La humillación de Ligia (X)

Alfredo deja a Ligia a cargo de la criada, que aprovechará para vengarse de todo el abuso que Ligia cometió sobre ella.

La sirvienta

Me despertó el sonido del teléfono.

-¿Diga?, dije medio adormilada.

-¿Ligia? ¿Dónde coño estás? ¡Ya van dos días que tengo que llamarte!

Mierdamierdamierda mi jefe.

-Lo...lo siento, Don Victor, es que sigo enferma...

-Si ayer pudiste venir a trabajar, también puedes venir hoy, te quiero aquí en menos de una hora.

-Sí, Don Victor.

Maldito cabrón, ¿es que no le he dicho ya que estoy enferma? No sé de que te quejas Ligia, al fin y al cabo tú eres igual con tus subordinados. La empresa es lo primero ¿no? Eso lo aprendiste muy bien. La empresa lo primero, y que les jodan a los empleados.

Miré el reloj. Las 9:30. Había dormido unas 10 horas, pero dormiría encantada 4 horas más. Me levanté mecánicamente, me dí un lavado rápido y me vestí. Cuando bajé las escaleras ví a Alfredo y a María, la sirvienta, sentados en el sofá y charlando animadamente, tomando un café. Mierda, hoy venía la sirvienta, lo había olvidado.

María era una chica de 23 años, madre soltera de una hija de 4, bastante guapa pero casi analfabeta. Por lo desesperado de su situación había logrado regatear unas buenas condiciones para mí, con un salario bajo y sin darla de alta.

-Hola Ligia, dijo Alfredo.

-Hola, Señora, ¿ya se ha cansado de dormir la Señora? dijo María con tono burlón.

-Yo...yo, tengo que ir a trabajar. Por favor. Dije con un ligero tono suplicante.

-Me temo que no puta, antes vas a tener que hacer las paces con María. Hemos estado hablando y me ha contado cosas malas de tí. No la tratas muy bien por lo que veo.

-Sí, la Señora tiene unos aires de marquesita déspota, piensa que tengo que limpiarle el culo cuando caga y guardarme la mierda de recuerdo.

-¿Qué? María...

-No te preocupes por María, dijo Alfredo. La he desinhibido un poco. Ahora dice lo que piensa realmente sobre tí. Ahora siéntate, me ordenó.

Obedecí, viendo ya muy lejana la posibilidad de ir a trabajar.

-Presta atención Ligia, me ordenó profundamente el Amo. Mi cuerpo se puso en tensión y todo el mundo excepto la voz del Amo desapareció.

-Durante esta mañana tú vas a ser la criada de María. Serás dócil con ella y obedecerás todo lo que te diga. Si a pesar de todo ella me muestra la más mínima queja sobre tí, serás severamente castigada. ¿Has entendido puta?

-Sí Amo, dije con toda mi convicción.

-Bien María, es toda tuya. Si me disculpas, yo tengo que ir a hacer unas gestiones. Volveré sobre la hora de comer.

-Muy bien Alfredo, dijo María con una sonrisa de lo más cordial.

Y dicho esto, Alfredo se fué, dejándome sola con mi criada.

María me miró con maldad. Después de 2 años a mi cargo, había acumulado bastante resentimiento hacia mí, lo cual nunca me importó porque yo la dominaba a ella. Pero eso ahora había cambiado, e iba a pagar por ello.

-Muy bien, esclava. Lo primero que vas a hacer va a ser recoger la cocina. Friega todos los cacharros y repasa bien los muebles. ¿Has entendido esclava?

-Sí.

María se levantó y me propinó un bofetón en el rostro.

-Para tí soy tu Señora. ¿Has entedido esclava, o tengo que repetírtelo?, me dijo alzándome la mano.

-Sí, Señora, dije con la cabeza baja.

-Bien, a recoger la cocina, ¡vamos!.

Me dirigí rauda a la cocina. Las órdenes que María me daba no eran tan imperiosas como las de Alfredo, aunque estaba obligada a obedecerlas. Aún así, el posible castigo al final me aterraba. Todo dependía de que María estuviera contenta conmigo o no. Procuré no pensar ahora en ello, sino en intentar complacerla. Más adelante pensaré en algo. Me puse el delantal, pero María me lo quitó bruscamente.

-¿Qué haces, sirvienta? ¡No te he dicho que puedas ensuciar mi hermoso delantal! ¡Friega con tus harapos!

¿Mis harapos? Llevaba puesto uno de mis mejores trajes, me había costado un ojo de la cara, mierda y ahora lo iba a poner perdido. Esta bien, María si eso es lo que quieres, te complaceré.

-Sí Señora, dije con tono sumiso.

Recogí todos los platos y tazas de la cocina. Tuve que fregarlos a mano porque María no quiso que malgastara electricidad usando el lavavajillas. Después me hizo repasar todos los muebles de la cocina. Acabé una hora y media después, con los hombros doloridos.

Después me hizo pasar el plumero concienzudamente por toda la casa. María pasó el dedo por partes de la casa que sabía difíciles de limpiar (como hacía yo con ella, pensé) y cuando encontró una mota de polvo en una me arreó otro doloroso bofetón.

-¡Este es el único lenguaje que entienden las furcias como tú! ¡Te he ordenado pasar el polvo bien y tú te dejas cosas sin limpiar!

-Lo siento, Señora, no..no volverá a pasar. Por favor, pérdoneme.

-No pongas a prueba mi paciencia, pequeña ramera, me dijo, agarrándome por el mentón con su mano, ahora friega al suelo, y más te vale hacerlo perfecto si no quieres que me enfade de verdad.

Cuando fui a coger la fregona me apartó de un empujón y me gritó que tenía que fregar el suelo con un trapo, de rodillas. La chaqueta de mi traje serviría, me dijo.

Y así pasé las siguientes dos horas, fregando el suelo de rodillas, destrozando las carísimas medias que llevaba y dejando inservible mi chaqueta. Mí único consuelo es que en esa postura podía descansar un poco los pies pues no se me había permitido quitarme los tacones.

Mientras fregaba, sonó mi móvil. Ví que María lo tenía en la mano, mirándolo sin contestar.

-¿Quién es Don Victor, esclava?

-Es mi jefe...mi jefe del trabajo, Señora.

-Claro, seguramente le dolerán los huevos y necesitará una mamada de su puta favorita. ¿No?

-Sí Señora.

-Sigue fregando, me dijo con desprecio, mientras tiraba mi móvil al cubo lleno de agua sucia.

María se puso detrás mía y me levantó la falda. Me puse en tensión pero no dejé de fregar.

Me palpó el trasero burdamente, como si fuera una yegua y de un tirón me bajó las bragas y me separó las nalgas.

-Ajaja, tienes el culo bien abierto, ¿te gusta que te follen por detrás cierto?

-Sí Señora.

-En cierto sentido es práctico. En esa postura mientras friegas puedes guardar el plumero ahí, jajaja.

-Sí Señora.

-¡Más rápido! y me atizó con algo en el culo que me dolió horriblemente.

Dí un grito y aumenté el ritmo. Ella se fue y me dejó con las bragas bajadas y el culo dolorido. Entonces ví que me había atizado con una de las correas que tengo en el armario.

El resto de la mañana fue más o menos igual. Después de fregar, ordenar los armarios, hacer las camas, limpiar los baños, recoger las habitaciones, etc. etc., me mandaron a hacer la compra.

Me permitió cambiarme de ropa por una más cómoda y me enumeró las cosas a comprar, en vez de darme una lista.

-Y que no se te olvide nada, imbécil, o lo lamentarás.

-Sí Señora.

Mi estancia en el supermercado fue angustiosa. Tantas caras, tantas personas y no podía pedir ayuda de ningún tipo. Me crucé un coche de la policia de camino y cuando ví que pasaba de largo y se perdía por una esquina me eché a llorar. Nadie me preguntó si estaba bien, pero sé que si lo hubieran hecho, les hubiera dado cualquier excusa. El Amo me había prohibido pedir ningún tipo de ayuda.

Para tranquilizarme, me puse a repasar mentalmente la lista de cosas a comprar. No había tenido la precaución de contarlas y no sabía a ciencia cierta si estarían todas o no. Nunca había tenido muy buena memoria para estas cosas.

Después de pagar todo lo que recordaba que había que comprar (por supuesto, de mi bolsillo) y volver a casa, María me ordenó guardar todo lo comprado mientras ella inspeccionaba con mirada severa.

Cuando terminé, me hizo una pregunta que me llenó de terror.

-¿Y el arroz?

-¿El arroz? yo...yo...Señora...

Sin más palabras, me agarró fuertemente del pelo y me obligó a ponerme de rodillas.

-¡¡Maldita puta!! ¿¿Es que no eres capaz de hacer nada bien?? ¡¡Deberías estarme agradecida por todo lo que hago por tí, y mira cómo me lo pagas!!

-Lo siento, lo siento Señora, ha sido un error, por favor, perdóname.

-De eso nada, pequeña, me dijo con una sonrisa cruel. Ya me has dado bastantes disgustos por hoy. Necesitas un correctivo. ¡Desnúdate!

Obedecí, quedando completamente expuesta en la cocina, delante de ella.

-¡Cruza los brazos detrás de la nuca!

-Sí Señora.

María cogió una espátula.

-Cada vez que te atice quiero que me pidas perdón por ser una esclava inútil y desobediente, y que me des las gracias por todo lo que hago por tí.

Un doloroso golpe me atizó la espalda.

-¡¡AAaaaahh!!, perdóneme Señora, por ser una esclava inútil y desobediente. Gra...gracias Señora por todo lo que hace usted por mí.

Otro golpe.

-¡¡AAaaaayyy!!, per...per..dóneme Señora, por ser una esclava inútil y desobediente. Gracias Señora por...por todo lo que hace usted por mí.

El castigo duró unos cuantos golpes más que fueron bajando de la espalda al culo. Tiró la espátula al suelo.

-¡Recógela vamos!

-Sí Señora, dije entre lágrimas. Me sentía doblemente desdichada, por un lado por la crueldad con la que María me trataba y también porque todo ese odio se lo había estado generando yo con actitud hacia ella. No hacía más que recoger lo que había sembrado.

María dio un suspiro.

-Bueno, voy a tomarme un descanso, vamos.

Me agarró del brazo con brusquedad y me llevó hasta el comedor. Allí se tumbó en el sofá mientras encendía el televisor.

-Hazme un masaje en los pies, zorra.

-Sí señora.

Aunque tenía las manos cansadas de trabajar en la casa, agradecí este momento de tranquilidad. Desafortunadamente para mí, al poco comencé a tener unas horribles ganas de orinar.

María se dió cuenta de mi inquietud, y me preguntó.

-¿Qué coño te pasa puta?

-Señora, yo..necesito ir al baño.

-¿Cagar o mear?

-Mear, Señora.

-De eso nada, mierdecilla. No vas a manchar mi precioso retrete con tu orina. Vas a salir al patio delantero y vas a mear en el cesped.

-¿¿Qué?? Pero..pero Señora, ahora la calle está llena de gente y...

Me dio un brusco empujón con una de sus piernas que me tiró al suelo.

-¡¡¿¿Cómo te atreves a replicarme, puta de mierda??!!

-Lo siento, Señora. Lo siento mucho.

-No vales para nada, so mierda, ¡vamos!

Me cogió del pelo y me llevó a trompicones hasta la puerta de entrada, y de un empujón me sacó a la calle, desnuda. Cerró la puerta trás de mí.

-¡Y no vuelvas hasta que hayas meado, o lo lamentarás!

Rápidamente, y tapándome todo lo que podía con mis manos, escruté la calle.

Pasaban algunos coches y un señor paseaba con su perro. Afortunadamente no me vió. Unos jóvenes charlaban animadamente un poco más allá, pero tampoco me habían visto, al parecer.

Lo más discretamente que pude, me aproximé a uno de los setos y acuclillada hasta casi desaparecer, intenté mear. La tensión que tenía me hizo tardar más de lo que deseaba en que el chorro saliera, pero por fin empezó a salir.

Cuando acabé de expulsar toda la orina, me dispuse a moverme, pero al mirar hacia arriba, me asusté al ver a uno de los jóvenes que me estaba grabando con su móvil.

-¡¡Jaja, joder, qué rara eres tía, saluda que esto va a internet!!

-¡¡No, no!!, dije tapándome todo lo que podía y caminando agachada hasta la puerta. Comencé a oir risas, probablemente del resto de los jóvenes, pero no quise mirar atrás.

-¡Bonito culo, enséñanos las tetas!

Si alguno de ellos me tocaba me moriría. No lo soportaría más. Comencé a llamar a la puerta.

-Señora, Señora, por favor, ya..ya he meado, por favor, ábrame la puerta.

Pero la puerta no se abría.

Me dí la vuelta. Al menos 5 móviles me estaban grabando. Una señora que iba con una bolsa de la compra me estaba mirando escandalizada y un coche estaba parado en mitad de la calzada, con su conductor con los ojos como platos.

-Por favor, Señora, se lo suplico, por favor.

-¿Ey, por qué no te vienes conmigo, guapa? Ya que estás desnuda, por qué aprovechase eh?

El resto del grupo se rió más fuerte.

La puerta se entreabrió de repente, lo justo para que yo pudiera pasar, y me escabullí dentro. El corazón me palpitaba, como si hubiera entrado en una jaula llena de leones a recuperar algo de dentro.

-¿Te has divertido, idiota? Venga, a hacer la comida.

-Sí Señora.

Y cuando andaba hacia la cocina me dió una fuerte palmada en el culo.