La humillación de Ligia (VII)

Alfredo sigue con el castigo de Ligia por los abusos cometidos en el pasado. Para ello usa ahora a la hermana de su ex-jefa.

De vuelta a casa

Cuando por fin la reunión terminó, mi jefe se me acercó para reprenderme por mi comportamiento, lo que me indignó sobremanera, ya que le había dicho que estaba enferma y no parecía importarle lo más mínimo. Igual he hecho yo con mis subordinados, pensé con un sentimiento de culpa.

El resto de la jornada la pasé intentando recuperar el trabajo atrasado. Hoy no podía quedarme más tiempo porque había quedado con mi hermana después del trabajo en mi casa.

En cuanto se hizo la hora de salir conduje directamente a mi casa. Mi hermana estaría a punto de llegar. Entré y cerré la puerta.

Y de repente lo recordé todo.

Alfredo estaba sentado en mi sillón, viendo la televisión. Después de la reunión había olvidado todo. Ni me daba cuenta de que no llevaba las bragas. Y mi hermana. ¿Para qué había llamado a mi hermana?

-Te veo un poco desorientada, ven siéntate, me ordenó.

Obedecí, todavía en estado de shock.

-Esta mañana mientras dormías estuve leyendo el cuaderno con las tareas que te mandé anoche, y te introduje algunas órdenes para hacer en el trabajo, como olvidarte de todo por un tiempo y llamar a tu hermana para que venga aquí.

-No..no..por favor, no amo, e...ella no te ha hecho nada...

-No aún no, pero lo hará, y será muy placentero, créeme, dijo riéndose, ahora ve y recoge el salón.

Obedecí, empujada por esa horrible fuerza invisible. El salón estaba patas arriba, ya que al parecer el hijo de puta (AmoAmoAmo) se había entretenido fisgoneando en mis cosas. Me puse a llorar desconsolodamente mientras lo hacía. Él se rió.

Cuando me dispuse a coger una bolsa que estaba a su lado, me dijo que la dejara aquí, que ya la necesitaríamos más adelante.

Estaba ya terminando cuando sonó el timbre de la puerta.

-Ve a abrir, muéstrate alegre y dile que pase.

Inmediatamente mi rostro cambió adoptando una expresión alegre que a primera vista parecía de lo más natural pero a mí me parecia horriblemente impuesta. Abrí la puerta y ahí estaba mi hermana. Quisé advertirla del peligro que corría pero mi grito se quedó en un minúsculo susurro en el fondo de mi mente.

-Hola Ligia, me dijo dándome un beso.

-Hola cielo, pasa, pasa.

Cerré la puerta y pasamos al salón. Cuando mi hermana vió a Alfredo saludó con una sonrisa.

-Hola ¿quién eres?, dijo ella.

-Un antiguo empleado de la zorra de tu hermana. He venido a vengarme y de paso aprovecharme un poco de tí.

-Perdón ¿qué?, dijo mi hermana parecía perpleja.

-Lo que has oído.

-Ligia..., me dijo mi hermana mirándome. Yo no pude responder nada.

-Ahora mismo llamaré a la Policía.

Mi hermana sacó su teléfono móvil de su bolso, pero Alfredo la miró intensamente y se puso tensa, dejando caer el bolso y el móvil al suelo.

-Piernas separadas, manos detras de la espalda. Manten esa posición hasta que yo te lo diga.

Mi hermana hacía verdaderos esfuerzos por cambiar la postura, pero era inútil.

-Ligia, ¿qué me está pasando? ¡Socorro!

-Ligia, amordázala, me ordenó el Amo, tirándome una servilleta de tela.

-Sí amo.

Con gran dolor, amordacé la boca de mi querida hermana, reduciendo sus gritos de socorro a débiles gemidos. El Amo hubiera podido ordenarle callar sin más, pero parecía querer disfrutar más con este juego.

-Trae acá el bolso.

-Sí amo.

El Amo le dió la vuelta al bolso, abrió la cartera y se quedó con el dinero que tenía mi hermana. De una patada apartó el resto.

-Ligia, ¿qué opinas del aspecto físico de tu hermana?

Me ví obligada a responder con total sinceridad.

-Pienso que es bastante atractiva Amo. Siempre ha tenido más éxito con los hombres que yo.

-¿Te gustaría follártela?

-A...amo...yo...

-¿Te gustaría follártela SI o NO?

-No, Amo.

-Pero si no lo pruebas, no puedes saber si te gusta ¿no?

-No, Amo.

Sentí una poderosa ola de órdenes que mi Amo me introducía en mi cerebro. Sin poder evitarlo me acerqué a mi hermana y le abrí la camisa de un tirón rompiendo los botones y dejando ver sus preciosas tetas metidas en un sostén blanco.

Ella gimió con lágrimas en los ojos. Podía sentir cómo me suplicaba que no lo hiciera, pero yo no siquiera podía decirle que lo sentía.

Introduje mis manos por dentro del sosten y sobé la magnífica curva de sus pechos hasta encontrar los pezones. Los froté con mis palmas suavemente y luego comencé a pellizcarlos suavemente con mis dedos. Mi hermana seguía gimoteando, y yo empezaba a sentir ese familiar cosquilleo en la entrepierna, a pesar de todo.

Le desabroché el sujetador dejando a la vista sus grandes y preciosas tetas. Quise con todas mis fuerzas pedirle a mi Amo que no me obligara a hacer esto pero lo único que conseguí fue mover la cabeza ligeramente hacia él a costa de un sufrimiento indecible que me hizo lanzarme al pecho de mi hermana con más fuerza de lo normal, hacíendole emitir un chillido amortiguado. A pesar de todo seguía firme en su postura, de pie con las piernas separadas y las manos a la espalda.

Le quité la camisa y la falda, quedándose en bragas. Le metí la mano suavemente en dirección a su coño y me excité más y más. Sentí una imperiosa necesidad de decirle cosas obscenas y luché en vano contra ese ímpetu.

-Siempre me he preguntado cómo sería el coño de mi hermanita, le dije al oido en un tono lascivo.

Oh perdóname, perdóname.

Rápidamente me quité la ropa, quedándome desnuda, y situándome detrás de ella. Con mis pezones movíendose por su espalda, empecé a masajear circulamente los labios exteriores de su coño con la derecha mientras con la izquierda le trabajaba el pezón izquierdo, y entonces sentí que su respiración empezaba a ser más intensa. Oh Dios, la estoy excitando. Sí cariño, sólo déjate llevar y acabará pronto, me dije. Si disfruta no puede ser tan malo, me dije también. Extrañamente, me hizo despertar un morbo por lo que estaba haciendo.

-Inclínate sobre el respaldo del sofá, ordenó Alfredo.

Mi hermana obedeció al instante, quedando con las piernas abiertas y dejando una vista excepcional de su hermoso coño y ano.

Como arrastrada por una marea, me arrodillé y comencé a lamer por primera vez en mi vida un clítoris, el de mi hermana nada menos. Podía sentir cómo mi hermana gemía más y más y se empezaba a contonear. Le introduje un dedo en la vagina, luego dos, luego tres.

-¿Te gusta zorra? le dije sin poder evitarlo.

-Mm..mmm..., gimió por la mordaza.

Al poco comenzó a gemir más y más fuerte hasta que de un brusco movimiento de cadera se corrió en mi boca mientras yo intentaba prolongar su orgasmo con la lengua y los dedos.

Cuando se calmó un poco, Alfredo aplaudió.

-Bien, muy bien señoritas, veo que sois una familia de putas. Ya puedes quitarte la mordaza, zorra número 2.

Ella se quitó la mordaza con manos temblorosas. Estaba sudando y podía sentir el olor de su coño. Un poco más dulzón que el mío. Para mi horror, descubrí que me gustaba.

-Tumbaros en la alfombra, las dos boca arriba, rodilla flexionadas y abiertas.

Obedecimos. Mi hermana todavía no comprendía muy bien la situación. La miré con impotencia.

El Amo se acercó a nosotros. Estaba desnudo y empalmado. Se puso de rodillas y empezó a acariciarnos nuestros coños con cada mano, usando su poder al mismo tiempo para ponernos supercachondas.

Conforme me acariciaba me sentía más y más caliente. Mi mente se llenaba de puro deseo sexual y poco a poco mi parte animal se fué adueñando de mí. Gemía y me retorcía como una bestia, y mi hermana también lo hacía. El Amo dejó de acariciarnos y acercó su magnífica polla a nuestras caras. Inmediatamente nos pusimos a lamerla y a chuparla por turnos, empujadas por un fortísimo deseo. Mis manos ociosas buscaron ocupación pronto. Una volvió a sobar las bellísimas tetas de mi hermana, mientras que con la otra me masturbaba brutalmente. Mi hermana estaba lamiendo con entusiasmo las pelotas de mi Amo y yo me metía su preciosa verga lo más adentro que mi boca me permitía. Me imaginaba que su verga me entraba por mi garganta y me salía por el coño, dándome placer por todo el cuerpo.

El Amo se puso de pie y sin miramientos me levantó y me conminó a ponerme encima de mi hermana, mi boca en su coño y la suya en el mío. Empezamos a lamer dándonos un placer increíble mutuamente. A estas alturas era vagamente consciente de lo que hacía. Sólo tenía la breve noción de que me arrepentiría de lo que estaba haciendo, como cuando una hace locuras borracha.

Mientras mi hermana me lamía el clítoris con una maestría que rayaba lo soberbio, el Amo me penetró por primera vez.

Lancé un grito de placer inesperado. Su embestida fue imprevista y brutal, pero no dolorosa. Mi coño estaba totalmente abierto. Él me penetraba mientras mi hermana me excitaba el clítoris.

Un cúmulo de deseos se me agolpaban. Penétrame, pégame, átame. Quiero miles de vergas, todas para mí. Quiero vivir en una película porno. Quiero tener un haren. Ahh..no voy a tardar en correrme. No voy a...

-Aaaaaahhhhhhh....

Me corrí fuertemente, aplastando mi clítoris, mi coño, y la polla del Amo sobre la cara de mi hermana. Me agarré con tal fuerza a sus piernas que la hice sangrar con mis uñas. A ella no pareció importarle lo más mínimo.

De un empujón el Amo me tiró a la alfombra. Yo lo miré como un animal en celo, dispuesta a todo por ser follada una vez más.

El Amo cogió a mi hermana y la puso de rodillas, metiéndole la verga en la boca. Ella chupó maravillosamente bien mientras yo me masturbaba viéndolos, con envidia. Al poco, el Amo se corrió en su boca, tragándose todo su precioso semen y lamiendo los restos como si fuera una golosina.

Pero yo todavía estaba muy caliente, aún estaba en ese estado de trance que se tiene cuando se está muy excitado, pero multiplicado por mil. El Amo cogió la bolsa que había en el suelo y le dio la vuelta, dejando caer una amplia gama de vibradores y consoladores de todo tipo. Las dos nos lanzamos a por ellos como si fueran billetes y nos pusimos a jugar.

No fui consciente del tiempo que pasamos mi hermana y yo introduciéndonos consoladores de todo tipo por todos los agujeros conocidos hasta que el Amo nos ordenó que paráramos. Entonces nos miramos ella y yo y la vergüenza nos subió a la cara. Nos tapamos el cuerpo con las manos mientras nos recogíamos en posición fetal. El coño y el culo me dolían horrores, y también la lengua.

-De pie, ordenó.

Nos pusimos de pie. Las dos con las manos en la entrepierna, doloridas. Mi hermana además se tapaba los pechos con la otra mano. Yo ya me había resignado a no contrariarle.

-Tu hermana es más guapa que tú desde luego.

-Sí Amo.

-Ve y prepáranos la cena. Tú siéntate conmigo en el sofá. Necesito tocar algo mientras veo la tele.

-Y...yo..., empezó a decir mi hermana, mientras sus pies la llevaban al sofá.

-Cállate.

Se quedó callada de repente, y recordé la sensación que tuve cuando me lo ordenó ayer. Parecía que habían pasado siglos desde entonces. Angustiada, me fuí a preparar la cena.