La ilusa mujercita 12
Me traiciona por culpa de su madre No sé si podré perdonarla
Por desgracia llegó el día de mi partida, en cuatro horas estaría a bordo de un avión rumbo a otro país por compromisos laborales.
Me costaba dejar a mi zorrita, no por que piense que no puede cuidarse sola, sino por que el entrenamiento físico presencial, quedaría suspendido.
No me preocupaba su independencia, en el plano sexual e incluso emocional, sabía que en gran medida dependía de mí y ella quería que así fuese.
Mi preocupación radicaba en los acontecimientos sucedidos últimamente, su privación de mi polla, la discusión con su madre, su huida de la casa materna... Eran muchas emociones vividas en poco tiempo y aunque sé que es fuerte mentalmente, también sé que es influenciable si se le tocan los resortes debidos, por suerte solo yo sé cuáles son y me imagino que su progenitora es la otra persona que los conoce.
Ana seguía durmiendo como si el mundo no existiese, completamente estirada ocupando toda la cama, boca arriba, con el pelo suelto cubriendo uno de sus pechos, mientras el otro mostraba su pezón erguido, desafiante, provocador.
Debía estar teniendo un sueño erótico, su pequeño y estrecho coñito brillaba a causa de sus fluidos.
No quería despertarla y estropearle el sueño y de esa forma aumentar más su deseo de tenerme dentro de ella, así que me dispuse a preparar lo necesario para mi viaje y partir hacia el aeropuerto.
Antes de irme dejé su cinturón de castidad, el juguete controlado a distancia, una nota con unas pocas instrucciones y un poco de dinero para sus gastos en mi ausencia encima de la mesa de la cocina.
En la nota detallaba los pasos que debía seguir hasta mi regreso y las posibles consecuencias que se derivarían de su incumplimiento.
Me voy, sé que se va a cabrear por no haberme despedido pero también sé que no se atreverá a reprochármelo.
Ana se despierta, se despereza lentamente estirando sus extremidades hacia los cuatro puntos cardinales, abre sus ojos con parsimonia para permitir la entrada de la luz y que sus pupilas se vayan adaptando sin prisa a la claridad del día que ya hace unas horas que hizo acto de presencia.
Nota la humedad en su entrepierna, pasa sus dedos índice y corazón por su hendidura rosácea y mojada para, acto seguido, llevárselos a su boca y nariz y comprobar que son sus fluidos y no los míos.
Se levanta de la cama, desnuda, descalza, despeinada, sin maquillaje, sin pendientes, sin abalorios... ¡Preciosa!
Se dirige al baño para sentir sobre la piel tersa y perfecta de su bella cara la frialdad del agua que le hace espabilar y enciende sus sentidos hasta ahora aletargados.
Ya con todos sus sentidos a pleno rendimiento se percata de que no me ha visto desde que se despertó, no huele al café matinal rutinario que, cuándo estamos juntos, degustamos a la vez, en el aire no se percibe el olor de mi desodorante, no se oye ningún ruido... Empieza a preocuparse, se ha dado cuenta del día que es y no le gustan nada las sensaciones y pensamientos que atraviesan su cuerpo y mente.
Dirige sus pasos hacia la cocina bamboleando de forma natural su generoso culo y, al atravesar el umbral de la puerta, confirma sus sospechas al contemplar todo lo que dejé sobre la mesa.
Las lágrimas luchaban por abrirse paso hacia sus ojos y humedecerlos, pero quería resistir.
Vio la nota que le dejé y se dispuso a leerla:
-"Buenos días mi pequeña y preciosa dormilona, no me he despedido en persona por que no quería despertarte, necesitabas descansar y estabas teniendo un sueño húmedo y no pretendía estropeártelo.
No te cabrees ni llores, lo hago por el bien de los dos.
Ambos sabemos que no nos podríamos despedir sin acabar follando como locos y de esta forma evitamos tentaciones.
Entenderás por qué hago todo esto cuándo vuelva".
Sé que le dolió en el fondo de su alma, pero no me lo hizo saber.
Obedeció las órdenes que le deje escritas, se introdujo la bala vibradora y se puso el cinturón de castidad.
Pasaron dos días sin noticias de ella, sin que ocurriera nada reseñable, simple rutina, del trabajo al hotel y viceversa.
Ana ya tenía órdenes que seguir y por lo tanto me despreocupé de ella y me centré en acabar lo antes posible mis obligaciones profesionales.
No me gusta viajar si no es por placer y ya tenía ganas de volver con mi zorrita.
Al tercer día recibo un mensaje de Anita, un audio.
Me extrañó muchísimo que me escribiese, ya que le dejé bien claro que salvo que ocurriese una emergencia, una desgracia, tenía prohibido molestarme mientras estuviese fuera.
Más confusión me causó que no fuese un mensaje de texto si no de audio, ya que no le gusta esa forma de comunicarse conmigo.
Escucho el audio y me quedo a cuadros, perplejo, decepcionado y altamente cabreado
Me dice que se ha tenido que quitar el cinturón de castidad y la bala vibradora por culpa de su madre.
Al parecer esa hija de puta la siguió el día que se fue de su casa para refugiarse en la mía y de esa forma saber dónde estaba.
Y ha esperado a cerciorarse de mi ausencia para hablar con su hija
Hablaron de todo un poco, aunque el tono era de superioridad y autoridad por parte de su madre y la "charla" no acabó siendo amistosa.
Para mayor cabreo mío sabía que la madre había estado mirando y rebuscando por toda la casa buscando a saber el que y en esa búsqueda encontraría la caja en la que venía el cinturón y la bala vibradora, puesto que la llave de dicho cinturón de castidad solo yo tenía constancia de dónde estaba y bajo la ropa de Ana no se notaba que llevaba nada y un asunto llevaría a otro.
Me puse loco de ira, mi intimidad era sagrada y ninguna desconocida tenía derecho a violarla, ni tan siquiera mi sumisa era poseedora del privilegio de hurgar en ciertos lugares de mi casa.
En el audio se notaba que Ana estaba arrepentida, lloraba, gritaba, pedía perdón mil veces pero por muy mal que estuviese no podía pasar esta traición por alto.
No solo ha desobedecido mis órdenes, también dejo entrar en mi lugar sagrado a alguien que no ha sido invitado, había puesto por encima de mí y mis reglas a su madre y sus deseos, y eso no sé si podría perdonárselo.
No quise contestarle en esos momentos por que no es buena idea hacerlo en caliente y también por que, para ser sincero, en ese momento era lo que menos me apetecía.
Dejé pasar ese día en el que seguí recibiendo peticiones de perdón por parte de Ana.
La ignoré
Esperé hasta última hora del día siguiente para responderle, fui seco, rudo, conciso, frío:
-Te vas a arrepentir.
Como veis en este relato no hay sexo explícito, me apetecía algo más "relajado",
describir un poco más la relación entre nosotros, la situación vivida para preparar el terreno del siguiente relato.
En el próximo capítulo la voy a castigar cómo nunca hasta ahora y será un castigo que considero que os sorprenderá (no sé si para bien o para mal).
Si tenéis curiosidad de qué se tratará hacédmelo saber.
Se aceptan críticas, sugerencias y halagos.
1 saludo
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