La humillación de Ligia (XX)
Último capítulo de la serie. Contiene un sueño microfílico y un epílogo (sin sexo) a modo de cierre.
Último sueño
Me encuentro en el bolsillo de la chaqueta del Amo. Creo que vamos a una fiesta o algo así, porque ha estado lavándome y arreglando mi pelo para ponerme decente. Oigo un timbre colosal y una enorme puerta que se abre, y ruido de gigantes, de muchos gigantes.
De repente, una mano enorme me agarra de cualquier manera y me saca a la luz, cegándome y sin poder ver dónde me ha soltado. Cuando consigo recobrar la visión, veo que estoy una urna de cristal gigantesca. Y no estoy sola. Hay otras mujeres como yo en ella. Y hombres. Debemos ser unos 30.
Miro a mi alrededor y veo un montón de gigantes charlando y bebiendo animadamente. El Amo está saludando a una mujer, y ya tiene una bebida en la mano.
Cuando dirijo mi atención de nuevo a mis compañeros de cautiverio, veo el terror en sus caras. Algunas están acuclilladas en un rincón. Una mujer está mirando hacia arriba y temblando de pies a cabeza. Un hombre se acaba de orinar encima.
Pasados unos minutos, una voz de mujer, posiblemente la anfitriona de la fiesta, proclama en voz alta que se acaba de abrir la barra libre. Unos cortos aplausos y toda la manada de gigantes se agolpa en la urna, introduciendo sus enormes manos, y cogiéndonos como simples muñecos.
Tras unos cuantos gritos de terror, comprobé aliviada que nadie me había cogido...aún. Ví que quedábamos 3 mujeres y 2 hombres. Me acerqué al cristal para poder ver qué hacían los gigantes con nosotros.
Vi a una mujer de mediana edad que tenía a un hombre y una mujer diminutos en cada mano, y alternaba lamidas en cada uno, como si estuviera decidiéndose por alguno. A cada lamida, la víctima dejaba escapar un grito sofocado. Finalmente, parece que se decidió por el hombre, ya que tiró a la mujer sobre una mesa, lo bastante suave como para no romperle ningún hueso, pero sí como hacerse un buen moratón.
Hecho esto, puso al atemorizado hombre en un plato y antes de que pudiera reaccionar, vertió un vaso de yogur sobre él. Al rociarlo después con pepitas de chocolate estallaron las risas de algunos gigantes que asistían divertidos al espectáculo.
La enorme mujer cogió una cuchara y comenzó a comer el yogur, apurándola del cuerpo del pobre hombre, que era derribado cada dos por tres y que pronto empezó a temblar profusamente, supongo que por la temperatura de un yogur guardado en la nevera. De vez en cuando, la giganta cogía al pequeño ser con la cuchara y se lo introducía por completo en la boca, dejándolo limpio de yogur, y escupíendolo de nuevo en el plato, ante las risas del público.
Justo al lado, y dispuestos en fila sobre una mesa, había 3 hombrecitos de pie, mientras 3 mujeres de su tamaño les hacían sendas mamadas de rodillas. Había algunos billetes dispuestos sobre la mesa y 3 gigantes que animaban, posiblemente a quien habían apostado. Las mujeres se afanaban con toda su alma en hacer correr a los hombres y éstos, a juzgar por su cara de miedo, intentaban justo lo contrario.
Poco después, uno de ellos no pudo más y eyaculó en contra de su voluntad en la boca de ella. Gestos de decepción y enfado asomaron de dos de los gigantes mientras uno satisfecho recogía los billetes. Entonces cogieron al hombre que se había corrido y a las otras dos mujeres que no habían conseguido hacer lo mismo con sus parejas, y entre gritos de dolor, les azotaron dolorosamente en el culo, en los pechos de la mujer y en los testículos de los hombres. Después de varios golpes, los devolvieron sin contemplaciones a la urna, donde yacieron sollozando y con grandes moratones que empezaban a formarse por todo su cuerpo.
Una mano de uno de los gigantes entró en la urna buscando alguna presa, deteniéndome la respiración por un instante, y respìrando aliviada cuando se llevó a uno de los hombres que todavía quedaban conmigo.
En una de las mesas, un gigante juguetea con una mujer negra, dándole vueltas con una sola mano mientras se sirve una cerveza en un vaso. Dice que lo que en realidad le apetece es una cerveza negra y acto seguido arroja a la muchacha al vaso lleno de cerveza helada.
La pobre mujer cae boca abajo hasta el fondo del vaso y desesperadamente intenta maniobrar para poder sacar la cabeza, cosa que le cuesta porque el vaso tiene la anchura justa para que de la vuelta. Mientras, el hombre mira divertido. Una mujer se acerca y también sonríe ante la escena. Por fin, la diminuta chica consigue sacar la cabeza fuera de la cerveza sólo para descubrir que esta en una capa de espuma. Intenta aspirar aire y tose violentamente al aspirar la espuma de la cerveza. Con las manos consigue apartarla un poco y fabricarse un pequeño nicho de aire. En ese momento, el hombre coge el vaso y se lo lleva a los labios para beber. La pequeña mujer da un grito de pánico al notar la corriente arrastrándola a la boca del gigante e intenta agarrarse a donde puede, primero al cristal del vaso, luego a los labios del hombre. El hombre termina de beber y deposita el vaso de nuevo en la mesa, haciendo que la mujer caiga otra vez boca abajo y tenga que luchar de nuevo por respirar, ante la risa del gigante y su compañera.
Un poco más allá, dos mujeres de mi tamaño se están frotando y excitando exageradamente contra sendos muñecos algo más grandes que ellas. Es una especie de muñeco Ken, pero con un falo erecto, inmenso para una chica del tamaño de ellas. Tres gigantes las jalean y les exigen más ardor. Uno de ellos golpea con su dedo índice la nalga de una de las chicas que da un grito y redobla sus esfuerzos. Pasan a masturbarse ellas y a la enorme polla del muñeco a la vez, mientras gimen teatralmente, intentando complacer a sus amos temporales. A veces uno de los gigantes mueve un brazo de los muñecos, supongo que para darle algo de vida, haciendo que las pobres chicas se lleven un susto de muerte. Uno de los gigantes coge ambos muñecos y, haciendo como que son los muñecos los que hablan, ordenan a la chicas que le follen, mientras los muñecos se tumban boca arriba. La visión de las gigantescas pollas de plástico luciendo verticales las aterroriza durante un momento, suficiente para ser azotadas por los gigantes. Rápidamente se ponen en cuclillas y se introducen la polla en su diminuto coñito, despacio y con cuidado. Naturalmente esto acaba con la paciencia de sus torturadores, que las empujan hacia abajo, empalándolas dolorosamente. Las pobres empiezan a moverse todo lo rápido que pueden, azuzadas por los gigantes, lanzando gemidos de dolor, que los gigantes interpretan entre risas como gemidos de placer. La primera que se corra se libra del castigo, dice uno de los amos. Las pobres chicas intentan con todos sus esfuerzos estimularse el clítoris a la vez que se introducen ese gigantesco falo. Por un momento me pregunto si podrían fingir el orgasmo, pero tal es el miedo que tienen, que tenemos todos, que esa idea la desecho rápidamente.
Sigo pasando la mirada por la sala, y veo a mi Amo. Tiene en sus manos a una diminuta mujer de enormes pechos. La mujer con la que está charlando mi Amo tiene a su vez a un pequeño hombrecito con una imponente erección. Ambos gigantes hablan mientras de vez en cuando chupan a sus pobres juguetes, ella en la polla del hombrecito, huevos incluidos, haciéndole gritar de dolor y suplicando que pare, y mi Amo las enormes tetas de su muñequita, haciéndole gritar igualmente.
Entonces una mano gigante me agarra y me levanta. Todo sucede tan rápido que mi cuerpo se estremece y mi respiración se corta, ahogando un grito de miedo. Puedo ver que la mano tiene las uñas pintadas, me ha cogido una mujer. Me lleva hasta una mesa donde hay varios gigantes esperando, y otra urna de cristal donde hay....Dios mío...
El pánico irracional me invade por completo, puedo notar la palidez lívida que me cubre la cara. La urna de cristal es un terrario donde se encuentra una serpiente, que para mí es del tamaño de un autobus. No quiero acercarme ni un milímetro más, pero por mucho que lo desee, eso no pasa.
La mano de la gigante que me sostiene se situa justo encima del terrario, y yo empiezo a suplicar, no recuerdo exactamente qué. Sólo sé que suplicaba y suplicaba y lloraba de miedo. Entonces empezó a abrir la mano lentamente, y yo grité con todas mis fuerzas, quedando colgada de uno de sus dedos. Mientras gritaba, mis captores se reían divertidos, algunos grabándome con el móvil. No quería mirar abajo porque no podría soportar tanto miedo. Entonces la mano de la gigante empezó a girar situándose con la palma hacia arriba y pudiendo tumbarme sobre ella, permitiéndome recuperar el aliento.
Pero la alegría me duró poco. Cuando vio que me había tranquilizado un poco, comenzó otra vez a girar la palma lentamente. Para entonces yo ya me había soltado de su dedo y empecé a rodar sin control. Lo único que pude hacer en el último momento es agarrarme a su dedo meñique, balanceándome sin control. Entonces empecé a oir comentarios de asco sobre mí, y descubrí que, de puro miedo, mis esfínteres se habían soltado. Estaba cubierta de mierda, de mi mierda de cintura para abajo.
Entonces, la gigante, con un dedo de la otra mano, empezó a juguetear con mis manos, con las que me aferraba con tanta fuerza que me dolían horrores. Con un simple roce de su enorme dedo soltó mi mano derecha, y quedé colgando de mi brazo izquierdo, gritando y gritando y suplicando con todo mi ser. Entonces comenzó a agitar su dedo meñique, arrastrándome claro está en el proceso y aumentando mi terror si cabe aún más.
Por fin, mi mano resbaló, supongo que del sudor, y caí en el terrario. No estaba a mucha altura y la arena amortiguó el golpe bastante bien, aunque me lastimé un tobillo.
Sin pararme a pensar miré a mi alrededor rápidamente y allí ví a la serpiente. Para mi tamaño, era un monstruo enorme. Su cabeza debía de ser de mi tamaño más o menos y me miraba fijamente, agitando su lengua. Había visto a una presa, y esa presa era yo.
El terror me tenía paralizada mientras la serpiente se acercaba lentamente. Era incapaz de moverme, pero eso no debió de parecer divertido a mi torturadora, que me atizó con uno de sus dedos haciéndome caer de lado, y ordenándome que me moviera.
Eso me despertó de mi parálisis. Me dispuse a correr pero un dolor sordo en el tobillo redujo mi carrera a una cojera apresurada. Busqué desesperadamente un lugar para esconderme, inaccesible para la serpiente, pero no veía ninguno. Rodee el terrario, siempre intentando mantenerme fuera de la vista del monstruo, aunque sabía que era inútil, puesto que podía olerme sin problemas.
Me pegué contra una piedra temblando de pies a cabeza. Sudaba copiosamente del miedo. Notaba a la serpiente detrás de la piedra. No sabía qué hacer, sólo podía esconderme indefinidamente. Entonces me puse de rodillas y empecé a suplicar a los gigantes. Esto claro está, hizo que aumentaran sus risas, disfrutando como nunca del hermoso espectáculo que les ofrecía. Intenté buscar a mi Amo con la mirada, pero no lo conseguí. ¿Es que iba a permitir esto? ¿O quizá ya se había hartado de mí?
Mis pensamientos se pararon en seco, y mi corazón también cuando la enorme cabeza de la serpiente apareció de repente a poca distancia de mí. Grité con todas mis fuerzas, un grito que jamás hubiera creido capaz de hacer. La serpiente abrió la boca, enseñando unos colmillos del tamaño de mi brazo y se lanzó a mí.
Epílogo
Desperté gritando y retorciéndome de pánico. Aunque ahora me encontraba de nuevo en mi salón, mi cuerpo se empeñaba en que la enorme boca de la serpiente estaba a punto de engullirme. Poco a poco me fuí serenando y mi corazón cesó en su empeño de quere salir de mi pecho.
Seguía desnuda, tirada sobre la alfombra, y sola. Todo el desastre de la fiesta de anoche estaba sin recoger. ¿Qué hora sería? ¿Dónde estará Alfredo? ¿Durmiendo quizá en mi cama? ¿Preparando alguna otra tortura más para mí? Esto me hizo llorar desconsoladamente durante un rato.
Por fin me calmé y recorrrí la casa. Estaba sola. Era casi mediodía. Llevaba 2 días sin ir al trabajo y sin contactar con mi jefe. Podía considerarme despedida. Debería sentirme profundamente cabreada, pero después de todo lo que había pasado por estos días, la verdad es que no me importaba mucho.
Me dí una larga ducha caliente, aunque no conseguí relajarme mucho pues estaba atenta a cualquier posible ruido que delatara que Alfredo hubiera vuelto para seguir jugando conmigo.
Me puse ropa cómoda y me hice algo de comer. Mientras me terminaba el bocadillo, sonó el timbre. El corazón me dio un vuelco. ¿Sería Alfredo? Pero él tendría la llave de casa, pensé. Fui a abrir y me encontré nada menos que al chófer del presidente de la Compañía.
-¿Señorita Ligia? Tengo órdenes de llevarla de inmediato ante el Señor Guzmán.
-¿El presidente de la Compañía? Yo...yo...tendría que ponerme algo de ropa decente...
-Está bien, pero dese prisa.
Mientras buscaba a toda prisa algo que ponerme, mi mente no paraba de dar vueltas. ¿El mismísimo presidente quiere verme y además manda a su chófer a recogerme? ¿Qué habré hecho? La imagen de Alfredo no paraba de aparecer en mis hipótesis.
Cinco minutos después, estaba sentada en el coche de lujo destino a la sede donde trabajaba, al último piso del imponente rascacielos.
Cuando entré en el despacho de Don Guzmán, me quedé sobrepasada. Era lo más lujoso que había visto nunca. Pocas personas del trabajo tenían el privilegio de tratar directamente con él.
-Siéntese, Ligia, me pidió Don Guzmán. Naturalmente, obedecí en el acto. Al sentarme noté un dolor seco en el ano que me hizo recordar las atrocidades a las que me ví sometida ayer, pero intenté que no se me notara.
-Iré al grano, Ligia. Hace poco he tenido una revelación que me ha marcado profundamente. Me he dado cuenta de que la trayectoria de esta empresa, si bien excelente en cuanto a temás económicos, es penosamente triste en cuanto a temas humanos. ¿Me sigue?
-Eeeh..sí.
-Durante todos estos años he antepuesto a la empresa, que no es más que un concepto abstracto, frente a las necesidades de las personas que la integran, gente con vida, con familia, gente que siente y que tiene necesidades.
Hizo una pausa. Asentí.
-Esta empresa necesita un cambio radical en el trato humano, Ligia, y yo no me considero digno de hacerlo. Por esto la voy a nombrar a usted presidenta de la compañía.
Me quedé completamente de piedra.
-¿Qq...qqq...queeeé?
-Me ha entendido usted bien. Como principal accionista que soy, la nombro a usted presidenta para que administre la compañía con el trato humano que merece. Estoy convencido de que será capaz de desempeñarlo.
-Yo...yo...,
Me había quedado sin palabras, pero me obligué a decir algo.
-Yo..por supuesto, sería un gran honor, Señor.
-En la sala de al lado están mis abogados con todo el papeleo que hace falta firmar. Si está dispuesta, podemos hacerlo todo ahora.
-Sí...sí...cla..claro.
-Muy bien, y recuerde que confío en usted Ligia. Se que no se le ocurrirá anteponer los intereses de la empresa frente a los intereses humanos. Estaremos observando su trabajo, Alfredo y yo.
Alfredo, claro. Ese cabrón había entrado a ver a Don Guzman y en un abrir y cerrar de ojos, había conseguido esto. Ahora me estaba dando una segunda oportunidad, y me estaba dejando bien claro que no se me ocurriera desaprovecharla.
-Por supuesto, Don Guzman, puede estar seguro de que cumpliré con sus deseos.
Y dicho esto, se encaminaron a la sala donde una docena de abogados, con cara de no creer lo que estaba pasando, esperaban con los documentos para ser firmados.
FIN