La humillación de Trinidad, día 1

La chica fit de derecho observa con asombro como su cuerpo no deja de obedecer las órdenes que le entrega el chico de la biblioteca. ¿Hasta donde puede llegar su descaro?

Día 1

Trinidad iba a ser muy exitosa. A sus 22 años de edad, estaba determinada a terminar la carrera de abogada para seguir el camino de penalista y no detenerse hasta llegar a la corte suprema. Nada más le importaba. La gente no era sino una herramienta para conseguir su objetivo. Utilizaría su belleza para hacer que los demás, especialmente los hombres, cayeran rendidos a sus pies o murieran de deseo observándola construir su camino al éxito y la verdad, todo eso hubiera pasado si Trinidad no hubiera sido tan desagradable con la gente de biblioteca de su universidad.

Y es que era conocida por su furia a la hora de no conseguir el material que buscaba. Trataba a los bibliotecarios de ineptos, tarados e ignorantes y no era una exageración decir que habia hecho llorar a más de uno. Luego de años de malos tratos en archivos y documentos de la escuela de derecho, estaban listos para responderle con la misma moneda. ¿O peor? Bueno, quizá un poco peor.

"¿Dónde están los libros que pedí con anticipación que me reservaran?", gritó Trinidad, "Solo a un tarado tendría que explicarle que si no puedo estudiar tampoco puedo pasar los exámenes."

El joven que era receptor de toda esta descontrolada interacción, lucía tranquilo. Matías estaba acostumbrado a estos ataques sin sentido pero hoy parecía como si quisiera hacer de este proceso, algo lo más lento posible solo para hacerla enojar un poquito más.

"He dejado tus libros aparte," dijo Matías. "No quería que nadie te los sacara. Acompáñame y te muestro dónde están."

"Vamos a ver si logras hacer sinapsis y apurarte un poco que tengo solo un par de horas para estudiar todo esto", dijo Trinidad.

Matías la llevó a un pequeño cuarto privado en la parte de atrás de la biblioteca. En el escritorio estaban todos los libros que le habían sido solicitados.

"Creo que encontrarás que este es el lugar perfecto para estudiar", dijo Matías.

"Deberías haberme dicho antes que existía este lugar y que los libros estaban acá. En fin, no le puedo pedir tanto a seres mononeuronales. Ahora te agradecería que me dejaras en paz," dijo Trinidad dejando afuera a Matías y cerrando la puerta.

Matías se fue a la habitación de al lado, cerró la puerta y se puso la máscara con filtro de gas. Sacó una botella con un líquido púrpura y la quebró justo en el ducto de la ventilación que comunicaba con la habitación contigua.

"¿Es broma…?" Dijo Trinidad al ver salir un hilo de humo desde la rejilla de ventilación. Sería lo último que diría antes de caer desmayada cómo consecuencia de la exposición al gas.

Cuando Trinidad despertó, varias horas después, lo primero que vió fue a Matías.

"Despierta, dulce Trini." Susurró Matías. "La biblioteca cerró hace una hora, parece que te quedaste dormida de tanto estudiar."

"¿Me quedé dormida? ¿Eres idiota acaso? Había un gas saliendo del ducto de la ventilación. Eso me desmayó. Los demandaré hasta el infinito a ti y a todo el staff de ineptos que pretenden trabajar aquí"

"No creo que vayas a demandar a nadie," respondió Matías. "Ese humo no era cualquier cosa. Contenía una poderosa droga que altera esa parte de tu cerebro que llamas voluntad. Desde ahora estarás a la merced de cualquiera del equipo acá. Harás cualquier cosa que te pidan, sin importar lo humillante u horrible que te hayan ordenado hacer."

"Que mierda estás hablando imbécil. Puede que me sienta un poco mareada pero puedes estar seguro que te denunciaré a la directora de archivos," respondió Trinidad.

"Parece que tendré que demostrarte los defectos de este fármaco, querida. ¡Ponte de pie!"

A pesar de no querer hacerle caso a Matías, se puso de pie.

"De cualquier forma ya me iba" dijo Trinidad, tratando de ocultar el hecho de no poder resistirse a las órdenes.

"En eso tienes razón, saldrás de acá en un rato pero antes, quítate toda la ropa."

"¿Estás loco? Solo la idea de decir eso me es suficiente para levantar cargos." Dijo mientras comenzaba a desabotobar su blusa. "Me aseguraré que acabes en la cárcel por intentar ahogarme con eso," le recriminó mientras descubría esas tetas redondas y perfectas de 5 mil dólares y 500cc cada una. "Primero casi me matas con un químico y luego intentas convencerme que estoy bajo tu control. Si serás imbécil," decía mientras se quitaba la falda. "Hay más probabilidades que salga a trotar desnuda por la universidad a qué alguna vez te haga caso a ti en algo." Sentenció mientras se quitaba la tanga minúscula que traía de ropa interior.

"Entonces supongo que no te molestará ver lo que acabas de hacer"

En ese momento Trinidad miró hacia abajo, se puso roja como un tomate e intentó cubrir su desnudez.

"¿¡Qué me has hecho, Dios mío!?" Exclamó Trinidad.

"¿Yo? Yo no he hecho nada. Tu sola te has quitado las ropa. Pon los brazos al costado y deja de intentar cubrirte. De hecho, me encantaría ver rebotar a esa tetas enormes. Modela ese cuerpo bonito para mí"

"¡Hijo de puta!" Gritó Trinidad mientras comenzaba a modelar su colita de gimnasio de un lado al otro de la biblioteca. "¿Por qué estoy haciendo esto?"

"Pareces estar más susceptible a las sugerencias que lo habitual," rió Matías. "Vamos a la parte central de la biblioteca. Hay más personas esperando por ti"

"¿¡Qué quieres decir con eso, maldito pervertido!?" Preguntó Trinidad completamente desnuda mientras seguía a Matías al hall central en donde se encontraba todo el staff de biblioteca. Trinidad fue bienvenida con toda clase de gritos, silbidos y vítores por parte tanto de hombres como de las mujeres ahí reunidas.

"¡Funcionó!" Dijo Samuel, otro miembro del equipo de biblioteca de la universidad. "No puedo creerlo. Realmente funcionó"

"¡Voy a hacer que los despidan a todos!" Gritó Trinidad. "Esperen a que la directora de archivos se entere de esto."

"Pero si estoy enterada, querida." Dijo Sara, directora de archivos y documentos. "Llevábamos tanto tiempo soportando tus escándalos que casi planificamos todo esto en conjunto. Un amigo mío de farmacología lleva años desarrollando un medicamento para obtener mejores resultados en tratamientos psicoterapéuticos. El único problema con el fármaco es que parece ser permanente si una dosis elevada es suministrada. En ese caso, la droga parece destruir la parte del cerebro que controla el libre albedrío. Todo lo demás sigue igual. La personalidad y las capacidades mentales de la persona quedan intactas, aún así, son altamente susceptibles a hacer cualquier cosa que cualquiera les pida. Si mi amigo está en lo correcto, estás a la merced de quien quiera darte órdenes. No tendrás otra opción que obedecer. Vamos a probar. ¿Por qué no nos montas un show para animar al staff que ha tenido que quedarse hasta tarde esperando por ti? Quiero que te masturbes al frente de todos ahora."

"¡Ni en tus sueños haré algo asií!" Dijo  Trinidad mientras su mano derecha se acercaba a su fruta. "¡No se saldrán con la suya!"

"¿Pero no lo estamos haciendo ya, linda Trini?" Dijo Sara "No hemos puesto un dedo sobre tu cuerpo. ¿Cómo nos van a incriminar de las acciones de una putita exhibicionista como tú? Mejor súbete a la mesa y abre bien esas piernas para que todos puedan apreciar como frotas tu duraznito."

"¡Dios mío, esto es tan humillante! Por favor no me hagas hacer esto fuente a toda esta gente, Sara." Lloró Trinidad.

"Nunca pareció molestarte la humillación constante hacia mi equipo," respondió Sara. "¿Por qué no mejor tienes un orgasmo para nosotros?"

Trinidad comenzó a frotar su clítoris con frenesí mientras con la otra mano estrujaba sus pezones. "Por favor, noo. Déjenme parar. Si sigo así... ¡Voy a llegar! Por favor, oh Dios, por favor me estoy yendoooo... aaaaghhh..." Alcanzó a decir Trinidad mientras su cuerpo comenzaba a convulsionar del poderosísimo orgasmo que estaba teniendo. ¡Bastardos, lamentarán el día en que decidieron meterse conmigo!"

"¿Así como lamentas tratar a todos como basura? Puedes detenerte. Hay otras cosas que quiero probar."

"¿¿¡Qué!?? ¿Más cosas?" Preguntó Trinidad con lágrimas en los ojos y los dedos llenos de jugo. "No. por favor, lo siento por como los he tratado, a todos, seré más amable en el futuro, lo prometo."'

"Es un poco tarde para eso, ¿no crees Trini? ¿Alguien más quiere darle órdenes de tipo permanentes a Trinidad?"

"¡Yo!" Dijo Samuel. "Creo que es hora de que cambies de dieta. Desde ahora serás adicta al semen. De hecho, ¿por qué no nos demuestras tu incontrolable addicción? Ven acá."

Trinidad no alcanzó a decir palabra antes de tener la verga venosa de Samuel dentro de su boca. Era como ser adicta a la heroína. Realmente necesitaba el semen de Samuel en su lengua. "Porfa Samuel, acaba en mi boca, te lo ruego." Dijo con lágrimas en los ojos, suplicando por su necesaria dosis de leche. Nunca se había sentido tan desamparada.

Era inexplicable la sed de semen que sentía. Realmente estaba haciéndo el mejor esfuerzo por hacer que Samuel acabara. Lamio su verga de cabo a rabo. Juntó saliva en su boca y pasó sus labrios mojados por el borde de la cabeza en repetidas oportunidades rogando por hacerlo venirse en su boca.

"Bueno Trini, si lo pones así, feliz de ayudarte. Aquí va te leche putita." Dijo Samuel mientras acababa en la cara de Trinidad.

Era todo un espectáculo verla desvivirse por buscar las gotas de semen de su rostro con los dedos y relamerse de gusto como si fuera el manjar más delicioso del mundo. Ni siquiera las gotitas que cayeron al suelo se salvaron de la sed de leche de Trini. No cabía duda que Trinidad era una puta asqueroza.

"De ahora en adelante vendrás por tu leche a diario y si noto la más pequeña insolencia, acabaré en tu cara pero no te permitiré limpiarla. Estarás todo el día con mi leche en tu rostro, deseando beberla sin poder hacerlo. Intentando hacer tu día mientras todos pueden ver que la puta de Trinidad tiene la cara llena de semen. ¿Está claro?" Dijo Samuel.

"Ssii, Samuel. Gra-gracias." Respondió Trinidad.

"Fantástico," dijo Sara, "pero eso no es todo. Juntos como equipo hemos querido hacerte un regalo."

Sara le entregó una polera escotada que marcaba bien esas tetas enormes. Justo en las tetas decía en grande:

Tus deseos son órdenes.

"Ha sido suficiente por esta noche. Ponte la polera, tu falda y nada más. Desde ahora en adelante tienes prohibido utilizar ropa interior. Espero que te acostumbres a tu vida de putita pronto querida. Sino, pierde cuidado que nosotros como equipo, estaremos ahí para recordarte lo puta que eres" rió Sara.

Trinidad se puso la falda, la polera y los maldijo. "¡Encontraré la forma de liberarme de esto y me las pagarán malditos todos!"

"Seguro que sí mi vida," dijo Sara, "Seguro que sí, pero como no me gustan las putitas insolentes, desde ahora en adelante, hasta que yo diga lo contrario, solo utilizarás esa polera y siempre que la lleves puesta tus pezones estarán duros, tu vagina estará empapada y tu deseo de beber semen será el doble. Ahora, vete a casa a dormir."


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