La infidelidad de Cristina en nochevieja

Cristina es una chica guapa y formal, de 25 años y con novio serio. Aprovechándose de que iba un poco bebida, otro chico de la familia la sedujo y se aprovechó de ella la pasada nochevieja. Necesitaba contarlo y me lo contó a mí... he cambiado los nombres. Espero q os guste.

A continuación os cuento una historia que me acaba de contar una antigua y cercana amiga, alegando que no se atrevía a contarlo a nadie más. A mí me ha impactado. Espero que os guste.

Eduard Hyde.

Me llamo Cristina, tengo 25 años y soy de una ciudad del sur de España.

Siempre he sido una una chica muy ardiente y sensible al contacto físico, pero hasta el otro día siempre he sido fiel y me he comportado con corrección, pese a los pensamientos que frecuentemente me vienen a la mente. Desde hace unos años salgo con Angel, mi novio, y la persona que espero que en poco tiempo sea mi marido y el padre de mis hijos. Espero que nunca sepa lo que pasó la nochevieja pasada.

Mi chico es conductor de ambulancias y vive en una ciudad a 60 km de la mía. Normalmente estos días los suelo pasar en familia, pero este año mis padres pasaban el fin de año en un crucero por el mediterráneo para celebrar (con un poco de retraso) sus bodas de plata. Así que decidimos que pasaría el fin de año con la familia de él: sus padres y su hermano pequeño de 18 años. Sólo había un pequeño inconveniente, el compañero de Angel, al que le tocaba estar de guardia con la ambulancia, se había puesto malo de repente. Por más que había intentado evitarlo, a Ángel le correspondía repartirse la guardia con otro chico. Total, que sólo podría estar conmigo hasta la 1:30 de la mañana. A partir de esa hora, tenía que incorporarse a su trabajo. Me dio rabia pero no se podía hacer nada. Bueno, hasta la 1:30 de fiesta y a esa hora yo también me iría a dormir.

A la cena en casa de mis futuros suegros estaban también invitados los tíos y los primos de Angel. Yo sólo los había visto una vez. Son 2 hermanos, chico y chica, de 19 y 17 años. La chica, Bea, es la pequeña y es muy guapa. Su pelo tira a pelirrojo y, a pesar de ser todavía muy joven, aparenta mucho más y sus formas son voluptuosas y sensuales. La cena fue bastante divertida pues, el tío de Angel y sus primos son muy graciosos. Además, el vino y el cava era abundante, y siempre estaban preocupados de que en las copas nunca faltase.

Mario, el primo de Angel, también estaba preocupado de mirar sutilmente mi escote. Eso me hacía gracia. Me gustaba pensar que era un objeto de deseo inalcanzable para él, y que Angel se sintiera orgulloso de tener una novia tan apetecible. En un par de ocasiones noté como Mario dejó caer al suelo la servilleta simulando que era accidental. Al agacharse a por ella apoyó la mano en mi muslo, la segunda vez incluso acarició la cara interior de mi muslo, sólo cubierto por las medias pues llevaba un vestido corto aunque no demasiado. Quizá en ese momento debí decirle algo y no lo hice.

Angel no podía beber, pero no por ello evitaba que los demás lo hiciéramos. De hecho era de los que más se preocupaban de que mi copa estuviera llena. Yo estaba sentada entre Ángel y Mario y, frente a nosotros estaba Bea y los tíos de mi novio. Los padres estaban en los extremos de la mesa. Como digo, me había puesto especialmente para la ocasión un vestido gris precioso, que estrenaba ese día. Algo escotado, pero no demasiado corto, por lo que me puse unas medias negras hasta el muslo, de las que le gustaban a Angel.

Después de la cena, estuvimos contando chistes y anécdotas hasta la hora de las campanadas. Lo pasamos muy bien y nos reimos mucho. Claro, el alcohol ingerido también hacía lo suyo. Aprovechando que no había niños, la conversación fue subiendo de tono, incluso impulsado por la madre y la tía de Angel, que se notaban bastante bebidas. Son gente humilde y su alegría era contagiosa. Pasaron cosas que en mi casa no habrían pasado jamás, como que las mujeres mostraron levemente una parte de su ropa interior para demostrar que llevaban algo de color rojo, que en España se dice que atrae la buena suerte. Yo también llevaba braguitas rojas, pero me negué a mostrar nada, más aún por el tipo de medias que llevaba. Sí se veía el tirante de mi sujetador, que era negro, y continuaban insistiendo en que demostrase que llevaba algo rojo, pero yo no dije ni mostré nada.

Cuando llegó la hora de las campanadas, apagaron la luz y dejaron únicamente el reflejo del televisor. Nos levantamos y sentí que una mano me rozaba el trasero en la oscuridad. Pensé que sería Angel, que suelen gustarle este tipo de juegos morbosos, y no se me pasó con la cabeza que nadie pudiera ser tan atrevido como para hacer algo así. Pero ya se estaba pasando, porque en un hábil gesto había metido la mano dentro de mi vestido y había subido rozando mi muslo al lugar donde se unen mis piernas. No era lo más adecuado, allí con su familia, pero pese a todo reconozco que ese contacto me había producido un escalofrío de excitación por la situación atrevida, que me hizo incluso cerrar los ojos varios segundos. Luego se tornó en susto al notar que Angel, mi novio, con una mano sostenía su copa y con la otra me acariciaba suavemente la mejilla antes de besarme.

Si no era de Ángel, ¿de quién era la mano que me acariciaba entre las piernas? Las cerré atrapando su mano y dejé pasar unos segundos más. Como pude me aparté, escapando de ese contacto. El corazón me latía a mil por hora. La situación me producía una mezcla de excitación e indignación, ya que una de mis fantasías más recurrentes es que en presencia de mi novio y sin que éste se dé cuenta, otro chico realice algún juego morboso conmigo. En este caso no lo esperaba y no me atreví a decir nada para no estropear la fiesta familiar. Además, el alcohol estaba haciendo mella en mí. En mí y en todos.

Los siguientes minutos los pasé flotando en una nube porque notaba como los ojos de Mario se clavaban en mí sin ningún tipo de reparo, recordándome lo que acababa de pasar, y que yo no había hecho nada para evitarlo. Pero cómo podía echarle tanta cara el chico, siendo yo la novia de su primo varios años mayor que él. Evitaba mirarle, pero cada vez que lo hacía sentía un cosquilleo en mi estómago. También sentía una rara emoción, pues por primera vez en mi vida estaba haciendo algo indebido con alguien.

Pese a que traté de evitarlo, Ángel insistió para que fuera con su hermano y primos a un local que el grupo de amigos de los chicos había alquilado para la fiesta. Él bajaría en 10 minutos, en cuanto se cambiase de ropa y se pusiese el uniforme de trabajo. A la 1:30 se tenía que incorporar a su ambulancia. Yo no quería salir, pero me forzó a aceptar, en parte para que Bea, su prima pequeña, no fuese al única chica. De hecho, la madre y la tía de mi novio me encomendaron que estuviese cuidando de ella. Por supuesto, me agarré del brazo de ella para evitar quedarme con los chicos a solas. Bea se sentía emocionada pues, a sus 17 años, iba a asistir a una fiesta sin sus padres vigilando, y había un chico en el grupo que la gustaba mucho desde el verano pasado.

Antes de llegar al local, el hermano de Ángel puso una excusa y se fue a otra fiesta. Nosotros saludamos a los chicos que allí había, que alabaron la belleza de Bea y mía. No hay nada como los chicos del sur para hacer sentir a una chica halagada con sus ocurrencias. Inmediatamente pidieron unos chupitos de un cóctel de color rosa que no conocía. No me lo quería beber, pero me sentí forzada a hacerlo para no desentonar. Por supuesto Bea, que ya estaba junto al chico que le gustaba, lo bebió sin pestañear. Ese trago me llenó de calor. Creo que lo llamaban “abrepiernas”. El nombre lo decía todo.

El local era bastante grande y estaba dividido en dos estancias: La pista de baile era oscura y la música era suave. Música de bailar juntos. Había varias parejas haciéndolo en la pista que estaba en otra sala distinta a la de la barra del bar. Bea fue para allá con su “Romeo”, y no me quedó más remedio que hacer yo lo mismo seguida por Mario, que insistía en que bailase con él. Antes de aceptar, le hice prometer que se comportaría. Sin cambiar una palabra al respecto, ambos sabíamos lo que había pasado una hora antes en los momentos previos a las campanadas. Él así lo prometió, sonriendo con cara de malo. Lo cierto es que era guapo guapo y ese aire de sinvergüenza le hacía más simpático. A sus 19 años seguro que había vivido ya mil cosas.

Mientras yo trataba de no perder de vista a su hermana Bea, él me movía con gracia demostrando ser mejor bailiarín que su primo. Salvo algún roce no provocado, mantenía conmigo una distancia prudente lo que empezó a hacerme sentir relajada. Me hablaba al oído contandome cosas. Incluso se atrevió a disculparse por “lo de antes” diciendo que no había podido evitarlo ya que yo me había negado a mostrar si mis braguitas eran rojas, y pensó que no llevaba nada poruqe “había oído a Angel” decir que le gustaba mandarme salir de fiesta a veces sin ropa interior. Me indignó esa indiscrección de Ángel sobre un juego que ocasionalmente hacíamos, supongo que como todas las parejas. Sin embargo, no quise que se notese mi enfado. Ya le cantaría las 40 a Ángel cuando llegase.

Ya era cerca de la una y Ángel no llegaba. El local se había llenado de gente. Volví a la barra para intentar buscar a mi novio y para apartar un poco a Bea del chico con el que estaba. Quería convencerla de que nos volviéramos a casa pronto, pero sus planes, con 17 años y de fiesta, eran muy distintos. Yo no podía volver sin ella, ya que me había quedado a cargo ante su madre y tía. Pedí 2 cocacolas, pero ella me corrigió inmediatamente y pidió que la suya fuera con ron. Me contaba emocionada cosas del chico que le gustaba y yo seguía el hilo, tratando de hacerme su amiga. Para evitar que ella bebiera tanto alcohol, yo también bebía de su copa aún sabiendo que no debía. Angel no llegaba.

Pasó una hora más y yo ya desistí de pensar que mi novio iba a venir. Ya debía estar trabajando. Estaba algo enfadada de cómo me había metido en esa fiesta sin querer, y encima teniendo que vigilar a Bea que se notaba que estaba desatada. Al menos había llegado un amigo de Angel con su novia. Nos conocíamos de otras veces y podía hablar un rato con ella. Ella me aconsejó muy claramente: “¿te ha dejado sola aquí cuidando de su primita y ni siquiera ha venido a darte un beso? Pues aprovecha a pasártelo bien”… Me di cuenta de que tenía toda la razón del mundo y pedimos dos copas.

A partir de ese momento me dediqué a bailar con todo aquél que me lo propuso. A mí me encanta bailar. Iba pasando de un chico a otro y, con mucha frecuencia, acababa en los brazos de Mario. Le había pedido que él también tuviese cuidado con su hermana Bea, y me dijo que no me preocupase. Ahora ya no bailaba tan educado, era más sensual y provocaba roces y fricciones que me estaban poniendo a mil. Estar continuamente “cambiando de manos” entre distintos chicos me ponía a mil. Supongo que también es una fantasía mía. No obstante, Mario sabía perfectamente lo que hacía. Hacía ver que la música era alta y hablaba en mi oído dejando que sus labios rozasen suavemente mi orejita, cosa que me excita sobremanera. Sabía todas las teclas que debía pulsar y lo hacía en el momento justo.

Su conversación cada vez era más picante. Me decía que era guapísima, que si no tenía una hermana así de guapa para él o, aunque sea una prima… y remataba la frase con “ aunque nunca se podría comparar a tí…”. Ya sé que son cosas muy básicas para ligarse a una chica, pero en ese momento me sonaban a gloria. Ahora se pegaba a mi cuerpo bailando, incluso cuando parábamos a hablar estábamos tan pegados que mi pecho le rozaba. Lo cierto es que había mucha gente, y yo no hacía nada por evitarlo. Pensaba que podía disfrutar un poco con el juego, pero que como intentase besarme le pararía en seco. Pero él no lo intentaba, sólo bailaba y hablaba pero sin propasarse más.

Serían ya las 4 de la madrugada y aproveché a ir al aseo, mientras Mario se puso a bailar con una chica. Al salir, me costó encontrar a Bea, que estaba en un rincón besándose con ese chico como si el mundo se fuera a acabar mañana, mientras las manos de él la recorrían entera. Sentí una cierta envidia, pero no quería que la cosa pasase a mayores así que me acerqué y le dije que en un par de canciones nos iríamos a casa. No quise escucharla decir que no, y me fui a despedirme de los conocidos y de Mario. Él estaba en la barra y al verme llegar me pidió otra vez un chupito de ese cóctel rosado “abrepiernas”. No quería, pero me dijo que era el último y, como se había portado bien, acepté.

Estuve unos minutos hablando con Mario dando tiempo a Bea que se despidiese. Otra vez muy juntos. Él no daba importancia a lo que pasase con su hermana. Ese cóctel debía llevar algo afrodisiaco porque no podía evitar pegarme a él. Yo misma me notaba excitada y mareada. Él se despidió de mí dándome un atrevido beso en la comisura de los labios y yo en un impulso, le dí un pequeño beso en los morros y me fui. Al volver a la pista, Bea había desaparecido del lugar donde debía estar.

La busqué desesperadamente. No podía ser que se me hubiese escapado. Busqué en los aseos de chicas y no estaba. No me atrevía a entrar en los de chicos, así que volví a pedírselo a Mario. Él seguía en la barra con la chica de antes, a la que acariciaba la cintura mientras la hablaba animadamente. Yo me interpuse y le conté lo que pasaba pero él, molesto por mi intromisión, me dijo:

-         déjala que disfrute un poco que ya es mayor…

-         Pero yo no puedo volver a casa sin ella… -dije un poco desesperada-

-         Pues baila un poco más, diviértete… –decía casi sin mirarme mientras sujetaba por la cintura a la chica-

-         Ayúdame a buscarla, que es tu hermana.

-         Que no pasa nada, que sabe cuidarse sola... déjame un rato, luego la buscamos –quería evitarme-

-         Que me ayudes al menos a mirar en los baños… -supliqué casi llorando-

-         Ahora vengo –dijo a la chica-

Tiré con fuerza de su brazo obligándole a que me acompañase a buscar a su hermana. Joder con el niñato –pensaba yo- casi arrastrándole hacia la zona de los aseos masculinos. Prácticamente le empujé para que entrase al WC, pero inesperadamente él no se soltó, y tiró de mí hacia adentro. “¿Así que quieres que entremos aquí?” dijo, y casi en volandas de los brazos me empujó dentro de un aseo y apoyó mi espalda contra una pared. Antes de tener tiempo de protestar, cerro la puerta de una patada, pegó su boca contra la mía y me dio un beso intenso y largo. Me sujetaba fuerte, pese a que yo trataba de soltarme. Él no me dejaba. Me sentía mareada, me encantaba su beso pero no podía consentirlo y luchaba. Él siguió hasta que yo me plegue y le seguí la corriente. En mi vida me habían besado así. Llevábamos un rato cuando dijo “ Llevo toda la cena pensando en este momento, y parece que tú también ”. Y continuó besándome, esta vez acariciando con sus dedos mi boca y metiéndolos dentro.

No sé lo que se apoderó de mí. No sé si fue el alcohol, si fue que realmente me atraía él… o la sensualidad que producía en mí sus dedos en mis labios que, hasta ese momento, no sabía lo placenteros que pueden llegar a ser. Quizá fue sentir su cuerpo tan pegado y tan duro. Ahora era yo la que me pegaba a él sin poder evitarlo. Notaba como mi sexo se había derretido completamente en pocos segundos. Uffff se había licuado. Mi cuerpo me había traicionado. Su otra mano lo recorría sin ninguna objeción por mi parte.

Sus labios se desplazaron a mi cuello y su mano se metió dentro de mi vestido subiendo muy lentamente. Acariciaba mis muslos y mis medias como si fueran de su propiedad. Realmente lo eran. En ese momento la única palabra que podía definirme era “deseo”. Deseaba que subiera a mi sexo, que tomara posesión de él, que lo acariciara y que lo mancillara. Cuando eso ocurrió, yo sólo podía jadear. Él hablaba en mi oido. Decía que había estado calentándole toda la noche y que ahora iba a ver como se trata a una putita como yo. Aaaaggghhhhhgggg Uffffffffffffffff me corrí al oír éso. Jamás me habían tratado así, como a una cualquiera. No sé qué extraño mecanismo se desencadenó en mi mente, pero nunca había estado tan excitada. Y estaba siendo sometida literalmente.

Él hacía de mí lo que quería. Me invadía el sexo con los dedos, y los llevaba a mi boca para que sintiese “el sabor de las putas como yo”. Cuanto más rudo era su tratamiento, más sometida y excitada me sentía. Había extraído su polla del pantalón y había puesto mi mano sobre ella. Yo la movía adelante y atrás, pero por mi propia excitación lo debía estar haciendo muy torpemente. Él me tomaba del pelo y decía “suave, primita”. Pero no debía esta haciéndolo bien, porque me empujó de los hombros hasta quedar de rodillas ante él y sacando su verga, que me pareció enorme, me hizo engullirla diciendo “a ver si haces esto mejor…”.

A pesar de sentirme un poco herida en mi orgullo, estaba completamente excitada, cachonda como decía él. Cerré los ojos y me dispuse a proporcionarle la mejor mamada de su vida pasando mi lengua lentamente por todo el tronco hasta envolver con mis labios la parte delantera y tratar de metermela lo más profundo posible. El usaba todo tipo de adjetivos, a cual más sucio: chupa mamona, guarra, zorra… ya notaba que estás a falta de polla… qué bien lo haces putita … Cuanto más bestia era en sus palabras, más me provocaba a portarme como eso, como una puta viciosa, y a chuparle la polla con más entusiasmo.

Ya notaba que estaba a punto de correrse cuando dijo “ mirame zorra, quiero que pongas tu carita de niña buena ahora ”… y sujetando mi cabeza noté su primer espasmo que casi me llenó la boca de semen. Y así siguió sujetándome contra él, y emitiendo gemidos, según se iba vaciando en mí. No tuve más remedio que tragármelo, aunque esta vez no me disgustó como alguna otra vez que se lo he hecho a Angel. Cuando levanté mi cabeza, limpiandome las comisuras de los labios, vi que me estaba grabando con su teléfono móvil.

-         ¿Qué haces? –dije-

-         Ufffff

-         ¿Por qué me has grabado?

-         Porque sí

-         Bórralo por favor

-         Calla primita… esto me va a servir para recordar lo puta que eres

-         Bórralo por favor –repetí esta vez llorando-

-         Sube anda…

Me hizo subir a mi lado y me abrazó mientras me hablaba cariñosamente al oído. Pero yo quería que borrase el video. En mi mente estaba sólo estaba ese pensamiento. Le suplicaba que lo hiciera…

-         Por favor, haré lo que sea pero bórralo… -dije-

-         ¿Lo que sea? –aprecié un brillo en sus ojos-

-         Sí

-         Ummmmm vamos bien… sólo lo borro si te comprometes a ser mi esclava. Sólo por esta noche.

-         ¿Pero qué vamos a hacer?

-         ¿Tú qué crees? –contestó con un dominio de la situación impropio de sus 19 años-

-         ¿Pero qué me vas a hacer?

-         Lo que yo quiera… todo lo que se me ocurra… bueno, todo menos daño o grabar videos –dijo al ver mi cara-

-         Vale –contesté inmediatamente- sólo una cosa

-         ¿qué cosa? Esclava

-         Que nadie se entere nunca de esto…

-         Nadie conocido por vosotros ¿estás de acuerdo?

Para sellar el acuerdo, me exigió entregarle mis bragas. Mi precioso tanga rojo de encaje que me había puesto especialmente para mi novio, y ahora estaba muy húmedo por la acción de su malvado primo. Mirándole a la cara con un cierto atrevimiento, introduje mis manos por los laterales de mi vestido y lentamente fui deslizando mi prenda intima roja de nochevieja por mis muslos, bajando por mis medias hasta medio muslo… y hacia abajo. Mientras él extendía su mano para que se las entregase. Sonriendo me dio un beso en la mejilla y, delante de mí, borró en su móvil el vídeo que acababa de grabar, lo que me tranquilizó. Ya metidos en la pantalla de su móvil, me enseñó 3 o 4 fotos de mí que había hecho durante la cena sin que nadie se diera cuenta, y entonces me dio un larguísimo en intenso beso en la boca. A su manera era romántico.

-         Por cierto –dijo- ¿Buscabas a Bea? Pues está en mi coche… hace un poco me pidió las llaves para ir con ese chico a algún sitio oscuro

-         ¿lo sabías?... eres un cabronazo –dije sonriendo-

-         Y tú una puta… que te calientas y te olvidas de Bea y de todo. Mira lo que ha pasado ahora mismo…

Bajé la cabeza. Lo peor de todo es que tenía razón.

-         Vámonos. Bueno, antes de irnos… quiero que te quites también el sujetador

-         Jooo, se va a notar mucho –dije conociéndome como se ponene mis pezones en estas situaciones-

-         Da igual… además, es nochevieja

-         Vale… pero vámonos de aquí

-         Tú harás lo que yo diga… de momento tomar una copa

Salimos del WC masculino entre silbidos de los tíos presentes y palabras que no quiero reproducir, y fuimos a la barra. Mario pidió dos copas. Suaves. Estaba tranquilo, pero le iba el papel de chulo dominante, y yo me había entregado a él como una vulgar ramera.

-         Levanta la cabeza. Me pone ver a una chica tan buena, con mi corrida en su tripita, y un poco de tu pelo… ummm preciosa

-         ¿Tengo en el pelo? –dije pasando mis dedos por el pelo-

-         Estate quieta… así estás guapa

Con la aglomeración de gente no se notaba, pero sin ningún reparo me estaba tocando el culo. Mientras hablaba con la gente de alrededor. Conocidos suyos. Yo me sentía avergonzada, pensaba que todos sabían lo que estaba pasando. Había metido ya la mano dentro de mi falda, desde atrás, y mientras me acariciaba mi chochito, me había ordenado que mantuviese una conversación coherente con los camareros y la gente alrededor. Mis pezones se marcaban descaradamente. Mi sexo hacía chip chip, aunque afortunadamente no se oía por la música ambiente. Un par de veces sacó su mano y la puso a proposito sobre la barra.... para que se viese que sus dos dedos brillaban empapados en mis flujos.

-         Venga, vámonos…

-         ¿Dónde vamos?

-         A que pruebes otras cosas que aún no has hecho

Me tomó del brazo y me sacó fuera del local, sin preocuparle con quien me rozaba al salir entre la gente. Mis pezones me delataban. Estaba excitadísima. Incluso él dijo “ mira como vas, te vas a enfriar ”. Bajé la cabeza. Caminamos unos minutos. Nos cruzábamos con gente, y él me llevaba tomada del brazo como si fuera de su posesión. Cómo si presumiese de su trofeo. Una chica varios años mayor que él. No sé por qué, pero me encantaba sentirme así. Llegamos a una casa baja, muy vieja, de la que salía música. Llamó a la puerta y un chico bastante gordo nos dejó libre el paso. Era un domicilio particular. Cutre. Estaba muy oscuro y olía bastante a porro.

-         ¿Quién es esta pivita? –dijo el que abrió-

-         Una zorra que me he encontrado y me he ligado –dijo sin importarle que yo lo escuchara-

-         Joder que buena está.

-         ¿Dónde están todos?

-         Se han ido hace un rato. Nos hemos quedado “el rata” y yo fumando un poco

-         Jajaja pues habéis tenido suerte. –empezaba a temerme lo que iba a ocurrir-

Pasamos adentro y vino el otro chico, el que debía ser “el rata”. Sería también de su misma edad y era delgado, bajito y con gafas. Aún tenía acné. Al contrario del que nos había abierto, éste tenía ropa de marca y parecía limpio.

-         Pero tío… qué chica más guapa –dijo-

-         ¿Sí? ¿os parece? Jajaja –hablaban como si no estuviera presente- mira qué tetas –dijo Mario sujetándome de la parte superior del brazo haciendo que mi pecho quedase hacia delante. Mis pezones estaban durísismos, marcándose en la tela del vestido. Toda la situación de ser exhibida me ponía a cien-

-         Anda, pon música que se pueda bailar… ¿o no quieres probarla?

-         ¡Eh! Que estoy aquí… -dije yo sacando un poco de dignidad ante sus palabras-

Entonces Mario se hizo el “macho dominante” al que me había atrevido a contestar, y me tomó del pelo y me hizo arrodillar ante él. Me dolía, pero una vez más se apoderó de mí esa extraña sensación de ser dominada. Era una especie de representación teatral que nos gustaba a los dos en nuestro estado.

-         Diles quien eres

-         … -no contesté-

-         ¿quién eres? ¿lo digo yo? Eres mi esclava… ¿os gusta? Guardad el móvil, nada de fotos…  -dijo avisándoles-

Me tenía pegada a su pantalón. Sentía lo duro de la verga de un chico tan joven. Había decidido lucirse y lo estaba consiguiendo. Sus amigos miraban boquiabiertos. Se notaba que ésa era también su fantasía. Yo estaba excitada, indignada, mareada, derretida…

-         Soy tu esclava –dije-

-         Ummm ¿qué te gusta que te digan mientras te sujetan del pelo contra una polla?   –No contestaba. Me restregaba la cara contra su pantalón como una gata en celo.-

-         Súbete el vestido, zorra. Vamos. Enseñanos un poco más arriba

Cuando me dispuse a hacerlo, me hizo levantar. Dijo que así lo verían mejor. Y allí estaba yo, una chica bastante mayor que ellos completamente sometida y mostrando mi rajita depilada a unos golfillos. Precisamente me lo había arreglado esos días de navidad para estar más guapa para Angel. Miraban boquiabiertos. Me tocaban. Me insultaban. Mario insistía en que bailásemos un poco para que sus amigos también disfrutasen más de “su puta”. Le ponía la situación de verme mancillada. Hablaba de mi carita de buena mientras se ponía una copa y uno de ellos ponía música lenta.

-         No tengo cara d buena –dije- Soy buena… menos hoy.

-         ¿Buena? Seguro que sigues empapada guarra... ¿se te ha vuelto a mojar el chochito? Zorra

-         Que se suba la falda otra vez –dijo el gordo-

-         Ya has oído a mi amigo… no quiere bailar –Yo no me movía había algo que me hacía resistirme, pero cuanto más me resistía, más deseaba que él me forzase a obedecer-

Y entre los tres me rodearon y, mientras Mario me besaba, los otros me tocaban. Al principio tímidamente sobre el vestido, pero poco a poco sus caricias se hacía más atrevidas. “ Esta empapada la muy puta ”. Dijo el gordo que ya tenía un dedo dentro de mi sexo. Mario me besaba y no me dejaba contestar. Me tocaban toscamente. El otro chico, “el rata”, tiraba de mi pezón, jugaba con él como un niño con su juguete, y lo retorcía hasta el borde del dolor.  Yo me dejaba hacer. Nunca me habría imaginado verme en algo así. Pero no podía evitar sentirme excitadísima.

No sé el tiempo que estuvieron así. Pero me sobrevinieron al menos dos orgasmos más con los tres chicos usándome como una vulgar prostituta. En un momento dado, Mario dijo:

-         Vamos, contra la pared… abre bien las piernas

-         ¿qué vas a hacerme?

-         Callate, solo quiero comprobar lo cerda q eres… jajajajaa parece que te has meado –yo me avergonzaba y la cara interior de mis muslos estaba húmeda, pero no podía evitar jadear ante las nuevas caricias de Mario…  esta vez suavemente recorriendo toda la longitud de mi sexo-

-         ¿te dejo un condón? –dijo el gordo sacando su cartera-

-         Jajaja no hace falta… además, ése estará ya caducado… a esta putita le gusta a pelo

No quise ni pensar en sus palabras. De hecho, ni siquiera me atrevía a hablar. Mario estaba situado detrás de mí. Muy hábilmente, rozaba su miembro contra mi sexo sujetandolo con una mano. Mientras, con la otra, metió de nuevo sus dedos en mi boca y, cuando estaba comenzando a comerlos, de un impulso me la clavo hasta dentro. La sensación fue enorme. A pesar de lo lubricada que estaba, noté como me partía en dos. Se me escapó un grito. Inmediatamente se notó que mi grito le hizo sentirse muy orgulloso delante de sus amigos. Me tomó del pelo y me orientó la cabeza hacia él.

-         Mira, perra, mira lo que te pasa por ser tan puta…

-         OOOOHHHHHHHHHHHHH  OOOHHHHHHH Ummmmm

Me corrí de nuevo. Sin remedio. Cuanto más crueles eran sus palabras, más me sentía en éxtasis. En parte lo achaco al alcohol que había bebido. Pero también sé que ese mal está dentro de mi ser. Sus amigos le pidieron que no me llenase de semen todavía, al menos hasta que me follasen ellos. Así que cuando se cansó de sacudirme contra la pared, se puso generoso con ellos, y me dijo:

-         Preparate para tragar –arrodillándome de nuevo ante él-

-         Ummmmmmmmmmmmmmm

-         Traga cerda –decía uno de sus amigos-

Mario la sacó de mi boquita para hacerme a propósito un nuevo salpicón en mi melena “ no lo toques puta ”, dijo uno de ellos que en ese momento ya habían sacado sus pollas y estaban pajeandose ante mi cara. Pero Mario dijo “ Venga, el siguiente… ”, y esta vez me tumbaron boca arriba en la mesa del salón. El siguiente era el gordo. Era un chico desarreglado e incluso olía un poco mal. Me quedé mirando a si miembro, acorde con el volumen de su cuerpo. El más grande que hasta ahora a entrado en mí. “¿te gusta, putita, eh?” Dijo mientras ponía mis piernas sobre sus hombros haciendo así la penetración mucho más profunda. Yo jadeaba mientras me decían que parecía una “ perra en celo ”. El rata seguía retorciéndome los pezones provocándome un extraño e intenso placer. ¿Por qué me excitaba tanto estar degradada y sometida en manos de varias personas?

Esa noche me hicieron de todo. Cuando digo de todo, es “de todo”. Mario me llevó a casa de mis suegros sobre las 10 de la mañana. Ni Bea había vuelto aún, ni mi novio, Angel, que aún estaría trabajando. Necesitaba urgentemente ducharme pero no me atreví a hacerlo, para evitar hacer ruido o coincidir con nadie, así que me metí en la cama con todos los residuos de la noche. Ahora llevo unos días dando vueltas al asunto… lo peor de todo es que Angel me ha pedido que me case con él y no sé que hacer….

El relato es fantasía, aunque tiene algunos trazos de realidad. Espero que os haya gustado. Espero vuestros votos y comentarios, si queréis escribirme mi mail es: Mr_Hyde@hotmail.es

Mr Hyde