La humillación de Ligia (XVII)

Sigue el control por parte de los invitados.

-Y bien, ¿quién es el siguiente? dijo Alfredo.

-Yo, yo, dijo Carlos, con una sonrisa satisfactoria.

-Pues adelante.

Carlos se plantó ante mí.

-Ponte de rodillas, puta, y chúpame la polla lo mejor que puedas. Quiero que le pongas toda tu pasión en ello. ¿Entendido?

-Sí...sí señor.

Con el dolor aún palpitando de los azotes de Sofía, le bajé los pantalones y saqué a relucir su polla. Estaba casi en total erección, y no era excesivamente grande. Me la metí en la boca y empecé a chupársela con todas mis ganas, me gustara o no.

-Mastúrbate mientras, pero no te corras, me ordenó.

-Mmmmgmmmfmm..sí, mi Señor.

Siguiendo sus órdenes sin poder evitarlo, comencé a frotarme el clítoris y la vagina, lo cual me animaba a poner más énfasis aún en la mamada. Sentí alegría de que el deseo de Carlos se redujera a esto. ¡Si todos los demás sólo quisieran comidas de polla o de coño!

La mamada no duró mucho, al poco empezó a respirar más profundamente.

-Cuando me corra, retenla toda en la boca, que no se escape ni una gota, ni tampoco te tragues nada.

-Mmmm...mmsi...mmSeñor...

-Aaaaa....aaaa..¡¡aaaaagghhhh!!

Eyaculó lo que para mi fueron cantidades enormes de semen, todas dentro de mi boca. Puse total esfuerzo en que no se derramara nada. El muy cerdo no parecía parar nunca de echar leche. Por fin se calmó.

-Ponte de pie, zorra.

Obedecí.

-Ahora vamos a probar si mi leche es lo bastante buena para tí. Hasta que yo te lo diga, tienes prohibido tragarte mi semen, zorra. Si no puedes aguantar y lo escupes, serás castigada duramente. ¿Entiendes?

Asentí, sintiendo el liquido viscoso y blancuzco llenando mi boca. La fatiga ya estaba empezando a formarse en mi estómago, porque yo siempre he sido muy escrupulosa para estas cosas.

-Ahora pasa a servir otra ronda de bebidas, estúpida. ¿No te has dado cuenta de que los vasos ya están vacíos?

Un escalofrío me recorrío de arriba a abajo. No podía aguantar el semen en mi boca tanto tiempo. No podía llenar 19 vasos sin vomitar esta asquerosa leche más todo lo que tuviera en el estómago. No me veía capaz de hacerlo.

El miedo al castigo me habló: Sí puedes Ligia, piensa en lo que ha dicho, que serás castigada duramente. ¿No has visto su mirada? Carlos puede ser muy cruel contigo. Demuestra que puedes hacerlo. Respira por la nariz y no pienses en lo que tienes en la boca. Será más fácil así.

Y así, obediente y con mi boca llena de un fluido caliente (no pienses en ello Ligia), me dispuse a llenar los vasos. Cada dueño del vaso que iba sirviendo me miraba divertido. Los escalofríos comenzaron a recorrer mi cuerpo. Al tercer vaso un amago de arcada me hizo doblarme y casi derramo la bebida sobre su dueño. Era Luis.

-¡Serás estúpida! dijo, retorciéndome dolorosamente un pezón.

-¡¡¡MmmmmmmMMfmmmm!!!

Risas aprobatorias. Mi estomago rugía por dentro. Me decía a gritos que quería vomitar y yo tenía que luchar contra ello. Otra arcada. Aunque esta la controlé a nivel externo, subió un poco de bilis que se mezcló con el semen, que parecía llevar años en mi boca. No puedo más. No puedo más.

-¡¡¡Bleeeeaaaghhjjjjj!!!

Arquée mi cuerpo dolorosamente y expulsé todo el semen que albergaba mi boca, más todo lo que mi estómago llevaba guardado hasta ese momento. Las contracciones se me hacían dolorosas, y la garganta me ardía.

-¡¡¿Pero qué haces puta asquerosa?!!

Era la voz de Carlos. No, por favor no.

Me agarró del pelo y me puso de pie de un tirón.

-Lo..lo siento, mi Señor, lo siento mucho...

-¿Qué lo sientes? Ahora lo vas a sentir más.

-Déjala Carlos, terció Alfredo, ¿Cómo esperas que nadie aguante tamaña cantidad de semen en su boca? Si querías demostrarnos que eres un semental, lo has conseguido.

Risas y aplausos, Carlos sonrió y saludó satisfecho.

-Ligia, limpia todo este desastre. Después podrás tomarte un vaso de agua.

-Sí mi Amo, muchas gracias mi Amo, dije en un agradecimiento sincero.

Después de fregar concienzudamente mi estropicio, volví a la cocina a beberme un vaso de agua con el que aliviar mi pobre garganta. En ese pequeño momento de soledad rompí a llorar inconteniblemente.

-Ligia, ven aquí.

-Sí...sí Amo, dije mientras mi cuerpo ya iba hacia el salón.

Todo el mundo pudo ver que había estado llorando, pero eso sólo causó algunas burlas y fotos de primer plano.

La siguiente que salió sólo me obligó a contarle intimidades sobre mi vida y después secretos del trabajo que ninguno de los aquí presentes hubieran debido escuchar jamás, secretos que sólo acentuaron su furia hacia mí.

El siguiente me convirtió mentalmente en una burra y me folló por detrás, mientras yo rebuznaba de placer.

La siguiente se desnudó y me obligó a lamerle todo su cuerpo y luego una buena comida de clítoris. Cuando acabé la lengua me dolía horrores.

El siguiente estaba más curioso por ver hasta dónde llegaba su poder sobre mí. Me obligó a poner poses y estiramientos a cual más extremo y doloroso, haciéndome gritar con todas mis fuerzas. Cuando terminó me dolían todos los músculos.

Y el siguiente era Luis. Luis tenía motivos de sobra para odiarme a muerte. A estas alturas temblaba sin poder evitarlo.

-Bien, bien, bien, dijo, mirándome de arriba a abajo, Se me han ocurrido muchos castigos, pero los mejores requerirían demasiado tiempo y el público se aburriría. Daría lo que fuera por tenerte un fin de semana conmigo, pero peor es nada. De rodillas, con los brazos en cruz, ¡AHORA!

El tono de su voz me conminó a obedecer tan bruscamente que mis rodillas chocaron dolorosamente contra el suelo y mi espalda se quejó del movimiento súbito de mis brazos.

-Por lo visto puedo hacer contigo cualquier cosa. Ahora mismo lo que más me apetece es follarte pero con lo puta que eres tú disfrutarías más que yo, ¿no es verdad?

-Sí, sí, mi Señor..

Mis hombros comenzaban a dolerme.

Luis se quitó los pantalones y me enseñó su verga erecta.

-Mírala bien Ligia.

Obedecí.

-Tienes un miedo atroz a que te penetre, Ligia.

El escalofrío de un terror repentino surgió de repente. Me iba a penetrar con su verga. La idea me dió escalofríos. Nononono, eso no por favor...el pánico empezó a invadirme.

-No, por favor, Luis....mi Señor, no lo hagas por favor, no...

-Cuando cuente tres podrás moverte libremente, sobre la alfombra en la que estás. Como no me apetece luchar contigo, tu fuerza corporal se verá reducida a la tercera parte. Una...

-No, mi Señor, no por favor.

El miedo me nublaba y era incapaz de pensar racionalmente. Luchaba en un impulso por escapar pero seguía atada a la postura que me había impuesto.

-Dos...

Sólo pensaba en escapar, pero no tenía ni idea de cómo. Sólo quería que no me la metiera. Cualquier cosa menos eso.

-Tres...

-¡¡Noo!!!

En un grito desesperado, me tapé mi coño con las manos mientras retrocedía aterrada, hasta el borde de la alfombra, incapaz de seguir más. Luis se acercaba con su temible verga hacía mí, hacía mi vagina.

Me agarró de las piernas. Intenté patalear pero él me sujetaba con una fuerza sobrehumana. Tiró de mí y me abrió de piernas, acercando su polla un poco más hacia mi entrepierna. Me cogió de las muñecas y casi sin esfuerzo, separó mis brazos dejándome indefensa ante su virilidad.

-¡¡¡Nooo!!!

En un acto inesperado, pasé una pierna delante suya y me deslizé a un lado para escapar, pero dado que me seguía sujetando por las muñecas, sólo conseguí acabar a cuatro patas con él sujetándome los brazos cruzados por detras.

-Ah, esta postura me gusta más.

Intenté levantar el culo, pero con el peso de su cuerpo me lo impidió. Tenía una fuerza increíble. Pero el miedo me hacía luchar sin descanso. El momento se estaba acercando. Su pene estaba cada vez más cerca de mí y el terror apenas me dejaba respirar. Si hubiera podido morirme en ese momento lo hubiera hecho.

Luis intentó penetrarme por detras pero falló. El mero contacto de su polla me hizo proferir un grito espantoso de terror. Oía de fondo risas pero no supe ubicar de dónde venían. También oía algunas frases sueltas, pero mi mente no las asimilaba.

-¿Te falta práctica Luis?

-Jaja, tendrías que haberle pintado una diana.

-¡Callaos joder!

Lo intentó otra vez y esta vez sí lo consiguió. Noté cómo se introducía toda la extensión de su polla como si un cuchillo se clavara en mi corazón. El dolor que sentía era indescriptible, no tanto físico sino psíquico. Me estaba sucediendo lo peor que mi mente era capaz de concebir.

La saco y la metió, la sacó y la metió, no sé cuantas veces. Perdí la cuenta porque para mí todas eran igual de horribles. En algun momento me soltó las manos y podría haber levantado mi rostro del suelo, pero estaba tan aturdida que sólo pude dejar caer mis brazos a los lados, sollozando y gritando.

Me cogió del pelo y me obligó a levantar la cabeza. Noté un estallido de flashes que me fotografiaban como a un trofeo.

Mi coño quería explotar. Aunque luchaba con todas sus fuerzas, no era rivarl para la polla de Luis, que entraba y salía sin problemas, arrollándolo todo.

Tuve el absurdo pánico de que si no aguantaba el aliento, su polla rompería mis órganos internos y moriría. Así estuve sin respirar hasta que una parte más sensata de mi cerebro me obligó a inhalar aire.

La irracionalidad me llenaba por completo. Nunca había sentido tanto miedo en mi vida.

-Aaaaaahhhh, síiiii, aaahhh....

Se iba a correr. Un último espasmo de terror al pensar que iba a depositar su semen dentro de mi vagina me hizo dar un último alarido de terror.

-¡¡¡Noooooooooooo!!

-¡Siiiii!!, dijo él como respuesta, al tiempo que se corría placenteramente.

En mi imaginación, una sustancia repulsiva y venenosa se abría paso ahora por mi vagina, corroyéndolo todo.

De un empujón me echó al suelo. Inmediatamente me llevé las manos a mi coño, en posición fetal y sollozando.

-¡Guau!, ha sido mejor de lo que esperaba, dijo Luis.

Aplausos.

Mi mente estaba totalmente rota. Lo sentía. Sentía que yo ya no era yo, y que nunca volvería a serlo.

O eso pensaba, hasta que Alfredo entró en mi mente.

-Ahora dormirás hasta que yo te lo diga y cuando despiertes tu mente no habrá sufrido daño alguno, oí dentro de mi cabeza.

Y entonces caí en un profundo sueño.