La iniciación de Anabel

La iniciación de Anabel.

Ese viernes me desperté envuelta en un mar de sentimientos contrapuestos, excitación, alegría, ansiedad, y algo de temor. El motivo…iba a encontrarme y a conocer en persona a mi amo y señor.

Desde hacia unos meses había mantenido con él una relación puramente cibernética, pero que había colmado todas las expectativas que siempre había sentido y fantaseado sobre el mundo de la sumisión.

Recuerdo como si fuera ayer cuando le escribí por primera vez después de leer un relato que me había impresionado especialmente sobre las peripecias y aventuras de una sumisa con la cual me había identificado desde el primer párrafo de su lectura.

En realidad no se lo que me impulsó a escribirle, ni lo que esperaba en realidad al hacerlo, pero cuando recibí su respuesta, me sentí favorablemente impresionada, tanto por la sensual y caliente forma con que se dirigía a mi, como por sus exquisitos modales y su refinada educación, algo que confieso me sorprendió pues el relato era bastante crudo y descarnado.

Cruzamos un par de correos más, cada vez más atrevidos, íntimos y subidos de tono, y debí agradarle e interesarle pues al poco me propuso e invitó a dejar de fantasear y a adoptar una actitud mas activa frente a mis anhelos mas secretos y prohibidos.

Confieso sin ningún rubor que pese a tener novio desde hacía varios años y estar enamorada de él, y no tener ninguna queja en cuanto a nuestra relación sexual, no dudé ni un segundo en aceptar tan excitante proposición y así pasé a convertirme en una esclava sexual como tantas veces había leído en numerosos relatos, novelas e incluso películas eróticas. Solo que ahora era yo la absoluta protagonista de la historia y la sensación hacía que todas las mañanas me despertara con un sospechoso picor y una calentura en mi coño que hacía que casi siempre lo llevara mojado de placer y gozo.

Sus primeras ordenes fueron cumplidas por mi a rajatabla con una intensidad y actitud fiel que incluso a mi me sorprendía pues nunca me he considerado una mujer excesivamente apasionada, pero ahora mi corazón se desbocaba a cada nueva orden o instrucción que mi Amo me hacía llegar diariamente.

Desde el primer día me hizo afeitarme el coño y mantenerlo siempre desprovisto de pelito alguno, y asimismo me prohibió volver a usar bragas ni cualquier tipo de ropa interior, y aunque no me lo prohibió taxativamente, me hizo saber que vería con buenos ojos que usara solamente faldas y dejara de lado cualquier otra prenda, como pantalones o similares. Así que eso fue lo que hice.

Me seria difícil explicar la sensación de ir de esta manera por la calle, con el coño pelado, sin bragas y con faldas, sintiéndome muy desnuda e indefensa, notando mi coño tan ventilado y libre, y sabiendo que todo lo hacia por devoción y respeto a mi Amo, pero estoy segura que mas de una lectora sabrá de sobras y compartirá conmigo ese sentimiento. Y a las que no, les recomiendo encarecidamente que hagan la prueba y lo experimenten, no hay sensación parecida.

Desde el primer momento quedó muy claro que yo me había entregado libre y sin ningún tipo de presión a su autoridad y disciplina y que por lo tanto ahora lo pertenecía de una manera muy especial, en un mundo aparte del que solo nosotros éramos parte integrante y los protagonistas, los demás serían meros comparsas girando a nuestro alrededor.

Recuerdo el temor que sentí el primer día que, siguiendo sus instrucciones, me entregué y provoqué que un hombre cualquiera, elegido al azar por mí, me usara y humillara a su antojo, y como éste había reaccionado exactamente como mi amo había previsto y orquestado en un guión perfectamente estructurado.

Y como me había sentido después de cumplir mi cometido con total éxito: excitada, radiante, satisfecha, feliz….realizada.

Luego, y poco a poco llegaron tareas más sofisticadas y complicadas que cumplir, como cuando tuve que permanecer durante una hora en un cine X, y dejarme llevar y acceder a cualquier propuesta y sevicia que los casuales y afortunados asistentes a dicha sesión quisieran hacer conmigo.

Esa tarde fueron tres hombres los que uno detrás de otro tuvieron la oportunidad de conocer mi cuerpo casi tan íntimamente como mi novio, y por el precio de una mísera entrada de cine recibieron una suculenta mamada y algo más, eso si, usando preservativo.

Especialmente morbosa fue la noche en la que entré en una discoteca con fama de que su clientela era aficionada a consumir pastillas y éxtasis, y fingiendo estar borracha debía entrar en el lavabo de caballeros y tratar de calentar y excitar a los ocasionales ocupantes, de forma que pareciera casual y fortuito.

Como era de suponer el resultado de mi convincente actuación no se hizo esperar y ese día, entre otras muchas cosas, descubrí lo que se sentía al ser objeto de una doble penetración, algo sobre lo que siempre había fantaseado pero que en realidad jamás pensé que llegaría a realizar.

No entraré en detalles sobre lo que experimenté en ese lavabo, aunque imagino que se harán una idea bastante aproximada, tratándose de un lavabo, una zorra asequible y desbocada y numerosos jóvenes entrando y saliendo a cada momento.

Jamás podré olvidar lo que sucedió allí, pero pasada esa noche tuve la primera crisis en la relación con mi señor.

Tenía miedo. Miedo porque me habían gustado demasiado las sensaciones que había experimentado comportándome como una puta incontinente siendo usada aparentemente por todos aquellos muchachos. Aunque la cruda realidad es que había sido yo la que los había utilizado a ellos para dar rienda suelta a mis desatados instintos, y ahora que aun me quedaba un poco de lucidez sentía que debía parar antes de que mis actos me llevaran demasiado lejos.

Cuando compartí con mi Amo mis inquietudes, éste se mostró receptivo y comprensivo con mis temores, y me dijo que dado que mi entrega había sido libremente, podía dejarlo en el momento en que lo deseara, y me dio un tiempo para que reflexionara con calma y perspectiva.

Y así lo hicimos. Estuvimos unos días sin contacto alguno y mi vida volvió a su segura y placida rutina, pero ya nada era lo mismo, después de haber probado esas extremas sensaciones, mi vida sexual era cada vez más insatisfactoria y tuve que rendirme a la evidencia. No podía prescindir de las cada vez más morbosas y arriesgadas tareas a las que gustosamente me sometía para el placer de ambos, dominador y sumisa complaciente.

Asumí con toda racionalidad mis necesidades, mis instintos, y mis anhelos. Después de todo no se pude luchar contra lo que somos y deseamos. Al menos yo no, e hice lo único que me pareció apropiado en ese momento, postrarme ante mi señor y reafirmarme en mi sumisión incondicional.

A partir de ese momento retomamos nuestra especial relación y mi amo siguió adiestrándome, entrenándome y domándome para convertirme en la clase de esclava que le gustaba que fuera.

Y así seguimos hasta que decidió que yo ya estaba preparada para conocerle y sentir en mis carnes sus especiales y particulares atenciones.

Me invitó a pasar un fin de semana en una casa en la montaña, alejada de todos y de todo y donde podríamos conocernos sin ninguna traba ni interferencia del exterior.

Siguiendo sus instrucciones no me había duchado desde hacía un par de días. Según me comentó, al igual que Napoleón gustaba de disfrutar del intenso aroma a hembra en toda su plenitud, sin influencias ajenas de jabón u otros cosméticos que lo contaminaban.

Así que vestida únicamente por un largo y liviano abrigo de entretiempo abrochado hasta el cuello me planté media hora antes de la hora convenida en el lugar de la cita, casi a las afueras de la ciudad.

Los minutos pasaban lentamente mientras mi excitación iba paulatinamente en ascenso, pero justo a la hora convenida un coche se detuvo justo a mi lado y un hombre de unos treinta y tantos según me pareció al primer vistazo fugaz me hizo señas de que subiera al vehiculo.

Se identificó como mi Amo y me preguntó si confiaba en él, a mi afirmativa respuesta que hice sin dudar un instante, me colocó unas esposas ciñendo mis muñecas por detrás de la espalda y me vendó los ojos con un pañuelo de seda que me impedía toda visión.

Un escalofrío surcó mi cuerpo, de excitación, morbo, y de saberme completamente indefensa y entregada a aquel hombre que apenas conocía aunque muy pronto sin duda iba a conocer, pues el coche rugió iniciando la marcha hacia un destino incierto y desconocido pero que presagiaba nuevas e indescriptibles sensaciones

Agradeceré cualquier comentario o sugerencia que tengan a bien compartir conmigo, especialmente por parte de la audiencia femenina a quien, como siempre, van dirigidos principalmente mis escritos.

pacineo@yahoo.es