La Iniciación en la Orden de San Cojonandio
Tenía ganas de entrar en la Orden Secreta de San Cojonancio, y lo hice y este fue el resultado de esa entrada a las pruebas de la Iniciación
Recibí tras picar mucho a su puerta la invitación de pertenecer a la extraña Orden Teutónica de San Cojonancio, cuestión que me hacía mucha ilusión, aunque me habían hablado de una serie de rituales de iniciación que me dejaban el cuerpo un tanto así.
Había oído hablar de los mistéricos ritos de iniciación templaria, de los ósculos negros, etc, y la verdad es que no las tenía todas conmigo, y más cuando algunos amigos íntimos sabedores de tal decisión empezaron con las bromitas de si me gustaba el café con mucha leche, si los panes churruscados me gustaban etc.
Otros amigos y amigas me animaban a seguir con el paso de entrada, ya que aunque resultara un tanto duro al principio, luego yo mismo podría participar de tales ritos ya no como sufridor sino como recipiendario de algunos dones.
Así fue como me preparé para aquellas pruebas de fuego, aire y agua que simbolizaban todo el rito de iniciación. En aquella vieja cueva, representación de la pacha-mama, una soror madurita y de volúmenes redondeados en tetas, y nalgas y con oscilante melenita rubia me ayudó a despojarme de mis ropajes, dejándome tan solo en calzoncillos y colocándome un sayón que me tapaba todo el cuerpo, tal compañera denominada Soror fue muy solícita al ungirme con un oloroso aceite, que yo rápidamente extendí, pero fue ella la encargada de comprobar que ninguna parte de mi cuerpo quedara sin tan esencial pringue.
Así fue como de pie y apoyado contra la pared sentí como la soror comprobaba centímetro a centímetro que el aceite de romero y almizcle estaba presente en mi cuerpo, cuando ya daba por terminada la inspección me ordenó me quitase los calzoncillos y con diestras manos me metió por toda la regaña una abundante cantidad de aceite que arrollaba culo abajo, hasta quedar suspendida de los cojones, cantidad que recogió con ambas manos y que rebozó a gusto y capricho por la polla, canal del culo y en la propia entrada oscura.
Fue un masajeo intenso y placentero, que se vio recompensado por un roce del temamen de aquella soror en mi espalda, según ella para comprobar el grado de fricción, cuestión importante a la hora de recibir a un profano en la iniciación.
Ni que decir que aunque el mandango se me subió a la altura del ombligo con tales maniobras, cuando me pusieron la venda en los ojos, todo se vino de nuevo a su primera posición. Caminé de la mano de la Soror a la que ya reconocía por su almizcleño olor y que me dejó pegado en el restruejo del que fui producto.
De camino al santuario me ataron las manos atrás, con una suave cinta que no me dejaba lugar a escapatoria alguna, así entré en una caldeada sala donde los murmullos y las risitas aunque disimuladas y sincopadas llegaban hasta mi oídos con fina nitidez, dado mi estado de rara excitación de alegría y miedo.
Lo primero porque la Gran Maestra Adjunta de la melenita me había dejado más que a cuadros con tanto masaje, que yo más bien interpreté como sobeo puro y duro, alegría porque al final del todo, porque entraría en la Caballeresca Orden Teutónica de San Cojonancio , y miedo porque barruntaba que si a mi me ponían a tono ya desde un principio, algo tenía que haber para justificar tanto aceite y tanto calor como allí se respiraba.
Me colocaron en medio de un gran círculo de manos, que pronto se dieron a reconocerme, pues debía pasar por la ablución y que a través de húmedo lavado no dejaron punto que no fuera tocado, masuñado o perforado, así fue como sentí que mi querido instrumento era masuñado y hasta hurgado mi culito, mis orejas y hasta los propios agujeros de la nariz,
Tras un espeso silencio una cantarina voz de nobleza castellana, indicó:
.- El profano que a nuestras puertas ha llamado está a punto, y es reconocido por sus amplios saberes y poderosos “argumentos”, para el cual pedimos den comienzo las pruebas de iniciación, pues le damos por idóneo para nuestros fines.
Tras unos golpes de campanillas se me comunicó que sufriría las pruebas correspondientes: la del Aire que es la esencia que Dios Yahvé insufló en sus narices, aliento de vida y de ser. Fui puesto de rodillas y en plena cara me azotaron un buen par de malolientes pedos y a continuación se abanicó sobre mis pituitarias otro olor que me resultó conocido como de chocho en plena excitación, y que a mi juicio los pelos que lo adornaban los tuve tan cerca que pude saber adivinar más tarde a quien pertenecían.
.- Todo esto que has sufrido,- decía un vozarrón situado al fondo-, representa los desordenes de la naturaleza, sus cambios, sus metamorfosis que a veces es un castigo y en otras unas placenteras navegaciones, que como iniciado podrás comprobar y saborear.
.- Venga pues la prueba del Agua - lo cierto es que la polla al olor de tan sublime chocho que había tenido tan cerca se me empinó más de la cuenta, lo cual tras el sayón debía presentar un armas de mucho de aúpa ya que no estoy tan mal armado, y supongo que como castigo venía aquello del agua- pónganse pues los hermanos todos a punto para tal prueba.
Sentí pues que alguien levantaba el sayón y me ataban las manos a algo alto que quedaba pegado a todo mi cuerpo excepto por la polla, la cual encajaron en un orificio, entre el olor y los manejos del instrumento este se puso a cien, y más a cien debió ponerse cuando me la introdujeron entre aquello que yo interpreté como una cubitera de hielo. -El agua y el contacto purifica y os encontrareis como en el día en que moriréis y naceréis al mismo tiempo. Esta agua salvadora es vuestra tumba y vuestra madre, - decía el vozarrón del fondo- Yo mientras pensaba en que sería mi tumba pues el hielo en vez de apaciguar mi salchichón, el efecto era al contrario o sea como para hacer madre a cualquiera. Sentía por momentos la polla crecer y a punto de explotar-
Una nueva voz muy cantarina , meliflua como ella sola, respondió a mis pensamientos -. El fuego consume la corrupción, pero también devora al ser corrupto he aquí que el instrumento ha de tocar los labios y se retirará tu culpa y el pecado será expiado-
Ahora se me echaba en el duro suelo encima de pequeñas piedrecitas, cuando intentaba acomodarme dando saltitos sentí como mi cantimpalo era absorbido por el caldero divino, pues jadeó mi fuelle en busca de más hueco en aquel ardoroso atanor que me columpiaba a gusto, arriba y abajo, hasta que el plomo fue escupido y a cuyo manjar acudieron otros atanores, y de cuyos sublimes caldos fue liberada mi polla por diversas lenguas que prontas fueron dando lamidas hasta los propios cojones.
Si aquello era una iniciación que viniera cuantas veces quisiera pues era una delicia sentir aquella lengua áspera y granosa cerquita de la raja del culo, o aquella otra larga y culebreante por el prepucio en busca de más plata de desecho, así fui purificado, no sin antes probar unos cuantos chochos
Hermano mío – dijo otra voz- has pasado las pruebas pero aún te quedan las más duras- si son todas así, pensaba yo que vengan más y más duras-
Me levantaron de mi extraña cama y poniéndome de pie sentí en mis costillares un par de puntas de espada empujándome hacia delante me di con algo como madera y me ordenaron abrir la boca, y en eso que sentí una polla en mi boca inmensa y pudrienta, quise huir pero las espadas me conminaban a seguir en la tarea de hacerle un francés a tal hediondo instrumento, no era plato de mi gusto, terminé rápido aplicándome en la tarea, y apenas si estaba escupiendo el resto de leche cuando otra vez las espadas me apuntalaban hacia otra polla gorda como un pepino, a cada chupada me daban arcadas, eso sí fui compensado por otro chupador o chupadora que de mi polla se hizo cargo a cuyos vaivenes nos acoplamos haciéndonos las delicias unos a otros.
No sé cuántas pollas chupe en aquella iniciación pero puedo jurar que fueron muchas al igual que chochos que también fueron muchos, y los había de todos los modos hondos y olorosos como para meter hasta la cabeza; soberbios que al más lívido roce se erguían en busca de la lengua calmadora. Aquellos atanores dejaron en mi papilas y pituitarias todo una mansedumbre que me vino bien para el momento final.
Hermano has gozado y has sufrido y finalmente te has transformado y tal mutación no será completa hasta que no pases la prueba de la espada blandurrilla señal de mando y obediencia, será tú última prueba.
Fui echado sobre una especie de altar y alguien me subió el leve camisón, a la altura de mi boca pusieron el preciado cochito de mi añorada Soror, y cuando más aplicado estaba en la faena de llevarla al éxtasis, he aquí que siento las espadas, y otra menos afilada y más carnosa que pugnaba por hacerse hueco en mi puerta trasera, como así sucedió, sentí morirme en aquellos embates que amasaban mi culito, cuando salió aquella espada blandurrilla otra ocupó su lugar y así otros y otros hasta terminar con todo el grupo, a esas alturas yo ya ansiaba más polla pues aquel encadenamiento de ritmos, tamaños y grosores hicieron que me gustara tal prueba .
Rendido me dejé caer de cuyo reposo me salvó mi Soror que me hizo las delicias de lavarme con su lengüita y destaparme mis doloridos ojos para que reconociese a mis nuevos hermanos y hermanas y pudiese disfrutar con quien quisiese pues había entrado en la Real Orden Teutónica de San Cojonancio.
A quien allí vi, y lo que allí hice pertenece al secreto teutónico que he prometido respetar. O sea que ajo y agua
Gervasio de Silos