La inocente culpable (1)

Todo apuntaba a que sería un día más en el trabajo, pero una petición desesperada hará que el día mejore notablemente.

La primavera acaba de empezar y me encontraba en mi despacho, sentado en la silla sin saber muy bien qué hacía ahí. Mentira, la razón de que estuviera aún ahí tenía nombre y apellido: Amanda Castillo.

Amanda era una de las chicas modelo del instituto privado en el que yo impartía clases. Popular, guapa y con un aura de inocencia con el que encandilaba a profesores y estudiantes por igual. Sin embargo, yo había descubierto su secreto.

Desde que en ese chat descubrí a "Chicasexy21", algo en mi interior cambió. Recordaba haber visto en algún lugar a esa rubita de grandes pechos, culo precioso y piernas interminables. Poco a poco fui ganándome su confianza hasta que conseguí que me mostrara su cara. No podía creerlo, era Amanda Castillo. La recatada e inocente estudiante era esa mujer deseosa de sexo y que contaba sus experiencias sexuales sin tapujos a completos desconocidos y se exhibía ante ellos sin ningún tipo de pudor.

Desde aquel día, fue imposible para mí verla de la misma manera. Cuando la veía paseando por el instituto, la imaginaba mentalmente desnuda y gimiendo de placer con cualquier compañero con el que la veía coqueteando.Y ahora la iba a tener en mi despacho, buscando saber por qué no había aprobado mi asignatura. Suspiré y cogí mi teléfono. Inconscientemente, me dirigí a la carpeta donde guardaba sus fotos y empecé a verlas. Esas fotos en bikini o ropa interior, exhibiendo sus grandes pechos, chupando su propio pezón,... Pero la joya de la corona era una foto en la que salía totalmente desnuda, abierta de piernas, con dos dedos en el interior de su vagina y la boca entreabierta en un gesto de placer.

Maldije interiormente al percatarme de la erección que se había formado bajo mi pantalón. Amanda debía estar a punto de llegar, menos mal que podría quedarme sentado tras la mesa de mi despacho y no se percataría de nada. Justo en ese momento llamaron a la puerta. Me recompuse rápidamente y adopté una posición seria.

-¿Quién es?

Una voz respondió: -Soy Amanda Castillo. ¿Puedo pasar, profesor?

-Adelante.

Cuando la vi cruzar la puerta de mi despacho, debo admitir que quedé impactado. Su melena rubia se hallaba recogida en una coleta y dejaba al descubierto su bello rostro.Pero lo que más me impactó fue su vestimenta. La camisa del uniforme se hallaba con dos botones de la parte superior desabrochada, dejando al descubierto el inicio de sus pechos. Y la falda a mitad de muslo, más alta de lo que se recomendaba en el instituto, dejaba al descubierto sus dos largas piernas, envueltas en unas medias blancas

No pude evitarlo, mi erección no sólo disminuyó sino que aumentó aún más. "Maldita sea, ¿es que no se da cuenta de lo que provoca yendo así vestida?" Pero una vocecita me susurró: "Claro que lo sabe. Va así vestida para ver si enseñándote algo de su cuerpo,consigue que la apruebes. Aunque ella siempre negaría eso, y con su inocencia fingida convencería a cualquiera de que no lo hizo a propósito". Aparté como pude esos pensamientos de mi cabeza y le indiqué con un gesto que tomara asiento en la silla situada frente a mi mesa.

-Usted dirá Amanda.

-Pues verá profesor, es que quería saber la razón de mi calificación. Como usted sabe, quiero ingresar a la Facultad de Medicina el año que viene.Y con su calificación, me temo que me será casi imposible. Por favor, dígame que ha sido un error y tengo una nota más alta.

-Lamento decirle esto Amanda, pero no ha sido un error. Sus calificaciones se han resentido en este trimestre y no hay manera de mejorarlas. Pero tranquila, aún queda un trimestre y puede usted mejorar.

-Pero profesor, usted no lo entiende. Mis padres son muy estrictos y se enfadarán mucho si llego con una calificación como la suya. Por favor, algo habrá que pueda hacer- Su voz sonaba angustiada y una lágrima asomó en sus ojos.

Normalmente, esa angustia en su voz y sus ojos llorosos seguramente me habrían ablandado el corazón y habría optado por, al menos, aprobarla. Sin embargo, el temblor que observé en sus pechos y que mi erección no había remitido, llevaron mi cabeza en otra dirección.

-En realidad sí hay algo que puede hacer.

Su voz sonó esperanzada: -¿De verdad profesor? Dígamelo por favor.

Clavé mis ojos en los de ella y le dije:

-¿Qué puedes decirme de "Chicasexy21"?

Una sombra de miedo cruzó su cara pero rápidamente intentó adoptar una actitud seria.

-No sé de qué me habla, profesor.

-¿Ah, no?

Cogí el móvil y le fui mostrando las fotos. Intentó arrebatarme el móvil pero yo había estado atento y conseguí interceptar su brazo a mitad de camino. Rápidamente puse el móvil a buen recaudo en un cajón de mi escritorio que se abría con una combinación que sólo yo conocía. Amanda mostraba una expresión de terror en su cara, la cual ocultó tras sus manos en un gesto de absoluta vergüenza.

-No las haga públicas profesor, se lo suplico. Todo el mundo pensaría que soy una guarra y la reacción de mis padres sería brutal.

-No las publicaré...a no ser que hagas algo por mí.

Ella me miró incrédula y negó con la cabeza. Yo simplemente sonreí y asentí.

-¿Cómo se atreve a proponerme algo así? Jamás me acostaría con un profesor.

-En ese caso puedes irte por donde has venido, con la materia suspensa y todo el instituto y tu familia conocerán el secreto de la estudiante modelo Amanda Castillo. Si decides quedarte y dar lo mejor de ti, tu secreto se quedará a salvo y borraré las fotos de mi móvil.

El silencio cayó sobre mi despacho. Los dos conteníamos la respiración, especialmente yo. No sabía qué decisión tomaría Amanda. Casi podía oír sus pensamientos, debatiéndose entre la idea de entregarse a mí o no, valorando los pros y contras de cada decisión.

-¿De verdad borrará las fotos si accedo?- preguntó con un hilo de voz.

-Te lo juro.

Finalmente suspiró y me miró con decisión: -¿Qué debo hacer?

Me levanté y caminé hacia la puerta para cerrarla con pestillo desde dentro. En mi pantalón se me marcaba la erección y no se me escapó la mirada que Amanda le echó casi sin disimulo. Una vez hube cerrado la puerta, caminé hasta situarme cerca de ella.

-Levántate y quítate el uniforme, quédate solo con las medias y la ropa interior.

Ella obedeció, quitándose la camisa y la falda con, para mí, estudiada lentitud, descubriendo su cuerpo poco a poco. Quedó con las medias blancas, un sujetador negro que realzaba su ya impresionantes tetas y un tanga también negro que se perdía entre las nalgas de su imponente culo.

Me acerqué a ella e incliné mi cabeza con intención de besarla. Ella no se movió y la besé con suavidad, lentamente. Ella me correspondió al beso y poco a poco fuimos subiendo la intensidad. Cuando nos separábamos, ella permanecía un segundo mordiendo suavemente mi labio inferior, algo que me ponía a mil. Pronto los besos eran muy pasionales y lascivos, nuestros cuerpos se encontraban totalmente pegados y mis manos se encontraban en su culo, amasando sus nalgas.

Me separé y, con impaciencia, desaté su sujetador y lo dejé caer al suelo. Frente a mí se encontraban esas dos tetazas, con las que tanto había soñado y me había pajeado en los últimos meses. Eran grandes, redondeadas y firmes. Pero lo mejor se hallaba en el centro, un pezón rosado que en esos momentos estaba duro y erguido, denotando la excitación que poseía a Amanda. Me incliné hacia el pecho y empecé a lamer con ansia ese pezón, mientras con una de mis manos apretaba el otro. Amanda gemía suavemente mientras me acariciaba el pelo, disfrutando de las atenciones que recibía.

Cuando ya llevaba un tiempo, me incorporé y le ordené que se arrodillara. Ella lo hizo rápidamente, sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción ante lo que sabía que se venía. Me desabroché el pantalón y ella fue quien me quitó el boxer con impaciencia. Cuando mi polla saltó dura,ella se relamió los labios y besó el glande. Empezó a repartir besos a todo lo largo de mi polla. Cuando llegó a los huevos, empezó a chuparlos mientras cogía la polla y me masturbaba con suavidad. No dejó de mirarme en todo momento, con una expresión viciosa que nadie en el instituto habría imaginado que ella era capaz de poner.

Ardiendo de impaciencia, cogí su coleta y dirigí su cabeza hacia mi polla. Ella soltó una risita, la cual quedó ahogada cuando empezó a comerme la polla. Al principio dirigía yo el ritmo, aunque poco después me di cuenta de que no hacía falta. La propia Amanda chupaba sin ningún tipo de problema, metiéndose toda la polla en la boca y sin dejar de mirarme en ningún momento. Se notaba que la muy zorra sabía lo que hacía, a saber cuánto tiempo llevaba chupando pollas. Sus labios recorrían mi polla sin descanso, ensalivando bien y su lengua hacía maravillas cuando jugaba con el glande.

Cuando me notaba próximo a correrme, tiré de su pelo hacia atrás. Ella jadeaba del esfuerzo y un hilo de saliva unió su boca entreabierta con mi polla. Su cara tenía una expresión de absoluto vicio que estuvo a punto de hacer que me corriera sin remediarlo.

-Te la vas a tragar toda, ¿de acuerdo zorrita?

-Sí...sí profesor. Deme toda su leche, la quiero en mi boca- dijo ella con una voz que nunca le había oído. Se notaba que estaba muy cachonda.

La agarré de la coleta, dejando su cabeza parada, y se la introduje hasta el fondo de la boca. Empecé a moverme más y más rápido, follándole la garganta con fuerza. Ella no dejaba de hacer sonidos guturales con la garganta, mirándome con una mirada y un rostro llenos de lujuria. En una de las veces que embestí su garganta hasta el fondo no pude aguantar más y exploté dentro de ella. Al principio se sorprendió pero fue tragando todos y cada uno de los chorros que fui echando en su garganta. Cuando paré de correrme, solté su coleta. Ella fue sacando la polla de su boca poco a poco para terminar limpíandola bien. Mirándome con gesto guarro, me abrió la boca para demostrarme que no quedaba nada en su boca.

Hice que se incorporara, la senté en la mesa y le quité con ansias el tanga. Pensaría que me la iba a follar pero lo que hice fue empezar a comerme su coñito. Joder, qué olor, qué sabor... Saborear y comerle el coño era el paraíso. Mi lengua se internaba en ella con suma facilidad, recorriendo todos sus rincones. Estaba empapada y yo no paraba de provocar la salida de más y más jugos. Ella gemía quedamente, tapándose la boca con una mano en un intento de acallarlos y con la otra mano en mi cabeza, apretándome sin cesar contra su coño. Su cuerpo se estremecía cada vez con más fuerza. Y cuando ella parecía estar a punto de correrse una idea cruzó por mi mente.

De improviso, me incorporé.

-Vístete-le ordené con gesto serio, mientras yo hacía lo mismo.

Ella pareció no entender: -¿Qué...qué?

-¿Tengo que repetírtelo?

Ella cogió sus prendas y empezó a vestirse con gesto contrariado. Era evidente que no le hacía mucha gracia quedarse a las puertas del orgasmo. Una vez se hubo vestido, le ordené que permaneciera en pie, algo que le costaba esfuerzo a juzgar por cómo le temblaban las piernas.

-Quiero decirte que he decidido no cumplir con lo acordado...al menos de momento.

Ella abrió la boca en señal de protesta pero levanté la mano y guardó silencio. Yo continué:

-El acuerdo incluía que te follaba y yo eso no lo he hecho...aún. He decidido que voy a someterte a un par de pruebas más. Si las superas satisfactoriamente, borraré las fotos. Si no las superas, pues ya sabes. ¿Has entendido?

-Sí.

-Sí, ¿qué?

-Si, profesor.

-Mucho mejor. Ah, una cosa más- Me acerqué a ella, introduje las manos bajo su falda y le arranqué el tanga. Estaba empapado, lo acerqué a mi nariz y aspiré su olor- De ahora en adelante, tienes prohibido llevar bragas o tanga en todo momento.

Amanda abrió los ojos como platos al oírme decir eso: -Pe...pero se me verá todo bajo la falda.

Yo me encogí de hombros:- Deberías haberlo pensado antes de llevar faldas tan cortas. Ahora sal y no comentes con nadie lo sucedido. Mañana ven de nuevo por aquí antes de las clases, recibirás instrucciones.

Me acerqué a ella y la besé con pasión. Ella correspondió a mis besos con ganas. Introduje la mano bajo su falda y en su vagina. Ella pegó un respingo al notarlo. Saqué el dedo empapado y se lo di a chupar. Ella lo saboreó con gusto y me dedicó una sonrisa llena de vicio. Abrí la puerta de mi despacho y ella salió. Una vez fuera, se giró y guiñándome un ojo me dijo:

-Hasta mañana profesor