La iniciación de María

De vacaciones con una amiga, conocemos a una pareja. Nos damos cuenta que es sumisa y mi amiga la va sometiendo para mí. Nos divertimos viendo hasta donde está dispuesta a llegar. Mi amiga disfruta forzando sus límites.

Hace un verano sofocante. Estamos de vacaciones en un complejo hotelero de unas islas. El hotel tiene playa privada y entre ésta y el complejo de edificios varias grandes piscinas de forma caprichosa, con mil y un vericuetos.

Un día al volver de la playa, vamos a una de las piscinas, nos situamos en una zona apartada. Ana lleva el bañador leonado con cremallera, alto en las caderas y dejando el culo al descubierto. Tumbados, nos estamos besando cuando descubrimos a otra pareja casi oculta por matas y arbolillos. Él está sobre ella, ella lo rodea con brazos y piernas. Ella está desnuda, él con el bañador bajado y una camiseta.

-Mira –me dice.

-Qué te parece? –Le pregunto.

-Que se lo están pasando muy bien.

-Es una buena idea, no crees?

-Sí.

Conforme dice esto se baja la cremallera dejando salir los pechos y se echa el bañador a un lado descubriendo el sexo ya mojado, se lo acaricio y le chupo los pechos. Le meto los dedos que chapotean de lo caliente que está. Yo estoy de espalda a ellos por lo que cuando bajo para besarle el vientre ellos pueden verla gozando con los pechos enhiestos.

-Te gusta que te miren verdad guarra?

-Ya lo sabes, o no notas como estoy?

-Es que eres una puerca mirona y una exhibicionista.

-Es que ella me lo pone fácil, ahí desnuda mientras se la meten.

El diálogo está salpicado de jadeos.

Ella me cuenta como ambos la miran y van viendo como la excitación va creciendo en Ana hasta llegar al orgasmo. Mientras se corre la mira sobre todo a ella, prendada de su belleza.

Vuelve a ponerse el bañador en su sitio.

-No sé si estoy más excitada ahora o antes.

-Me gusta cuando estás tan caliente. Hazte una paja.

Siempre ha sido muy obediente, se mete los dedos y oigo el chapoteo de sus dedos.

-Pero no te corras.

-No empieces ya, no puedo estar caliente todo el día.

-Piensa en ella, sé que te ha gustado. Te gustaría follártela?

-Claro que sí, lo sabes, quiero comérmela.

-Y que ella te meta la lengua en tu coño?

El gemido que da me hace entender que sí.

-Deja que me corra.

-Ni pensarlo. Quiero ver como te corre el flujo por las piernas mientras subimos a la habitación.

-Me vas a exhibir por todo el hotel?

-Déjate la cremallera bajada.

-Se me saldrán las tetas.

-Para ser una señora hablas como una puta.

-Dios mío! Es verdad. Es en lo que me conviertes.

-Ja, ja. Es en lo que te gusta que te convierta.

Me gusta su sonrisa invadida de placer.

-Dime que le harías? –Le pregunto.

-Me la comería. Has visto como miraba mientras se corría?

-Estaba pendiente de ti.

-Puedes volver a hacerlo?

-No. Lo estás haciendo muy bien -le respondo.

-Me sigue mirando. Los dos.

-Vas a correrte para ella?

-Sólo para ella?

-Desde luego.

-Pero él me mira también.

-Y yo. Pero tú sólo la vas a mirar a ella y te vas a correr para ella. Me da igual que media piscina venga a mirarte, sólo vas a correrte para ella.

-Puedo?

-Si es para ella te dejaré.

-Ya?

-Quieres ya?

-Sí.

-No quieres seguir para que ella siga mirándote?

-Sí, me gustaría, pero puede que tenga que irse.

-Tu crees que viéndote como estás ahora querría irse?

-No sé, no sé. No me hagas pensar. Sólo dime cuando quieres que me corra. Puedo hacerlo ya. Cuando quieras.

-Sigue. Te avisaré.

Sigue tocándose mientras no deja de mirarla. Creo que incluso pueden oírla gemir. La dejo así unos instantes más.

-Córrete! Hazlo para ella. Sólo para ella. Nada más que para ella. Demuéstrale como te pone que te mire. Imagina que son sus manos las que te acarician. Enséñale lo que se está perdiendo por no ser ella quien te esté tocando. Haz que lo desee. Que te desee…

Su grito corta mi parlamento. Durante unos segundos se queda inmóvil. No sé siquiera si se ha desmayado. Abre los ojos y la sigue mirando ya relajada. En su boca se forma la palabra gracias. La pareja sigue observándola y lee su agradecimiento mudo.

-Gracias por hacer que me corra de estas maneras.

-Me gusta como te corres.

-Me gusta que me hagas correrme.

-Esta noche tal vez coincidamos con ellos. Si ocurre te dejaré que te corras de nuevo pero esta vez para todos.

-Gracias.

-Aunque tal vez tengas que hacerlo delante de algunos más, ja, ja.

-Eres un cabrón!

-Y tu una zorra que a pesar de tus protestas disfrutas.

-Ja, ja. Pero sólo cuando me pones tan caliente que no puedo negarte nada.

-Que es siempre, ja, ja.

Entre risas vamos hacia el hotel.

Al día siguiente estamos en la playa, los podemos ver acercándose a nosotros, ella lleva un tanga y por arriba una camiseta cortada, tan cortada que los pechos sobresalen brevemente por abajo.

-Por ahí viene tu novia.

Ana se gira para mirarla.

-Está buena, verdad? –Me dice.

-Sí. Ayer no puede verla bien.

-A ti también te gustaría, eh?

-Sabes que es mi tipo.

-Sí claro, guapa, maciza y con pinta de ramera.

-Te has descrito a la perfección.

-Es como me haces parecer.

-Te gusta que te haga parecerlo.

Se sientan muy cerca, ella se quita la camiseta y se le pueden ver unos hermosos pechos, Ana también tenía quitada la parte de arriba por lo que a ambos lados disfrutamos de bellas tetas, ambas se quedan con unos sucintos tangas que sólo tapan la raja del sexo. Ni uno ni otro podemos dejar de mirar a ambas a pesar de las hermosas mujeres que caminan por la orilla.

-Me apetece que me la chupes.

-Aquí?! Ahora?! Te va a escuchar!

-No me importa. Además así le enseñas a tu amiguita como me gusta.

-Porqué tienes que ser así?

-Porqué te calientas cuando soy así?

Al poco rato salimos para el hotel, Ana sólo se pone una camiseta de malla lo que le deja el pecho totalmente al descubierto con los juguetones pezones saliendo entre los nudos de la malla. Vista desde atrás parece que va desnuda pues los cordoncillos del tanga apenas si se ven tan finos son y del color de la piel bronceada. Su magnífico culo es demasiado atrayente para fijarse en otra cosa.

La otra pareja nos sigue a corta distancia, supongo que regodeándose con la visión de su culo botando a cada paso. Al entrar el recepcionista no puede evitar mirar a Ana y yo no puedo evitar acariciarle el culo, lo que hace que se ría.

-Estás caliente eh puta?

-Llevo un rato deseándote.

-A mí?

-Sí.

-Y a ella?

-A ambos.

-Qué hacemos con el marido?

-Calla que te van a oír.

La otra pareja nos alcanza en el ascensor, ella se quita la camiseta mirándonos, no hace falta hablar. Intercambiamos miradas de entendimiento. Para salir del ascensor cojo de la mano a la otra mujer. Por el pasillo voy delante con ella, poco antes de entrar en la habitación Ana le tira del tanga hasta hacerlo caer, ella se vuelve y le sonríe. El tanga queda en el suelo del pasillo. Al entrar la mujer y yo vamos al dormitorio, el marido y Ana se quedan en el salón. Antes de entrar me vuelvo y veo a Ana quitándose el tanga y al hombre sentado contemplándola. Sujeto a María de la mano para espiarlos.

Salen a la terraza y se besan mientras le soba el culo. Ana se arrodilla y le baja el bañador que amenaza estallar. Llevo a María al dormitorio.

Al acabar, apenas nos sentamos en el sofá, aparecen Ana y el marido. Relamiéndose con una sonrisa Ana se acerca a ella y la besa en la boca. María también se relame.

-Menuda boca tiene tu mujer –dice el marido.

-He de reconocer que sí (no le voy a contar que eres una amiga), aunque el culo de la tuya tampoco está mal.

-A ella le gusta mucho por ahí.

-Ya lo he notado, ja, ja.

-Mira querida así me gustaría que estuvieras tú.

Conforme dice esto separa las piernas de Ana para que ella la vea rasurada.

-Por eso no se le veía bulto bajo el tanga -dice ella

-Veo que la habéis observado bien.

-Es que es preciosa –me gusta la intensidad de su mirada en el comentario.

-Eso es cierto, y veo que te gusta como está.

-A los dos-interviene él

-Si queréis la depilo –dice Ana.

-Hazlo -te digo.

-Túmbate en el sofá y abre bien las piernas.

Tras decirle esto Ana va al baño por una maquinilla y espuma. El marido se acerca para ver el afeitado. Las dos están aún desnudas. Ana se arrodilla delante de María y la gira para que la veamos bien. Como estoy sentado en el sofá ayudo sujetándole una pierna abriéndosela bien. El marido ve el sexo húmedo y el ano abierto desde atrás de Ana. Al extenderle la espuma le masajea el clítoris, María se encoge. Mi amiga la va rasurando, ella también se mira. Al ver los pechos de Ana de cerca se asombra.

-Qué son esas marcas?

-A tu marido le he limpiado la polla con ellas después de chuparlo y ni siquiera se ha dado cuenta. Las marcas son de los azotes que me da mi… él.

-Y eso te gusta?

-A veces. Nunca te lo han hecho?

-No. A él no le gusta eso.

-Te gustaría ver como me lo hace?

-A mi sí. A él no creo, es demasiado sensible –dice mirándole con reproche.

Ana acaba de afeitarla, la abre y la acaricia, ella mira a su marido, que se acerca para acariciarle el sexo afeitado. Ana los mira, María se abre, Ana la lame, María le acaricia el pelo, gime mientras se corre. Se abraza a Ana y se besan.

-Te gustaría ver ahora cómo me azota?

-Si. Cariño quieres quedarte? –Le pregunta a su marido un tanto desafiante.

-Tengo cosas que hacer. No tardes mucho –responde él con cierta expresión de asco.

-Iré pronto, sólo quiero verlo y enseguida voy.

El hombre se despide, ella sentada en el sofá se acaricia.

-Dejarás que te azote sólo para que yo lo vea? –Le pregunta a Ana.

-Tendrás que preguntarle a él si quiere hacerlo.

-Cómo?! –Pregunta María con cara de asombro.

-Depende de lo que él quiera. No tiene porqué azotarme, juega con mi cuerpo aumentando mi deseo.

Disfruto asistiendo a la conversación entre las mujeres que parecen no darse cuenta de mi presencia.

-Qué te hace?

-No lo sé, esa es una de las cosas que me calienta, no sé lo que me va a hacer, ni como me lo va a hacer y sobre todo que no puedo negarme, mi cuerpo no me obedece y me derrito con sus juegos.

-Porqué lo haces?

-Me calienta, me pone a mil y me encanta ver su cara mientras lo hace y como me lo hace luego, o durante.

-Está mucho tiempo azotándote?

-El que él quiera. Soy suya. En realidad no es mi marido, es mi amo.

Ella la mira asombrada de nuevo.

La mujer se masturba sin pudor demostrando lo caliente que se siente. Su vulva está muy inflamada. Me acerco a ella para tocarle las tetas. Sus pezones están muy duros.

-Ana lámeselos un poco, trabájaselos.

Ana se acerca con movimientos voluptuosos que resaltan sus formas rotundas. La mujer no puede dejar de observarla. Es como una leona acercándose y no puedes saber si va a jugar contigo o te va a comer. Tira de la mujer para levantarla. Comienza a besarla restregando su cuerpo a lo que María responde.

A mi señal Ana comienza a calentarle el culo. Se lo cachetea, lo pellizca, se lo araña sin dejar de besarla y frotarse con ella.

-Te gusta que te caliente el culo? –Le pregunto.

-Dile que siga, por favor –me dice cuando Ana ha dejado de hacérselo.

-Te gusta mi puta, María?

-Sí.

-Y quieres que siga jugando contigo?

-Sí.

-Quieres que juegue con tus tetas también?

Es incapaz de contestar. Ana le ha metido la lengua en la boca para “convencerla”. Cuando se aparta, jadeante, asiente.

-Te gustaría que Ana fuese tu puta también?

La mujer niega.

-Prefieres ser su puta?

Asiente.

-Pero ella es mía, así tu también serías mía.

-Lo comprendo.

-Te gustará cuando te obligue a satisfacer sus caprichos –le dice Ana mientras sigue atormentándola combinando deseo y padecimiento.

Ana la coge de la mano para llevarla al centro del salón y dejarla allí, después se dirige al armario. María se abraza sin dejar de tocarse, como temerosa. Ana vuelve a acercarse a ella.

-Qué vais a hacerme?

-Te voy a trabar como lo voy a estar yo, para que no te puedas mover como no podré moverme yo.

-Me da miedo.

-Pero quieres verlo no?

-Sí.

-Entonces tendrás que estarlo.

-De acuerdo –responde tras un momento de duda.

-Mira, aquí me ha estado sujetando estos días,- mientras Ana dice esto la ata, despacio, casi con dulzura.

-Está muy apretado.

-Tiene que estarlo, tienes que notarlo bien. Notas lo apretado que está?

-Sí.

-Comprendes que ahora no podrías negarte a nada que él quisiera?

-Sí.

-Comprendes porqué lo hace?

-Ana no quiero seguir atada, quiero tocarme.

No le hacemos caso y ato a Ana.

-Por favor soltadme.

-Quieres irte? –Le pregunto.

-No. Tengo que tocarme, lo necesito, nunca he estado tan caliente.

Miro a Ana y le sonrío mientras ambos vemos su cara de deseo.

-Ahora, puede hacer lo que él quiera sin que podamos negarnos, ahora sabrás lo que es ser dominada –le dice Ana.

-El placer de tu cuerpo ahora dependerá de mí –le digo.

-No, por favor, dejadme, lo necesito.

-A partir de ahora tu placer lo controlo yo, estés con quien estés.

Ana y yo observamos su cara de sorpresa pero sin que se niegue. Ana tiene una gran intuición para reconocer una sumisa.

-Te gustará que él sea tu amo. Lo deseas?

-Me da miedo.

-Pero lo deseas verdad?

-Ana por favor no sigas.

-Dile porqué no quieres que siga.

-Ana yo… Porque podría correrme. Lo deseo. Por favor.

-Eres una zorra muy caliente.

-Ana…

-Cuando no puedas aguantar bésame. Si gritas te amordazará para que no te oigan y no podrás besarme.

-No quiero que me amordace, quiero que me beses.

-No puedes pedir nada, sólo obedecer. Incluso tu placer dependerá de lo que él quiera. No buscarás mis labios hasta que no puedas más y quiero ver como aguantas… mucho… mucho más de lo que desees. Lo harás? Aguantarás mucho más de lo que te gustaría?

Ella mira suplicante.

-Dime María, aguantarás mucho más?

Asiente con las lágrimas a punto de brotar.

Comienzo a darles palmadas en el culo, da respingos y se ríe nerviosa por la tensión.

-Te hace gracia puta? –Le pregunta Ana.

Se pone seria de pronto mientras sigo dándole un poco más fuerte.

-Perdón Ana, yo no sabía…

-Cómo Ana? Crees que una sucia puta como tu puede tratarme como a una igual?

-Yo no sabía…

-A partir de ahora tendrás que llamarme señora, has comprendido furcia idiota?

Le doy azotes bastante más fuerte que la obligan a gemir.

-Perdón señora-dice entre jadeos.

Les tiro de los pezones. Ella hace el amago de huir mientras Ana saca más el pecho. Al verla trata de imitarla y estar a la altura.

-Tu crees que una perra tan puerca como tu puede tratar a las personas como si fuera una más?

-Lo siento señora de verdad.

Les pellizco los labios del sexo, jadean.

-No eres más que un animal. Una mascota que el amo ha acogido y por lo que tendrás que estar agradecida. Lo estarás verdad cerdita?

-Sí señora, si amo, gracias.

Paso las manos por sus sexos mojados y las paso impregnadas por sus caras para empaparlas del olor de la otra. Ana saca la lengua para saborearla.

-Estás empapada puerca –le dice Ana. –Te gusta no ser más que una cosa para tu amo?

-Sí señora.

-Te gusta el sabor del coño de tu dueña?

-Sí señora, me gusta mucho.

-A partir de ahora será el sabor que más desees después de la leche de tu propietario.

-Sí señora.

Atadas juntas, cara a cara, rozándose los pezones que frotan la una contra la otra, los culos se van tornando rojo, el sexo húmedo, solloza y gime de placer. Se agita al no poder controlar el placer que siente.

-Te gustaría poder pellizcarte tus pezones de vaca y tocarte entre las patas de animal que tienes? –Le pregunta Ana jadeando también.

-Sí señora, me gustaría, puedo?

-Quieres que te folle la boca de perra que tienes y se corra en nuestras caras de golfas?

-Sí señora, sí, por favor, dígale que lo haga.

Miro a Ana y veo lo que la excita tratar así a María. Le doy varios azotes más fuertes para enardecerlas.

-Dentro de un rato lo desearás todavía más. Te sentirás más puta. Quieres que siga? –le vuelve a preguntar Ana.

Entre sollozos asiente.

-Siga diciéndome que más nos va a hacer.

-Qué coño estás diciendo? Cómo se te ocurre pedir algo? No eres más que un puto coño para nuestro amo, cómo se te ocurre pedir?

-Perdón señora.

-Sólo harás lo que te ordenemos, lo tienes claro?

Aprovechando el ardor que ambas sientes las azoto en zonas más sensibles.

-Sí señora, lo siento –responde gimiendo.

-Y estarás agradecida que él se ocupe de un sucio animal como tu.

-Sí amo, gracias.

-Cuando necesites algo suplicarás para que él te escuche y aceptarás que él te lo conceda o no. Y se lo agradecerás simplemente por perder su tiempo con algo tan sucio como tu. Lo vas entendiendo cosa?

-Sí señora.

-Vas a correrte? –Le pregunta Ana.

-No, todavía no, cuando usted me diga –aguanta bien, parece que le gusta mantenerse caliente.

-Se correrá en tu inmunda boca y en tu sucia cara y te hará pasear manchada para que todos vean lo puta que eres. Y lo mostrarás orgullosa porque es leche de tu amo.

-Sí señora.

-Quiero ver como te relamerás cuando te conceda el honor de mancharte.

-Me da asco señora –dice con cara apenada.

-Pero te lo tragarás verdad?

-Si usted quiere…

-Lo harás porque tu amo quiere y tu eres una puta cosa sin opinión.

Los azotes que les aplico las hacen ir jadeando quejumbrosas. María extiende varias veces su cuello para besar a Ana y así poder soportar más castigo pero la mirada de ésta la frena.

-Quiero que aguantes más. Mi puta tiene que aguantar más castigo. Lo harás putita?

-No puedo más señora pero lo haré, lo haré –le contesta llorando.

Dejo de mortificarlas pero las dejo atadas.

-Desátame por favor, tengo que irme, mi marido…

-Giraos, quiero ver vuestros coños.

Ambas, obedientes lo hacen. Sus coños muestran con más elocuencia que sus caras su estado. Me acerco a ellas y las acaricio. María se deja llevar por las caricias.

-Recordad que no podéis correros hasta que no os lo permita.

-Có…mo? –Pregunta María sorprendida. –No puedo aguantar!

-Ya te lo dije antes. Tendrás que hacerlo.

María mira a Ana suplicante, su silencio responde por ella.

-Pero no puedo aguantar, por favor!

-Tendrás que hacerlo, luego disfrutarás más.

Mientras hablo la acaricio llevándola al borde del orgasmo pero sin concedérselo.

-Haga que me corra y haré lo que quiera, lo que quieran.

Mientras hablamos desato a Ana.

Ana cómele el culo y prepáralo, quiero follarlo.

-No, por favor. Me correré, no podré aguantar.

-No sabes lo que te pierdes –le comenta Ana.

-No querías correrte?

-Sí amo pero lo tengo sucio.

-Y tu que eres sino una sucia puta.

-Es que antes, cuando me ha dado me han entrado de ganas…

Se queda callada.

-Ganas de qué?

-Ganas de… de hacer caca, amo.

-No pasa nada. Cuando te la saque me la limpiarás con la boca. Será tu prueba de obediencia, así sabremos que eres nuestra esclava.

Su cara de asombro es indescriptible.

-Pídame otra cosa por favor, ni mi marido me ha hecho nunca una cosa así, no me gusta, es asqueroso.

-No quiero otra cosa estúpida puta.

-Voy a tener que ponerte una mordaza para que no tenga que oírte? –Le pregunta Ana.

-No señora.

-Quieras o no vas a tener la polla de tu amo en el culo perra –le dice al oído.

María abre los ojos sorprendida.

-Quieres que te lo haga verdad?

A María le cuesta admitirlo, aunque asiente llorosa.

-Te gusta sentirte una puta dominada, verdad guarra?

-Sí ama Ana –la frase se puede adivinar más que oír ya que balbucea.

-No soy tu ama perra idiota, ya te lo he dicho, soy tu señora, el amo es él.

Ana es una experta en jugar con las sumisas. Me gusta ver como la va sometiendo.

-Soy tu señora, tu sin embargo no tienes nombre, eres perra, puerca, idiota, lo has comprendido?

Asiente.

-Quieres besar la polla de tu amo?

-Puedo?

Ana trae un collar y una cadena y se lo pone. La obliga a arrodillarse.

-Ábrete el culo, hoy no vas a poder sentarte sin acordarte de él.

María gime como un cachorrillo mientras apoya la cara en el piso y lleva sus manos atrás para abrirse.

-A él le gusta meterla de una vez, con fuerza. Te lo romperá. Y mientras te rompe el culo quiero ver cada una de tus expresiones, no quiero que dejes de mirarme.

Ana se sitúa delante de María y la sujeta con la correa. Le paso la polla por todo su cuerpo. Casi se corre cuando la paso por su raja.

-Está caliente la putita, eh? –Le dice Ana sonriendo.

-Dígale que me folle, por favor señora, dile al amo que me rompa el culo pero que me folle.

Ana y yo rompemos a reír.

-Levántate puta y vuelve con tu marido.

-Por favor amo… señora… se lo suplico. Seré su puta, una cosa, un animal, todo lo que ustedes quieran pero por favor úseme. No puedo aguantar, Ana, señora, amo, por favor, además mi marido me espera. No puedo esperar más para irme, tengo que correrme.

Ella permanece en el suelo abriéndose, suplicando.

-Ve con tu marido. Si quieres participar en nuestros juegos, tendrás que obedecer lo que cualquiera de los dos te ordenemos, incluso cuando estés con tu marido.

-Necesito correrme, amos, sean buenos con su putita, amos, hago lo que ustedes quieren, por favor.

Ambos nos sorprendemos de cómo asume su estatus y lo que disfruta al hacerlo.

-Eres un animal que aún no ha comprendido cual es su posición. Escucha algo, ni con tu marido podrás darle o recibir placer hasta que te lo permitamos.

-Amos por favor, al menos dejadme que me corra.

Le meto unas pequeñas bolas en el culo.

-Esto te mantendrá excitada hasta que volvamos a vernos en la cena donde seguiremos jugando. No se te ocurra quitártelas en ningún momento y tienes prohibido satisfacerte o satisfacer a tu marido hasta como mínimo nos volvamos a ver y te lo permitamos si lo ruegas lo suficiente.

-Me duele amo. No puedo hacer algo así, no estoy acostumbrada a estas cosas. Además que hago si tengo que hacer mis necesidades? Nunca he hecho una cosa así.

-Vete! Sal de aquí puta! Ya me he cansado de ti y tus lloriqueos

Resignada se levanta. Coge su camiseta y se la pone.

-Señora puede dejarme un tanga para irme?

-Estás loca puta? Quieres que te deje mi ropa para que la mojes con tu sucio jugo?

-Señora, no puedo salir así.

-Ja, ja. Claro que puedes. Además así todos los que se crucen contigo verán lo que eres y tal vez nos hagan una oferta por tus servicios. Y no se te ocurra limpiarte ese asqueroso coño que tienes.

-No señora pero por favor…

Ana abre la puerta. Ella obediente sale temerosa mirando el pasillo. Ve su tanga en el suelo.

-No te lo vas a poner –le dice Ana al ver su mirada.

María sale con preocupación. Se agacha a coger el tanga y lo aprieta en su mano. Al pasar junto a una papelera lo tira y se vuelve para mirar a Ana y sonreírle.