La inocente culpable (2)

El profesor quiere que su alumna siga cumpliendo sus deseos. ¿Conseguirá Amanda superar los retos que su profesor le plantee?

Buenas a todos y todas, aquí les dejo la segunda parte del relato. Espero que sea de su agrado y dejen muchos comentarios y valoraciones. Gracias por leer, un saludo.

Al día siguiente me encontraba en el despacho, saboreando aún lo que había pasado el día anterior con Amanda. Definivitamente, mi alumna era muy buena en el sexo y yo me planteaba disfrutar de ella todo lo que pudiera. Hoy vería si cumplía la orden que le puse ayer en mi despacho.

Unos toques en la puerta me avisaron de que ya estaba aquí y la hice pasar. Entró vestida igual que el día anterior, aunque parecía incómoda y asi se lo hice saber.

-Tengo la impresión de que se me va a ver todo- me contestó.

La hice apoyarse con las manos en la mesa de mi despacho y subí su falda. Efectivamente, me había hecho caso y no llevaba nada de ropa interior. Empecé a manosear sus nalgas, que duras y tersas eran. Un culo de ensueño, sin duda. No me pude contener y le di un azote en una de sus nalgas.

-¿Te incomoda que puedan verte algo?

-Sí.

Le di un azote en la otra nalga.

-¿Sí qué?

-Sí, profesor.

-Mucho mejor. ¿Te tocaste al llegar a tu casa? Debías ir muy caliente.

-Sí, profesor. Me fui rápido a la ducha y me metí los dedos. Iba muy cachonda y necesitaba desahogarme.

-Pues a partir de ahora sólo podrás correrte cuando yo te diga, estés en tu casa o en cualquier otra parte. De hecho, hoy tendrás que intentar no correrte hasta que yo te doy permiso...si es que te lo doy. Es más, es preferible que no te corras porque si lo haces se enterará mucha gente.

Antes de que ella pudiera responder cualquier cosa, enterré dos de mis dedos dentro de su vagina y empecé a moverlos. Ella apretó los labios intentando no gemir,aunque su coñito pronto empezó a lubricarse. Entonces saqué de mi bolsillo el artilugio que tenía preparado y empecé a introducírselo. Ella dio un respingo al notarlo e intentó incorporarse, pero un azote en sus nalgas le hizo ver que sería mejor obedecer. Solo le permití incorporarse cuando terminé. Ella se irguió y me miró pidiendo una explicación.

-Lo que te he introducido es un minivibrador que controlo yo mediante un pequeño control remoto. Tiene tres intensidades: la floja (la activé y dio un pequeño respingo), la media (apretó los labios al sentir la vibración) y la fuerte (abrió mucho los ojos y tuvo que cogerse a la silla para no caerse)- Aguanté a que se recuperara.-Y lo vamos a probar durante la clase que tenemos hoy.

Una expresión de sorpresa se adueñó de su cara al entenderme:-No no, por favor... Me correré y se darán cuenta...

-Ahí está precisamente la gracia. Deberás aguantar las ganas de correrte en plena clase para que nadie se entere. Si aguantas bien, vienes a mi despacho y ya veremos lo que hacemos. Si no aguantas o no quieres esta prueba, sales de aquí con la materia suspensa. Tú verás.

Ella se irguió con expresión enfadada y me dijo: -Hasta luego profesor, nos vemos en clase.- Y salió haciendo un esfuerzo para acostumbrarse a llevar el vibrador dentro.

Las dos horas hasta la clase que tenía con su grupo se me hicieron eternas. Cuando sonó el timbre que daba fin a la clase anterior y mientras me dirigía hacia la suya, llevé mi mano al control remoto y activé dos cortas vibraciones a intensidad baja. Al entrar a clase, la busqué con la mirada y detecté algo de preocupación en sus ojos, aunque cambió para desafiarme silenciosamente.

Me puse enfrente de la clase y dije: -Chicos y chicas, hoy deberán buscar información por Internet sobre el trabajo de investigación de este tercer trimestre. Ya di el visto bueno a los temas que me propusieron, así que a trabajar.

Yo me senté en la mesa y saqué varios papeles para disimular que hacía algo. Con el control en la mano, empecé a activar cortas vibraciones a intensidad baja. Amanda aguantaba bien el tipo desde su asiento en la última fila, aunque empezaba a ponerse colorada. Alguna mirada se le escapaba hacia mí, con una expresión entre enfadada y desafiante.

Justo en una de esas miradas, decidí subir la intensidad a media. Dio un respingo casi imperceptible y su expresión cambió. Se había dado cuenta de que la cosa iba en serio y la preocupación se reflejó en su rostro. Fui alternando entre vibraciones bajas y medias, hasta que ya me establecí definitivamente en la intensidad media. Amanda no fue indiferente a este cambio. Intentaba mantener la compostura, aunque daba algún respingo en alguna ocasión que conseguía pillarla por sorpresa. A veces se mordía el labio, con un gesto que se me antojaba tremendamente sensual.

Cuando me cansé de eso, decidí pasar a la intensidad fuerte. A juzgar por cómo apretó los puños y los labios, habría hecho uso de toda su fuerza de voluntad para no pegar un salto y gritar. El resto de la clase permanecía indiferente, todos enfrascados en su ordenador mientras una compañera en la última fila se retorcía en su asiento. Fui alternando vibraciones fuertes y medias, viendo cómo peleaba para no desfallecer de placer con gruesos gotas de sudor cayendo por su frente.

Finalmente, y cuando quedaban pocos minutos para finalizar la clase, di dos fuertes vibraciones. Anuncié a los alumnos que ya era suficiente por hoy y les di permiso para abandonar la clase. Yo esperé a que se fueran todos, la erección se me habría notado y no quería que nadie me viera en ese estado. Cuando me calmé, me dirigí al despacho y en la puerta me encontré a Amanda. Le abrí la puerta y entramos los dos.

-Es... es usted un...

Activé de inmediato el vibrador a intensidad fuerte y cayó al suelo sobre sus rodillas. Yo liberé rápidamente mi pene y se lo introduje en la boca, empezando a bombear fuerte cogiéndole del pelo. Al principio le sorprendió un ataque tan brusco, pero pronto se aplicó a la tarea. Succionaba y ensalivaba mi polla con ganas, se le notaba lo cachonda que debía estar. Me miraba con expresión de vicio y pronto fue innecesaria mi mano en su cabeza, ella misma mantenía un buen ritmo en la mamada. Pronto noté que la leche subía y, sin decirle nada, estallé en su boca. Ella aceptó todo sin rechistar y pude apreciar cómo tragaba.

Cuando me repuse, la levanté y la puse contra la mesa de mi despacho. Arranqué con brusquedad el vibrador y enterré mi cara entre sus piernas. Ummmmmmm, qué bien sabía su coño. Un coñito joven y mojadito, que no paraba de mojarse más y más a medida que mi lengua lo recorría entero, pasando por sus labios e incluso metiéndose dentro de él. Ella gemía suavemente y movía sus caderas, buscando ansiosa el contacto con mi lengua. Incluso echó su mano hacia atrás, para presionar mi cabeza contra ella.

Seguí y seguí devorándola con ganas, hasta que noté que sus gemidos subían algo el tono y su coñito se encontraba empapado. Entonces me retiré de ella.

-Hemos terminado, ya puedes irte a casa.

Ella me miró confundida: -No... ¿No va a hacer que me corra?

-Ya te dije que ya decidiría cuando te corrías, pero ese momento no es ahora. Y recuerda que tienes prohibido correrte.

-¿Y cuándo llegará ese momento?

La besé con pasión, metiendo mi lengua bien dentro de su boca. Ella se dejó hacer y correspondió al beso, gimiendo suavemente cuando me separé de ella.

-Sabrás el momento que es, yo te diré que puedes correrte y entonces lo sabrás. Y ahora vete.

Le di un azote en una de sus nalgas. Ella hizo como que le dolía pero sonreía. Se asomó para ver si había alguien cerca y antes de salir, se levantó la falda para dejarme ver su trasero. Me sonrío pícaramente y me dijo:

-Hasta la próxima, profesor.