ¡Vístete y lárgate de aquí, puta! – Solté como una energúmena, con un vocabulario que ni reconocí.

Di media vuelta dirigiéndome al cuarto de estar para tranquilizarme un momento, estaba que me daba un sofoco. Un minuto después apareció mi hermano con un cabreo de narices.

-¿Se puede saber qué coño te pasa, tía? ¡Joder, qué pollo has montado! ¡La pobre tía está llorando, la has dejado acojonada! – Me soltó casi gritando.

Le respondí en voz baja con muy mala baba.

-¡Me importa una mierda la tía esa! ¡Nunca hemos traído ligues a casa sin avisar así que ya se está largando!

-¡Mira, tía, no te rayes tanto…! Ahora es muy tarde y no le voy a decir que se vaya, sería una putada. Además ¡Paso de ti y de tus movidas! No sé por qué te molesta ¿Se supone que ahora vamos a nuestra bola, no? ¡Tú lo decidiste! ¡No te entiendo, tía!

-¡Me importa una mierda lo que entiendas! Que se quede ¡Pero solo porque es muy tarde! ¡Y sólo dormir! – ¡Como no me hiciera caso…! ¡Mi hermano era mío! Ya ni razonaba.

-¡Anda y que te den! – Contestó.

Me fui a mi cuarto hecha una mierda, no podía creer que mi hermano estuviera con otra, era superior a mí… Estuve mucho tiempo escuchando, con la oreja pegada a la pared, por si oía algún ruido en su habitación, me llevaban los demonios sólo pensarlo… Hasta que me dormí.

Al levantarme por la mañana estaba hecha unos zorros, había dormido fatal dando vueltas en la cama, imaginando cómo Luis se tiraba a esa tía ¡Dios, que me muero! La puta chica ya se había largado, menos mal. Me fui a desayunar, encontrándome a mi hermano en la cocina.

-¡Eres una gilipollas! – Me espetó nada más verme -¿Te tenía que avisar? ¡¿Qué coño hacías tú entrando en mi cuarto?! ¡Como me montes otro pollo por una tía, te juro que me la pagas! – Tenía un cabreo de narices.

-¡Te jodes, ya sabes lo que hay para otra vez! – Respondí de mala leche.

-¡Vete a la mierda! ¡Eres una puta paranoica! – Contestó igual de enfadado

Me quedé callada rumiando los celos que sentía… ¿En eso me había convertido? ¿En una paranoica? Si estaba así era su culpa, él era mi paranoia, haber renunciado a lo mejor que me había pasado nunca… ¡Dios! ¿Por qué lo había hecho? ¡Ah, sí! Porque pensaba que estaba demasiado obsesionada, porque creía que esto no era bueno para mí… ¿Y quién decía que no era bueno? ¡Mierda, me iba a volver loca!

“¡Ya no puedo más! ¡A la mierda! ¡A la mierda todo! ¡Voy a hacer lo que me salga del coño! ¡Este tío es mío, sólo mío y de nadie más! ¡A la próxima tía, me la cargo!”

-Por cierto - Pregunté con voz amable cambiando de tono - ¿Lo pasaste bien con ella? – Como si fuera algo rutinario. Por dentro estaba que me daba algo.

Después de toda la noche muriéndome de celos y desesperación, no iba a pasar ni un minuto más, me importaba una mierda si estaba obsesionada o no, ahora tenía clarísimo lo que iba a hacer con él.

Luis puso los ojos como platos. No sabía ni qué decir… Por lo menos no tenía cara de cabreo.

-No sé, tía. Lo normal… Bien… - Contestó con asombro.

-Ah, vale… O sea, que no estás hecho polvo. – Seguí con voz meliflua ¡Otra vez a 200 pulsaciones!

-¿Hecho polvo?... No… No, claro… ¿Por qué? - Debía de estar flipando conmigo.

“Bien Lidia, hasta aquí, ahora es la tuya, ahora o nunca”. Totalmente pasada de rosca, le cogí de la mano y le arrastré hacia mi habitación.

-Lidia, tía ¿Qué haces? – Preguntó más asombrado todavía. Ni me digné contestar.

Ya en mi cuarto, me quité el pijama de dos patadas ante su mirada alucinada, quedándome solo en bragas.

-¡Ya he aguantado mucho y no puedo más! ¡Y menos verte con otra! ¡O follamos ahora mismo o te violo! – Le dije gritando, histérica perdida.

A Luis se le iluminó la cara y sonrió de oreja a oreja ¡Bien! ¡Tenía las mismas ganas que yo!

-¡Joder, tía! ¡Creía que no querías hacerlo nunca más! ¡Estaba que me moría! – Dijo abrazándome muy fuerte.

¡Joder qué polvo! ¡O polvos! Estuvimos todo el día en la cama intentando aplacar ese ansia que nos consumía por dentro ¡Nada era comparable a esto! Incluso me estaba resultando difícil separar la parte física de la emocional ¿Me estaba enamorando de este cretino? No sé, ya no entendía nada.

Si tuviera que explicarlo, lo que sentía por Luis era muy distinto a otros chicos (de los que hubiera estado enamorada) Con mi hermano primaba la parte física, el morbo, la excitación… O eso creía. Tanta ansiedad y deseo por él tenían una carga emocional muy importante que quedaba sublimada por la otra. Pero existía y me resultaba muy difícil definirla.

¡Dios, qué lío! Pero no me quería comer mucho la cabeza, sólo dar rienda suelta a esta pasión que me atenazaba hasta la asfixia. Había pasado dos semanas sin acostarme con él y casi me vuelvo loca. ¡Mi hermano era una puta droga!

Apoyada la cabeza en su pecho, pensaba en nosotros…

“Coño, lo que le quiero… Aunque, quizás, llegue un momento en que ya no sea tan novedoso y pierda parte de su encanto. Entonces podré, a lo mejor, enamorarme de un chico normal y hasta tener una familia… Quizás.”

“¡Y yo me lo creo! Quiero disfrutar de mi hermano, me encanta más de lo que puedo decir y cada vez que me acuesto con él me siento más viva que nunca ¡Es el mejor momento del mundo…! De hecho, nunca me iría a la cama con nadie y cada vez me siento más feliz. Ese “quizás” queda muy, muy lejos, tanto que no creo que llegue a pasar nunca. Si quiero una familia, ya le tengo a él, además, parece que yo soy para él la misma droga que él para mí ¡Me encanta!”

Sólo han pasado unas semanas y ahora dormimos juntos haciendo el amor todos los días ¡Es de morirse! ¡Lo hacemos en cualquier sitio! No me canso de él, más bien al contrario, cada día le necesito más y disfruto más. No siento ninguna culpa de nada, aunque a veces trate de justificarme a mí misma lo que hacemos; entonces me digo lo que me soltó aquella noche:

“Todos los hermanos follan”

¡Je! Imagino que no es verdad…

Claro que, si no lo es… ¡No saben lo que se pierden!