La inocente Anita

Una inocente niña de 18 años empieza a sentir un deseo irrefrenable por su hermano Miguel, de diecinueve. Comenzando una historia de incesto entre hermanos.

Me llamo Ana, soy una chica de veintiséis años, mido 1'67, tengo el pelo oscuro y soy trigueña. La historia que voy a contarles pasó hace doce años, cuando yo tenía catorce. Yo en ese momento era un niña bien incocentona. Mis padres me habían educado de forma conservadora y a mi ni siquiera se me pasaban por la mente pensamientos que no fueran inocentes, hasta ese momento. El momento en el que mi hermano Miguel, que en ese momento tenía diecinueve años, me abre los ojos. O las piernas más bien.

Bien, pues como he dicho, esto sucedió cuando yo tenía 18 añitos. Venía llegando de la escuela y al entrar en mi casa me di cuenta que mis padress no estaban. Era raro que ninguno de los dos se encontrara en la casa, pues siempre esperaban a que yo llegara para comer. Al entrar en la cocina había una nota en el refri, pues mi padre tuvo un viaje de trabajo urgente y mi madre avisó que la abuela enfermó y ella iría a cuidarla todo el finde, por lo que estaríamos mi hermano y yo solos.

Después de prepararme una ensalada con pollo y almorzar, me dirigí arriba a mi cuarto para hacer la tarea. Cuando llego al final de las escaleras escucho uno sonidos  un poco raros y me alarmo, pues yo pensaba que estaba sola en casa. Escucho atentamente y me doy cuenta que los sonidos provienen del cuarto de Miguel. Me acerco despacio pues no sé que ocurre, esos sonidos son extraños, como si algo le estuviera haciendo daño. La puerta de su cuarto de encuentra un poco abierta y yo me asomo por ahí intentando no hacer el más mínimo tuido. Al mirar por la puerta alcanzo a ver a mi hermano sentado en su escritorio, casi dándome la espalda. Vuelvo a escuchar ese sonido, como un gemido y me doy cuenta de que es Miguel quien los hace. Frunzo el ceño porque no sé por qué hace esos ruiditos. Alcanzo a ver en la pnatalla de su ordenador a ver qué es lo que ve con tanta atención. Mis ojos se abren desmesuradamente de la impresión, pues en la pantalla aperece un hombre corpulento haciéndole cosas sucias a una chica no mucho más grande que yo. Me llevo mi mano a mi boca para apagar el grito de asombro que quería escaparse de mi.

Mi asombro aumenta cuando me doy cuenta de que mi hermano se está tocando sus partes, y que cada vez gime más fuerte. En la pantalla del ordenador se ve cómo esa chica cierra los ojos, por el placer intuyo, ella se toca su pepita, mientras el hombro le entierra su...pene...en sus partes. La chica parece disfrutarlo, y mi hermano parece que disfruta viéndolo. Mi hermano se toca su pene, se lo acaricia de arriba a abajo a gran velocidad y echa la cabeza hacia atrás, está medio desnudo, pues no tiene camiseta, y sus pantalones están bajados hasta las rodillas, junto con su ropa interior. ël sigue tocándose y yo me fijo mejor en su pene. Me siento mal y muy sucia por mirar, pero no sé por qué no puedo dejar de hacerlo. Sigo mirando hasta que él gruñe de forma más sonora y un líquido blanco sale de la punta de su pene grande y grueso.

Yo aparto la mirada y corro hacia mi cuarto sin hacer ruido, cierro la puerta con cuidado y me siento en la cama. Mi respiración es entrecortada y tengo calor. No sé qué me pasa. Siento como si tuviera ganas de hacer pis, así que voy al baño. Pero cuando me subo la falda y me bajo las braguitas, no hago pis. Aunque si siento mi pepita mojada, me toco con un dedo y noto la humedad. Mi cara se pone colorada de mil tonos de rojo cuando me doy cuenta de que me he excitado viendo a mi hermano tocarse.

Mis padres me han educado de forma conservadora, pero voy a la escuela y no soy tonta, he tenido charlas de sexología y sé cómo funcionan las cosas. Por eso mismo siento tanta vergüenza. Porque sé que me he puesto...hablando vulgarmente...me he puesto cachonda viendo cómo mi hermano se masturbaba. Era la primera vez que veía algo así, y fue mi hermano.

No me puedo creer que me haya puesto tan empapada por eso. A pesar del bochorno que siento no pude evitar que mi mano bajara hasta mi chochito y mis dedos exploraran la zona. Pennsaba en lo que hacía la chica del vídeo y yo hacía lo mismo en mí. Me dio tanto gusto que un gemido logró salir de mi boca. Llevé mi otro mano a mi boca para apagar los sonidos pero no dejé de tocarme, no paré hasta que senti como si una corriente atravesara mi cuerpo de manera brutal. Y ahí me di cuenta de que acababa de tener mi primer orgasmo, y nada más y nada menos que pensando en la polla de mi hermano mayor.

Después de ese momento tan bochornoso, no volví a vivir una situación así hasta después de dos semanas. Mis padres se iban de fin de semana romántico y nosotros nos volvíamos a quedar solos.

En estas dos semanas que nada pasó, yo no dejaba de pensar en el pene de mi hermano, cada noche pensaba en lo que había visto y me tocaba hasta correrme. Empecé a ver a mi hermano con otros ojos, ahora me fijaba más en la ropa que llevaba, en cómo caminaba, en su cuerpo musculoso. Un día me dio demasiada curiosidad y me vi un vídeo porno por internet, un vídeo de incesto. Dos hermanos se acostaban y se hacían cosas que para mí hasta ese momento eran prohibidas. Pero tuve pensamientos, fantasías con mi hermnao. Miraba el vídeo y me imaginaba que era yo la del vídeo. Que era mi hermano el que me acariciaba, el que me besaba y me hacía suya. Después de cada vez que me tocaba me daba vergüenza y sentía asco de mi misma por sentir esas cosas por mi hermano, pero al final siempre volvía a hacerlo y a pensarlo.

Subí al piso de arriba y escuché la ducha, sabía que mis padres no estaban así qeu no podía ser otro sino Miguel quien estuviera duchándose. Llegué a la puerta del baño y la abrí un poco nada más, sin hacer ningún ruido. A través del espejo pude ver cómo mi hermano estaba desnudo, mojada y....duro. Tenía un brazo apoyado en la pared y su otra mano en su dureza. Sus ojos estaban cerrados y él se acariciaba lentamente. Yo no podía dejar de mirar. Miraba su polla, grande, dura, gruesa y no podía dejar de pensar en las cosas que quería que me hiciera con ella.

Inconscientemente mi mano bajó hasta mis pantalones cortos y mi mano se coló dentro de mis braguitas. Empecé a tocarme imaginando que eran sus dedos los que me acaricicaban. Veía a mi hermano apretarse aún más la erección y gemir en voz alta. Probablamente pensaba que yo no estaba en casa, así que eso me dio seguridad para seguir mirando. Veía su cara que delataba el placer que estaba sintiendo, y sus movimientos se hacían cada vz más rápidos. Era tanta mi excitación que sólo me faltaron un par de roces más para correrme. Ahogué el gemido que pugnaba por salir de mi garganta y huí a la seguridad de mi habitación.

Cuando cayó la noche, mi hermano y yo cenamos juntos y después é salió con sus amigos. Estaba yo en mi cama pensando en lo que había pasado apenas esta mañana y me volví a poner caliente. Asi qeu como cada días desde hace tres semanas, mi mano viajó solita hacia aquel lugar cálido y húmedo que era mi chochito. Me tocaba suavemente y pensaba en mi hermano. me lo imaginaba haciéndose esa maravillosa masturbación en la ducha y me mojaba el triple. Mi excitación era tal, que no me di ceunta de que había alguien en la puerta de mi cuarto observando cuando me corrí...

  • Miguel, ahhh - gemí entre suspiritos de placer.

Continuará.