La inquilina
Cuando todo parece que va mal, por lo general hay una luz al final del túnel, una flor que, a pesar de la mierda, florece solitaria en el fango. Para mi pequeña familia esa flor se llama Mara.
Cuando todo parece que va mal, por lo general hay una luz al final del túnel, una flor que, a pesar de la mierda, florece solitaria en el fango. Para mi pequeña familia esa flor se llama Mara.
Estábamos pasando por la mayor crisis económica que jamás habíamos vivido; la empresa donde trabajaba mi madre redujo drásticamente su personal y ella quedó sin empleo, prácticamente vivíamos de su pensión por viudez. Ella no perdió tiempo y empezó a buscar trabajo inmediatamente después que iniciaron el recorte en la lista de empleados, sin embargo, pasó un mes y no la llamaron, pasó el segundo mes y no la llamaron, estaba por llegar el tercer mes y le dije que dejaría la universidad por un tiempo para poder trabajar de lo que sea, pero ella no me lo permitió.
- Primero muerta Antonio, tú debes seguir estudiando.
- Estamos hablando de suspender el estudio sólo por un par de meses, mientras consigues otro empleo.
- Que no.
- Alquilemos mi habitación entonces, yo duermo en el estudio de papá y alquilamos mi habitación.
- No es mala idea.
Y así fue, vivimos en una bella casa amplia con un hermoso jardín, que podíamos sostener gracias a que mis dos padres tenían buenos empleos. Después de la muerte de papá, todo se hizo más complicado, mi madre siempre se resistió a mudarse y hasta ahora ella sola ha logrado sostener el hogar, haciendo muchos cambios en nuestro estilo de vida.
Publiqué el anuncio colocando los requisitos que mamá quería, una mujer que no fuese estudiante, que tuviese un trabajo de horario de oficina y si viajaba bastante mejor. Varias se mostraron interesadas, y finalmente mi madre se decidió por una de ellas.
- Creo que hice una excelente elección, mañana arreglamos la habitación
- ¿Cuándo se muda?
- El próximo lunes, la contrataron para un proyecto que no durará más de 4 meses, en un tiempo tan corto, no le conviene alquilar un piso entero, prefiere sólo una buena habitación en un lugar tranquilo.
- Me parece bien, en ese tiempo, seguramente ya tu habrás encontrado otro empleo.
- ¡Así es!
Pues llegó el lunes y Mara se mudó durante la tarde, mientras yo estaba en la universidad. No la vi ese día, de verdad que era bastante silenciosa. Al día siguiente cuando me levanté, me encontré a Mara en la cocina. Una mujer que estaba en sus 30s, joven sí, pero madura también, llevaba el cabello corto pulcramente peinado y ajustado al estilo de sus ropas, de piel morena y con unas facciones realmente agradable. Definitivamente una señora hermosa (si, a mis 19 años, una mujer de 36 es una señora).
Mi madre adoraba a Mara, más que todo porque se levantaba muy temprano y después no la veías más, a veces en la cena y ya. Los fines de semana se quedaba gran parte del día en su habitación, por lo que nunca sentías realmente su presencia.
Después de casi un mes, al medio día de un domingo, me despierto y encuentro a mi madre en la cocina que charlaba alegremente con Mara, ésta llevaba un pantalón de chándal y una sudadera bastante ancha, que la hacían lucir como lo que era: una respetable mujer joven que es inquilina en una casa donde vive un chaval, nada que llamase la atención o despertase morbo.
- Buenos días, Toni cariño te preparé panquecas – me dice mamá. – Esta vez Mara desayunará con nosotros, al fin tiene un tiempito
- Con todo el gusto Judith – Respondió Mara – y discúlpame que no haya pasado antes, pero es que si no me muevo con los informes, este trabajito se podría extender hasta un mes más.
- Claro, te entiendo. Nosotros encantados de que te quedes un mes más. ¿A qué si cariño? – Me preguntó mi madre.
- Un mes más sin habitación, como que no – pensé – Claro que si Mara, eres una excelente persona – dije finalmente.
- Chicos que amables son. Muchas gracias.
- Por cierto Toni – Dice mi madre – Mañana le van a traer una bicicleta a Mara, más o menos a esta hora, sólo tu estarás en casa, así que debes estar atento para recibirla.
- Ok.
- Diles que la coloquen en aquella esquina – y señaló el hogar – viendo hacia la ventana, ahí estará perfecta.
- No sé cómo agradecértelo Judith, eres muy amable.
- No hay de qué, querida.
Al día siguiente llegó una bicicleta de spinning a todo lujo que posicionamos donde mi madre dijo. Pasaron unos cuantos días más y, como siempre, yo me levantaba después de Mara, así que nunca vi que utilizara la bendita bicicleta. Hasta que un miércoles cualquiera, me desperté súper temprano para estudiar, como a las 7am salgo del estudio hacia la cocina por un vaso de agua, y me encuentro a un culazo envuelto en unas mallas de licra negra, sobre la bicicleta que subía y bajaba levemente, sin tocar el asiento. Madre mía. ¡Que culo! ¿Esa es Mara?
Me doy cuenta de que lleva unos audífonos puestos y que está sumamente concentrada en su actividad física así que mientras llegaba a la cocina, pues aproveché para verla de perfil. Y vi un cuerpazo que ya quisieran tener las chicas que conozco. Además, la posición que tenía, con el culo parado, el tronco inclinado formando casi 90º con las piernas, brillante de sudor, como si estuviera en cuatro. Que mujerón. Con sus escasos 160cm de altura, llevaba unas curvas que me volvieron loco.
Regresé a mi cuarto, para no quedar como el muchachito baboso que no puede ver un culo en licra porque se vuelve tonto. Pero quedé curioso por verla mejor.
Con que antes de irse al trabajo, Mara tenía su rutina de ejercicios. Eso me va a inspirar a madrugar más seguido. Después de un par de días analizando su horario, me percaté de que ella salía de la casa a las 6.15am, y regresaba a las 7. Pues entonces yo a las 6.30 salí también, a trotar, y a ver qué es lo que ella hacía. Me la encontré en un parque cercano haciendo sentadillas, pasé delante de ella fingiendo que no la veía, di la vuelta al pequeño parque y pasé nuevamente, esta vez si la saludé.
- Hombre Mara, buenos días, no sabía que salías tan temprano
- Buenos días, Toni. Qué bueno saber que los jóvenes también aprovechan las primeras horas del día.
- Jajajaja tu también eres joven. Pensé que sólo hacías la bicicleta.
- Ese es mi cardio final, lo hago solo tres veces a la semana. En cambio, vengo para acá todos los días a entrenar en fuerza.
- Yo casi nunca vengo para acá
- Me doy cuenta. Bueno estoy lista para regresar, hoy me toca cardio
- Te acompaño a casa, yo también terminé
Hablamos un poco más de rutinas, de películas, de series, hasta que llegamos y se fue directa a la bici. Yo me quedé en la cocina fingiendo que bebía agua, mientras grababa en la memoria cada curva deliciosa que ella tenía.
Yo estaba obsesionado con Mara, quise flirtear con ella, pero ella no se dejaba. Siempre era formal conmigo, me trataba como al jovenzuelo de la casa, y pues renuncié al hecho de galantear con ella, aunque igualmente de vez en cuando me levantaba temprano para verle el culito en ropa deportiva. Un día me levanté un poquito tarde, y Mara ya había terminado su rutina. Me decepcioné enseguida al no poder verla en la bici, pero me animé nuevamente cuando escuché el sonido de la regadera del baño. Mara bañándose: Un nuevo nivel de morbo.
No lo he dicho, pero una de las particularidades de mi casa, es que las puertas no tienen seguro. Mi padre decía que cuando hay confianza y respeto, los seguros no eran necesarios. Así que me vino a la mente, como una ola, espiar a Mara en la ducha. No pude. No podría hacerlo sin que ella me descubriera, así que me conformé con escuchar e imaginar.
Ella cerró el agua y yo me escondí en la cocina, escucho que cierra la puerta del baño y que luego cierra la puerta de mi habitación. Y se me aceleró el corazón. Conozco bien mi habitación, sé cómo abrir la puerta sin hacer ruido, y además sé que después de la puerta hay como un pequeño pasillo de metro y medio de largo antes de entrar verdaderamente a la habitación. La cabeza me iba a estallar porque si que podría espiar fácilmente a Mara.
Me pegué a la puerta para escuchar, y no escuché nada. Me daba miedo abrir sólo un poco y que ella se diera cuenta, así que esperé un poco más, el closet se encuentra justamente a la derecha después del pasillo, por lo que si abría la puerta mientras ella se vestía o qué se yo, no se daría cuenta. Esperé un poco más y abrí la puerta silenciosamente dejando un especio de tan sólo un dedo, y en ese momento llega hasta mi un sonido desconocido, el sonido de una vibración, como la de un teléfono; abrí un poco más la puerta, y el sonido se hizo más claro, pero no cesaba, no lograba ver nada, así que puse toda mi atención en lo que escuchaba. Al cabo de un rato, un pequeño gemido se deja escuchar y enseguida entiendo.
Un vibrador
Un dildo
Un consolador
O como sea que se llame
Se me paró la polla en seguida. Mara masturbándose. Que se me acelera a mi también el pulso, porque joder, ésta era la situación más morbosa que he vivido hasta ahora en toda mi vida.
Otro gemido.
Un suspiro.
Abro la puerta lo suficiente para entrar y me quedo quieto en el pasillo, con el corazón latiéndome a mil y la polla a punto de explotar; la vibración sigue, y la respiración agitada de Mara me tiene loco, yo me saco la polla y me comienzo a masturbar también.
Pero necesito ver, necesito ver algo. Me asomo apenas un poco y veo el borde de la cama y más arriba un pie de Mara sobre el colchón, lo que me hace intuir que está boca arriba, con las rodillas dobladas y las piernas abiertas. JO-DER.
Otro gemido.
Y quiero metérselo
Vibrador
Gemido
JODER
Quiero ver
Vibrador
Me asomo lentamente con el riesgo de que ella me vea. Pero era el día de mi suerte, pues ella tenía los ojos cerrados. Ahí estaba Mara, como la imaginaba, con las rodillas dobladas, y las piernas abiertas, completamente desnuda, agarrándose una teta con una mano y con la otra, tenía un aparato que no era consolador, era más pequeño y de forma extraña, lo tenía justo sobre su clítoris. Y mientras esa cosa la succionaba, ella con sus ojos cerrados, balanceaba sus caderas y se mordía los labios mientras respiraba afanosamente.
Volví a sacarme la polla y empecé a agitarla como loco, en cualquier momento acabaría.
Pero en ese instante, de máxima gloria, se escucha la puerta principal de la casa que se abre y se cierra (Si la puerta de la habitación estuviese cerrada, no se escucharía nada de esto, pero estando abierta se sintió todo). Mara se detuvo completamente y abrió los ojos. Yo también me detuve, pero no solté mi polla, nos vimos un instante y yo me moví rápidamente para cerrar la puerta de la habitación con cuidado y acomodarme el pantaloncillo.
Ella con una cara entre espanto y cabreo, se levanta velozmente y se pone su albornoz
- Me puedes explicar ¿Qué coño estabas haciendo? – me dijo en un susurro enfurecido
- Shh que puede oírnos – respondí
- ¡Mierda! – dijo con una especie de grito silencioso lleno frustración – Eres un pervertido de mierda. Si tu madre me echa de la casa, me toca reinvertir en una mudanza, y de paso tendré pésimas referencias; niñato de mierda. – estaba sumamente cabreada.
- SShhh Cálmate, eso no va a pasar, te lo prometo – y quise acercarme en plan protector de macho alfa y abrazarla por la cintura. Ella apartó enseguida mi mano. Y en ese instante mi madre toca su puerta. Mierda.
Mara, que no quiere hacer esperara a mi madre, se acerca a la puerta y la abre, dejando ver tan solo de sus hombros para arriba. Yo me quedé escondido completamente detrás de la puerta.
- Judith cómo estás? Disculpa que no salga, es que me acabo de dar una ducha. – Mara estaba nerviosa se le notaba mucho, o al menos yo lo sentí así. Eso me calentó aún más la sangre; que se escondiera detrás de la puerta, y que además me escondiera a mí. Verla ahí mojadita, temblorosa, mucho más bajita que yo, mintiendo a mi madre, me hizo sentir seguro y poderoso. Amo y señor de la situación.
- Tranquila querida, quería saber si por casualidad no has visto a Toni, por lo general, a esta hora está en casa. – Como ella no podría hacer nada, metí rápidamente una mano en la abertura de su albornoz, buscando su hermoso coño depilado y mojado. Ella dio un respingo y trató de apartar mi mano, pero se contuvo porque eso sería realizar un movimiento brusco y delator. Se aceleró, lo sentí en el casi imperceptible temblor de su voz.
- Pues salí hacer mi rutina y no lo he visto, estará durmiendo – ella trató de moverse y yo le agarré el coño con fuerza, como diciéndole ‘no te muevas’
- Acabo de entrar a su habitación y no está – Mara finalmente dejó de intentar alejar mi mano, y con los dedos índice y corazón empecé a recorrer sus labios húmedos, calientes, abriéndome paso entre ellos.
- De verdad ni idea de donde está – Te digo yo dónde está . Le metí ambos dedos de sopetón en su jugoso coño; estoy seguro que me gané un gemido que tuvo que morir en su garganta.
- Estos chavales de ahora no ven la importancia de avisar cuando van a salir. En mis tiempos no era así – Mara estaba muy mojada cuando le metí la mano, producto de su masturbación, pero con el mete y saca de mis dedos, sentí que se mojaba aún más.
- No sé que decirte Judith, se le habrá olvidado avisar.
- Uno puede pensar que crecen y se vuelven responsables, en cambio… – Que rico tiene el coño Mara, demasiado jugoso, saqué los dedos y agité por unos segundos su clítoris – Bueno, no te molesto más querida, te dejo haciendo tus cosas – y yo agitaba más y más su clítoris hinchado.
- Nos vemos ahora Judith.
- Si nos has desayunado, podemos hacerlo juntas, tengo mezcla para pancakes. – detuve súbitamente los dedos por un segundo o dos y los volví agitar. Sentí su botón durito y sabía que de no ser porque hablaba con mi madre, acabaría ahí mismo.
- Gracias, aún tengo que terminar un informe – ¡ Que excitada estaba ! ¡Que morbazo!
- Como quieras querida, hasta ahora.
Mara cerró la puerta con delicadeza y yo seguía agitando velozmente su clítoris, se apoyó contra la pared y suspiró de placer, estaba exageradamente mojada. Volvió a suspirar y gemir mientras yo seguía mi movimiento veloz, ella tomó mi mano para apartarla, y yo hice fuerza para continuar hasta que acabara en mi mano.
- Suéltame niño tonto – me dijo casi sin aliento. Yo me agaché para hablarle al oído, pausé un poco el movimiento y ella volvió a suspirar.
- Quiero comerte el coño – le dije despacito al oído – ¿me dejas que te lo coma?
Mara no respondió nada, estaba sumamente excitada, lo sentía en mis dedos; los dejé ahí trabajando lentamente en su clítoris, y con la otra mano desaté el albornoz. Vi sus tetas apenas un tanto caídas, lamí uno de sus pezones morenos, tan duros como piedras y en seguida me agaché para quedar frente a su coño. Con ambas manos entre sus muslos le indiqué que abriera sus piernas, ella en silencio obedeció.
Sin preámbulos y con una sed indescriptible por sus jugos, abrí mi boca y me pegué a su raja, pasé la lengua por su clítoris, recorriendo sus labios y llevando hacia mi paladar todo ese líquido que tanto necesitaba. Posicioné mis manos en ambas nalgas y ella puso uno de sus pies sobre mi hombro, para que yo pudiese acceder a mayores profundidades de esa maravillosa fuente.
Un leve suspiro de ella
Un suspiro mío
Veo su hinchado clítoris y lo presiono suavemente con mis dedos índice y pulgar, porque mi lengua estaba ocupada en sus labios, buscando su entrada y después penetrándola. Estaba follando a Mara con la lengua, mientras presionaba su botón mágico; ella me chorreaba la cara, temblaba un poco y respiraba fuertemente. A mí también se me escuchaba la respiración cada vez que volvía a posar mi lengua en sus labios antes de penetrarla. Tenía que cogérmela porque si no iba acabar ahí mismo, arrodillado en el piso.
Así que me puse de pie, con desesperación le quité el albornoz y le metí la lengua en la boca. Mara me comió la boca, saboreándose a sí misma, fue un beso apasionado, sediento, desesperado. Tomé sus tetas con firmeza, pero yo tenía una fuerte obsesión con su coño, por lo que tuve que volverle a meter los dedos anular y corazón. Y mientras nos besábamos me la follaba con la mano.
Nos separábamos para respirar, y aún así no respirábamos, sólo lanzábamos pequeños gemidos agitados que no podíamos evitar. La agarré por las nalgas y la levanté para que me rodeara con sus piernas; apoyándola contra la pared, traté de acomodar mi polla para cogérmela ahí, cerquita de la puerta de mi cuarto, a unos metros de mi madre.
- No. Espera – dijo de un momento al otro
- No me jodas Mara
- Bájame – Me susurró con autoridad. Seguidamente me agarró de la polla y me llevó hasta la mesita de noche al lado de la cama. Sacó un condón y me lo puso – Siéntate
Obedecí como un niño bueno y Mara se sentó a horcajadas sobre mí, me agarró la polla y ella solita se la metió. QUE GUSTO. La agarré por ese culo que tanto me gusta y la ayudé en su movimiento que fue suave y tentador al inicio, después empezó a mover las caderas como una bailarina belly.
- Para para, para que me corro
Mara se detuvo por completo, sin embargo, tuve la sensación de que los músculos de su vagina se contraían. ¡Joder que su coño me apretaba el pene! Yo la besé y me agarré de su culo.
Quisiera decirles que me aguanté pero la verdad es que me corrí como nunca en mi vida, mientras le apretaba las nalgas. Me di unos segundos para poder respirar otra vez.
Esto tiene que seguir en un segundo round, pensé.
Ella se bajó cuidadosamente y me quitó el condón, yo la agarré por el brazo y la tumbé suavemente a la cama, seguí besándola mientras masajeaba sus maravillosas tetas. Y me dije: este caramelo me lo como completico.
Paseé mi lengua por su cuello, su clavícula, y luego una de sus tetas; me acomodé para moverme más a gusto. Mientras devoraba su teta izquierda, amasaba la otra con mi mano izquierda y como no, volví a buscar su coño con mi otra mano. Me tomé mi tiempo para acariciarla con dulzura, entonces ella me dio su aparato de placer.
- Ponte en cuatro – le susurré. Mara me miró a los ojos por primera vez desde que me pilló jalándome la polla delante de ella, y debo decir que me intimidé un poco, pero igual le sostuve la mirada; después de dos segundos se giró.
JODER.
¡QUE CULO!
Con esa vista tardaría poco en recuperarme, dejé el aparato de lado y metí mi cara en los pliegues del culo de Mara, que olía a jaboncito. Lo saboreé. Lamí su culo una y otra vez tratando de penetrarla con la lengua sin éxito, porque estaba muy apretadita, entonces mordisqueé sus bellas nalgas. Agarré el bendito aparato, lo acerqué a su rajita y lo encendí.
Únicamente con el sonido Mara empezó a gemir, puse mi mano en la boquilla para sentir qué hacía y efectivamente succionaba, busqué el clítoris y lo puse encima.
¡Qué pasada!
Mara se mojó de inmediato y yo lo veía todo en primer plano, sostuve el aparatito con una mano y con la otra deslizaba sus ricos jugos hacia su culo, suave y lento, en cualquier momento ella acabaría y yo no quería eso. Alejé el juguete de su cuerpo y le metí un dedo en el culo. Ella apretó mi dedo y movía sus caderas buscando el juguete… no aguanté más. Estaba duro otra vez, así que sin apagar el juguete, posicioné mi polla y se la clavé de una sola envestida; Mara me regaló el gemido más alto de toda la faena, y yo empecé a taladrarla como un poseído. Estaba mareado por el batir de mis huevos contra sus nalgas, me recosté sobre ella y busqué su raja con el aparato, ella me tomó la mano y la guío.
Mientras me la follaba, esa cosa la succionaba y ella gemía abiertamente, con un volumen de voz moderado tratando de contenerse, yo movía las caderas más rápido hasta que finalmente ella agarró una almohada con la que ahogó un gran gemido, nos detuvimos y su coño empezó a contraerse velozmente en lo que supuse que fue su orgasmo. Cuando estaba por desplomarse, la giré y puse sus piernas sobre mi hombro, la penetré muy suave y lento por varios minutos y después con toda la furia y la prisa por acabar, no sé si ella acabó por segunda vez, pero yo sí que lo hice y dentro.
Me desplomé sobre ella y nos quedamos así un buen rato.
- Tengo que salir – dijo mientras se desembarazaba de mí
- Cogemos como dioses Mara
- No esta mal
- ¿Qué no está mal? Me hiciste un squirt en la cara
- Vale, esto no puede pasar más. Vístete – Joder no entendí nada, si follamos divino.
- Vale vale, me voy, pero aún tengo ganas y que sepas que si me empeño puedo ir por un tercero.
Ella no respondió, solo se puso su albornoz y empezó a recoger todo.
Busqué su mirada con la mía, porque no entendí bien su silencio.
- Ahora me voy a duchar y me haré una paja en tu nombre – le dije
- Que la disfrutes
- Tú también disfruta – y señalé su juguete sexual, antes de salir lo más silencioso posible de la habitación.