La imaginación no siempre supera a la realidad.

Cuando todo se calmó, logré darle las gracias con mi mirada. Sus últimas palabras fueron un “Por eso eres mía” que ayudaron a que cayese rendida sobre los brazos de Morfeo.

Sentía los latidos de su corazón, su respiración aumentaba por momentos. A lo lejos escuchaba el ruido del tráfico en la calle. ¿Cuándo llegaría? No podía esperar mucho más, deseaba que sucediera ya. No sabía que iba a pasar, pero necesitaba que pasara algo. Había hecho todo tal y como le había sido ordenado, mientras mentalmente repasaba todo. Quería hacerlo bien, ser buena chica como él solía decir. Y por eso esperaba en aquella posición tan explícita y obediente.

Había llegado hacía apenas media hora a la habitación 536 de aquel céntrico y lujoso hotel. Cuando entró y dejó su bolso en el pequeño recibidor, suspiró imaginando todo lo que pasaría esa noche. No quería perder más tiempo así que colocó a la vista todo lo que había tenido que traer, se dio una rápida ducha y se maquilló resaltando sus grandes ojos verdes. Esos ojos que sabían muy bien cuándo suplicar o captar aquello que su amo deseaba.

Se colocó lentamente unas medias negras con blonda alrededor de sus muslos junto con unos tacones de aguja, después el sujetador negro de satén que realzaba sus enormes pechos y grandes curvas y por último un liguero que sostenía las medias y un tanga. Esa lencería, su largo pelo rizado y pelirrojo encajaban perfectamente con su tez pálida y suave. Se miró al espejo y sintió como se humedecía al verse reflejada en el espejo, no sólo era su ropa si no también, lo que transmitían sus ojos sensuales, tímidos, curiosos, pero sobretodo obedientes. En el espejo aparecía toda una mujer, joven de estatura baja y con muchas curvas, que sabía lo que se hacía. Pero lo que más resaltaba era esa mirada de puta viciosa entre esos gestos de niña buena... Y eso sabía explotarlo al máximo.

  • Esperarás arrodillada ante la puerta, pero con las piernas ligeramente abiertas, la cabeza gacha y las manos a la espalda, no quiero que veas absolutamente nada. ¿Entendido?  - recordando sus palabras y su tono imperativo, se arrodilló en medio de la habitación. Lo peor venía ahora, cuando con un pañuelo largo y oscuro se lo colocó alrededor, quedándose sin vista y agudizando el resto de sentidos. Notaba sus pezones marcarse cada vez más, su piel se erizaba... Llevaba ya esperando como un cuarto de hora cuando escuchó como alguien se acercaba desde el otro lado del pasillo. Había tenido que dejar la puerta entreabierta y empezó a temerse lo peor. ¿Y si no era él? ¿Y si alguien desconocido entraba por equivocación? ¿Y si era el, pero con alguien más? Miles de ideas a cada cuál peor empezaban a agolparse en su cabeza. Estaba a punto de levantarse y salir corriendo, cuando ya fue demasiado tarde. Notó como la puerta se abría, pasos y una leve respiración. No escuchó mucho más pero tan sólo eso fue necesario para terminar de mojar su tanga completamente. Se sentía indefensa, pequeña, muy pequeña y a su voluntad, quien quiera que fuese la persona que la tenía en bandeja en ese mismo instante.

Al fin, noté un dedo rozándome la boca, tenía los labios húmedos y me acariciaban con sensualidad. Ese dedo bajo al cuello, apartándome la melena a un lado. Mmm cómo odiaba que me hiciera eso, me recorrían escalofríos sólo con su tacto.

  • Abre la boca y saca la lengua. - escuché. No sé si eso hizo que me tranquilizara o, todo lo contrario. Más bien las dos cosas a la vez. Al menos, pensé, ya sé que es él. Lo hice sin pensar. Volví a notar su dedo jugando con mi boca, usándola haciéndome ver que era él quien podía follarme, incluyendo mi boca. Noté como acercaba algo a ella, me relamía mentalmente pensando en su polla, pero no era eso... Un dolor agudo, pero rápido recorrió mi espina dorsal hasta llegar a mi lengua. La había pinzado, haciendo que babeara poco a poco. Me encanta que me trate así, pensé yo.

  • Así, buena chica. Ya veo que estás deseando más. - apuntó. Mientras rozaba mis erectos pezones. Le encantaba hacerme llegar a mi límite. Sabía que aguantaba perfectamente esos pequeños juegos.

Ya sabía lo que seguía... Amaba y odiaba la sensación de las pinzas a partes iguales. Ese dolor intenso al que poco a poco a poco vas acostumbrándote pero que con el mínimo roce te hace volver a acordarte de ellas. Me hace recordar a quien pertenezco durante esos momentos de vicio y juegos. Besó mis pezones, los lamió y yo gemí sin pudor alguno. Estaba ya muy excitada, mi sexo palpitaba. No podía evitar pensar en su polla y lo mucho que faltaba para poder sentirla dentro de mí, haciéndome gemir y sirviendo para su propio placer. Por fin terminó de pinzar mis pezones. Debí hacer una mueca de dolor porque me tranquilizo a su manera, acariciándome mientras mis muslos pasando sus dedos por mi tanga completamente mojado.

-Sshhh tranquila, que sé que las aguantas.

Cuando terminó me besó y ahí no aguante más. Lo hice con ganas, jugando con nuestras lenguas. llevaba esperando demasiado tiempo y sin pensar levante una mano para tocarlo, saber si estaba muy cerca o no, desnudarle...

  • Te he dicho que no te muevas, puta. ¿Quién te ha dejado tocarme?  - escuché esto justo después de notar como su mano me abofeteaba la mejilla izquierda. Me ardía la cara y me sentí humillada. Rápido comprendí lo que había hecho y volví a mi postura anterior, bajando más aún mi cabeza, como si así pudiese ver que había sido sin querer...

  • Contesta. ¿Quién te ha dado permiso para moverte de tu sitio?

Se divertía con aquel pequeño error, jugaba con mi excitación.

  • Nadie señor. - dije yo, pronunciando como podía aquellas palabras mientras la pinza seguía en mi lengua. - Lo siento mucho. - estaba tan excitada y bloqueada por esa bofetada que me había costado contestarle.

  • Esta vez lo dejaré pasar zorra, pero no quiero más errores o si no…- una mano acarició mi culo y lo palmeó de manera rápida y fuerte. Casi pude percibir una mueca de diversión en su rostro. Joder, cómo ponía que me hablara así.

Una vibración me sacó de la nube en la que me encontraba y gemí en alto. Había colocado el vibrador entre mis muslos. Tenía que estar quieta, lo sabía, pero mis caderas se movían solas, buscando más placer. Aparto mis bragas y encajó el enorme vibrador entre los labios de mi coño, pero sin penetrarme

  • Aaahh.

-Joder que zorra eres. Si quisiera te lo metería de una sola vez dentro. Estás empapada. - Por esos momentos mi lengua pinzada ya babeaba saliva, tanta que caía por mis pechos y muslos, mojándolo todo. Eso me humillaba y emputecía más aún. Oí el sonido de su cinturón y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Se estaba desnudando frente a mí, sin poder observarlo. Eso me enfadaba un poco, quería ver como estaba… quería ver lo cachondo que le ponía verme doblegada ante él. Cuando terminó me quitó la pinza de la lengua y las de mis pezones, eso hizo que me relajara. ¡Cómo dolía! Un poco más y le habría tenido que parar…

  • Lo estás haciendo muy bien hoy pequeña. - Me volvió a besar por segunda vez en lo que iba de velada. Sentí su cinturón en mi cuello, el roce suave y característico del cuero en el… el sentir como lo apretaba y me lo colocaba tirando de mi como su perra …Cerré las piernas, en un acto reflejo.

  • Por favor. – Supliqué como pude. Estaba a punto de correrme.

  • ¿Por favor qué? ¿Qué ocurre perrita? – Se notaba un tono divertido en cómo me hablaba.

  • Por favor, déjame que me corra. Estoy a punto. - Temblaba, intentaba aguantar, pero me flaqueaban las fuerzas y todo mi cuerpo temblaba.

  • Aún es pronto para eso, ¿no crees perrita? -  Bajó un nivel de vibración. Joder… estaba frustrada, quería mi orgasmo. Pero en el fondo sabía que no era mío, si no suyo completamente. Y esa frustración inicial me dio mucho más morbo. Estaba enteramente a su disposición.

  • Tengo un regalo para ti, pruébalo. Abre bien esa boquita.

Tenía la boca muy húmeda, pero con esas palabras comencé a salivar… El glande de su polla me rozó los labios. Comenzó a pasarla por toda mi boca, lento, entrando un poco, saliendo del todo, volviendo a meter sólo la punta… Le encantaba desesperarme, necesitaba su polla en mi boca. Entera y hasta el fondo.  Me atreví a mover ligeramente mi lengua, buscando su placer. La enroscaba todo a lo largo de aquello caliente y duro. Mmmm me encanta hacerlo. Pero yo quería más, se me notaba. Él se dio cuenta y empezó a mover sus caderas. Cada vez yo pintaba menos en esa mamada, me estaba follando la boca. Y eso me calentaba mucho, aunque tuviera la vibración baja puesta en mi coño… Me sacó por fin el pañuelo que me impedía ver y cuando acomodé la vista noté cómo volvía a aparecer un orgasmo a lo lejos que se acercaba. Su polla entraba y salía de mi boca lento pero fuerte y hasta el fondo. Tocaba mi garganta, hacía que me entrasen arcadas. Agarraba el cinturón atado a mi cuello y tiraba de el. En esos momentos tan sólo era su puta. -Abre más la boca, así. Uff muy bien zorra. Me encanta como lo haces. Ahora saca la lengua. Más. - Noté como los ojos me lloraban del esfuerzo, el rímel se me había corrido hacía tiempo. – Eso es, mírame a los ojos mientras te follo la boca. –Se movía más fuerte aun, me dolía la garganta, pero no quería que parase. Su polla entraba completamente en mi boca, atravesando la garganta. Así estuvo dándose placer un buen rato.  Luego me ordenó que me pusiese a cuatro patas sobre la cama, no sin antes quitarme el tanga, y obligarme a que abriese la boca para metérmelo dentro. -Así no gritaras tanto ahora. –

Me acaricio el culo, pasando sus suaves manos por todo. Rozaba los labios mojados de mi coño, seguía subiendo… y volvía a bajar.       Jugaba con sus dedos penetrando mi coño, primero uno, después otro.

-Mmmmmm. - Gemía yo sin poder hablar. Mis caderas se movían siguiendo los movimientos de sus manos.

-Plas! -  Un azote tan fuerte como imprevisto hizo que lanzara un grito ahogado entre las bragas que tenía en la boca. A ese le siguió otro, y otro y otro. Alternaba los azotes en mis nalgas.

  • Mmmm me encanta azotar a las zorras como tú.

Me quito las bragas de la boca y me dio un par de azotes más, pero esta vez deleitándose con cada grito que daba yo al sentirlos. Se acomodó detrás de mí…

-Fóllame, hazlo por favor. No aguanto más. - Movía mis caderas hacia atrás intentado penetrarme yo misma, pero él era mucho más rápido y se deshacía de mí. Me rozaba suavemente. Pasaba su glande por todo mi coñito, desde mi clítoris hasta el agujero de mi culo…

-Te follaré cuando a mí me parezca bien, ¿vale perra? Quiero oír suplicar a mi perra viciosa. – Volvió a azotarme, esta vez muy fuerte, como dándome un aviso de quien mandaba a quien.

  • Sí, señor. Lo sé. Pero por favor… necesito sentirte dentro, quiero que me folles como la perra que soy. Tuya y sólo tuya. Deseo darte placer.

Acariciaba mi espalda con sus manos, recorría desde mis hombros hasta mis caderas… muy lento, sin prisa, deleitándose con lo que tenía delante. Tenía su polla encajada en la entrada de mi coño, palpitaba de excitación. Agarró de su cinturón y tiró de mi hacia atrás, besándome el cuello, incluso llegó a morderme cosa que me hizo gritar. Pero de excitación. Y me susurró al oído con una cadencia propia de él:

-Eres mía. – Tiró bruscamente del cinturón a la vez que movió sus caderas hacia adelante. Entró hasta el fondo sin ningún impedimento.

-Aaaaah siiiii. Jodeeer. – Grité yo.

  • Mmmmm. - Se movía lento, pero con fuerza. Eso me provocaba oleadas de placer. Sentía cada roce de su polla dentro de mi cuerpo. Su polla salía y entraba, entraba y volvía a salir.

  • Más. Sigue, por favor no pares. –

Ya no eran gemidos los que se podían escuchar en esa habitación, sino gritos. Los gritos de placer de una puta follada por su amo.  Los movimientos se fueron haciendo más rápidos. Mis tetas se movían de adelante a atrás con la follada que me estaba dando en aquella habitación. Me cogía del pelo, tiraba de el. Me azotaba mientras. Me hacía sentir su puta. Siguió follándome así, no sé cuánto tiempo. Luego sentí como cogía el vibrador y lo colocaba sobre mi coño. Lo puso al máximo.

  • Joder si… No pares, no pares. Mmmm si sigues así me correré para ti.

  • Eso es lo que pretendo zorra. Estoy a punto y me pienso correr dentro de ti.

Comenzó de nuevo con una follada rápida, las vibraciones se extendían por todo mi cuerpo. Yo temblaba, no podía aguantar más y él parecía que tampoco. Se acercó una última vez a mi cuello, besándome. Jugando con mi oreja y susurró:

-Vamos perrita, quiero ver cómo te corres mientas te follo. Hazlo. ¡Ya! - Un último azote se escuchó en esa habitación cargada de olor a sexo, excitación y vicio.

-Oh siiiii. Sii, me corro, me corro.

  • Mmmm joder perrita yo también. Mmm siii.

Oleadas de placer aparecieron desde el interior de mi cuerpo para expandirse. Notaba sus movimientos, notaba las contracciones de los músculos de mi coño mientras me corría y notaba como su polla lanzaba potentes chorros de semen en mi interior. Cuando todo se calmó, logré darle las gracias con mi mirada. Había sido un orgasmo largo y potente, que nos hizo caer rendidos. Sus últimas palabras fueron un “Por eso eres mía” que ayudaron a que cayese sobre los brazos de Morfeo.