La inocente culpable (6) Final
Los encuentros entre Amanda y su profesor llegan a su fin. Pero la despedida será igual de placentera y apasionada que las veces anteriores
Buenas a todos y todas, aquí les dejo la segunda parte del relato. Espero que sea de su agrado y dejen muchos comentarios y valoraciones. Gracias por leer, un saludo.
Unas semanas después me encontraba paseando por mi ciudad, tranquilamente y sin rumbo fijo. Entré en un parque con la intención de cubrirme un poco del sol que empezaba a apretar en esta época. Mientras paseaba por su interior, pude ver a Amanda y Martín. Los dos estaban sentados en un banco, hablando animadamente y riéndose. La expresión de él era de absoluta adoración, pero me asombró ver una expresión parecida en el rostro de mi alumna. De repente, vi cómo se acercaban y se fundían en un beso. Me alejé de ahí antes de que me vieran, dándole vueltas a lo que había visto y pensando qué hacer.
Al día siguiente, ya había tomado una decisión. Cogí mi móvil y escribí a Amanda, citándola en mi casa ese mismo día. Llevábamos ya varias semanas viéndonos por el "acuerdo" entre ella y yo y, aunque la mayoría de veces nos habíamos visto en mi despacho o en su casa, algún encuentro había tenido lugar en la mía. Mientras esperaba a que viniera, me di una ducha y me reafirmé en la decisión que había tomado la tarde anterior.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Con un pantalón y una camiseta, fui a abrir. Por ella entró Amanda, con una camiseta ceñida al cuerpo y una minifalda. No sé cómo lo hacía pero cualquier cosa le sentaba de maravilla. Dio una vuelta sobre sí misma, presumida y sonriente.
-Usted dirá profesor.
-Te vi ayer.
Una expresión de preocupación cruzó su rostro y bajó la cabeza avergonzada.
-Yo... Profesor verá, yo...
-¿Por qué te asustas?- ella me miró dubitativa.- En ningún momento te prohibí tener pareja. Y he tomado una decisión respecto a nuestro acuerdo.
Saqué el móvil ante su atenta mirada, entre asustada y curiosa.
-He decidido aprobarte el último trimestre con buena nota, no sólo por el acuerdo sino también porque has superado con creces los objetivos del trimestre. Así que ahora mismo borraré tus fotos y...
-¡NO!
La autoridad de esa exclamación me sorprendió. Amanda suavizó inmediatamente su tono y prosiguió hablando:
-Quiero que conserve mis fotos, profesor. Es cierto que accedí chantajeada por usted, pero estos días usted se ha portado muy bien conmigo. He descubierto un nuevo mundo de placer y morbo gracias a usted. Y bueno, el hecho de que usted no se haya tomado a mal que tenga pareja y que quiera cumplir su parte, pues le honra y hace que le tenga más cariño.
-Yo también te tengo mucho cariño Amanda y espero de todo corazón que seáis felices.
-Gracias profesor.
-Supongo que te querrás irte con Martín-repuse.
-En realidad no, profesor- la miré y ella sonrió. -Ya que va a ser la última vez que nos veamos a solas... qué menos que tener un buen recuerdo.
Dicho esto, me besó con pasión. Como siempre, ese beso me desarmó por completo y me hizo olvidar todo lo que me había propuesto. Le devolví el beso y mis manos se metieron bajo su minifalda, acariciando sus nalgas desnudas. Las toqué a gusto mientras nos besábamos y la llevaba como podía a mi dormitorio.
Una vez en él, empezamos a desnudarnos con urgencia y la recosté en la cama. Una de mis manos se cerró en torno a uno de sus pechos y la otra introdujo dos dedos en su coño sin necesidad de lubricación previa, pues ya se encontraba sumamente excitada. Empecé a masturbarla sin dejar de besarla, parando de vez en cuando sólo para ir a chupar y succionar sus pezones, tremendamente duros. Sus jadeos poco a poco fueron aumentando su volumen, señal de que estaba disfrutando.
De repente me hizo parar y se zafó de mí. Hizo que me tumbara en la cama y se situó sobre mí en la clásica postura del 69. Mientras yo me aferraba a sus nalgas y mi lengua empezaba a explorar su húmeda vagina, sus labios rodearon mi pene y empezaron a succionarlo. El placer que nos proporcionábamos mutuamente hacia que a veces interrumpiéramos lo que hacíamos. Pero al poco lo reanudábamos, lamiendo y succionando con vicio y deseo imposibles de controlar.
Llegó el momento que los dos estábamos deseando. La quité de encima mía y la puse a cuatro patas. Cogí mi pene y lo pasé por su rajita húmeda. De una estocada la penetré hasta el fondo, gimiendo los dos de placer. No hay palabras para describir la sensación que ese coñito húmedo y caliente provocaba en mí. Recogí su pelo en una coleta con mi mano y empecé a penetrarla con fuerza, arrancándole a Amanda gemidos y jadeos de placer.
Salí de ella, la tumbé boca arriba y volví a clavársela entera. Seguí follándola fuerte, primero besándola con pasión pero luego me incorporé. Con una mano me agarré a una de sus tetas, apretándola mientras seguía entrando y saliendo de ella. La otra la dirigí a su cuello, apretando ligeramente pero sin pasarme. La mirada de vicio que me echó y sus gemidos me hacían no parar de follarla, algo que tampoco quería.
Llegó el momento en que su cuerpo no aguanto más y empezó a temblar, primero suavemente pero cada vez más y más fuerte. Los gemidos pasaron a ser gritos y terminaron con uno fuerte entre temblores de todo su cuerpo. El morbo fue tal que no pude aguantar y exploté en su interior, llenando su coño con mi semen. Nos quedamos un rato tumbados, jadeando y besándonos para al final tumbarme a su lado. Ella se echó sobre mi pecho, besándolo agradecida y con una sonrisa en sus labios.
Tras un rato así, nos levantamos y vestimos en silencio. Creo que los dos intentábamos posponer el momento de la despedida todo lo posible, pero tras unos minutos de charla sin sentido llegó el momento. Nos abrazamos durante un buen rato, dándonos un ligero beso en los labios antes de separarnos. Antes de salir, se levantó la falda para dejarme ver su culo por última vez. Me sonrió y me dijo:
-Muchas gracias profesor, quizás volvamos a vernos.
-Nos veremos preciosa, nos veremos.