La humillación de Ligia (XV)

La comida de los subordinados de Ligia sigue. Como antes, este episodio da para menos control mental, y más humillación, pero tranquilos, que en el próximo lo compenso :-D

La comida

Obediente, me dispuse a ir a la cocina, cuando me encontré de bruces con Alberto, uno de los administrativos, que se había puesto de pie y me miraba con un ligero toque de sadismo. Sin mediar palabra, me arrancó el vestido rojo partiéndolo en 2 trozos y tirándolo al suelo como si fuera un trapo viejo, quedándome otra vez completamente desnuda.

-He querido que te pusieras un poco más cómoda, no hace falta tanta formalidad delante de tus subordinados, querida jefa.

Risas y aplausos.

-Sí, Alberto, dije con la cabeza baja y luchando por contener las lágrimas.

Y desnuda, serví a todos los invitados el primer plato, un consomé de verduras que fui echando uno por uno en un cuenco. Cuando serví a Sofía, ésta me cogió del pelo bruscamente.

-Espera, quiero probar si está bien caliente.

Y tirando fuertemente hacia abajo, me obligó a inclinarme, metiendo mi pezón derecho en el consomé, que estaba bastante caliente. Proferí un grito de dolor durante no sé cuanto tiempo que estuve en esa posición, hasta que me soltó, en un gesto de aburrimiento.

-Sí, parece que está en su punto.

Risas.

El pezón me dolía horrores. Quería con toda mi alma correr al baño a mojarlo en agua fría y echarme alguna crema, pero no podía. Tenía ordenado servir a mis invitados. Unas sencillas ordenes de Alfredo y ahora la esclava de todos ellos.

Cuando terminé de servir, todos empezaron a comer, menos yo, claro. Tuve que repetir el ritual de situarme debajo de la mesa y comer de las manos de los demás. Cuando ya llevaban un buen rato comiendo, uno de ellos se sacó una verga descomunal y durísima,  y la untó de consomé, que a estas alturas ya no debía quemarle nada.

Comprendí lo que tenía que hacer. Y no tuve más remedio que hacerlo.

Me acerqué a cuatro patas y me metí en mi boca la polla de alguien que ahora mismo no reconocía, lamiendo y chupando todos los restos de consomé que tenía pegados. Cuando terminé quise sacar la boca pero el dueño de la verga me cogió por el pelo y me obligó a seguir chupando más y más. Quería una mamada completa.

Mejor para mí, pensé, un hombre corrido es un hombre tranquilo. Uno menos de qué preocuparse. Chupa, Ligia, y tu situación mejorará algo.

Pero cuando llevaba cuatro o cinco mamadas aplicada como una buena puta, Alfredo habló.

-Vamos, Juan, no seas impaciente, ya nos divertiremos después de la cena.

-Sí, eso, Juan, aguanta un poco, hombre, dijo otro.

Risas.

-Vaaale, dijo Juan, y me empujó con desprecio tirándome al suelo.

El segundo plato fue algo más tranquilo que el primero. Unos filetes de carne con guarnición, que al parecer me salieron tan deliciosos que distrajeron momentáneamente su atención de mí. No obstante, no me libré de tener que comer algunos trozos del suelo con las manos a la espalda, y que continuamente me estuvieran sobando el culo, las tetas y el coño allá por donde pasara.

Finalmente, traje el postre, unos flanes caseros con nata montada alrededor. Sofía metió su dedo corazón en la montaña de nata, dejándola bien embadurnada y me llamó, con un tono músical burlón.

-Jeeeefa, cariiiiño...

Fui hacia ella.

-¿Te acuerdas de aquella vez que me mandaste a por un café irlandés y me hiciste ir a devolverlo porque no le habían puesto suficiente nata para tu gusto? ¿Te acuerdas, eh?

-Sí, Sofía, me acuerdo.

-Pues mira, me dijo enseñándome su dedo pringoso, aquí tienes nata para tu gusto, quiero que te la tomes. Pero ya que te gusta tanto, quiero que me hagas una buena mamada en el dedo, y más vale que lo hagas bien, porque sino te arrepentirás. ¡Empieza!

Me introduje su dedo índice en la boca, y comencé a chuparlo de arriba a abajo. Me dio otro fuerte manotazo en la nuca.

-¿Así es como chupas tú las pollas? ¡¡No me creo que hayas llegado hasta donde estás chupando así de mal!! Vamos, imagina que soy tu apreciado jefe Don Alberto, seguro que eso te pone cachonda eh? ¡Venga, haz que mi dedo se corra en tu boca, consigue tu ascenso!

Risas y exortaciones me llegaban de todos ellos. Intenté poner más énfasis. Acaricié el dedo con la lengua, imaginando que era una verga. Tenía que echarle más imaginación. Con las manos acaricié sus otros dedos, como si fueran sus testículos, pero ella me dió otra fuerte palmada en la cabeza.

-Las manos a la espalda, cruzadas por las muñecas. Sólo tienes tu boca para salvar tu empleo. Vamos.

Seguí moviendo la cabeza arriba y abajo, chupando fuertemente y aplicando presión con la lengua. Comencé a girar la cabeza para recorrer su dedo en espiral, y comencé a subir el ritmo un poco.

-Dime zorra, ¿te está gustando esto?

-Mmmm....sí, Sofía.

Otro fuerte manotazo en mi cabeza.

-Para tí ahora soy Don Alberto, estúpida. Dime, ¿te está gustando?

-Sí, sí, Don Alberto.

-¿Entonces por qué no te masturbas ni te oigo gemir?

-Yo..yo...

-¿Es que quieres perder tu valioso empleo?

-No, Don Alberto, yo..perdóneme...

Y empecé a masturbarme mientras seguía chupando, al tiempo que simulaba unos gemidos de auténtica actriz porno.

Alrededor mía escuchaba comentarios del tipo "Quién fuera Don Alberto, ¿eh?", o "Esta es capaz de chupársela al quiosquero por no pagar el periódico".

Y risas, más risas.

De vez en cuando abría los ojos tímidamente, y podía ver que casi todos me estaban grabando con sus móviles. Alfredo lo hacía con la cámara de vídeo con la que nos había grabado a Vivian y a mí.

Vivian.

Su recuerdo me ayudó a subir mi excitación. Comencé a pensar en ella mientras le hacía la felación al dedo de Sofía y me masturbaba, ahora más placenteramente que antes. La recordé bailando, dejando entrever su precioso coño, cómo la tumbaba en el sofá y se lo lamía. Y luego cuando la tuve para mí en mi cama...

-¡Suficiente!, grito Sofía y me despertó de mis ensimismamientos, obligándome a parar de chupar y tocarme.

-No lo haces mal, puta, se nota que has practicado mucho en la empresa.

Sin previo aviso me metió la mano en mi raja, sacándola empapada claro está.

-Y sí que disfrutas con esto, dijo levantando su mano, chicos, mirad cómo se pone esta zorra al chupársela al jefe.

Comentarios y risas.

-Vete a esa esquina, ya te llamaremos si necesitamos algo.

Obediente, me situé en una de las esquinas del salón, viendo como mis subordinados daban buena cuenta del postre que les había preparado.

Cuando hubieron terminado, Alfredo habló:

-Bien, espero que os haya gustado la comida. Ahora vamos a tomar una copa si os parece.

Y dicho esto, pasaron a la otra parte del salón donde se sentaron en semicírculo, algunos en sus sillas, y otros en el sofá y los sillones, mientras yo traía hielo y vasos para todos, deseando que esta pesadilla acabara cuanto antes.