La inexorable infidelidad de una joven y fogosa

Una joven esposa, demasiado cerca del fuego, acaba ardiendo en la hoguera del placer y la pasión.

"LA INEXORABLE INFIDELIDAD DE UNA JOVEN Y FOGOSA MUJER CASADA "

Llevaba tres años casada con Pascual, con quien vivía una vida apacible, disfrutando de una buena posición económica, sin altibajos emocionales, muy compenetrados sentimentalmente. No era lo mismo en nuestra relación sexual, algo sosa y anodina, ya que pasados los primeros tramos de nuestra vida matrimonial, nuestra demanda pasional se había estancado o más bien había bajado a un nivel muy conformista. En el hecho de que nuestra actividad carnal hubiera venido a menos, también tenía algo que ver la actitud de mi marido, que era un poco dejado en lo referido a la libido; para él solamente existía el polvo de fin de semana, mientras yo por pudor o modestia sexual no me atrevía a plantearle que aquello me sabía a poco. Durante la semana, si recibía alguna sensación excitante, recurría al alivio masturbatorio. Para mi temperamento fogoso y amante de la práctica sexual y del deleite erótico, esta situación era como un fulminante que estaba agazapado dentro de mí, con el riesgo de ser explotado por alguien que por su cercanía pudiera detectar este punto flaco. Por este motivo, procuraba reprimir mis ganas de agradar y me vestía de forma muy cuidada, pero sin llegar al punto de provocación que mi cuerpo pedía. En aquellos momentos, me sentía pletórica de energía, con una vitalidad desbordante, se diría que estaba viviendo una segunda adolescencia, rica en impulsos, que algunas veces me inducían a soñar en colores y a disfrutar de atrevidas fantasías y pequeñas locuras, mas allá de mis convicciones.

Inesperadamente, mi régimen de vida se vio alterado de la noche a la mañana. Hacía unos meses que mi marido había puesto en explotación una estación de servicio, cuya gestión realizaba él mismo, además de atender sus obligaciones habituales. Como yo tenía el tiempo libre de obligaciones laborales, aunque al principio no estaba previsto, me incorporé a colaborar en la parte administrativa de la empresa; para ello me desplazaba algunas mañanas, desde nuestra residencia de la ciudad a unos 30 kms. del pueblecito costero donde estaba instalado el negocio.

La plantilla de personal de la estación estaba compuesta de chicos jóvenes de 22 años, empleados como expendedores, gente de confianza recomendados por el ayuntamiento, ya que su cometido era poner gasolina a los vehículos y ello suponía que tenían que manejar buena cantidad de dinero en efectivo. Los tres tenían buena planta y excelente disposición para atender a los clientes.

De los tres empleados, el más interesante era Carlos, joven de carácter extrovertido, lo que se dice un tío muy enrollado; estaba casado y vivía en otro pueblo a 20 kms. de distancia. Su aspecto era el de un chico de su edad, atractivo, moreno, muy cuidadoso de su imagen. A pesar de estar casado se le veía muy relacionado con los ambientes de la movida nocturna, incluso consumía algún porrito extra en sus correrías furtivas. Su mujer, ocupada en la crianza de un niño de un año, estaba un poco atada y eso le permitía a él andar algo suelto. Carlos tenía una innata habilidad social y don de gentes. Con su lenguaje desenfadado y cachondo, como quien no quiere, te colocaba lo que estaba pensando sin que te dieras por ofendida. Continuamente le había visto rondar y echar los tejos a las mujeres que pasaban por allí, la viuda madura y buen ver que hacía la limpieza, algunas clientas e incluso.....a mi me miraba con evidente deseo, pero sin perder la compostura. Carlos era muy eficiente en su trabajo, pero cuando olía un chochito apetecible, era incorregible, se volcaba en galanteos, y se comportaba como un hombre un poco salido que hacía gala de cierta agresividad entre ingenua e inmadura. Se permitía dar a entender con sus inefables comentarios, que sus atributos sexuales eran algo extraordinario, en tamaño y potencia; lo cierto es que a pesar de su inmodestia, exteriormente se le notaba un paquete genital bastante llamativo, que hacía pensar que dentro albergaba una dotación bastante voluminosa. A mi me ponía un poco nerviosa su mirada penetrante y voraz, mientras lo tenía delante, siempre con la pelvis un poco adelantada, no se si era un tic anatómico o lo hacía adrede, para dejar notar la magnitud de su instrumento.

En aquellos momentos, yo tenía 34 años, me encontraba en plenitud de forma, mi cuerpo de estatura media alta, carnes macizas y piel tersa, bien proporcionada, bonitas piernas que terminaban en un culo prominente y redondito, que con unos pechos no muy grandes, pero duros y bien plantados, daban a mi cuerpo un morbo curvilíneo que hacía las delicias de los mirones. El mensaje que me llegaba era que poseía una bonita figura y por las miradas lascivas de los hombres, parecía que resultaba físicamente muy deseable. Aparte, tenía unos ojos grandes, con intensa expresión, que lo mismo acariciaba con la mirada, que apuñalaba con ira, lo que junto a mi facilidad para el trato con la gente, hacía que me consideraran una persona agradable.

A los pocos meses de frecuentar la estación, mientras los otros dos expendedores, Juanvi y Paco, se comportaban conmigo de forma solícita y comedida, Carlos era un demonio con mucho peligro, siempre tanteando mi resistencia al cachondeo y haciéndome confidente de sus andanzas y cosas personales. Era un empleado fiel, educado y eficaz, pero un poco cabroncete. Yo llegaba a la gasolinera hacia las diez de la mañana y permanecía allí hasta las dos y media de la tarde. Casi todos los días que me desplazaba para trabajar allí unas horas coincidía con el turno de Carlos. Mi cometido estaba dentro del edificio, formado por un local amplio de tienda, una trastienda o almacén, una oficina de administración y los servicios de hombres y mujeres. A veces, salía para respirar un poco el aire exterior y ver el ambiente del entrar y salir de coches, observando como funcionaban los empleados manguera en mano. Siempre había un expendedor por turno, que en las horas punta, se multiplicaba para atender a todo el mundo con prontitud, pero en otros momentos del día de mas tranquilidad, si no había ningún vehículo que atender, aprovechaban para fumar un cigarrillo en el único lugar que se les permitía, en el interior del edificio, sentados en una mesa mostrador que había a la entrada. Ya se sabe, en este tipo de establecimientos se debe tener mucho cuidado con el fuego, por la peligrosidad ambiental que supone tanto combustible.

Carlos, mas confianzudo, solía entrar en mi despacho con la excusa de informarme sobre la marcha de ventas del día o de cualquier otra incidencia, aunque su objetivo final era darme conversación, hablándome de sus cosas, de su hijo, de su mujer y del escaso interés que sentía por la vida sexual de la pareja, su desencanto y frustración por no disfrutar a tope de las mieles del erotismo.

-Ay!, jefa, si fuera ahora no me dejaría cazar!! Pero mi novia se quedó embarazada y decidimos casarnos y tener el niño –me confesaba con aire derrotado.

-Ya ves ahora, tengo casi 23 años, estoy en mi mejor edad y desaprovechado. Cuántas mujeres desearían disponer de un hombre de mis condiciones.....y la que lo tiene no lo aprovecha. ¡Esta visto que el mundo no hay quien lo arregle, Maribel! -sugería él, para arrancarme alguna opinión personal.

Yo intentaba salir del paso de manera displicente, consolándole, ya vendrán tiempos mejores, no lo centres todo en el sexo Carlos. Pensaba que tales confidencias le aliviaban más por el hecho de hacerlas a una mujer.

-Ya, pero esto no puede seguir así, acabaré buscando fuera lo que no me dan en casa y encima yo seré el malo de la película!. –insistía él.

De esta forma, a través de estos diálogos y otros de carácter frívolo, me transmitía que yo gozaba de su confianza, con lo que se congraciaba conmigo y al mismo tiempo me dejaba entender su disponibilidad para cualquier mujer que tuviera sus mismas necesidades sin satisfacer. Si acaso yo era una de ellas ya sabía a que atenerme. Se mostraba muy preguntón sobre temas de mi vida privada, siempre que podía me aplicaba su dosis de lavado de cerebro, muy sutil pero recurrente en poner al descubierto que yo le gustaba. Pronto me di cuenta, de que este proceso tenía como fin el abordarme cada vez más directamente, hasta provocar algún tipo de reacción en mi. Entonces, debido al trabajo, yo hacía un tipo de vida más movido y con más relaciones personales que antes. Por ello, percibía con más intensidad el mensaje de que era una mujer respetable, pero también una hembra llena de atractivos físicos, que despertaban esa inclinación lujuriosa que tienen muchos hombres. Mil pensamientos bullían en mi mente, aunque nunca me había pasado por la cabeza serle infiel a mi marido.

-Ufff, Maribel! Qué bien me ha sentado la ducha....y eso que le faltaba algo que yo sé! ¿Has probado alguna vez a ducharte con tu pareja, a la vez que echaís un polvo? –me lanzó inesperadamente.

Le miré con un mohín de perdonavidas, arqueando las cejas, sin contestar.

-Pues te lo recomiendo, jefa! Eso de enjabonarse el uno al otro, con manos deslizantes y suaves, pringadas de gel de baño, es...demasié para el cuerpo!! -volvía a la carga.

-Carlooss, un respeto por favor, no hace falte que lo expliques tanto...!!

Yo sonreía, como que no había oído nada y rehuía su mirada sugerente, cálida y provocativa. Empecé a temer que le había dado demasiadas alas y el lo interpretaba como una invitación a seguir invadiendo mi intimidad, acortando distancias. Esta penetración en mi territorio, aunque era graciosa o pícara y no me atrevía a considerarla inapropiada, ya que aunque yo era su jefa, los dos éramos jóvenes y el tuteo era algo general en la empresa. En todo caso, comencé a preocuparme...¿me había aficionado al insistente compadreo de Carlos? ¿Se trataba de una forma sibilina de cortejarme? ¿Qué pensaba él? ¿Estaba notándome alguna inclinación o debilidad hacia él? Exteriormente, yo me comportaba con Carlos afectando mucha seguridad, ponía distancia donde correspondía, demostrándole mi superioridad y la barrera que había entre él, mi empleado, y yo su jefa que además era una mujer casada, pero en mi fuero interno mis sensaciones eran otras muy distintas, ya que la pretendida fortaleza no era tan inexpugnable como aparentaba. Quizás sin saberlo, Carlos estaba tocando una fibra sensible que tenía yo adormecida, sin saber de su existencia, en otras palabras, soy bastante coqueta y me encantaba gustar.

Probablemente, Carlos había tenido la visión psicológica de que yo era una mujer poco atendida, siempre hay pequeños detalles que un buen observador interesado los capta, como por ejemplo ese aire de estar desarmada, cuando me acuchillaba con su mirada sostenida y casi obscena. También creo que daba alguna pista, la manera de proceder de Pascual, mi marido, al que se le veía un hombre muy estresado, que vivía más para el trabajo que para atender a su esposa.

Este estado de cosas fue progresando, hasta el punto que siempre que me encontraba a solas, además de devorarme con los ojos, Carlos me dedicaba alguna indirecta o comentario punzante. Me enviaba el mensaje de sus insinuaciones más o menos veladas y observaba mis reacciones, para no propasarse. Tanto mi marido, como el resto del personal, nunca habían observado este doble canal de comunicación entre nosotros dos. En vista de sus últimos avances, mi impresión era que algún día se podía producir el tan temido chispazo.

-Hola Maribel! ¿cómo estás? Perdona la pregunta tan tonta, estando la respuesta tan a la vista...! -se atrevía a modo de saludo.

Fue uno de esos días. Había avisado a Carlos de que en el servicio de mujeres había que reponer el rollo de papel higiénico. Algo más tarde, estando yo lavándome las manos en el servicio, con la puerta abierta, inclinada sobre el lavabo, llegó Carlos apresurado, con un rollo de papel en las manos, se disculpó y paso por detrás de mí hasta el water que está al fondo. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos.El espacio entre el lavabo y la pared era escaso (lo que apenas permitía a otra persona pasar por detrás si alguien lo estaba usando), de manera que cuando él volvió a pasar para salir, al llegar a mi altura, hizo como que trastabillaba, apoyó sus manos sobre mis caderas, restregó su cuerpo suavemente sobre mi trasero, me empujó levemente hacía adelante, atenazándome firmemente por debajo de los pechos con sus dos brazos, y presionando con su abultamiento genital contra mis nalgas. Sentí una mezcla de sensaciones difícil de describir, mi cara su puso como la grana, llena de ardor y de rabia al sentirme tan vulnerable......él interpretó mi inmovilismo a su favor e inclinó su cara hacia mi cuello, noté su respiración caliente, acelerada, preludio del incendio que se iba a producir allí mismo. No se como, aún pude recuperar el dominio de mi misma y bruscamente rompí la figura que se reflejaba en el espejo de los dos cuerpos pegados en un abrazo de fuego. Me revolví frente a Carlos, mirándole a los ojos, acalorada, con un gesto de ira y de turbación, sin poder articular palabra.

-Ay! Maribel! perdóname no se qué me ha pasado, no he podido resistirme, un momento tonto que me ha hecho perder la cabeza. –exclamó compungido al comprobar mi rechazo.

Yo, haciendo como que contenía la indignación y la vergüenza de lo ocurrido, le reprimí por su osadía y su agresión, dejando en suspenso qué iba a decidir para poner las cosas en su sitio y hacerle pagar su agresión. Él se reconoció culpable y me dijo que estaba dispuesto a despedirse voluntariamente por motivos particulares, incluso me rogó que no diera a conocer a nadie lo que había sucedido, ya que supondría un escándalo perjudicial para todos.

-Mira Carlos, esto es muy gordo, si se entera mi marido, además de despedirte, te va a empapelar! –le contesté.

En medio de la conversación apareció un cliente y Carlos volvió a su trabajo. Al marcharme a casa, le dije que en principio había decidido no remover el asunto, quedaría entre nosotros dos, pero que se hiciera la idea de su error, tendría que buscarse la vida con otras mujeres. Él aceptó mi decisión con cara de alivio y me dio las gracias por ser comprensiva. Con esto, pensé, le dejaba claro que yo no era una pieza fácil de cazar, y que le quedaba vedado el camino ante cualquier intento de propasarse, en lo sucesivo.

De regreso a casa, mientras conducía, en mi cabeza entraban y salían las ideas más enfrentadas. De alguna manera, con tanta condescendencia en los diálogos libertinos con Carlos, le había hecho concebir esperanzas y perder el control de sus actos, algo de lo que yo era culpable. Por dicha razón, no contaría a nadie lo ocurrido, sería mi secreto, que intentaría que no se repitiera. Al mismo tiempo, pensaba en ello desde mis sentimientos más íntimos y, con cierto regusto, reviví aquel breve momento de agobio y deseo, me inquieté al pensar lo qué sentí en esos instantes críticos, sometida al achuchón de Carlos, ¿era excitación y deseo o enfado por verme vencida? Ahora, unas horas después recordaba con deleite el contacto duro y pegadizo de su paquete al chocar contra mi culo, su polla sobre mis glúteos, poderosa y firme como si fuera a perforarme. En el fondo, sentía pena y admiración por él. El pobre estaba salido como un toro, se había fijado en mi para satisfacer su hambre y a pesar del riesgo, se había atrevido a acosarme con valentía, jugándoselo todo a una carta.

Algún tiempo después, todo transcurría con normalidad hasta que coincidiendo con mi estancia en la estación, se empezaron a recibir llamadas de una joven de nombre Marta, siempre preguntando por Carlos. El siempre la atendía con un tono cariñoso y babeante, según ciertas conversaciones que no pude evitar oír. Lo primero que pensé es que el bueno de Carlos había hecho caso de mi consejo, y estaba buscándose la vida en otra parte, en el intento de llevarse al huerto a alguna otra chica. Yo, estaba hecha un lío, ya que el incidente con mi empleado, había dejado huella en mí, sin saber porqué sentía una sensación de disgusto, inquietud e incluso ansiedad. No conseguía definir mis sentimientos, empecé a pensar que Carlos era un tipo con mucho gancho, que quizás estaba a punto de seducir a la tal Marta, lo cual demostraba que apostaba fuerte para hacerse con una mujer. Procuré vigilar sus movimientos y contactos y nada nuevo. Tenía a Carlos metido en mi cerebro y en alguna otra parte de mi cuerpo.....pues mas de una vez pensando en él me había excitado. Sus intentos de seducirme habían hecho mella en mi de tal forma, que este hecho, me había hecho sentir un fuerte impulso de recuperar los anteriores escarceos con él y facilitarle el acceso. ¿Estaba celosa de Marta? Solo sabía que Carlos me había encendido y provocado una nueva y fuerte necesidad de placer y él es el que tendría que apagar ese fuego. Solo de pensar que otra niñata, estaba a punto de adelantarse, me ponía de mal humor, sentía como si alguien fuera a ocupar un territorio que era mío.

Ahora, veía con otros ojos lo que hubiera podido ser un posible lío con Carlos, frustrado por culpa de mi reacción de orgullo. Empecé a fantasear, imaginando que gracias a las circunstancias de proximidad y trato frecuente con mi empleado, tenía una buena ocasión de mantener una relación sexual esporádica y controlada con él, en el mas estricto de los secretos, que es lo que nos interesaba a los dos. Mi marido, tendría mi amor y mi vida con él, pero su pequeña pistola disparaba poco y yo necesitaba mas fuego, de artillería pesada, lo tenía a mano y no lo iba a desperdiciar.

Una vez vencidos mis temores y reparos internos, decidí acometer la acción más loca de mi vida. Abriría el coto sin pérdida de tiempo. Para ello, modifiqué mi comportamiento con él, volví a dejar el despacho abierto, buscaba descaradamente su conversación, preguntándole cosas del trabajo o haciéndome la encontradiza. Entre mis tácticas de aproximación le llamaba por teléfono desde casa por cualquier nimiedad, con la intención de que se diera cuenta de que ahora era yo la que le buscaba. También le provocaba preguntándole por alguna película porno, de las que había en el expositor de la tienda, si la había visto y que le parecía para aconsejarme alguna. Sin embargo, pasaban los días y el mensaje no alcanzaba su objetivo, Carlos debía de estar bajo de moral, o sin valor para volver a pensar en una aventura conmigo, después de haberle rechazado. Él necesitaba señales de que podía conseguirme, algún revulsivo que le hiciera olvidarse de lo que pasó en el anterior intento; le haría saber, que aquello solo fue un mal entendido y que aún podía ser. Entretanto, mi mente estaba a cien y mi ansiedad de hembra en celo, iba en aumento.

Por su parte, el desconcierto inicial duró muy poco, pronto se dio cuenta de mi cambio, de que la fortaleza estaba a punto de caer en su poder; esto, le hizo recuperar el talante y la familiaridad de tiempo atrás, renovando su estrategia de asedio con más decisión y descaro que nunca.

Nuestra relación de jefa y empleado ahora tenía dos caras; una delante de terceros correcta y respetuosa, y otra muy distinta cuando estábamos a solas, en la que sin habernos puesto de acuerdo, adoptábamos un trato, más intimista y confidencial. Algunas veces me prestaba una película X, que decía era regalo del proveedor y al devolvérsela me interrogaba sobre los pormenores de la historia, me acorralaba hasta tener que comentarle los detalles mas escabrosos. Todas estas charlas, consentidas por mí y algunos detalles que me arrancaba, ya le habían dejado claro a Carlos que yo tenía tanto hambre de sexo como él, que estaba a un paso de romper el cristal y darle lo que deseaba. Igual hablábamos de la forma de follar de un actor de las películas, como del tamaño de la polla o las tetas de los protagonistas, todo ello con la mayor naturalidad. Hice todo lo posible por averiguar sus aventurillas extramatrimoniales, si frecuentaba el trato sexual con prostitutas, qué precauciones tomaba, -ya se sabe, con los peligros que hay ahora con las enfermedades de transmisión sexual-. Él se sinceraba por completo conmigo, decía cuidar mucho el aspecto higiénico, para no tener líos con su mujer. Me confesó que últimamente estaba en el dique seco y solo había tenido un corto flirt con una chica que tenía novio y decidió cortarlo. (¿Marta?!!). Le creí cuando me dijo que estaba disponible. En una ocasión, me preguntó si mi marido me dejaba satisfecha sexualmente y, aunque él ya sabía la respuesta, le dije que no tenía ganas de contestarle a eso.

Cierto día, después de terminar el turno, entré distraídamente en el almacén, en busca de unas latas de Coca Cola, pensando que no había nadie y ¡oh sorpresa! allí estaba Carlos .....era una estampa que me puso los pelos de punta. Este local también lo utilizaban los empleados como vestuario, por lo que parece que al cambiarse de ropa para irse, se estaba desnudando, solo con los gayumbos puestos, la cara desencajada, los ojos en blanco, el cuerpo doblado hacia delante y su mano derecha agarrotada a la polla, que asomaba toda por la abertura de su ropa interior, subía y bajaba frenéticamente a lo largo de su tronco, dejando ver un capullo hinchado y congestionado al rojo vivo, casi amoratado. Al verme entrar, aflojó su mano, cesó en su movimiento y estuvo mirando como yo me había quedado, estática, con expresión de curiosidad y asombro, en una palabra, impresionada. Mis ojos no podían apartarse de aquella verga tan imponente, que al soltarla miraba erguida hacía mi como si fuera una serpiente encantada. Me hizo una seña para que me acercara, a lo que yo respondí como un autómata y avancé unos pasos, él tomó mi mano y la colocó sobre su armatoste. Al acariciarle el capullo entre mis dedos, aquella carnota tiesa y ardiente acusó el contacto suave y cálido de mi mano y se endureció todavía más. Instintivamente, sin mediar palabra, su mirada llena de lujuria me ordenaba que continuara la tarea que yo había interrumpido; interpreté su orden y comencé a agitarle la palanca en un enérgico movimiento de vaivén; al cabo de un minuto o así, él lo acompañaba con unos estertores de placer, culminando con una sacudida de su cuerpo, un cañonazo que proyectó unos espesos goterones de leche a unos metros de distancia delante de nosotros. Como seguía moviéndole el émbolo, aún eyaculó una segunda descarga a borbollones, que me pringó toda la mano de semen cremoso y con fuerte olor a macho. Se limpió el pene y se vistió en silencio y salimos al espacio exterior de la tienda.

-Pero Carlos, tu crees que esto es marcha....?? –le espeté cuando ya estábamos más tranquilos.

-Tu tienes la culpa!! –rugió- Cuando te veo entrar por la puerta se me pone dura como una roca, si pienso en ti me excito, me tengo que pajear cada día. Tienes que hacer algo por mi.....Maribel!!

La verdad es que las cosas habían llegado a un extremo, que yo tenía la obligación y el deseo de apagar el fuego que atormentaba a Carlos y al mismo tiempo apagar el que me invadía a mí. Estábamos bajo un enorme peligro, todo podía arder en un momento dado, en aquel espacio de fuego: el calor de esas fechas, encima de los depósitos de combustible, el furor carnal de mi empleado, mi reverdecida lujuria....

En otra ocasión, estando yo en la oficina, sentada ante el ordenador, de repente noté que algo corría por mi cuello. Giré mi cuerpo sorprendida y me encontré a Carlos detrás de mi, pasando la mano por mi nuca. Estiré la cabeza alarmada, temiendo que entrara alguien.

-Carlooosss! que puede entrar alguien en este momento!.

-Hummm! jefa, que cuello más precioso tienes....!! –se atrevió, mientras prolongaba su caricia.

-Eres un cielo! Toda tú estás para comerte, cariño, debes ser un manjar delicioso!.–me arrulló él, mientras besaba cuello fogosamente.

-Carlos, tu ya sabes muy bien como me siento .......! pero hemos de controlarnos un poco. Si nos ve alguien, esto puede saltar todo por los aires!! –le dije, confesándole por primera que ya era suya.

Por el rabillo del ojo, observé que su polla estaba hinchada, parecía que le iba a perforar el pantalón, quise calmarle, pero si yo misma estaba a mil, mi corazón palpitaba aceleradamente y mi respiración se hacía más difícil por momentos. Yo resistía de mala manera su asedio, encogida en mi silla, sintiendo el hormigueo de mi humedad en el coño ¿Quién detenía a este caballo desbocado de lujuría? Entonces, Carlos me agarró la mano y me la puso encima de su verga; su tacto me encantaba, era irresistible, comencé a masajearla con los dedos, luego presioné con la palma de la mano, tenía una tranca poderosa, un poco curvada, me parecía un poco mas gorda de lo habitual en otros hombres, -pensaba, en medio de mi calentón-.

-Mira cómo estoy....!! Ahora no podría atender a ningún cliente, en este momento solo puedo serte útil a tí......., vamos Maribel, vida mía, acompáñame al servicio de mujeres y nos encerramos un poco...! –me dijo suplicante.

-Tu estás loco, Carlos!! Y si viene alguien?

-Tienes razón, estoy loco...por follarte como te mereces, pero no me dejes así!. A estas horas no suele venir gente. ¡Vamos!

Al decirme esto, ya me había levantado de la silla y estaba tirando de mi hacía los servicios contiguos a la oficina. Nos metimos dentro y cerramos la puerta por dentro. Antes de darme cuenta Carlos ya tenía los pantalones en los pies y su polla hambrienta, llamando a la puerta de mi concha mojada y lista para recibir al impaciente visitante. Yo llevaba unos pantalones de lino, más bien anchos, y una camiseta ajustada. Él me desnudó de cintura abajo, metió sus mano entre mis piernas explorando ávidamente entre mis nalgas y frotando suavemente los labios de mi vulva; me estaba excitando tanto que me retorcía de gusto, gemía débilmente, dominada por su diestra mano.

-Uuuufff!! Carlos, mi vida.....!! –suspiraba yo en mi calentura.

Su verga, como una estaca, ondeaba en el aire, él se colocó detrás de mi, metió su cacharro caliente entre mis muslos, me tentó los pechos, me subió la camiseta hasta el cuello, apartó el sujetador, y se quedó con una teta en cada mano amasándolas y moldeándolas entre sus dedos, luego me puso frente a él para chuparme los pezones, nos latía todo a los dos de forma desenfrenada.

-Ay Maribel! que tetas mas deliciosas ..... cómo te voy a comer!!

-No puedo más ...Carlos!! Penétrame, por favor!! –suspiré mientras le asía la polla y le tanteaba los huevos.

Él tenia una humedad viscosa en la punta del miembro, estaba también a punto. Me tomo por las nalgas, me elevó para dejarme apoyada sobre el lavabo, buscando la mejor posición para el acoplamiento de su herramienta, hundió solo la parte del capullo en mi chochito, comenzó a hacer movimientos circulares, punteándome el clítoris con su carne de fuego. Mientras yo me debatía en el frenesí del placer, su boca se fundió con la mía, comenzó a besarme.....-¡uuufff! que tío! pensé-, con desesperación, me devoraba con sus labios, su lengua, sus dientes, hasta que su polla se deslizó toda adentro de mi coño, hacía el fondo de mi, bombeándome salvajemente, cada embestida me levantaba del suelo, perdió el control y dejo de besarme, rugiendo como un animal herido....me hacía ver las estrellas de tanto gusto, sentí una especie de desvanecimiento, era el clímax de un orgasmo muy especial.

-Aaahhhh! Aaaaaahhh! Carlos amor mio....!!

Al correrme, mis paredes vaginales se contrajeron aprisionando su pene de manera apremiante, suficiente para acabar con su resistencia y entonces estalló en una furiosa eyaculación, que me hizo sentir el impacto de sus chorros de esperma en mis entrañas.

-Aaauuuugh, Maribel vida mia!! Cómo me corrooo..!!

Nos quedamos ensartados unos instantes, nos besamos en los labios con ternura y él sacó su verga húmeda pero todavía luciendo una firmeza increíble. En seguida intentó volver a metérmela y seguir follando, pero yo ya me había descentrado, pensando en que podía aparecer alguien por allí y le convencí para dejarlo y salir. Carlos se sentía tan feliz y relajado que no insistió. Había conseguido algo importante para él, algo muy esperado, a lo que por fin le había llegado la hora. Antes de reanudar sus tareas, me cogió discretamente por las manos y apretándome me dijo:

-Maribel, cuánta falta nos hacía esto a los dos...!!! hoy ha sido un día grande!! Qué feliz me has hecho, cariño, ahora veo el mundo de otro color...! Tal vez sea porque te he deseado tanto....y lo nuestro es tan difícil!!.

-Yo también he sentido todo lo que esperaba y ansiaba de ti. Eres muy especial, un auténtico semental, ha sido fabuloso, tan breve y tan intenso...! Hemos conectado a la perfección, aún siendo en condiciones tan difíciles. Podemos felicitarnos, porque ha sido un polvo de los que hacen historia...!!

A partir de aquel día, asumí que ya era suya, me sentí conectada al falo de Carlos, a sus besos, a su generosa forma de follar y a todos nuestros intercambios de placer secreto y prohibido. El sexo rutinario y sin chispa con mi marido, pasó a no tener ninguna importancia para mi, ahora estaba más que bien atendida y satisfecha. Lo más importante para mi era sobrevivir, sin que se descubriera mi aventura con Carlos.

Este primer encuentro furtivo con Carlos fue determinante, a partir de aquí se inició una relación subterránea de amistad y sexo tempestuoso entre los dos. Nadie sospechaba lo más mínimo lo que nos llevábamos entre manos; mientras fuera posible, mantendríamos lo nuestro libres de inclinaciones sentimentales, ya que los dos sabíamos lo que podíamos darnos, y que cualquier implicación amorosa nos podría traer serias complicaciones.

Carlos buscó un apartamento en una zona de playa cercana. Era un edificio, con vistas al mar, sin conserje, muy discreto durante la mayor parte del año, ideal para nuestros fines. Lo alquilamos a mi cargo, aunque él insistía en pagar la renta, le convencí de que en mi economía podía pasar más desapercibido este gasto. Allí montamos nuestro nido de amor, lo llamábamos "El jardín ". Cada semana, los dos días que Carlos tenía la mañana libre, nos encontrábamos en "El jardín" a las diez de la mañana y pasábamos un par de horas copulando a lo grande, en una especie de luna de miel que duró casi un año.

Era la primera vez que íbamos a estar sin tener que preocuparnos de ser vistos por alguien conocido. Todo el tiempo, todo el espacio, todo nuestro cuerpo dispuesto para su entrega al otro, sin limite, ni temor de ningún tipo. Recordé que él me había jurado que durante mas de un año, no se había acostado con ninguna mujer sin utilizar condón, incluso con su mujer que se prevenía del embarazo por ese procedimiento. Llegué por la calle exterior de la urbanización y aparqué frente al edificio Europa, donde teníamos "El jardín". Era la primera en llegar, por ello tuve tiempo para volver a husmear por todo el apartamento. No era grande pero si muy confortable, tenía todo lo necesario, habíamos habilitado la habitación con la cama más grande para nosotros. Los momentos de espera en soledad, en aquella atmósfera clandestina y acogedora, me agobiaron un poco de emoción y ansiedad. Estaba encoñada con Carlos y había dado un paso muy arriesgado, sin saber el alcance que podía tener mi aventura. Hice un recuento de cosas que nos hacían falta para nuestra visitas, había comprado toallas, sábanas, un pijama y unas zapatillas para cada uno, y aún hice una pequeña lista de artículos para el frigorífico. Mientras le esperaba, me tumbé en la cama y puse un poco de música en una minicadena que había en nuestro cuarto, buscando relajarme. En seguida, oí el ruido de una llave en la cerradura, era Carlos.

Entró en la casa eufórico, con una amplia sonrisa de satisfacción. El tener un reducto privado, le encantaba, era como un símbolo de nuestra condición de amantes. Pusimos una música romántica, estuvimos bailando, pegados nuestros cuerpos, él me atrapaba por las nalgas con sus manos y tiraba de mi cuerpo contra su paquete, restregándolo contra mi pubis y yo le abrazaba por el cuello, mientras casi se comía mis labios con un beso que duró hasta que acabó la melodía. Nuestra sintonía era perfecta, nada más tocarnos nuestra excitación se disparaba. La verdad es que nos transmitíamos un fuego descomunal. Carlos no quiso esperar más, me sentó en la cama y empezó a desnudarme, me abrió la cremallera y me sacó el vestido dejándome con una breve tanga y sujetador, me descalzó y me dio un beso en los pies; yo le correspondí quitándole los pantalones, él mismo se deshizo de la camisa y los zapatos, quedándose de pie delante de mi, con su barrena erecta dentro del calzoncillo. Entre tanto él me despojaba del sujetador y de la tanguita, yo deslicé la mano en la abertura de su ropa interior y saqué su magnífica herramienta de placer, e instintivamente la aproximó a mi cara, como invitándome a probar su exquisita fruta. Tenía ganas de tener su tremenda polla cerca de mis ojos y disfrutar de su visión, pero no pude reprimir mi deseo y comencé a chupársela con avidez, parsimoniosamente, le besaba los huevos repletos de producto, le pasaba la lengua por todo el tronco, luego me engullí el capullo goteante y dentro de mi boca le hice unos mimos con la lengua, que le arrancaron un rugido bestial. Había crecido en respuesta a mi tratamiento, al rozar dentro de mi boca le notaba las venas hinchadas de su pene, estando a punto de estallar le acaricié suavemente los huevos, se elevaron hasta la raíz de la polla y acto seguido al sentir el regurgiteo y las palpitaciones propias del estallido, lo saqué rápidamente de mi boca, sin darme tiempo para evitar que el derrame de su leche se estampara contra mis pechos, cara, y pelo.

-Huuummmm!! Que gozada, amor mio......perdóname, te he puesto perdida de leche!

-Si. vaya surtidor! Se ve que tenías el depósito lleno, Carlitos.

-Joder, Maribel...!Quién te ha enseñado a hacer esta clase de mamada? Has estado genial, solo te ha faltado tragártela toda......!!

-No me gusta tragar el esperma, prefiero que me lo eches encima, en las tetas o en la cara.

Pasé al cuarto de baño y me limpié todo el semen que embadurnaba mi cuerpo. Al volver a la cama, Carlos estaba tumbado boca arriba, esperándome, aquello parecía que estaba aún por empezar. Me acosté junto a él.

-Ahora, nena, te voy a devolver el recibimiento que me has hecho!!.

-Mmmm! con esta verga tan gorda puedes hacer prodigios. Voy a tocar cielo, Carlos..!!

Le pasé la mano por encima del racimo de carne que formaban sus enormes huevos y su polla, aún húmeda y a media asta. Su mano inició un recorrido acariciante entre mis nalgas, me rozó el perineo divinamente y cuando llegó a mi conchita, ya estaban sus labios entreabiertos, jugosos, esperando la intromisión de sus dedos, mientras yo arqueaba mi pelvis para reafirmar la presión de su contacto, exhalando unos quejidos guturales, acompasados, como si anunciara el gran placer que sentía. Con dos dedos me masajeaba el clítoris con tal maestría, que un corrimiento interior como de vértigo, se apoderó de mi y acabé en un orgasmo increíble.

Carlos, contagiado por mi estado de excitación, había alcanzado una erección suprema. Le tomé el palo con una mano y se lo exprimí suavemente hasta que se tornó tieso y ardiente como una antorcha. Me bajé un poco sobre su cuerpo y lo apreté contra mis tetas, hice que su cabezota frotara mis pezones tensos y elevados, luego volví a subir para que él me chupara y mordisqueara los pechos, nos besamos en la boca, saboreándonos con brutalidad, mientras su polla seguía apuntillando mi bajo vientre. Yo estaba encima, abierta de piernas, con las rodillas un poco dobladas, más que lubricada para recibirle, así, en un momento dado, sentí como su grueso miembro se abría paso entre mi vulva y se embutía hasta el fondo.....era increíble como el relleno de mi concha iba de más a más, parecía como que dentro le había crecido. Comencé a mover la pelvis, buscando romper el bloqueo de mi vagina, y crear un movimiento de roce, divino, de tremendo goce; al principio, aprovechando mi libertad para moverme montada sobre él, produje un deslizamiento de mete y saca rítmico y suave, luego más rápido, estuvimos así unos minutos, hasta que se fue transformando en una cabalgada furiosa; cada embestida me clavaba en su verga en todo su largo, y luego sacaba hasta la mitad.... llegó un punto que mis fluidos ya eran tan abundantes que mis empujones iban acompañados de un sonido de chapoteo. Fué un acto largo, que acabó cuando los dos a la vez nos movíamos uno contra el otro, en una frenética calentura.

-Aaay! aaay! aaay! así, Carlitos sigue, sigue... amor mio!!

Él se corrió, con unos fuertes latidos de su polla dentro de mi sexo, y curiosamente, su verga siguió empalmada con el movimiento brioso e impelente, me produjo otro orgasmo indescriptible. Después, nos quedamos abrazados en un estado de relajación para mi desconocido, pues eso de tener dos orgasmos casi seguidos era nuevo para mi.

Nos sentamos en la cama, tomamos una copa de licor de whisky, y estuvimos hablando durante un rato, media hora o así, luego Carlos me tumbó boca arriba, sobre la cama y comenzó a acariciarme los pechos, a comerme los pezones, para acabar echado sobre mi y colocar su eficiente rabo entre mis muslos, apreté las piernas disfrutando de su agradable contacto, pero el efecto de mis fricciones no tardó en hacerse patente, otra vez aquel cañón lucía su mejor calibre y se disponía a entrar en su gruta. Yo experimentaba una sensación rara, estaba excitada, gozosa y tan contenta que casi me daba risa el pensar que este hombre iba a taladrarme una vez mas. Pensé lo que me había estado perdiendo, o mi marido era un disminuido sexual o Carlos, mi amante, era un superdotado...! No tenía nada que ver la pistolita de disparo breve y de un solo proyectil que tenía en casa con aquel fusil ametrallador de ráfaga que manejaba Carlos. Separé las piernas, para abrir mi coño de par en par, tenía ya a Carlos encima, y su émbolo después de tantear un poco la entrada de mi vagina, se recreó en unos diabólicos frotamientos que se me hicieron irresistibles.

Di un golpe seco elevando mi pubis y me envainé su espada pidiéndole que me atravesara, que me la sacara por la boca, no sé, me pareció que era presa de un ardor y una pasión de locura.

-Clávamelo todo..... Oh! Dios mio!! –suspiraba yo entre sollozos

-Oooohhh, Oooooohhh, tu coño es como un horno.. cielo!!

Me puso en las puertas del éxtasis más salvaje que había sentido hasta entonces, hasta que nos derrumbamos los dos en una sacudida tremenda.

Este encuentro en "El Jardin" fue la consagración de nuestra aventura de alto voltaje erótico. Ya éramos amantes formalmente, se había confirmado que había una química extraordinaria entre nosotros. De esta forma, seguimos nuestra habitual relación en el mayor secreto, gozando de nuestra pasión sexual, experimentando cada modalidad que conocíamos, nunca había dos días iguales, pero la intensidad de nuestras cópulas iba en aumento. Nadie sospechaba nada, solo nosotros dos a solas, en nuestra intimidad prohibida, descendíamos a nuestro paraíso privado. Todas las semanas nos dábamos cita en "El jardín", y dedicábamos un par de horas a cuidar la flor y el capullo. Fueron días gloriosos para los dos, pero todo en la vida tiene su principio y su fin y éste nos llegó antes de lo deseado. ¡Fue la bomba! Sin saber como, alguien nos había visto o estado espiando y tiró de la espoleta, poniendo a mi marido al corriente, y haciendo que todo saltara por los aires. Como es natural, mi matrimonio se fue al traste de manera fulminante y Carlos, mi adorado amante, se tuvo que ir de la estación y buscar otro trabajo. Sin embargo, el cataclismo no fue capaz de acabar con nuestro fuerte vínculo, habíamos intercambiado tanto amor y sexo que después....aún pasaron todavía muchas cosas entre nosotros, que no son objeto de este relato para no alargar demasiado la historia.