La inocente culpable (5)
Un suceso inesperado amenaza con sacar a la luz todo. ¿Qué solución encontrarán Amanda y su profesor para que se mantenga el secreto?
Buenas a todos y todas, aquí les dejo la segunda parte del relato. Espero que sea de su agrado y dejen muchos comentarios y valoraciones. Gracias por leer, un saludo.
Pocos días después de lo sucedido en casa de mi alumna, me encontraba en clase. Amanda se encontraba al fondo de la clase y en el interior de su coño se encontraba el vibrador con control remoto que yo controlaba. Esa mañana sólo estaba con las vibraciones bajas y medias, disfrutando de ver cómo mi alumna controlaba sus expresiones de placer. Me encantaba observar cómo apretaba los labios, se movía en la silla o me observaba con una expresión entre pícara y vergonzosa.
De repente, un correo electrónico llegó a mi bandeja de entrada. Era de uno de los alumnos, Martín, el cual se encontraba en clase en este momento. Lleno de curiosidad, abrí el correo, el cual decía lo siguiente: "Profesor, me gustaría hablar con usted en su despacho. ¿Podríamos reunirnos de inmediato?" Intrigado, levanté la cabeza para observarlo. Él me miraba esperando una respuesta. Yo asentí levemente y me dirigí a la clase: "Chicos, chicas. Su compañero Martín me quiere hacer una consulta y debemos ausentarnos un instante. Comporténse en mi ausencia por favor."
Una vez salimos de clase y llegamos a mi despacho, Martín se sentó en una de las sillas. La verdad es que me chocaba ver a este alumno tan nervioso. Normalmente era un chico seguro de sí mismo, gracioso y, según se decía, con cierto éxito entre las chicas del instituto debido a su atractivo. Sin embargo, ahora se encontraba sudando y bastante nervioso.
-Verá profesor, no es que me guste esto pero...creo que estoy en mi deber...
-¿Qué ocurre Martín?
-Hay una alumna contraviniendo las reglas referidas al decoro en esta institución.
-¿De qué alumna se trata?
-Amanda Castillo.
Mi expresión de asombro la malinterpretó Martín pues se apresuró a añadir: -Sí, yo tampoco me lo creía. Pero le juro que es cierto.
-Martín, sabe que una acusación de este tipo debe ser realizada en presencia de la alumna en cuestión y luego ratificada ante el equipo directivo. Tengo que llamarla, ¿de acuerdo?
-Por supuesto profesor, adelante.
Me dirigí al aula y, aprovechando el fin de la misma, indiqué a Amanda que se dirigiera a mi despacho. No pude advertirle de nada, el bullicio del final de clases por los pasillos y la presencia de numerosos alumnos lo hacía imposible. Así que mi alumna entró en mi despacho sin saber lo que pasaba, componiendo una expresión de extrañeza al ver a Martín en el interior. Él, por otra parte, apartó la mirada, intimidado ante la presencia de Amanda.
Indiqué a Amanda que se sentara. Una vez lo hizo, inspiré aire y dije:
-Amanda, el motivo de que se encuentre usted aquí es que Martín va a formular contra usted una acusación y soy el primer encargado de dirimir qué ha pasado realmente. Adelante, Martín.
-Bien. Verá profesor, yo... Es tremendamente incómodo esto que voy a decir, yo...
-Tranquilo-le interrumpí-, hable sin miedo.
-El caso es que durante la clase se me ha caído un bolígrafo al suelo y bueno, no he podido evitar mirar...-Martín enrojeció de vergüenza-. He mirado hacia donde se encontraba Amanda y bajo su falda he observado que no llevaba ropa interior y tenía un juguete sexual en su...vagina.
Un silencio pesado se apoderó del despacho. Martín mirando rojo hacia el suelo, yo sin saber qué decir y Amanda con una expresión de terror. Sin embargo, pronto cambió a una de ira y contestó:
-¡Eso es mentira! Y encima me miras bajo la falda. ¡Serás pervertido!
-¡No miento! Y estoy dispuesto a ratificar mi acusación ante el equipo directivo-contestó Martín, aún algo rojo de la vergüenza pero con decisión.
Una idea entonces surgió en mi mente: -Podemos hacer una cosa.-Los dos me miraron con curiosidad.- Amanda, llevar este caso ante el equipo directivo supondría un gran escándalo para usted de ser cierto. Por el contrario, si lo resolvemos aquí y ahora y es cierto, su reputación quedará a salvo fuera de estos cuatro paredes. ¿Están ustedes de acuerdo?
Martín asintió, algo dubitativo pero parecía conforme. Al fin y al cabo, le había ofrecido una solución para acabar con la vergüenza que estaba pasando. Una solución fuera del procedimiento, pero solución al fin y al cabo. Amanda tardó en contestar, indignada porque sabía que iba a tener que exponerse ante un compañero. Pero también sabía que las consecuencias serían terribles si el equipo directivo intervenía. Acabó asintiendo, no sin lanzarme una mirada asesina.
Ante la atónita mirada de Martín, Amanda introdujo la mano bajo su falda y de él extrajo el vibrador, poniéndolo sobre la mesa. Yo asentí, manteniendo un semblante serio. Sin embargo, en mi entrepierna ya se había marcado un bulto considerable, misma reacción que experimentaba Martín en ese momento.
-Bien, no ha sido tan difícil-dije.- Lo único que me parece que Martín y yo querremos algo más por nuestro silencio, ¿verdad?
Los dos me miraron sin comprender por un instante. En la cara de Martín se dibujó una sonrisa maliciosa y asintió al entender lo que quería decir. Amanda se mostró sorprendida, pero pude ver que en el fondo no le desagradaba la idea. A fin de cuentas, Martín era un chico atractivo y quizás ya habrían tenido algún escarceo. Sin embargo, intentó aparentar dignidad:
-¿Pero qué les hace pensar que yo...?
-Mira Amanda,-le corté- estabas en clase sin ropa interior y con un juguete sexual en tu vagina. Creo que si vamos ahora mismo al equipo directivo, tendrías graves problemas. Así que elige, eso o hacernos disfrutar a cambio de nuestro silencio. No te haremos nada que no quieras, ¿verdad Martín?
-Verdad, profesor- dijo él, mientras recorría con la mirada las piernas de su compañera y se detenía en el contorno de sus pechos.
-Esta bien- accedió finalmente Amanda. -Mi casa está sola, podríamos ir allí.
-Perfecto-repuse yo. -Vayan hacia allí, yo me uniré a ustedes en diez minutos.
Ellos salieron del despacho, aprovechando yo para coger el juguete y guardarlo a buen recaudo. No terminaba de creerme lo bien que habíamos conseguido Amanda y yo sortear la situación. Y sinceramente, la idea de un trío con Amanda y Martín...la erección que tenía en ese momento denotaba lo mucho que me excitaba esa idea.
Cuando llegué a casa de Amanda, fue Martín quien me abrió la puerta. "Ha ido a cambiarse, nos ha dicho que la esperemos en el dormitorio de sus padres", me dijo Martín. Los dos nos dirigimos hacia allí, sentándonos en la amplia cama de matrimonio. Mi alumno parecía no acabar de creerse lo que estábamos a punto de hacer, pero la excitación era clara en él.
Cuando Amanda entró en el cuarto, los dos no pudimos reprimir nuestras expresiones de asombro. El pelo que llevaba normalmente recogido en una coleta lo llevaba suelto, enmarcando un rostro pícaro y sonriente. Por indumentaria llevaba las medias blancas que solía llevar al instituto, un tanga negro cuya parte trasera se perdía entre sus imponentes nalgas y un top que amenazaba con romperse de un momento a otro. Sus pezones erectos delataban la ausencia de sujetador.
Martín hizo ademán de levantarse, pero ella lo empujó levemente para que volviera a sentarse. Sin dejar de sonreír, se sentó entre nosotros. Empezó besando a Martín, lenta y sensualmente, haciendo que se relajara mientras él acariciaba una de sus piernas. Luego se volvió hacia mí, besándome con pasión, aprovechando yo para acariciar una de sus tetas. Durante un rato permanecimos así, con ella alternando besos cada vez más pasionales entre uno y otro y con nuestras manos acariciando sus piernas, espalda y pechos.
Pasado un tiempo, despojé a Amanda del top y Martín y yo nos entretuvimos lamiendo y chupando sus pezones, cada vez más duros por la excitación. Martin rápidamente le quitó el tanga a Amanda, arrodillándose entre sus piernas y empezando a comerle el coño. Amanda gemía de placer, por lo que su compañero estaba haciendo entre sus piernas mientras yo la besaba, alternando entre morder su cuello con suavidad y lamer sus pezones.
Pronto Amanda quiso devolvernos el favor. Nos ordenó desnudarnos y ponernos de pie. Lo hicimos, dejando al descubierto nuestros penes. El mío era algo más gordo que el de mi alumno, por lo que me sentí orgulloso. Amanda me miró pícaramente, quizás adivinando mis pensamientos, y nos demostró lo buena que era en el sexo oral. Martín, sorprendido, casi no podía aguantar sus gemidos de placer. Yo ya conocía la maestría de Amanda, pero igualmente me estremecí de placer. Ella iba de una polla a otro, mirándonos siempre y cubriendo de saliva ambas. Intentó incluso meter ambas en su boca y luego se introdujo cada una por completo, sin perder en ningún momento una mirada llena de morbo y deseo.
Sin dejar de sonreír, Amanda se incorporó y empujó a Martín en el pecho, quien, sorprendido, cayó en la cama. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, Amanda se había subido sobre él. Cogió la polla de su compañero con una mano y se lo introdujo dentro de su coño lentamente, hasta tenerlo todo dentro. Empezó a moverse lentamente, acelerando poco a poco sus movimientos y gimiendo de placer. Esos gemidos pronto fueron silenciosos, ya que me puse de pie sobre la cama y metí mi polla en su boca.
Martín salió de su sorpresa y agarró con fuerza las tetas de su compañera, jugando con los pezones entre sus dedos. Esas caricias azuzaron a Amanda, que aceleró sus movimientos de cadera y se dedicó con más ansia a lamer y succionar el miembro que tenía en la boca. Pero el remate vino cuando Martín empezó a moverse con fuerza. Amanda se liberó de mi agarre y dio varios gemidos de placer, culminando con un largo grito. Martín pudo salirse de ella, antes de correrse entre gruñidos sobre su pubis y vientre.
Sin darle tiempo a reaccionar a Amanda, la puse a cuatro patas y le clavé toda mi polla dentro de un solo golpe. Me moví suavemente, disfrutando de su coño tan caliente y acogedor. Tiré de su pelo hacia mí, besándola con pasión. Ella gemía suavemente, dejándose hacer. Miré a Martín, el cual aún tenía signos de cansancio en su rostro, y le dije a Amanda:
-Creo que deberías limpiarlo.
Amanda sonrió con vicio y me dio un último beso. Después de eso, se inclinó sobre el cuerpo de Martín y empezó a recorrerlo con su lengua, recogiendo los restos de su semen. Poco a poco, fue dirigiendo su boca hacia el pene de su compañero, el cual había empezado a crecer. Le miró traviesa y se lo metió en la boca casi por completo, empezando una mamada lenta llena de vicio.
Yo seguí follándome a Amanda, cuidando de no acelerar el ritmo para que ella siguiera chupando el pene de su compañero. Poco a poco, fue aumentando el ritmo de la mamada. Martín pronto dio signos de estar llegando al límite de nuevo, mirando cómo su compañera tragaba su miembro una y otra vez. De improviso, agarró la cabeza de Amanda y empezó a moverla a su antojo. Mi alumna aguantaba cómo podía, succionando y chupando. Martín, en una de esas embestidas, encajó la polla hasta el fondo de la garganta de Amanda y dio un fuerte grito. Soltó la cabeza de su compañera, quien se sacó el miembro al poco rato.
Abrió la boca mirando a Martín, quien puso una expresión de gran sorpresa. No entendí a qué se debía esa expresión hasta que Amanda me miró y me mostró su boca vacía. Entendí lo que pasaba: se había tragado toda la corrida de su compañero. Llevado por la excitación de la revelación, empecé una cabalgada frenética.
Empecé a entrar y salir de ella a buen ritmo, cada vez más y más rápido. Tiré de su melena y azoté sus nalgas con fuerza. Los gemidos de Amanda cada vez iban subiendo más de tono. Cuando ella me miraba, veía claramente cómo mis embestidas la estaban llevando poco a poco hacia el clímax de su placer. Sus ojos entrecerrados, los gemidos que salían de su boca abierta y el ritmo al que ella también se movía demostraban que estaba gozando de esa cabalgada.
En una de esas embestidas introduje toda mi polla en su interior, con fuerza y hasta el fondo. Amanda dio un fuerte grito y su cuerpo empezó a temblar, a la vez que notaba su orgasmo mojándome la polla dentro de ella. Notar cómo su coño me apretaba me llevó al límite y me corrí dentro de ella sin poder evitarlo. Amanda fue dejándose caer lentamente a la cama y yo con ella, sin salir de su interior. Una vez totalmente tumbada, besé su nuca y esperé que nuestras respiraciones se tranquilizaran para salir de su interior.
Al poco tiempo, Martín se incorporó y empezó a vestirse lentamente. Cuando terminó, se dirigió hacia la puerta. Yo me incorporé y lo llamó. Él me miró y me dijo:
-Tranquilo profesor, no diré nada. Lo que ha pasado aquí será nuestro secreto.
Yo asentí, dejando que se fuera. Con delicadeza, ayudé a Amanda a incorporarse y fuimos a la ducha. Bajo el chorro de agua, estuvimos besándonos, acariciándonos y comentando la experiencia que acabábamos de vivir. Me tranquilizó saber que, desde el primer momento, ella había previsto mis intenciones y que estaba deseosa de ese trío, pero que tenía que parecer disconforme.
Tras secarnos y vestirme, ella me acompañó a la entrada únicamente con una toalla. Tras un buen beso de despedida, salí a la calle. Ella, viendo que no hubiera nadie cerca, dejó caer su toalla y me dijo sonriendo:
-Hasta mañana profesor.