La infidelidad
Esta es la historia de como me convertí en una adicta a la infidelidad.
Llegué a casa después de follar con Dani. Nadie diría al ver a esa mujer madura de cabello negro, pechos grandes y ropas recatadas que le había puesto los cuernos a su marido un par de veces. Abrí la puerta y vi a Juan que acababa de volver. Llevaba meses sin verle, por lo que disimulé la culpa que sentía y, con una sonrisa en la cara, corrí hacia él y le besé en los labios con el mismo amor de siempre, como si nada hubiese cambiado.
-Juan, cariño, ¿cómo estás?
-Bien, bien. Pero Encarna...
-¿Qué?
-Te sabe la boca a semen.
La infidelidad. Ser infiel está mal. Ser infiel es pecado. Ser infiel es traicionar a la persona amada. Una infidelidad es algo imperdonable. Una infidelidad es un error irreparable. Una infidelidad (o varias) pueden arruinar tu vida. ¿Hay algo más humillante que enterarte de que tu pareja te ha puesto los cuernos? La infidelidad nos duele. Nos duele que nos traicionen. Nos duele el saber que nuestro cónyuge ha estado en otros brazos, que ha besado otros labios y ha sido tocado por otras manos. Muchos dicen que aman tanto a su pareja que jamás serían capaz de hacerle una cosa semejante, que antes de serle infiel, romperían con la relación para empezar otra con la otra persona. Y eso se puede hacer si teniendo pareja te enamoras de otra persona. Pero, ¿que pasa si lo que sientes por la otra persona no es amor, sino una simple atracción sexual? ¿Dejarías al ser amado por un calentón? Lo normal en esos casos es intentar reprimir el deseo. El problema es que, a veces, la tentación puede con nosotros. A veces caemos en la infidelidad. En tal caso, tras la primera infidelidad, llegan los remordimientos. Hay infieles que no resistirán la culpa y confesarán a su pareja la traición. Esta decisión puede tener sus riesgos. La persona corneada tiene tres opciones: a) Perdonar a su pareja con la condición de que no se vuelva a repetir, b) aceptar mantener una relación abierta en la que cada cual mantendrá relaciones con otras personas cuando le plazca con el consentimiento del otro, o c)la reacción más temida, romper la relación. El miedo a esta última opción es lo que hace que algunos infieles se callen la culpa. Vivirán para siempre con el remordimiento y algunos, que no todos, volverán a caer en la tentación a pesar de haberse prometido a sí mismos que no volvería a suceder. Esta recaída puede ser puntual o convertirse en una costumbre. Si ocurre esto último, la culpa desaparece y la excitación por ser infiel y que tu pareja no sospeche nada se convierte en algo constante. Esta es la historia de como me volví adicta a la infidelidad.
Por si aún no lo sabéis, mi nombre es Encarna, tengo 38 años y llevo media vida casada con Juan, padre de mis dos hijos. Yo era de esas mujeres que piensan que la infidelidad es algo imperdonable en una relación de pareja, ya que si se ama no se traiciona. Sin embargo, todo cambió cuando hace unos años mi marido, que se encontraba fuera de casa por su trabajo de patrón de pesca, me pidió que alojara en casa durante una semana a un compañero suyo de origen cubano. Yo no pude resistir la tentación y acabé siéndole infiel con su amigo. La descripción detallada de como una mujer casada como yo acabé follando con un macho latino la podéis leer en el relato La tentación . Tras la marcha de Ramón, me prometí a mi misma que no volvería a ocurrir tal cosa, aunque por supuesto no me atreví a confesarle lo sucedido a mi esposo. Mi vida continuó a ser la de antes hasta que fui al instituto a recoger las notas de mi hijo mayor. Fui obligada a dejarme sobar por un enclenque adolescente con la cara llena de acné llamado Julián y a partir de ahí fui chantajeada por otro compañero de mi hijo, Dani. Al final, acabé follando con Dani hasta que recibí una llamada de mi marido que acababa de regresar de Mauritania. Estos extraños sucesos los podréis encontrar en el relato de esta misma página El chantaje .
Mientras iba de regreso a casa los remordimientos me comían la conciencia y mi cabeza se encontraba entre el placer de follar con Dani y la sensación de culpa por haberle sido infiel de nuevo a Juan. Llegué a casa y, antes de abrir la puerta, imaginé como sería el reencuentro con mi amado esposo. <
. No podía permitir que ocurriera algo así. Me metí un caramelo en la boca e intenté no besar mucho a Juan. No se dio cuenta de nada. Estaba contenta de volver a verle y unas horas más tarde ya se me había olvidado lo que le había hecho. Hasta que empezamos a cenar.
-¿Está rico el pollo, cariño?
-Mmmmm. Buenísimo.
-¿No está un poco soso.
-No, Encarna. Para nada. Oye, ¿que te pareció Ramón?
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-Eh, no se. Se le ve buena persona, ¿no?
-Sí, y cuenta unos chistes el tío.
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-Es verdad, me contó uno muy bueno.
-Pues imaginate cuando está alegre, porque cuando estaba aquí al pobre lo acababa de dejar la parienta. No creo que estuviese de muy buen humor.
< ~~>~~
-Sí, pero cuando se fue ya estaba más animado.
-Es verdad. Hablé hace poco con él y dice que lo trataste muy bien.
-De lujo.
-No me esperaba menos.
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-Bueno, y a ustedes como os va a en los estudios.
-Muy bien, papi.
-A ti bien, pero a tu hermano. Mira que suspender matemáticas...
-Es culpa del maestro. Joder, si es la primera vez que suspendo una.
-Lo que tú digas, pero el próximo trimestre tienes que aprobar. Y no quiero que vuelvas a pelearte.
-Es que el Dani es un gilipollas. Siempre se mete conmigo.
-Pues si es así la próxima vez que te diga algo, me lo dices a mí que le voy a dar una paliza a ese chulito.
-Sí, para que después venga a por nosotros su hermano mayor, que acaba de salir de la cárcel.
-¡Menudos delincuentes!
-Juan, por favor, ya basta.
-Pero Encarna, ¿se puede saber que te pasa?
-Nada, que me va a pasar.
-Es que te encuentro algo rara.
-No digas tonterías.
Por la noche, follamos. Como siempre, tapados con la sábana, a oscuras y en silencio para no despertar a los niños. Con la polla de mi marido dentro de mí, no podía dejar de pensar en Ramón y en Dani, con unas pollas más grandes que las de Juan y con una habilidad que me proporcionaba más placer. Y no podía dejar de sentirme culpable. Cuando mi marido se durmió, volví a prometerme una vez más que no volvería a suceder. Al día siguiente, recibí una llamada de Dani. Quedamos por la tarde en el apartamento. Solo para decirle que el juego se había acabado. Llegué allí y se lo dije.
-Esto se ha acabado, Dani.
-Venga ya, no seas puta. Sabes que deseas repetir.
-No puedo hacerle esto a mi marido.
-Encarna, si quieres a tu marido, pues sigue casada con él y sé feliz. Pero que lo quieras no quita que no sabe hacerte sentir mujer.
-Dani...
-Reconocelo.
-Pero Juan no se merece esto.
-Ojos que no ven corazón que no siente.
Dani se quitó toda la ropa. Se sentó en la cama desnudo.
-Ven.
-¿Por qué me haces esto?
-Porque quieres que te lo haga.
Me rendí. Me senté sobre Dani, que me chupó las tetas y el coño mejor aún que el día anterior. Luego me metió la polla y, mientras follábamos, escuché una cisterna. Me quedé atónita cuando un hombre salió del cuarto de baño. Era moreno, tenía el pelo rapado, un rostro parecido al de Dani aunque mucho más serio, un cuerpo que se podía a preciar ya que no llevaba camiseta(solo pantalones), unos abdominales muy trabajados, un pendiente en cada oreja, la espalda y los brazos llenos de tatuajes y, y, y la polla de Dani en mi coño no paraba. ¡Ay, Dios! No sabía que hacía allí ese macarra tan atractivo, pero nada me importaba.
-Hola, me llamo Carlos. Soy el hermano del chaval que tienes encima.
-Yoo sssoy En-encarna. Encantada de cono-conocerleeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Sigueeeeeeeeee, cabróóóón.
Carlos no nos quitaba ojo de encima. Dani me chupaba el cuello y yo no podía apartarla vista de su hermano. El macarra se pasó la lengua por encima de los labios y me lanzó una mirada lujuriosa que parecía decirme <
.Miré en su entrepierna y me fijé en que el bulto no paraba de crecer mientras miraba como me tiraba a su hermano pequeño. Yo ya estaba al borde del orgasmo. Dani se corrió dentro de mi y me dejó exhausta.
-Es toda tuya, hermanito.
Se levantó y, desnudo como estaba, se metió en el baño. El musculitos tatuado se acercó a la cama y se colocó sobre mi. ¿Pero qué se creían esos dos?¿Qué podían tratarme como una puta y turnarse para follarme?
-¿Qué coño haces?
-¿Tú que crees?
-Apartate de mi. Ni se te ocurra tocarme.
-¿No te gustó?
-Soy una mujer casada.
-Ah, ¿sí? No sabía que mi hermano estaba casado.
-Mira, yo...
-Tú.
-Yo no soy una puta. No voy a follar con un tío al que ni siquiera conozco.
-Me llamo Carlos, tengo 21 años, mido 1,78 cm, tengo un hijo de cinco años, he estado año y medio en la cárcel, soy el hermano de Dani y tengo la polla más grande que él.
Me besó y me acarició los pezones. Mis manos recorrieron su espalda fuerte y llena de tatuajes. Su lengua bajó por mi cuellos hasta llegar a mis tetas. Metí mis manos bajo sus pantalones y me agarré fuerte a su culo al sentir como, al mismo tiempo que me besaba las aureolas de mis pezones, me introducía dos dedos por mi sexo. Parecía un auténtico profesional. Tenía la experiencia de Ramón y la juventud de Dani, además del morbo añadido de ser un delincuente que acababa de salir de prisión. Era una mezcla explosiva. Y como a todos, le encantaba chuparme las tetas. No se que tienen mis tetas que los vuelven locos. Se que son las que me llevan al éxito, pues creo que físicamente tampoco soy para tanto. Pero lo cierto es que a mi también me encanta sentir una lengua entre mis tetas, aunque personalmente prefiero sentirla entre mis piernas.
Como obedeciendo mis pensamientos, Carlos se dio la vuelta y comenzó a lamerme el coño como el hombre perfecto, ese hombre al que no le importa sentir placer, solo dar placer. Pero el hombre perfecto no existe y, para comerme el coño, Carlos se había dado la vuelta colocando su entrepierna muy cerca de mi cara. Un 69. Le bajé la bragueta y le saqué su polla erecta que me golpeó en mi rostro. Me la metí en la boca y se la chupé lo mejor que pude, pues por una parte sentir la lengua de Carlos jugando entre mis labios vaginales me hacía estremecer y por otra no podía dejar de mirarle el miembro. Largo, grueso y venoso. No tardamos mucho en corrernos, a decir verdad. No pude tragarme todo el semen, ya que eyaculó demasiado. Semen de toro. Hice lo que pude, pero no pude evitar que mi cara quedase embadurnada de gotas de semen.
-Mira lo que me has hecho. Limpiamelo con tu lengua.
-¿Quieres que pruebe mi propio semen?
-Sí.
-Ni de coña.
-Pues si no me lo limpias, tu polla no va a entrar aquí.
Abrí mi coño, mostrándoselo con cara de niña pícara.
-Eso habrá que verlo.
El muy cabrón me sujetó por la fuerza y me penetró. Me daba unas embestidas brutales y me agarraba fuertemente las tetas. Yo coloqué mis manos sobre su perfecto culo y le agarré las nalgas con las uñas.
-Yo te la meto si quiero, puta. Porque eres mi puta. ¿Qué eres?
-Aghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.Mmmmmmmmmmmm.
-¿Qué eres?
-Tu puta.
-¿Cómo dices? No te escuchó.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡SOY TU PUTAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!
-¿Y te gusta, puta?
Sentía tanto placer que casi no podía ni hablar. Carlos me dio una bofetada.
-¡Contesta!
-Me encanta.
-¿Y yo que soy?
-Un delincuente.
Carlos me volvió a golpear más fuerte que la primera vez.
-Repite conmigo. Eres mi macho. ¡Repite!
-Eres mi macho.
Las embestidas que me daba eran bestiales. Ambos estábamos empapados en sudor.
-¿Más macho que tú marido?
-Mucho más.
-¿Más macho que mi hermano?
-Más.
-¿Cómo de macho soy?
-Muy macho.
-¿Lo más macho posible?
-No te pases.
Carlos me dio otra bofetada. Yo apreté mis uñas en su culo hasta hacerlo sangrar. Por la cara con la que me miró pensé que me iba a dar una paliza, pero en lugar de golpearme, me puso la misma cara lasciva que cuando me observaba follando con su hermano, sonrió, me susurró <
y me besó en los labios. Siguió follándome aunque sin apretarme tanto las tetas. Yo era su puta. Su hembra. No estaba muy acostumbrado a que le siguiesen tanto el juego. Y eso le ponía. Dani salió del baño desnudo. Al ver el bestial polvo que estaba echando con su hermano, su polla empezó a crecer inevitablemente. Se pajeó un rato mirando hasta que se acercó a mi.
-Chupamela.
-Ahora estoy ocupada, Dani. No interrumpas a los mayores.
Carlos sonrió y me la metió con más fuerza. Al chulo de Dani no le hizo tanta gracia.
-Tú eres mi puta y te ordenó que me chupes la polla.
-Te equivocas, hermanito. Es mi puta, ¿verdad, Encarna?
-Solo suya.
-Venga, Encarna. Chupamela.
-Las palabras mágicas.
-Por favor.
Sonreí. El chulito se había doblegado.
-Hazme una mamada, por favor.
-Solo te la haré si me limpias la cara con tu lengua.
-¿Pero que dices, tía?¿Se te va la olla? No voy a tragarme el semen de mi hermano.
-Pues entonces, nada.
Carlos y yo seguíamos. Era increíble el aguante de ese chico. Yo ya me había corrido un par de veces y él seguía y seguía y seguía. Estaba disfrutando como nunca, le agarré la espalda y le chupé la oreja. Miré a Dani, que estaba cabreado. Lo cierto es que estaba deseando chupársela y estaba a punto de ceder cuando de pronto, él me dijo:
-Está bien.
Se acercó a mi, sacó la lengua y la colocó sobre mi rostro. Lamió un poco del semen de Carlos y se lo tragó con cara de asco.
-Buen chico.
-¿Te gusta, hermanito?
-Vete a la mierda.
-A mi tratame con respeto. Encima que te presto a mi puta.
-No le hagas caso, Dani. Sigue.
Dani volvió a lamer el semen, pero esta vez no se lo tragó. Me besó en los labios y me dio a probar a mi. Yo me tragué el semen de mi toro y Dani volvió a repetir la operación hasta que mi cara quedó limpia.
-Ya está. Ahora cumple tú.
-No se si debo. Soy yo la que me lo he tragado casi todo. Has hecho trampa.
-Venga, Encarna. Que lo estás deseando.
-Está bien, pero solo lo hago para que no llores.
-Dani, vete y dejanos en paz.
-Carlos, deja que se la chupe. ¿No te da pena?
-Bueno, te la presto un rato.
Me metí la polla de Dani en mi boca. Llevaba un rato recorriendo el miembro de su hermano cuando Carlos se corrió en mi interior. Se quedó un rato dentro de mí mirando como yo se la chupaba a Dani.
-Puta, para ya.
Hice caso omiso a sus palabras y continué la mamada más rápido y con mayor intensidad. Un hilo de saliva iba de la punta de mi lengua hasta el glande de Dani.
-¡Te he dicho que pares!
-Mira Carlos, yo folló con quien me da la gana.
Me metí el pene de Dani entero en mi boca.
-Tú eres mi puta.
-Yo no soy tu puta. Tú eres mi macho.
Sonreí y seguí con mi labor. Dani emitió un largo gemido y Carlos, furioso, me dio la vuelta justo cuando su hermano se corría. Por culpa de bruto de Carlos, solo unas gotas de semen cayeron en mi boca. Dani se corrió en el suelo mientras Carlos me agarraba y me la metía por detrás. Su enorme polla no me hizo casi nada de daño, ya que mi culo estaba ya bastante acostumbrado. Dani se colocó debajo de mí. Me besó suavemente mientras me acariciaba las tetas. Como había hecho antes su hermano, me masturbó al mismo tiempo que me succionaba los pezones. Ya no se comportaba como el día anterior. Dani estaba intentando suavizarse para compensarme la fiereza de su hermano. En el momento en el que me penetró, me dí cuenta de que estábamos haciendo un sandwich. Hasta ese instante no me había percatado de que me estaba montando un trío con dos hermanos. Era increíble. Dos pollas jóvenes para mi. Cuatro fuertes manos recorriendo mi cuerpo. Dos labios besando mi piel. Yo, una mujer felizmente casada, entre dos cuerpos musculosos y sudorosos. Nunca había sentido tanto placer. Y lo más increíble de todo, los tres nos corrimos al mismo tiempo.
Nos quedamos un tiempo tumbados. Yo en medio con uno a cada lado. Carlos me miraba con gesto de triunfo y Dani con un una mirada cariñosa. Me parecieron tan guapos y tan sexys que me sentí la mujer más afortunada del mundo. Tenía un marido que me adoraba y dos amantes perfectos. ¿Qué más podía pedir? Ya no sentía culpa. Ojos que no ven corazón que no siente. Juan era feliz sin saber nada. Y a mi me ponía engañarlo.
-A partir de ahora nos turnamos porque yo no pienso compartirte más con mi hermano, ¿eh?
-Lo que queráis, chicos. Lo que ustedes queráis. Soy vuestra.
Y pasaron los meses. Cuando podía quedar sin que se enterara Juan me veía con Carlos o con Dani. Los dos me echaban unos polvos bestiales. Los dos me preguntaban si eran mejores en la cama que su hermano. Yo a los dos les decía que sí y ambos se lo creían. Así son los hombres. La mejor forma de poseeros es hacerles creer que ellos son los que te poseen a ti. Los hermanos pensaban que yo era la puta que hacía lo que me pidiesen, pero yo lo hacía porque me gustaba y eran ellos los que acudían a mi en cuanto los llamaba. Eran míos. A finales de junio, mi marido se marchó de nuevo. Eso me entristecía aunque al mismo tiempo me daba más oportunidad de encontrarme con mis amantes. Aquella misma tarde había quedado con Carlos. Yo estaba entusiasmada pues la semana anterior habíamos comenzado a jugar con comida, ya sabéis, fresas, nata, chocolate y cosas del estilo. ¿Que sorpresitas me daría esa vez mi delincuente favorito? Llegué a casa de Carlos(el dueño del apartamento ya había vuelto), pero quién estaba allí era Dani.
-Carlos no podía venir.
-Mierda.
-Pero estoy yo.
-Ya, pero no es lo mismo. Carlos es mejor.
-¿Qué?
-Que Carlos es más hombre que tú. Lo que siento cuando follo con él es... indescriptible.
-Te voy a enseñar yo quien es más hombre.
Sonreí. Había caído. Dani me agarró y casi me arranca la ropa con la boca. Nunca me había follado así. Quería superar a su hermano y no iba a parar hasta conseguirlo. Ya os lo dicho. Todos los hombres son iguales. Durante los meses anteriores yo había cambiado mi ropa de vestir por otra más sexy, más juvenil. Ya sabéis, maquillaje, escotes y faldas cada vez más cortas. Me encantaba sentir las miradas de los hombres por la calle. Me ponía a mil y, además, tarde o temprano me cansaría de los hermanitos y tendría que buscarme nuevos amanes, ¿no? Pues bien, yo había cambiado mi forma de vestir para sentirme deseada y ellos dos pensaban que lo hacía por ellos, para que no se cansaran de mí y me cambiaran por una jovencita. Como si fuesen los únicos tíos del mundo.
-Que puta eres.
-Soy tu puta, Dani. Por cierto, ¿mañana nos veremos en el instituto?
-No, va mi madre a recoger las notas.
-¡Oh, que pena!
Al día siguiente, fui al instituto y allí me encontré con Juli.
-Hola, guapísima. Cuanto tiempo, eh.
-Sí.
Que asco de niño. No me resultaba nada atractivo y, sin embargo, ¿no había sido el que lo había comenzado todo? Antes de conocer a Ramón, ya me había sentido deseada por él, por un hombre que no era mi marido. Y sus comentarios provocaron el interés de Dani en mi. Era Juli quien me había convertido en una mujer infiel. ¿Debía odiarlo por ello o agradecérselo? Entré en la clase. A mi hijo le habían quedado las matemáticas. Menudo disgusto que se llevaría el pobre.
-Lo siento por él, Encarna. Es muy buen chico. Es que el profesor es muy estricto y...
-Ya, ¿y es joven?
-Sí, tiene 29 años. Yo la primera vez que lo vi, lo confundí por un alumno.
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-¿Me puede decir el aula en que se encuentra? Me gustaría hablar con él para ver si se puede hacer algo.
Entré en el aula que me indicó la gorda. Fran, el profesor gallego, no era nada del otro mundo,tenía canas y era pálido. Pero parecía más joven de lo que era, estaba delgado, vestía con ropa juvenil y, a pesar de ser muy serio, seguramente sería el objeto de deseo de todas las alumnas. Al fin y al cabo, en comparación con el resto de profesores, era toda una belleza. La conversación empezó normal. Parecía bastante reacio a cambiar la nota de mi hijo.
-Bueno, podría hacerle cambiar de opinión. Soy muy persuasiva.
Coloqué mi mano sobre su entrepierna.
-Señora, ¿qué hace?
-Una mamada por el aprobado.
Fui a bajarle la cremallera, pero él se apartó.
-Lo siento, soy un hombre casado.
Me quedé de piedra. Un hombre casado. Al ver que me rechazaba me puso a mil y me propuse tirármelo, pero un hombre casado. ¿Iba a ser yo su tentación? ¿Iba a ser capaz de hacerle pasar a ese hombre por los remordimientos? ¿Iba a ser capaz de hacer algo que podía destrozar un matrimonio? Y entonces me asaltó la gran duda. ¿Estaba yo agradecida a Ramón por haber cambiado mi vida? Suspiré. Recordé como era mi vida, mi feliz vida, antes de conocer al cubano. Volví a suspirar. Me di la vuelta y me encaminé hacia la puerta. La cerré y me desnudé. Le estaba inmensamente agradecida.
-Señora, yo...
-¿No me deseas?
-Yo...mi mujer.
-Tu mujer no tiene por qué enterarse. Yo al menos no se lo voy a decir.
Me acerqué hacia Fran y le besé. Él intentó apartarme aunque finalmente me correspondió y se dejó llevar. Me agarró las tetas y, tirando todo lo que había abajo, me tumbó sobre la mesa y empezó a chuparme las tetas. La verdad es que el fiel hombre había tenido mucha menos resistencia que yo. Lo aparté y me puse yo encima. Él era el primerizo y yo la experta. Lo besé y fui bajando la lengua por sus pezones hasta llegar a su polla. Le hice una buena mamada hasta que se corrió. Volvió a ponerse encima y me penetró. Mientras me follaba, la puerta se abrió un poco. Me entró el pánico. Me relaje un poco al ver que era Juli. Volvió a cerrarla dejando un hueco justo para ver lo que ocurría en el aula. Estaba embobado. Fran se corrió dentro de mí. Volvió a chuparme las tetas y se metió entre mis piernas. Entonces, un extraño pensamiento invadió mi mente. Hasta mis infidelidades estaban cayendo en la rutina. No podía permitir que follar con los hermanito o con el profe se convirtiera en el mismo ritual que era follar con mi marido. No iba a volver a cometer el mismo error. Aquella vez no lo iba a permitir.
Apreté la cabeza del profe en mi coño. Saqué mi lengua y miré a Juli con una mirada lasciva. El muchacho sonrió, miró hacia los lados para comprobar que no llegaba nadie y se sacó la polla. Empezó a pajearse. Me encantaba. Fran me volteó y me la introdujo por el culo. Me gustaba, pero de esa forma ya no podía mirar a Juli masturbarse. Estuve a punto de pedirle a Fran que nos diésemos la vuelta, pero pensé que quizás le cortaría el rollo ver que un alumno suyo nos estaba mirando mientras ejercitaba su mano derecha y no quería dejarme el polvo a medias. Así que cerré los ojos e imaginé a Juli masturbándose en el pasillo. Imaginé que entraba y hacía un sandwich conmigo y con el profe y que luego llegaban los hermanitos y Ramón y nos montábamos una orgía. ¡Bendita imaginación!
El profe se corrió en mi culo. Nos besamos y vi que Juli ya no estaba en la puerta.
-Tu hijo tendrá su 5, pero tu tienes un 10.
Le besé de nuevo. Me vestí.
-¿Es la primera vez que eres infiel?
-Sí.
Lo besé y él me tocó el culo.
-No te preocupes. No sientas remordimiento. Tú simplemente disfruta.
Nos dimos un último beso y salí del aula. Fuera,en el suelo había semen. Sonreí. En una esquina estaba Juli. Me besó a la fuerza y yo le di una bofetada.
-Joder, tía. Te follas a todos menos a mí. El Dani me ha contado que sois amantes y que también te tiras a su hermano.
-Dani es mil veces más hombre que tú.
-Joder, tía. ¿No te pongo ni un poquito?
-No. Pero puedo hacerte el favor si...
-¿Sí?
-Si te follas a la gorda.
-A la profe, venga ya. Tú lo flipas.
-Si de verdad quieres follar conmigo, follate primero a la gorda. Haz el esfuerzo, lo grabas y me lo envías. Sin pruebas, no hay nada que hacer.
-No puedo.
-¿Por qué?
-Soy virgen.
-¿Y?
-¿Quieres que mi primera vez sea con esa vaca?
-Oye, un momento. ¿De verdad eres virgen?
-Sí.
-¿Tú no eras el que decías que eras un gigolo que te follabas a todas las nenas?
Lo dicho, todos los hombres son iguales.
-Joder, Encarna.
El muchacho me estaba dando pena y la verdad es que me ponía un montón desvirgarlo.
-Corre, vamos al baño.
Entramos en el baño y le hice una mamada. Luego se sentó en el váter y yo sobre él. Lo besé, le quité la camiseta y me saqué las tetas. Me las tocó con la misma torpeza de la vez anterior . Le bajé los pantalones y enterré su polla en mi coño. Empecé a cabalgar sobre él y mis tetas saltaban. Él gemía y me las chupaba a la vez. Cuando se corrió, nos besamos y me fui a casa. Se que la descripción ha sido muy rápida, pero es que el polvo también lo fue. ¡Menuda decepción! Afortunadamente todavía me quedaban los hermanitos y el profe. Y otros que llegarían después. El verano fue mi época más loca: no paraba de follar y convencía a una puritana amiga mía de que le pusiera los cuernos a su marido(si queréis os cuento la historia de mi amiga en otro relato). Después, paré un poco y en la actualidad estoy más relajada y solo le pongo los cuernos a mi marido de vez en cuando. Él aún no sabe nada y espero que así sigamos. Ojala Juan sea como un hombre que contactó conmigo o como otros que publican por aquí, que dejan que sus esposas tengan relaciones fuera del matrimonio. Pero ni mi familia ni los habitantes de mi pueblo están preparados para un matrimonio liberal. De todos modos, yo amo a mi marido y jamás lo dejaría. Desde aquí reivindico que ser infiel no es malo. ¿Por qué no podemos tener relaciones sexuales con otras personas sin que nos deje nuestro amor? Se que esto es una página de relatos eróticos y no para debatir, pero me gustaría que en vuestros comentarios, además de dar vuestra opinión sobre mi relato, debatáis sobre este tema: LA INFIDELIDAD.