La humillación de Ligia (VIII)

Este capítulo tiene un poco de spanking. Me gustaría que si os gusta el relato me dejarais algún comentario. Eso motiva mucho para seguir escribiendo ¡Gracias!

Cenando los tres

Preparé la cena lo más deprisa que pude para no dejar a mi hermana sola demasiado tiempo con aquel monstruo (miAmomiAmomiAmo). Cuando volví con la bandeja, mi hermana le estaba masturbando lentamente mientras él cambiaba cadenas en la televisión. Lloraba de impotencia y no pude hacer nada para consolarla. Dejé la bandeja en la mesa.

-Ligia, trae tu portátil y conecta mi cámara.

-Sí amo.

Obedecí.

Siéntate a mi lado en el sofá.

-Sí amo.

-Mientras cenamos vamos a ver un vídeo muy divertido.

A pesar de que había traido 3 platos, no se nos permitió tocar la comida. Alfredo empezó a comer. De vez en cuando escupía lo masticado en una de sus manos y nos lo ofrecía a alguna de las dos, ordenándonos que comieramos, sin usar las manos por supuesto. Sentía un asco indescriptible, pero tenía hambre, y además no podía negarme a sus terribles ordenes.

Puso un vídeo de la cámara en el portátil. Horrorizada, ví que eramos mi hermana y yo, tiradas en la alfombra, rodeadas de consoladores.

Apenas recordaba nada de aquello, sólo una vaga noción y mucha vergüenza, pero el tener que ver con detalle todo lo que hicimos me hizo subir los colores de pura vergüenza y humillación.

En el vídeo, cogí los dos consoladores mas grandes que encontré y me los metí juntos en el coño. ¡No me extraña que todavía me doliera! En mi vida pensé que me cabría tanto. Me penetraba con ambos al mismo tiempo de forma brusca, exhalando gemidos guturales con cada envite. Mi hermana, en cuclillas, se había introducido un vibrador con extensión para el clítoris y lo había puesto al máximo. Mientras tanto, cogió un consolador negro enorme y se lo introdujo por el culo con brusquedad.

Estuvimos así durante unos cuantos minutos. Creo que me corrí un par de veces, por los gritos, no estoy segura.

En el video, mi hermana abrió los ojos y me miró, tiró sus juguetes y se lanzó hacía mí como un animal con la lengua fuera, que me metió en la boca directamente. Después de darme un impresionante beso, lamió mi cara, mi cuello, mis tetas, me dió la vuelta de un empujón y me lamió y mordió las nalgas. Yo mientras tanto seguía masturbándome con mis juguetes. Me introdujo dos dedos por el culo y los movió vigorosamente mientras se masturbaba con otra mano, parando de vez en cuando para darme un fuerte cachete en las nalgas. Pasado un tiempo, me levanté y la tiré al suelo. Cogí un consolador y se lo metí en la boca hasta donde pude, y ellá empezó a paladearlo con la lengua. Cogí un vibrador enorme y lo puse al máximo en su culo y empecé a lamerle el clítoris con mi lengua mientras con mis manos le daba de vez en cuando dolorosas bofetadas en sus tetas.

Eramos animales salvajes, que confundían el placer con el dolor.

Ver esas imágenes no hizo que me excitara, más por el agotamiento sexual que tenía que por otra cosa. Estaba exhausta, y recordé lo poco que había dormido. Me entró el pánico de que el Amo me castigara sin dormir otra vez y no supe qué hacer. Supongo que no había nada que hacer, me dije.

Ahora la Ligia de la pantalla y su hermana estaban abrazadas de rodillas y se daban un apasionado beso mientras con un consolador se atizaban en el culo la una a la otra, dejando marcas rojas.

Luego cogimos uno de esos consoladores con dos extremos y nos metimos uno cada una. Ella cogió uno de mis pies y lo chupó con fuerza como si fuera un caramelo, lo que, a juzgar por mi cara me produjo bastante placer. Me masturbé el clítoris con una mano y los pechos con la otra y en cuestión de segundos me corrí otra vez. Esta vez estuve segura porque pude ver cómo eyaculaba un chorrito hacia arriba.

Alfredo ya había terminado de cenar y yo aún tenía algo de hambre, pero no me atrevía a decirle nada. No me atrevía tampoco a mirar a mi hermana.

En el vídeo, de repente nos paramos y nos quedamos durante un segundo con cara de tontas sin saber dónde estábamos. Al poco reaccionamos y nos acurrucamos avergonzadas. Esta parte ya la recordaba mejor.

-Suficiente putas.

-Tú, dijo, dirigéndose a mi hermana. Vístete y vete a tu casa. Ya no te necesito. Olvidarás todo esto.

-Sí, amo, dijo ella.

Gracias a Dios, pensé. Ella va a olvidar esto.

-Pero antes, dado que todo lo que has pasado hoy es por culpa de tu hermana, creo que ésta se merece un pequeño castigo por tu parte. Ligia, túmbate sobre sus rodillas.

-Sí amo.

-Dale 10 azotes con todas tus fuerzas.

-Sí amo.

Sentí un cosquilleo en mi culo antes de que empezara, pero antes de que pudiera pensar nada más, vino el primer azote.

  • ¡Uno!

-¡¡¡AAAAAHHH!!!

Una ráfaga de un dolor increíble me hizo arquear la espalda y tensar todo mi cuerpo. ¿Eso había sido mi hermana? Parecía que un gigante me había pegado con una pala de madera. En cuestión de décimas de segundo mi cerebro me avisó que venía la segunda.

  • ¡Dos!

  • ¡¡¡AAAAAHHHH!!!

Esto no tenía sentido. Cada golpe me dolía horriblemente. No iba a ser capaz de aguantarlo. Tenía todo el cuerpo tenso, quería escapar pero estaba aprisionada allí por el Amo.

  • ¡Tres!

  • ¡¡¡AAAAAGGHHHHH!!

  • ¡Cuatro!

  • ¡¡AAAHH!

  • ¡Cinco!

A partir del quinto golpe perdí el aliento y las fuerzas. Me derrumbé como un muñeco de trapo sobre mi hermana, inerte, saltando con cada horrible azote que me daba. En mi mente me imaginaba mi trasero despellejado por los golpes, derramando un río de sangre.

  • ¡Seis!

  • ¡Siete!

  • ¡Ocho!

  • ¡Nueve!

  • ¡Diez!

Me dejé caer en la alfombra, temblando, con lágrimas sobre mi rostro. Me toqué el culo con cuidado, esperando notar sangre, pero sólo noté la piel intacta. Pulsaciones de dolor salían todavía de allí y me recorrían todo mi cuerpo. Estaba sin fuerzas para levantarme.

  • Le he dado una pequeña ayuda a tu hermana, puta, dijo el Amo. Te he aumentado la sensibilidad al dolor en esa zona para que recibieras el castigo justo que te mereces.

Era horrible. Horrible. Horrible. Sólo podía pensar eso. Dolor, vete por favor.

Mi hermana se levantó, se vistió y se fue. Su rostro estaba feliz y relajado. Antes de irse, se acercó hasta mí, y agachándose, me dió un beso en la mejilla.

-Adios Ligia, nos vemos, dijo despreocupadamente.

Y se fue.