La indiferencia de Jean

Como la indiferencia puede producir una pasión sin límites, y ser una efectiva motivación para una relación ideal.

LA INDIFERENCIA DE JEAN

Como la indiferencia puede producir una pasión sin límites, y ser una efectiva motivación para una relación ideal

Mi nombre es Rodrigo, tengo 32 años y soy arquitecto me va bastante bien en mi profesión. Mi vida privada tine un gran secreto que muy pocos conocen: soy una travesti de closet. O por lo menos lo fui durante mucho tiempo. En esos círculos cerrado me conocen por Andrea. Desde pequeño podría decir que fui distinto a los demás niños de mi edad. Mis gustos no eran para nada compatibles con ellos y es justamente por esa incomprensión que sufrí mucho y soy muy cuidadosa con mi secretito. Mi cuerpo es bastante agradable, lo cuido mucho y evito caer en excesos. Soy prácticamenta lampiño lo cual me favorece mucho. Mi rostro es algo indeterminado, más femenino que otra cosa. poseo un buen trasero, bien formado y unas piernas que no tienen nada que envidiar a cualquier mujer.

Como les decía antes mis gustos eran distintos, mientras mis amigos se masturbaban viendo mujere del Play Boy yo lo hacía con fotos de hombres hermosos y musculosos. Las mujeres sólo ma atraían como amigas y para aprender a comportarme como ellas. A pesar de los sufrimeintos que me acarreaba, me gustaba mucho ir a las duchas después de la hora de gimnasia, ya que podía ver disimuladamente a mis compañeros desnudos, algunos con unos cuerpos maravillosos. de pronto podía ver a alguno con su pija bien parada y echaba a correr mi imaginación. Se reían de mí, me decía la señorita o la princesita. Más de alguno me tenía ganas, pero jamás se atrevieron a hacer algo. A lo más un agarrón o una palmadita en las nalgas.

Así fui creciendo y mis impulsos sexuales se sentían atraídos cada vez más hacia mi mismo sexo. No sabía cómo enfrentarlo o asumirlo. Ingresé a la Universidad sin tener ninguna experiencia sexual. Las mujeres, como dije, no me interesaban, pero habían algunos chicos que me traían de los cabellos, pero siempre tuve miedo al rechazo, ya que no sabía cómo insinuarme. Así que me limitaba a masturbarme e introducirme objetos por el culo a fin de imaginar que era penetrada por algún macho. Me gardué con honores en la Universidad, fui el mejor de mi promoción, así que casi inmediatamente conseguí un buen empleo, muy lucrativo y me independicé de mi familia yendo a vivir a la Capital, donde arriendo un departamento central muy amplio y hermoso. Allé en mi soledad daba pasos a mis fantasías navegando por Internet, cateando en forma erótica con algunos y mirando hermosos ejemplares de hombres desnudos con sus pijas maravillosas.

Un día que andaba por el centro pasó por una tiende de lencería, los maniquies se veían preciosos con esas ropas que usan las mujeres. Había un conjunto rojo que me llamó muchola atención por su belleza. Una tanguita muy breve, que por la parte de atrás sólo era un elástico. Unos sostenedores preciosos y un liguero haciendo juego. No sé explicar lo que me sucedió pero entre y haciendo caso omiso de los prejuicios lo compre junto con un par de medias que le hacían juego. La excusa fue que lo quería para regalar a mi novia. Una vez que llegué al departamento me quité la ropa más que rápidamente y primero me coloqué la tanga. Sentir la suavidad de la prenda, como que acariciaba mi piel, y el elástico metidito dentro de mis nalgas hizo que me excitara profundamente. En ese momento estaba naciendo Andrea. Me miraba en el espejo con mi tanga puesta y me encontraba maravillosa, deliciosamente mujer. Y aunque faltaba mucho para llegar a serlo, me veía bastante bien. Mirándome en el espejo posaba como las modelos de las revistas y acariciaba mi cuerpo y me pasaba la mano por mi sexo por sobre la tanga. después me coloqué el sostenedor, no tenía tetas así que lo acomodé colocándoles unos pañuelos. Ya era el colmo, me imaginaba con un par de tetas. Depues me puse el liguero y cuando me ponía las medias y sentis su suavidad en mi piel ya estaba como una verdadera yegua. Sentir el roce de mis piernas con esas maravillas puestas. Envidiaba a las mujeres por tener esas sensaciones maravillosas todos los día.

No pude más y me masturbé colocándome una vela en el culo para tener la sensación de ser penetrada. Ya el dique había sido desbordado. A partir de ese momento una de mis aficiones era comprar ropa de mujer para vestirme en la intimidad de mi departamento. Llegué hasta el extremo de tener el cuádruple de ropa femenina que la de hombre. Ya me había hecho amiga de un vendedora. Como era muy perspicaz ya no me creía que tanta ropa podía ser para mi novia, así que una ocasión le confesé mi secreto que prometió guardar celosamente. No se podía dar el lujo de perderme como cliente. Inclusive me ofreció su ayuda para enseñarme algunas cosas respecto a belleza y maquillaje, cosa que acepté con mucho gusto. Acudió varias veces y como era buena alumna aprendí rápidamente, inclusive fui donde un médico, el cual con un generoso pago, me dio un tratamiento de hormanas para los pechos y suavizar más mis rasgos. De esa manera agrecué a mis compras cosméticos y toda clase de cremas de belleza. Varias pelucas de diversos colores y estilos. Así una noche era una puta, la otra una colegiala o una secretaria, en fin eso dependía de mi estado de ánimo e imaginación.

Un día llegó a la compañía donde trabajaba un arquitecto recién egresado. era alto, muy varonil, del tipo deportista, musculoso, simpático. Tenía a todas las mujeres calientes detrás de él. Pero ni siquiera se dignaba a mirarlas. Tendría unos seis años menos que yo. También me sentía, al igual que las mujeres, babosa por él. Para suerte mía su escritorio quedaba frente al mío. Asi que lo tenía a la vista casi todo el día. Yo lo miraba disimuladamente, y cada vez me sentía más atraída por él. Imaginaba lo hermoso que sería besar su pecho, sentir sus brazos rodeándome y jurándome amor eterno. Como nuestro trabajo nos obligaba a trabajar en equipo nuestra relación se fue acentuando de a poco hasta convertirnos en amigos. Jamás me atreví a hacerle la insinuación más mínima. Tenía temor de botar todo por la borda, mi trabajo, la vergüenza, en fin todo.

Un día viernes, cuando ya estábamos por salir del trabajo le pregunté qué haría el fin de semana. Me contestó que no tenía nada planificado. Además no conocía todavía muy bien la ciudad. Que tenía deseos de ir a un baño turco, peo no sabpia bien dónde y me preguntó si le ´podía recomendar alguno. Le di varias posibilidades. Me agradeció y me dijo que por qué no íbamos juntos, así era más entretenido tener a alguien con quien poder conversar. Antes que terminara ya estaba aceptando su propuesta. quedé en pasarlo a recoger a eso de las tres en su casa. Me dio la dirección y nos depedimos hasta el día siguiente.

Cuando llegué a mi casa, Andrea apareció más esplendorosa que nunca, y me masturbe como tres veces pensando en Jean. Al día siguiente, parecía que la mañana no pasaba nunca. A eso de las dos y cuarto me subí al carro para ir a recogerlo. Llegué poco antes de las tres. Bajó con un maletín de manos unos jeans ajustados a su cuerpo que no podían disimular su paquete, que se notaba muy generoso. Arriba una remera que dejaba al descubierto sus hombros, y su pecho fuerte y musculoso. Con una gafas para el sol que le quedaban de maravilla. era un verdero modelo. Con ese cuerpo no entendía cómo no estaba rodeado de mujeres. Nos saludamos. Y directo al baño turco. Nos pasaron las toallas y las sandalias. Nos dirigimos a los camarines que eran individuales. Me cubrí con la toalla ajustándomela en la cintura. El tratamiento de hormonas estaba comenzando a dar resultados. Mi piel estaba muy suave y mis pechos comenzaban a aflorar tímidamente.

Finalmente salió Jean. Los ojos casi se me salieron. Se había puesto la toalla, pero la más pequeña que le cruzaba justo pero lo dejaba como con una minifalda. Era un hombre espléndido. Unas piernas largas, musculosas y bien formadas. Atlético por donde lo miraran. Entramos juntos conversando y riendo. Nos metimos al cuarto de intensidad mediana para ambientarnos un poco. Nos sentamos. Veía como el vapor y su sudor en gorma de gotas corrían caprichosamente por su cuerpo. Cada instante lo deseaba más. Luego de un rato decidimos pasar al otro nivel. No había nadie, estábamos solos. nos sentamos, conversamos un poco. Luego se puso de pie y dijo que el calor era demasiado, por tanto de un tiró se quitó la toalla. No sé cómo no me derretí. estaba completamente desnudo frente a mí. Su sexo, en posición de reposo medía por lo menos unos 12 centímetros, así que erecto por lo menos unos 22 ó 23. Estaba circuncidado así que su glande quedaba a la vista. Yo me obnubilé, me puse muy nerviosa y ni siquiera disimulé que mi vista estaba fija en su sexo. Riéndose me preguntó si había algo que me distraía. Y luego dijo no te preocupes son bromas. Yo no pude evitar ponerme más rojo de lo que estaba por el calor y ahora me invadía otro tipo de calor, mucho más interno. Estuvimos como una hora y su hermoso falo frente a mí.

Decidimos irnos, antes nos fuimos a las duchas, se veía majestuoso refregándose el cuerpo y como la espumas del jabón rodaba por su cuerpo varonil. Se tomó el miembro y lo enjabonó,igual sus pelotas. Deseaba que me pidiera que lo hiciera yo, pero por supuesto nada de eso pasó. Salimos y decidimos y a tomar algo por ahí. Pasamos a un pub que tenía una atmósfera muy íntima y conversamos largamente. Abrimos nuestros corazones. me comentó que era gay y nenía saliendo de una relación de dos años. Y que me confiaba todo esto porque le parecía una persona honesta y que no traicionaría su confianza. Le dije que no tenía nada que temer. También le confié mi secreto y se mostro gratamente sorprendido. Vivamente me manifestó su deseo de conocer a Andrea. Accedí. Sería el debut de Andrea ante los ojos masculinos. Le dije que fuera a mi casa a eso de las diez de la noche y Andrea, estaba segura, tendría mucho gusto en conocerlo. Lo fui a dejar a su casa y nos despedimos. Miré la hora. era las siete, tenía menos de tres horas para que Andrea estuviera lista.

Me fui rápidamente hacia la casa. Me dirigí al closet para ver mi atuendo. Escogí un pantalón elastico como de lanilla trasparente, para que se notara la tanga negra que me pondría. Un peto cortito y que se amarraba solo con tiritas por detrás.Unos zapatos de tacón y la peluca platinada para darme un cierto aire de puta. Me fui a la bañera, puse unas sales aromáticas y me quedé una mdia hora allí. Con el baño turco no necesitaba más, mi piel estaba incriblemente suave. Encendí unos inciensos por toda la casa. escogí unos CD con música ad hoc y los dejé a la mano. Regulé la luz y sólo dejé encendidas las indirectas. eso daba una atmósfera suave y muy sensual. Tal vez hoy sería el día en que finalmente podría sentirme mujer. Me unté crema por todo el cuerpo para estar muy aromática. Preparé algunos bocadillos, me aseguré que hubiera suficiente hielo en la nevera y ya estaba todo listo. Una última miradita en el espejo y aunque es malo que lo diga yo, me veía bastante apetecible. El maquillaje igualmente estaba perfecto. Me coloqué unos lentes para cambiar el color de mis ojos, escogí los verdes así me brillaban como una verdadera gata.

Me tranquilicé un poco, para que el maquillaje no se me fuera a correr. Como a la media hora de todo esto sonó el timbre. Abrí. Allí estaba él. Se había cambiado de ropa y estaba completo de negro. Se veía sensacional. –"¿Andrea? – preguntó. –"Sí, adelante, pasa" No me podía quitar la vista de encima. Cuando pasamos podía sentir su mirada clavada en mi trasero que yo trataba de mover lo mejor posible. –"Realmente te ves hermosa" – me dijo. –"Estoy anonadado, no sé qué decirte" Yo le contesté: -"Entonces no digas nada. Tú también estás guapísimo" Me pidió un poco se agua que se la traje de inmediato. "Estás tan divina" – me dijo – "que sería un pecado no invitarte a salir". ¿Te animas? –Yo de verdad me moría de ganas, salir a la calle vestida de mujer con un hombre encantador. Pero más me moría de ganas que me hicieran mujer y qué mejor que con este guapo que tenía a mi lado. Se venían a mi mente las imágenes de cuando lo había visto desnudo.

-"Me gustaría mucho salir contigo" – le contesté – pero... ¿te molestaría dejarlo para otra oportunidad y quedarnos en casa ahora? Y agregué coquetamente: -"Así no perdemos intimidad" – Me escuchaba a mí misma y me desconocía, estaba siendo una hembra descarada, luchando desesperadamente para ser penetrada. Conversamos un poco, puse algo de música y me senté a su lado. –"Ese vestido que tienes es francamente sensacional" – me dijo. –"Tuienes una figura exquisita". Y agregó: -"¿Bailamos?" Le di la mano y ubicados en el centro de la sala comenzamos a bailar. Cuando me rodeó por la cintura casi caigo en extasis. Yo pasé mis brazos por detrás de su cuello y me pegué sin disimulo a su cuerpo. –"Me encanta tu aroma" me dijo. –"¿Cómo se llama? –"Poison" – le dije. –"Mmmm, espero no envenenarme contigo" – bromeó.

-"En el baño turco me percaté cómo me mirabas" – dijo. Me parece que debo gustarte algo, ojalá que tanto como tú a mí" –Baje la vista un poco avergonzada. –"Vamos bebita, no te sonrojes. Seguramente ya más de alguna aventurilla habrás tenido por ahí" . me dijo. Lo miré a los ojos y le dije: -"Te equivocas totalmente y aunque no me lo creas, aún estoy virgen". El sólo dio un silbido de admiración y no dijo nada. Seguimos bailando apretadamente, yo me ceñía lo más que podía a su cuerpo. Podía sentir su sexo palpitante de bajo de su ropa. El totalmente imperturbable. No evidenciaba ningún intento de avance por su parte. Eso me exasperaba terriblemente. Comencé a moverme provocativamente, ya mis intenciones no podían ser más claras. estaba perdiendo la vergüenza y el pudor. Cosas que cada vez me estaban importando menos. Ansiaba que este maldito me agarrara bestialmente y me violara, que hiciera pedazos mi culo, que su semen se esparciera por todo mi cuerpo... pero ahí estaba totalmente impávido.

Terminó la música quedé abrazada a él por un rato esperando por un beso y no pasó absolutamente nada dejándome con los ojos cerrados y los labios entreabiertos como una estúpida. Me tenía hirviendo el maldito. Nos sentamos y me acurruqué a su lado lo mas que pude, el pasó un brazo por mi hombro y me dio un besito en la mejilla.. Después me pidió permiso para ir al baño, hace un poco de calor, me dijo. Le indiqué donde quedaba. Al rato salió y cuando lo veo casi se me cortan los elásticos de la tanga. Salió en slips, mejor dicho una zunga, negra de lycra. Era tan rebajada que se podía ver un poco de su vello. El bulto que hacía su sexo era imponente. Yo estaba comenzando a sudar. Se paró frente a mí y comenzó a mover las caderas al compás de la música. Su sexo estaba casi rozando mi rostro, podía hasta sentir su aroma de hombre. Intenté rozarlo con los labios y se apartó. Quise acariciarlos, sentir ese bulto en las manos y no se dejó.

Después se sentó y conversaba como si no pasara absolutamente nada. Como media hora después dijo que todavía tenía calor y se quitó la zunga dejando su falo a la vista. Yo sólo lo había visto en estado de reposo, pero así erecto, era otra cosa totalmente distinta. Una verdadera belleza. Las venas se notaban por sobre la piel, bullentes de esa sangre joven y caliente. Me dijo que deseaba bailar. Acepté. Era una maravilla sentir su miembro duro rozar contra mi ropa que era muy delgadita. Acariciaba su espalda y aoyaba mi rostro en su pecho. Mis manos bajaron y cogieron sus nalgas duras y firmes. Allí me dejaba hacer. El sudor me corría por el rostro de pura calentura. Disimuladamente quise coger su miembro con mis manos, apenas lo alcancé a rozar. Me dijo que era tarde y debía irse. Se colocó el pantalón sin la zunga, cuando le dije la tomó y me la lanzó a la cara guiñando un ojo. –"Déjala de recuerdo" – me dijo. Yo la tomé como si fuera el tesoro más preciado y me lo llevé al rostro para al menos sentir su aroma. Eso me dejaba más loca. Hubiera hecho cualquier cosa, cualquier cosa, lo que me pidiera por haber hecho el amor con él. Terminó de vestirse. Me dio un beso en la mejilla y se marchó. Apenas cerré la puerta fui a mi dormitorio, me tiré en la cama y lloré, grité y patalié como una energúmena. Tanto arreglarme, ponerme hermosa, para nada. Cualquier hombre no habría durado ni dos minutos y ya me tendría empalada. pero obviamente él no era cualquier hombre. Y así me tenía enferma de caliente.

El día lunes lo vi, estupendo como siempre, me saludó amablemente y a las cosas del trabajo. Martes, miercoles exactamente lo mismo. Este desgraciado me tenía caliente como un fierro candente. El jueves no aguanté más y le dije: - "Andrea quiere verte. LLámala" asintió con la cabeza sin decir nada. Pasó el viernes, por orgullo no le hablé. El sábado en la tarde me transvestí. Me pusr un shortt de mezclilla muy ajustadito, y que dejan ver gran parte de lo glúteos, con una camiseta de lycra muy ajustada y unas tenis. Estaba tranquila viendo televisión cuando tocan el timbre. Pregunté quién era. –"Soy Jean" – contestó. Abrí inmediatamente. estaba en tenida deportiva, una remera que dejaba ver su musculatura, el pecho todo sudado, me hubiera gustado secarlo con mi lengua. Y unos short. –"¿Me prestas tu baño para darme un duchazo?" Le dije que sí. Pasó directo, no cerró la puerta a propósito. Y se desnudó. A los cinco minutos salió con toda su esplendidez masculina secándose con la toalla. Yo o miraba extasiada, su torso tan hermoso, su sexo espléndido. ¿Por qué se comportaba así? ¿Acaso no sabía cuánto deseaba ser su mujer? ¿Es que no había sido lo suficientemente provocativa?

Una vez que se hubo secado me preguntó si podía hacer una pequeña siesta porque estaba muy cansado. Le ofrecí mi cama. Se tumbó cuan largo era, completamente desnudo, boca abajo. Se veía más hermoso que nunca. Sus nalgas firmes y bien formadas. Sus manos grandes, las imaginaba acariciándome, y yo besándolo entero como una verdadera loca. Mientras él dormía plácidamente, debo confesar que me quedé admirándolo todo ese rato. No me perdía el más mínimo de sus movimientos. En una oportunidad se dio vuelta quedando boca arriba. Su vientre musculoso que terminaba en un frondoso vellos pubiano, coronado finalmente por ese miembro, muy bien formado, descansando sobre sus téstículos que se me antojaban repletos de semen que deseaba tanto poder saborear. Esas piernas viriles, con delicado vello que las cubría. ¡Cómo deseaba a este hombre!

Estaba en esas cavilaciones, cuando fue saliendo de su sueño. Rápidamente me retiré para que no me sorprendiera mirándolo. Se levanto, fue al baño para mojarse la cara. Luego se acercó a mi, un poco más de lo que se estima. Sabía perfectamente todo lo que me provocaba. Se colocó la zunga, se vistió y me dio las gracias por la hospitalidad. Apenas se fue no pude más, tomé el slips que me había dejado me lo refregué ´por el rostro, aún quedaban algunos vestigios de su aroma a hombre y me masturbé , con los ojos llenos de lágrimas pensando en él.

Ya no podía concentrarme prácticamente en nada. Jean había ido ocupando todos mis pensamientos. Apenas podía dormir en las noches, apenas podía trabajar, no tenía apetito y languidecía paulatinamente. Mi único deseo era pertenecerle, sentirme suya. Un día estaba reproduciendo unos documentos en la fotocopiadora y sin darme cuenta apareció Jean. Levemente me rozó con su sexo, así a la descuidada. Bastó eso para dejarme excitada durante todo el día. Jamás pensé que un hombre podría tenerme de esta manera. Mi deseo por tranasvertirme aumentó hasta el punto que apenas llegaba al partamento me quitaba la ropa y me vestía por si se le ocurría a Jean venir a visitarme.

El sábado por la tarde me llamó diciéndome que tenía muchos deseos de verme. Le dije de inmediato que sí. Me arreglé lo mejor posible, mi ropa más sensual y erótica. pensaba que ahora, finalmente se podría cumplir mi sueño. Las horas pasaron y nunca llegó. Esa noche me lo lloré toda, tirada en la cama vestida. Mi vida no podía estar en situación más calamitosa. Estaba perdiendo el interés hasta en vivir. Durante la semana no fue capaz de darme explicación alguna. Como si no hubiese pasado absolutamente nada. El viernes antes de salir del trabajo me dijo: -"Dile a Andrea que la pasaré a buscar el sábado a las 9. Quiero que se ponga más hermosa que nunca" y se fue. El corazón me dio un vuelco. Volvería a creerle porque lo deseaba como a nada en el mundo.

Toda la tarde del sábado la dediqué a acicalarme para estar hermosa, habré cambiado ´por lo menos unas cinco veces la ropa que iba a usar. Finalmente me decidí por algo casual. Una blusa negra de lycra, sin mangas y unos jeans elasticados a la cadera. Un cinturón grueso metálico de adorno. Debajo una tanga minúscula de color rojo. Me miré al espejo, no estaba mal. Repasé un poco el maquillaje y arreglé algunos detallitos. Ahora sólo cabía esperar.

A las nueve en punto llegó Jean. Me miró de arriba abajo y me dijo que estaba estupenda. Que sería un honor salir con una dama tan hermosa. El estaba de maravillas. Un pantalón sport, muy delgado, que dejaban entrelucir la zunga que llevaba y una camisa de seda negra, lo cual le daba un toque muy sensual. Y traía ¡un ramo de flores hemosísimo! -"Aquí traigo unas flores, para otra flor muy especial" – me dijo. Y me las dio. Apenas atiné a dar las graias cai balbuceando. Era muy hermoso sentirse mujer de esa manera. Cuidadosamente las coloqué en un florero. Ël se acercó a mí me tomó de ambas manos y me atrajo hacia él. Luego casi sin dejarme respirar me dio un beso que me supo a gloria. Yo tiritaba completa. Sentirme entre sus brazos, el calor de su cuerpo y esa superioridad que sabía tenía sobre mí era algo que había imaginado muchísimas veces, pero debo reconocer que me había quedado corta. –"Vamos"- me dijo. "Esta será nuestra noche" . Estaba tan emocionada que ni siquiera pregunté a dónde iríamos. Era además mi primera salida vestida de mujer. Al dirigirnos al auto me sentía plena, caminando de la mano con Jean, dejándome llevar por él. Al parecer todos mis sufrimientos y penurias se verían compensados esta noche.

Una vez en el auto partimos hacia las afueras de la ciudad. Ya tenía algunas sospecha, pero no quería ilusionarme demasiado. Al rato confirmé mis sospechas, estabámos entrando al motel más caro y lujoso de la ciudad. Al llegar, pidió la cabaña con jacuzzi. Yo no daba más de felicidad.

Estacionó el auto y el encargado cerró el estacionamiento dejándonos a cubierto. La cabaña ya esta abierta, pasamos. Era incríble. Su decoració y las luces, mezclado todo esto con la música, me parecía estar en el paraíso. Jean cerró la puerta, tomó el citófono y pidio una botella de champagne y caviar. Me miró, me ceró un ojo y me dijo: -"Quiero que esta noche no la olvides nunca". Me acerqué a él para que me abrazara , era bastante más alto que yo, así que me empiné en mis pies para alcanzar sus labios y besarlo. Sus labios duros y varoniiles me embriagaban. Jean desapareció por un momento. En el intertanto llegó el pedido. Al volver Jean destapó la botella, y sirvió. Al darme mi copa, alzó la suya y me dijo: -"Por ti, Andrea, entraste aquí siendo una mujer y saldrás hecha una hembra"

Una vez que brindamos, Jean me dijo: -"En el baño hay una sorpresita para ti, quiero que te la coloques. Yo te espero." –Intrigada me fui al baño. Había unos paquetes envueltos en papel muy delicados. Abrí el primero y contenía una tanga muy femenina, su triangulito era de un material casi trasparente con un corazoncito bordado al medio del mismo. En la parte posterior sólo los elásticos que lo sostenían. Además una pequeña batita del mismo material, muy cortita que no alcanzaba a llegarme a la cintura. Abrí el segundo paquete, más pequeño, Contenía un liguero, muy breve y pequeñito. Yo estaba fascinada. Sus tirantes muy coquetos, era negro con guardas rojas. Todo de un excelente gusto. El último paquete tenía un par de mediar, caladas, negras, tipo red. Definitivamente mi querido Jean pensó en todo. Esta noche borraría todas las penurias que me hizo pasar.

Gozando cada momento, y muy lentamente comencé a ponerme esas prendas maravillosas. La tanguita se ajustaba a mi cuerpo como una segunda piel y sus suaves tirantes entre mis glúteos me conmovía por completo. Luego seguí con el liguero. Estaba completamente extasiada. Si existía una mujer feliz en el mundo, sin duda que era yo. Luego la batita, me encantaba su roce, como acariciaba mi piel y mis naciente tetitas me dejaba insinuante para los ojos de mi hombre. Después las medias, era para mí lo más erótico como las iba subiendo desde mis pies, hasta llegar a mis muslos. Todo lo hacía muy lentamente, para que Jean se desesperara, para aumentar su deseo, para enardecerlo, y que, cuando me viera, poco menos que saltara sobre mí. Jean ya estaba perdiendo la paciencia. Me llamaba a cada rato. Lo hice esperar un poco más. Apagué la luz y salí. El no podía verme. Estaba recostado sobre la cama. Encendió las luces más suaves y su exclamación de asombro no se dejó esperar. ¡Estás bellísima!!! – exclamó. Pero yo también me llevé lo mío. El estaba sólo con una zunga, pero brevísima, que a duras penas cubría malamente su sexo. Su matorral de vellos quedaba casi todo al descubierto. No podía disimular su enorme bulto. Me acerqué a la cama y me tendí sobre él, quien rápidamente me abrazó y bebí el jugo de su boca. Sentí la suavidad de su lengua que me recorría por completo. Estaba loco de pasión. La dureza de su sexo me asombró al sentir el roce sobre mi abdomen. Jean no dejaba espacio de mi rostro sin besar. Después se entretuvo con mi cuello, haciendo mis delicias con su lengua, mientras yo bajaba mi manos y acariciaba su miembro por sobre la zunga. Así podía dimensionar su tamaño, lo acariciaba a lo largo, golosa, disfrutándolo. ¡Tanto lo había deseado, y ahora era mío, terriblemente mío, y más rato dolorosamente mío! Era tanta la deseperación que parecíamos dos caníbales tratando de comerse mutuamente. El deseo reprimido por tanto tiempo estaba incontenible, no hubiese existido fuerza en el mundo que nos pudiera detener. Con mis labios recorría su pecho completo, besándolo, mordiéndolo, arañándolo, haciendo todo lo que había imaginado alguna vez. Jean con su fuerza me volteó y me dejó debajo de él. Me sentía tan feliz así. Protegida, amada, deseada. Comenzó a juguetear su boca entre mis pequeñas tetitas, me hacía proferir alaridos de gatita., mientras mis manos recorrían su espalda y acariciaban sus glúteos.

Maldigo el no tener las palabras justas para describir todo lo que sucedía en mi interior. Las cosas que pasaban por mi mente. Era mujer, terriblemente mujer. Quería que me poseyera con toda su alma. Sentir a mi hombre dentro de mí, hacerlo feliz, darle todo el placer que fuera capaz. Y así se lo hacía saber. Que le pertenecía por completo, que podía hacer lo que le viniera en gana porque para eso le pertenecía.

Una vez que se sació de besarme y acariciarme, me volteó boca abajo, me quitó la batita dejando mi espalda al desnudo. Jugaba conmigo. Con la yema de su dedo recorría desde mi cuello hasta el final de mi cintura, lo que que me daba como un golpe de electricidad. O me daba besitos en partes distintas de mi espalda, así que no podía saber dónde sería el próximo, pero al sentir sus labios en mi piel era como si flotara, estuviera entre nubes. Sin querer fui comprendiendo el plan de Jean. Todo lo que me hizo pasar era parte del juego. Me deseaba desde el primer momento, como me confesaría después. Pero no me deseaba de cualquier manera. Quería crearme aún más la necesidad de él. tenerme como una perra caliente para que después le brindara absolutamente todo y así el placer fuera mayor. Se tendió sobre mí cubrioéndome con su cuerpo, sentía su sexo vibrante rozar mi trasero. Yo lo movía para excitarlo aún más, y los resultados rápidamente saltaban a la vista o mejor dicho al tacto. Después de un rato me quitó las medias, dejándome solo en tanga. Me ubicó atravesada, boca arriba, en la cama con la cabeza en el aire. Mientras tanto el se quitó la zunga. No quiero que crean que soy una puta, pero al verlo la boca se me hizo agua. El se aceró, se agachó y comenzó a pasar su miembro por mi rostro. Por la frente, las mejillas, los labios, yo en vano trataba de cogerlo con los labios, pero no me dejaba y me castigaba de una manera exquisita, tomando su falo me lo azotaba en la cara. Era no tanto dolor, pero si una sensación que me llenaba completa, y yo insistía nuevamente para que el castigo continuara. A veces me dejaba pasar la lengua por su glande, pero para ello debía hacer grandes esfuerzos, ya que no me la hacía fácil, ahí aprovechaba para saborear su líquido lubricante que me sabía a la mejor ambrosía. Jean se incorporó, separó las pierna dejándome el rostro en sus entrepiernas. La visión era fabulosa, podía observar desde abajo parte de su trasero, sus testículos y su falo. Allí causé estragos con mi lengua. La pasaba por sus bolas, y de ves en cuando algún vello se me quedaba en la boca. Sentía que Jean estaba bajando la guardia así que yo continuaba con más ímpetu. Cuando mi lengua rozó su ano, Jean se estremeció por el placer, me di cuenta que le gustaba mucho, porque comenzó a buscar acomodo para facilitarme la tarea. Así, de un simple roce lo penetré con mi lengua. Mi rostro estaba todo mojado por mi propia saliva. Es increíble cuando el deseo se apodera de una persona, es capaz de hacer las cosas más incríbles y gozarlas en plenitud. Así estaba yo, cualquier aberración que me hubiera pedido Jean , y eso hasta el día de hoy, la haría gustosa.

Una vez que jean me liberó de la posición en que me tenía, aproveché para incorporarme, tomé de la mano a Jean y lo llevé a un sillón reclinable, lo hice tomar asiento, lo recliné un poco y yo de pie frente a él comencé a contonearme como una verdadera bataclana. Luego me quité la tanga, lo único que me quedaba, y se la arrojé a la cara. El riendo la tomó le dio un beso y se comnezó a sobar su miembto con ella, mientras yo le bailaba.

Lentamente me acerqué a él y me subí al sillón, de cara frente a el, separé mis piernas y yo de rodillas con él entre medio. Mi sexo aunque no tan magnífico como el de mi amado estaba erecto y muy húmedo. Me incliné hacia delante, apoyándome con las manos en el respaldo del sillón, mi sexo quedaba justo frente a su boca. Sin decir nada entreabrió los labios, para que lo penetrara como si fuera una chocha, así que comencé a hacer presión en forma suave pero firme y sus labios se iban separando abriendo camino para que mi miembro entrara. La sensación era exquisita, la parte que ya etaba adentro era deliciosamente cariciada por mi lengua, que más la presión de sus labios ya me tenían casi a punto. Lo introducía y sacaba lentamente, gozando a pleno el momento, Jean me tenía tomada fuertemente de las nalgas y así me imponía el ritmo, al mismo tiempo que sus dedos buscaban asiosamente mi ano. Era maravilloso sentirse atacada por dos frentes, como si una corriente eléctrica partiera de mi centro y de allí a todo mi cuerpo, hasta la última célula. A veces, con el movimiento su miembro rozaba la suavidad de mis muslos por sus partes internas y sentía que me los humedecía con el líquido preseminal que emanaba abundantemente, señal inequívoca del estado de su excitación.

Todo parecía un sueño del cual no quería despertar jamás. Allí estaba desnuda junto a Jean, montada sobre el con sus dedos dentro de mi ano y mi pija metida en su boca. Es maravilloso estar con el hombre que se ama, sin límites, hacer lo que se nos dé la gana y lo que mande el deseo. Sentirse el objeto y a la vez el dueño del ser amado. No escatimar esfuerzos para brindar el máximo de placer. Olvidarnos de quien es el macho y la hembra, a lo mejor somos las dos cosas a la vez, pero lo importante es la consecución del placer, ese desdoblarse que nos hace sentir mil una cosas distintas. Sólo dos cuerpos desnudos con un mismo objetivo: ser felices. Eso y mucho más éramos con Jean en ese momento. El placer se me estaba volviendo tan intenso que llegaba a doler, llegaba a ese momento en que sólo queremos lanzarnos al vacío, no existe nada más que ese deseo imperioso que un millón de estrellas colmen tu mente, en que todo se ilumina, en que vemos la luz intensa del placer ese que no se iguala ni compara con nada, que sólo te lo puede brindar el otro. Finalmente me lancé al abismo un grito desgarrador salió de lo más profuno de mi ser. Mi esfínter y mi pija eran una sola cosa paralizdos por el placer, las contracciones de mi ano presionaban el dedo de Jean mientras en su boca recibía la andanada de mi semen. Nos quedamos quietos por unos instantes, el relajo propio de la situación hacía presa de nosotros. Mi miembro había vuelto a su estado de reposo, así que lo saqué de la boca de Jean, salió totalmente mojado con algunos restos de semen que cayeron en el rostro de mi hombre. El a su vez quitó el dedo de mi ano y quedé como con una sensación de vacío, ya me había acostumbrado a tenerlo dentro de mí.

Pero faltaba algo que no podía soslayar. Tocaba hacer mi parte. Pasé mi brazo por detrás, me levante un poco y tome su miembro. De más está decir que me inquieté un poco. Al sentir su tamaño en mi mano no pude evitar una cara entre asombro, felicidad y temor. Seguramente me iba a desgarrar completamente, pero eso no me importaba en lo más mínimo. Sería su mujer aunque fuera lo último que hiciera en el mundo. Ya estaba muy lubricado así que no estimé necesario usar alguna crema, con el masaje que Jean me había dado mi ano ya tenía cierta dilatación, por tando decidí sentarme en la picana y que el diablo me pillara confesada con ese enorme mastodonte que pronto me dispondría a tragar. La posición en que estábamos era muy conveniente para mí, ya que tenía a Jean practicamente controlado en sus movimientos, entonces yo podía ir decidiendo la fuerza y profundidad de la penetración. Eso me daba alguna tranquilidad. Como si fuera un fakir a punto de tragar el sable, me incorporé lo más que pude, no me quedaba otra ya que su miembro como les dije antes era considerable, cerré los ojos para concentrarme, y con una mano apoyada en el sillón y con la otra el miembro de Jean, comencé a acomodarlo para el gran momento.

Su glande rozó mi orificio, seguí bajando, haciendo esfuerzos para que esa enorme cabeza pudiera penetrar. Sabía que lo difícil era eso, después lo otro sería como coser y cantar. Mentalizaba la situación y me parecía muy difícil que algo tan grande pudiese entrar en un orificio tan estrecho sin hacer daño. Una puntada dolorosa en medio de mi orificio me hizo dar un grito de dolor. El sudor comenzaba a perlar mi frente. Retrocedí, el dolor no disminuía. Me concentré nuevamente el mismo dolor de antes pero más intenso. Me mordí los labios casi hasta hacerlos sangrar. Me negaba a gritar, me negaba a reconocer mi impotencia, sería como un fuerte golpe a mi ego de hembra. Tenía que lograrlo. Seguí bajando para hacer presión con el peso de mi propio cuerpo, tenía la sensación que me estaba desgarrando por completa, pero no cedía en mi intento, mayor era el dolor, mayor la presión que hacía. Llegué a odiar a Jean por lo que me estaba haciendo sufrir. Apreté los dientes con todas mis fuerzas y di un envión fuerte y corto hacia abajo. El dolor que había sentido fue nada comparado con el de ahora. Las lágrimas me afloraron en los ojos, pero tuve mi premio, el glande de mi amado había penetrado. Quedé quieta por un momento para que el dolor disminuyera. Cuando sentí que podía seguir, fui descendiendo de a poco. El dolor iba cambiando, se iba transformando en placer. Estaba feliz con esa tranca metida en mi culo. Mucho mejor que cualquier vibrador de los que había usado alguna vez. Mi felicidad culminó cuando hice fondo, mi traser había llegado hasta sus bolas. Podía sentirme satisfecha. Tratata de estimularlo presionando mis músculos, pero era tan ancho, que practicamente no era mucho lo que podía hacer al respecto. Pero había otros recursos que me permitieran llevar a mi amado Jean al cielo. Una vez que pude introducirlo completo me quedé quieta para que mi esfínter se fuera acostumbrando a quien sería su asiduo visitante.

Comence unos movimientos leves, moviendo mis cadera hacia atrás y hacia delante, el rostro complaciente de Jean me iluminaba de alegría porque se notaba que lo estaba pasando exquisito. Después lo sacaba un poquito y lo volvía a meter, al rato hasta la mitad y adentro, después casi completo y volvía a meterlo entero. Parecía que la punta de su miembro iba a salir por cualquier parte de mi cuerpo, me atravesaba por completo. Esas arremetidas las combinaba con movimientos circulares que a juzgar por su cara lo volvía loco. Entretanto Jean me daba de nalgadas y eso hacía que me volviera más yegua aún, sacándome verdaderos relinchos. Jean era durísimo. No podía hacerlo acabar, yo notaba que se resistía, que su deseo era tenerme penetrada el mayor tiempo posible. Así, empalada me tuvo una hora, que no diré se me hizo larga, todo lo contrario. Habría pasado toda mi vida así. De pronto noté que Jean, con los ojos cerrados, casi no respiraba, y que sus músculos comenzaban a contraerse, señal clara que ya estaba lanzándose al abismo. Entonces me levante hasta dejar aprenas su glande en mi interior, y me lo introduje de una sola vez. Todo se me dio vuelta, porque alcancé un orgasmo superior al anterior, y la exhalación casi animal de Jean me ecía que estaba alcanzando su orgasmo. Sentí, como si me hicieran un lavado, el chorro y la tibieza de su semen. En ese momento desee ser una mujer de verdad para que me preñara, me llenara el vientre con un hijo suyo.

Quedé sentada sobre Jean, todo mi cuerpo estaba sudado, cruce mis brazos y cerré mi ojos. Había sido todo tan hermoso. Aún podía sentir su semen dentro de mí, imaginaba esos millones de libélulas danzando dentro de mi cuerpo, partículas microscópicas de mi Jean, que el había depositado dentro de mí. Cuando retiró su miembro fue como si un pedazo de mi se hubiese desgarrado, la alegría de los momentos pasados dieron lugar al vacío que ahora dejaba en mi cuerpo, como si algo me faltase. Salí de encima de Jean, él también se levantó y tomandome de los hombros me llevó a la cama, hizo que me tendiera boca abajo, me levantó la cola para ver el estado en que había quedado mi agujerito. Me dijo que se notaba bastante irritado, pero que con una crema y un buen descanso ya estaría como nueva para el próximo fin de semana. Luego hizo algo que me llenó de ternura y que me hizo ver que cuando existe amor y deseo no hay nada que no podamos hacer. Acercó su rostro a mi ano y comenzó a limpiar el semen con mi sangre con su lengua. Eso me llegó hasta el alma. ¡Tanto le gustaba! Me excite con la lengua de Jean, y mientras el se aplicaba en mi culito yo me masturbaba, hasta tener un nuevo orgasmo. Nos recostamos un rato para descansar, tendidos, desnudos, exhaustos, pero muy felices.Así habremos estado una hora, luego Jean se levantó y se fue hacia el jacuzzi, que estaba en medio de la sala, comenzó a llenarlo con agua y abundante espuma. Cuando estuvo listo se introdujo en el, y me llamó. Acudí prestamente. El agua estaba muy agradable y con su contacto sentía que mi culito se aliviaba.

Jean estaba sentado, abrió las piernas y yo me cobijé recostada sobre él. Allé me acariciaba tiernamente y me contaba todo lo que había sentido por mí desde el primer día en que me vio. Que yo también le quitaba el sueño, que todo lo que me había hecho sólo era parte del juego, para desearnos más. Y debo reconocer que tenía toda la razón en ello. Me tenía abrazada con sus brazos sobre mi pecho, yo coquetamente toqueteaba su miembro con mi mano como si fuera un muñequito. También le hice saber todo lo que había sucedido conmigo, y que realmente era el hombre de mis sueños. Esa nosche retozamos casi sin dormir. No me penetró más para no hacerme daño. Pero nos masturbamos de varias maneras. Y nos juramos amor eterno.

Estuvimos así viendonos por más de un año. La calidad de mi trabajo iba en franco detrimento porque mi aspiración era ser mujer la mayor parte del día y en eso tenía Jean bastante culpa. Mi mayor alegría fue una noche en que Jean me pidió que fuera su mujer, que el me cuidaría y me protegería. Su trabajo estaba en franco ascenso y se evidenciaba infinitamente mejor que yo. Acepté sin siquiera dudarlo. Soy mujer las 24 horas del día, vivo sólo para estar bella y complacer a mi amor. Esa es ahora mi única preocupación, que a mi hombre no le falte nada y por sobre todo tenerlo siempre al día con su buena dosis de sexo.

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