La Inscripción - Angela 1

Ángela se siente desatendida por su Ama y decide probar en una página web sadomasoquista que busca modelos. Tras inscribirse la citan para una primera entrevista en línea y debe buscar dónde realizarla… y pagar por ello con su cuerpo.

Hola. Primero mejor que me presente. Soy lector asiduo de vuestras historias, aunque con otro perfil, pues eso me da cierta privacidad. Ahora he creado este perfil para publicar, por lo que, aunque no tenga por ahora comentarios, no es que no comente, es que lo he hecho con otro usuario. Supongo que con el tiempo solo quedará este.

Actualmente estoy escribiendo una saga. Varias novelas de fantasía paranormal ambientadas en un futuro cercano en las que el sexo es una parte más de la vida de sus protagonistas. El caso es que ahora estoy desarrollando la tramas de varios de los protagonistas secundarios. Una trama que los introduce en una organización en la que el sexo es algo más que una parte de la vida. El sexo, y no cualquier sexo, el más pervertido: las prácticas sadomasoquistas más extremas son el método de selección y promoción en la organización.

Mis habituales lectores alfa y beta me están diciendo que quizá me esté pasando. Por eso he decidido traeros aquí los relatos de sus aventuras, alguno de los cuales es posible que acaben como fragmentos en la saga, aunque el resto no llegue a ella, pero a mí me facilita bastante el dibujo de los personajes.

Y comencemos por la primera que entra en juego: Ángela.

Ángela es una mujer muy sumisa, incluso bastante dependiente. Nacida en marzo del 2000, tiene 29 años (nótese que la historia comienza en 2029, al menos la narración de Ángela) y durante los últimos años ha sido esclava voluntaria de Ama Elena, una abogada alicantina que también ejerce como Mistress en el gabinete BDSM de su propiedad en el que trabajan sus amantes: cinco chicas jóvenes, al menos más jóvenes que Ama Elena, que lo mismo actúan como sumisas que como Dominas o como simple putas vainilla, a elección de quien pague, con hombres, mujeres o transexuales. Si bien conforme avanzamos en la lista hay bastantes menos participantes. Digamos que un 95% son hombres y menos de un medio por cien trans.

Ángela está enamorada de Ama Elena, por eso cada vez tiene más celos de la atención que consigue Rosa de ella. A Ángela le pone la entrega, pero sobre todo el dolor. Rosa no disfruta del dolor, pero sí de la entrega y la humillación. Tanto que hace meses solicitó a Ama Elena que para servirla mejor la hiciera ir siempre desnuda y completamente depilada. Ama Elena le tomó la palabra y la sometió a una sesión laser larguísima, después de la cual únicamente le dejó las pestañas: incluso cejas y cabellera le fueron retiradas.

Como recompensa por su entrega Ama Elena pasó más tiempo con ella. Ángela empezó a conectarse a páginas porno hasta llegar a la bestia negra de Ama Elena: Live Pain. Una web en la que solicitaban modelos y en las que varias amigas de Ama Elena, la mayoría sumisas, pero también alguna Domina que se habían acercado habían desaparecido misteriosamente.

El primer día se limitó a navegar por la web y gastar su crédito en ver los muchos vídeos que ofrecían. Todos de pago y todos montados mediante una programación que no permitía que se bajasen del navegador. Gasto todo su saldo personal que no era mucho.

Tres días después volvía a ella. Había reunido algún fondo, pues además de las propinas recibía parte de los servicios y se había esforzado esos tres días. Varios cardenales a lo largo de su cuerpo evidenciaban sus esfuerzos. Sin embargo, no seleccionó los vídeos. Entró en la opción «Model Wanted». Chapurreaba el inglés, pero no era buena expresándose en esa lengua. Menos aun leyéndola. Si hasta le costaba leer en español. Firmó todos los consentimientos sin leerlos. Abrió una página nueva en Gmail para hacerse un correo nuevo pu74angela@gmail.com ya que no quería que, en el correo normal, al que tenía acceso Ama Elena, le llegasen los mensajes.

Una vez indicado el correo tenía que seleccionar su perfil, con muchas opciones que le parecieron redundantes: sumisa, masoquista, esclava… Seleccionó todas las que implicaban entregarse y ninguna de las que implicaban dominar. Dejó en blanco el apartado de prácticas no deseadas. Término el formulario y le indicaron que en breve tendría un correo con la respuesta.

«Hola pu74angela:

Es importante leer las instrucciones y el correo completo antes de acceder.

Este es tu enlace para la primera entrada: (acompañaba una dirección de enlace).

Una vez entres deberás subir los documentos que te adjuntamos en pdf rellenados y firmados junto con una imagen de tu pasaporte o documento nacional de identidad. También debes enviar varias fotos con al menos 4000 puntos por lado: cuerpo entero delante y detrás, primer plano de cara, sexo , culo, pies y manos (estos dos últimos por la planta/palma y envés), interior de la boca abierta y clítoris.

Resaltar que debes utilizar tu nombre real no el que usen habitualmente en las redes o en el entorno BDSM.

Una vez completada tu inscripción podrás fijar la contraseña en tu acceso provisional. Este se convertirá en definitivo si los documentos son verificados como correctos».

Ángela no tenía posibilidad de imprimir los documentos, pero sí de editarlos, ya que no era la primera web en la que subían fragmentos de vídeos que les exigía cierto tipo de documentación de los participantes. Tuvo que usar su nombre real Amparo Pardo Barquero, pese a que era un nombre que no le gustaba nada.

Lo subió tuvo y definió su contraseña de acceso. Le salió un menú donde podía elegir varios lugares para una entrevista personal en caso de ser convocada. Eligió el más cercano: Madrid.

Se le cerró la página indicándole que quedase a la espera. Salió y volvió a entrar. Podía acceder a las páginas de fotos de contenido más duro, pero no a los vídeos de los que solo veía las carátulas. Se empezó a acariciar el coño mientras contemplaba imágenes de hombres y mujeres empalados, ellos por el ano y ellas por su coño.

Al día siguiente tenía un enlace de Jitsi para una video llamada. Llamó a Dómina Gala por si podía estar en ese momento en su piso. Aceptó, pero le exigió un servicio previo. Ama Elena llevaba tiempo sin hacerle caso ni ponerle tareas. Pensó que no la echaría de menos y ella se daría una alegría. Por si acaso le envió un wasap diciéndole que iba a ir de compras. Ama Elena sabía que no tenía dinero casi, pues controlaba sus finanzas, por lo que o solo iba a probarse la ropa y zorrear a los vendedores o iba a robarla. «Si te pillan tú te harás cargo de los costes de la defensa». Le replicó.

Llegó al burdel de Dómina Gala diez minutos antes de la hora a la que habían quedado. La recepcionista la hizo esperar en uno de los salones para clientes. Esa un cuarto pequeño, con un sillón, una mesita baja y una barra tras la cual una de las chicas podía preparar la bebida que solicitase, pero ella no había querido beber. Era una táctica. Después de la invitación a bebida, generalmente alcohólica, era menos probable que quien ha sido invitado no seleccionase alguna de las chicas para un rato. Poco después llegó María Alejandra, una criolla de piel blanquita, por lo que mientras mantuviese la boca cerrada pasaba por española, poseedora de unos enormes pechos de talla 100E aunque el resto del cuerpo no le sobraba ni un gramo de peso más conocida en el ambiente como Dómina Gala. La saludó con un beso en la boca y la guio a la zona interna.

—Va a venir Miguel Ángel Torrijos uno de mis clientes más exigentes y duros. La mayoría de las chicas ya no quieren estar con él.

—Pero ¿es él quien elige? ¿o solo me vas a presentar a mí?

—No. Os presentaré a tres. Pero quiero que lo cautives. Que te elija a ti.

—¿Será puntual? Necesito estar libre dentro de dos horas y media.

—Lo estarás. Ahí tiene el vestuario disponible.

—¿Quiénes son las otras dos?

—Se lo sortearan llegado el momento.

—Que lo hagan ya.

Sortearon entre las chicas cuales dos iban a salir mientras Ángela selección dos faldas, tops y camisetas negras holgadas. Completó su selección dos pares de zapatillas de rizo y un par de zapatos de stripper trasparentes y con grandes plataformas y tacones.

—Ya están elegidas.

Había salido elegida una de la tres sumisas fijas de Domina Gala y una de las chicas de paso. Las tres primeras vivían allí con ella, las demás solo iban a trabajar.

—Bien. Saldréis primero. —Señaló la ropa elegida y las zapatillas—. Vosotras vestiréis esto.

—¿Y tú?

—Yo esas sandalias.

—Ya está aquí —las interrumpió otra de las chicas que se había quedado en la puerta recibiendo a clientes.

Se vistieron con rapidez y pasaron por delante del cliente. Ángela fue la última. Había pintado sus labios de color rojo fuerte y sus ojos con un llamativo smoking en azul con purpurina. También aplicó el pintalabios a los bordes de los labios mayores de su coño y a las aureolas de sus tetas.

—Ángela, a su servicio —dijo poniéndose delante el él y agachando la cabeza—. Da su permiso para besarle.

A Miguel Ángel se le puso dura de ver lo servicial que era, frente a las otras chicas que cada vez más parecían putas, con los peores sentidos de la palabra, y no sumisas. Además, esta era nueva. No joven pero sí nueva, al menos aquí. Esperaba que tuviese experiencia en BDSM.

—Permiso concedido.

Ella se elevó de puntillas y le besó en los labios.

Él se dejó besar. Abrió los labios para facilitarle a ella la acción y Ángela respondió introduciendo la lengua en su boca. Al separase dijo:

—¿Cuáles son tus límites?

—No me pueden quedar heridas permanentes, tampoco huesos rotos o similares. Y no puedo estar más de una hora.

—Lamento lo del tiempo. Aunque hoy tampoco me puedo quedar más que una hora, pero otro día sí querría jugar más.

—Solo puedo estar una hora porque después tengo un compromiso, Señor. No es un límite permanente, solo hoy.

—Bien. Espero que te guste el dolor, porque si me fallas te castigare y si no te golpeare para mi placer.

—Disfrutare de lo que tenga a bien hacerme Señor.

Sacó un fajo de billetes de doscientos, contó diez y se los entregó a Dómina Gala. Tomó otros cuatro y los guardó aparte. Siguieron a Dómina Gala y entraron en la mazmorra. Dómina Gala se fue dejándolos a solas.

—¿Puedo…? —empezó a preguntar Ángela. Fue interrumpida por un tremendo sopapo que la tiro al suelo y la dejo con toda la cara dolorida.

—Ahora mis normas —dijo él—: No puedes pronunciar ningún sonido. Si lo haces te golpeo. Si te estoy pegando, te pegaré más. Si te he anunciado un número de golpes ese no contará. Y si ya ha contado el siguiente. Y si hablas en el siguiente el anterior.

»Ahora no eres una persona. Para mi eres un saco de boxeo, un retrete, una silla o una mesa… lo que a mí se me ocurra.

»¿Está claro?

Ángela asintió con la cabeza.

—¿Está claro? —repitió él. Ángela volvió a asentir—. ¿Qué dilema verdad? Si te vuelvo a preguntar y no me contestas te golpearé por no responder. Si lo haces te golpearé por hablar. Pero tienes una cara bonita y es una lástima dañártela más. Te daré una opción: si abres las piernas te daré una patada en el cocho. Si no te volveré a dar en la cara. ¿Está claro?

Ángela, sin levantarse de su posición arrodillada abrió las piernas separándolas unos sesenta grados, llevó las manos a su nuca y elevó el tronco.

—Sí Amo.

Miguel Ángel echó atrás el pie y golpeó en su coño sin quitarse siquiera los zapatos que llevaba. Ángela notó un dolor agudo. Los zapatos eran muy duros y el impacto muy fuerte. La levantó como medio metro y la lanzó hacia atrás. Inclinó la cabeza hacia delante y estiró las manos hacia atrás. El resultado fue que cayó de culo en el suelo y las manos pararon al resto de su cuerpo. Se levantó en silencio y volvió a tomar la postura delante de él con las piernas abiertas, arrodillada y las manos en la nuca.

—Me gustas. Eres resistente. Y eso que llevo calzado de seguridad con puntera de metal. Tienes mi permiso para correrte si llegas a ser capaz de ello, sin necesidad de pedirlo.

—Gracias Amo —contestó Ángela sabiendo que se había ganado una nueva patada. Volvió a salir despedida hacia atrás.

—Ponte en la silla ginecológica —le ordenó mientras se levantaba tras haber vuelto a caer de culo—. Las reglas son fáciles para los juegos que hagamos ahí: No puedes quitar las piernas de los estribos y no puedes taparte el cuerpo con las manos.

Ángela se sentó en la silla, puso las piernas en los estribos y apoyó la cabeza en el reposacabezas que estaba separado unos centímetros del resto de la silla, dejó caer los brazos a los lados pues era tan estrecha que no le cabían. Miguel Ángel cogió una correa. Ángela se preparó para que la golpease con ella, pero en su lugar se la ciñó al cuello y la trabó por detrás de las guías del reposacabezas.

—Ahora vamos a jugar a un juego llamado la fuente: yo soy la fuente y tú bebes. Donde te manches ya sabes… espacio castigado.

Tomó un escabel de tres escalones, lo dejó al lado de la silla y se subió a él. Ángela abrió la boca. Se sacó un pene que apenas se veía sujeto por su mano y empezó a mear. Al principio apuntó a su boca haciendo que bebéis igual que se hace de un botijo, sin cerrar, ya que no cortaba el chorro. Pero cuando vio que ella era capaz se giró y empezó a mojar sus tetas y abdomen. Al estar sujeta por el cuello nada podía hacer para evitarlo.

—Tchs tchs tchs… Eres una mala chica que se moja al beber —se burló—, así que ya sabes lo que te espera.

Le soltó la correa del cuello antes de empezar a golpearla con una caña de bambú. Los primeros impactos fueron en su tripa. Dolían, pero cada uno de ellos era un calambrazo a su clítoris. Después del cuarto tuvo el primer orgasmo. Se mordió los labios y se sujetó con las manos a las patas de la silla para evitar soltar ningún grito. Tras veinte golpes, diez desde cada lado, pasó a machacar sus tetas. Ella llevaba cuatro orgasmos y cada vez se producían más cerca unos de otros.

Lo mismo que en la tripa se situó a un lado para la primera tanda de golpes. La caña bajaba con fuerza, cinco en la parte superior del pecho y cuatro en al inferior, luego cambió de lado para golpear el otro pecho. Después del tercero cada impacto era un nuevo orgasmo. Faltaban dos, uno en cada pecho para completar los cuarenta y la simetría. Tomó una especie de fusta, pero en lugar de la habitual tira de cuero en la punta tenía un circulo metálico con doce chinchetas en los vértices y ángulos de una estrella de seis puntas. Pegó con todas sus fuerzas en el pezón y la aureola. Aunque no gritó un chorro salió de su coño en un nuevo orgasmo.

—Anda si te has meado —se burló—. Tonto de mí. Tenía que habértelo prohibido. —Le puso la mano sobre el chocho. Frotó y se lo llevó a sus labios—. ¡Ah! Pues no es meado. Que chica tan escandalosa. —Le cogió el pezón que acababa de golpear y se lo retorció en un brutal pellizco—. A ver otro chorrito.

Esta vez fue menos escandaloso, pero también soltó abundante líquido. Ángela llevaba ya un rato en el subespacio y su cuerpo respondía al castigo con endorfinas a mansalva y placer.

Él se cambió de lado.

—Si yo fuese el sádico que dicen tus amiguitas… tus nuevas amigas, creo, suspendería el castigo y no te aplicaría el último golpe, pero como en el fondo me gusta que gocéis creo que te pegaré y luego te lo retorceré.

Ángela se limitó a asentir con la cabeza teniendo los ojos cerrados.