La humillación de Ligia (IX)

Segunda noche con Ligia, y segundo sueño, que continúa la fantasía de microfilia del primer sueño.

Segunda noche

Me obligó mentalmente a recoger la mesa. Yo estaba físicamente destrozada, no sólo por el cansancio extremo que acumulaba, sino por los tremendos azotes que me había dado mi hermana, que me habían dejado sin fuerzas en las piernas. Estar de pie se me hacía un suplicio, no digamos andar cargando con la bandeja de la cena.

-Muy bien, esclava, mañana lo fregarás, ahora andando arriba.

Igual que anoche, tuve que subir las escaleras a cuatro patas, porque mis piernas por sí solas no tenían fuerza suficiente.

Me ordenó que hiciera mis necesidades y así lo hice. Me lavé los dientes con la pasta que escupió de lavarse él, al igual que ayer. Y al igual que ayer, el muy cabrón (AmoAmo) me obligó a lavarme con agua fría, lo cual por lo menos, me hizo recobrar algo de fuerza en las piernas.

-Mientras yo me ducho, ve haciendo la cama, aún está sin hacer, puta.

-Sí, amo.

Una vez terminé de hacer la cama, me dispuse a acostarme, pero al instante me quedé petrificada: No me había dicho que podía hacerlo. ¿Qué hacía? Decidí quedarme de pie, muerta de miedo a la espera de que viniera.

Cuando apareció, desnudo, pasó a mi lado sin mirarme y se metió en la cama, acomodándose en el centro. Yo esperaba, invadiéndome el pánico. No aguantaría otra noche como la anterior, estaba segura.

Me miró durante lo que pareció una eternidad, hasta que por fin me habló:

-Bien, esclava, ¿crees que hoy te has ganado el derecho a dormir en la cama?

-Creo...creo que sí, Amo, he sid...

-¡¡Meeeec!! ¡¡Error!! No te puedes haber ganado el derecho porque una esclava nunca tiene ningún derecho. Soy yo el que decidirá si puedes dormir en la cama y nada de lo que hagas puede obligarme a cambiar mi opinión. ¿Has entendido puta?

-Sí..sí Amo.

-Sin embargo, como hoy me siento generoso, vamos a hacer un juego. Se llama el juego de las preguntas y las respuestas. Yo te haré 3 preguntas, y si me gustan las respuestas que me des, te dejaré dormir en mi cama. ¿Vale, zorra?

-Sí Amo.

-¿Quién eres tú?

Mi mente empezó a pensar rápidamente. ¿Quién era yo? ¿Qué quería este cabrón (AmoAmo) escuchar? Piensa Ligia. Dí lo primero que se te ocurra, dí cómo te sientes ahora.

-Soy tu esclava Amo. Yo te pertenezco y puedes hacer conmigo lo que quieras.

-Sigue.

-To..todo lo que teng...todo lo que tenía antes de ser tu esclava ahora es tuyo Amo. Cualquier castigo que me inflinjas me lo merezco Amo, porque soy de tu propiedad.

Alfredo se me quedó mirando, con un semblante imparcial. Por un momento temí que dijera que mi respuesta no le había gustado, pero pasó a la segunda.

-¿Qué tienes entre las piernas?

Estuve a punto de decir, "Tengo mi coño" pero tantos posesivos me pusieron sobre alerta. No, yo no tenía nada. Todo era suyo. Bien Ligia, te estás poniendo bien en el papel que él quiere. Hoy vas a dormir.

-Yo no tengo nada, todo mi cuerpo es vuestro. Entre las piernas está el coño de vuestra esclava, para que hagas con él lo que quieras, Amo. Puedes...puedes penetrarlo cuantas veces queráis.

-Sigue.

-Es..es un coño al que le gusta ser de vuestra propiedad, porque sois un magnífico Amo para él. Le gusta todo lo que le hacéis.

Soltó un bufido de aburrimiento. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y estuve a punto de echarme a llorar, pero la tercera pregunta me sacó de mi trance.

-¿Por qué quieres dormir en mi cama?

¿Que por qué...? ¡¡Mierda, porque quiero dormir, por eso!! Vamos, no le digas eso, Ligia, piensa, vamos a ver, eres su esclava...

-Quiero dormir cerca de vos, Amo, para poder estar disponible para cualquier deseo que tuvieráis. El sentirme a vuestra completa disposición me hace ponerme muy cachonda, en un estado de calentamiento permanente. Me hace feliz, Amo.

El Amo me miró muy serio, durante lo que me pareció una eternidad, hasta que dejó esbozar una leve sonrisa.

-Está bien, puta, te has ganado un pequeño sitio en mi cama.

¡¡¡Gracias a Dios!!!

-¡¡Gracias, Amo!!, sin poder reprimir las lágrimas.

Me metí en la cama y la sensación de estar tumbada y tapada me indujo un sopor instantáneo. Unos segundos más y me quedaría dormida.

-Hazme una mamada.

-Sí Amo.

Está bien, Ligia, me dije mientras mi cuerpo se movía a cumplir su orden. Sólo una cosa más y podrás dormir. Hazlo bien, se correrá pronto y podrás dormir.

Comencé a chupársela lo mejor que pude. Puse especial énfasis en las partes más sensibles. Se había corrido una vez hoy, si no recuerdo mal. No creo que tarde mucho. Parezco una puta que quiere acabar pronto con un cliente, pensé.

-Se me ha ocurrido otro juego, dijo, se llama "No me rompas el corazón", jajaja. Voy a hacer que tu corazón vaya latiendo más y más rápido. Si haces que me corra antes de que tengas un infarto, ganas, así de sencillo.

¿¿Qué?? No podía hacer eso. Sí, sí que podía. Oh, mierdamierdamierda, chupa Ligia chúpasela, vamos, con todas tus ganas.

No bromeaba. Noté que mi respiración empezaba a agitarse, que no me llegaba suficiente aire a los pulmones. Me toqué el corazón. Estaba latiendo muy rápido. Me sentía muy agitada. Chúpasela Ligia, vamos.

Empecé a mover la cabeza arriba y abajo mientras mi lengua se enroscaba en su polla, concentrándome en darle el máximo placer.

-Agghh...

Paré un momento para tomar aire. El pecho empezaba a oprimirme. Mi corazón latía como no lo había hecho nunca. Y seguía aumentando. Si sentí un ataque de pánico, quedó enmascarado por la agitación que sentía.

Mi cuerpo subió un nivel más. Era un globo a punto de explotar.

Me costaba horrores concentrarme en la mamada, pero tenía que hacerlo si no quería morir. Morir. Morir. Haz que se corra y vivirás.

Sus caderas empezaron a moverse arriba y abajo. ¿Se iba a correr? Porfavorporfavorporfavor...

Mi respiración se cortó de repente. El pecho me aplastaba y empecé a sentir dolor en el brazo izquierdo. Quierovivirquierovivirquie...

Un chorro de semen penetró mi boca y me despojó de todo dolor como si hubiera bebido del Santo Grial. Tragué con avidez y relamí cualquier resto con extrema gratitud, sabiendo que acababa de salvar mi vida. Me toqué el pecho, mi corazón empezaba a normalizarse.

-Muy bien, mi putita. Me he divertido mucho con este juego, ¿y tú?

-S....sí, Amo, dije.

Mi cuerpo estaba al límite. Apenas recordaba dónde estaba. Permanecer consciente era un milagro.

-Puedes dormir, esclava.

-Gracias, gracias, Amo, gracias, gracias.

Apenas toqué la cabeza con la almohada, me sumí en un profundo sueño.

El segundo sueño

Me encontraba de nuevo reducida al tamaño de una muñeca, metida en una jaula para hámsters. Mi dueño coge la jaula por el asa y con naturalidad me lleva hasta el salón. Me agarro asustada por los bamboleos. Me deja en el suelo, abre la puerta, deslizando con su dedo un seguro que yo no podría mover ni aunque la vida me fuera en ello. Abre su mano con la palma hacia arriba, una señal que, como buena mascota, debo conocer. Sin hacerle esperar, salgo de la jaula y me acomodo todo lo que puedo en su palma. Levanta su mano y la aceleración me agita todos mis órganos. Me acerca a su gigantesca cara y me mira fijamente. Su enorme mirada me envuelve toda. Me siento más desnuda que nunca, a pesar de que no he tapado mi cuerpo desde que mi dueño me capturó.

Pasado unos momentos, me deja en la mesa del salón, donde está la cena. Una escudilla de plástico de juguete, vacía, es donde yo debo comer. El amo empieza a comer. Ver y oir masticar una boca tan grande me hace despertar un terror instintivo a ser devorada. Aunque no quiero, no puedo evitar imaginar cogiéndome con dos dedos y metíendome entera en su enorme boca, cerrándola y sumiéndome en su húmeda oscuridad, aplastándome con su lengua y machacándome con sus dientes. Nunca me acostumbraré a esto.

Mi dueño escupe algo de la cena en mi escudilla. Rápidamente, le doy las gracias y me dispongo a comer. De rodillas y con las manos cruzadas detrás. Una de las muchas reglas de comportamiento que debo obedecer si no quiero ser castigada otra vez.

De vez en cuando, me acaricia la espalda con su dedo, aunque para mí es bastante más brusco que eso. Debo luchar para mantener el equilibrio y no defraudarle.

Cuando termina la cena, me coge con su mano y se tumba en el sillón, desnudo. A mí me pone al lado de su pene. Ahora mismo, en estado de reposo, es casi tan grande como yo. Pone una película y empezamos a verla. Presto atención. Una vez me hizo preguntas sobre la película que vimos el día de antes y me castigó por fallar una.

Apenas llevamos 20 minutos de película y noto cómo su polla empieza a crecer. Chúpamela, me ordena. Sí Amo, le digo complaciente.

Me monto sobre su polla agarrándome con las piernas como si fuera un caballo y con mis cuatro extremidades le intento masturbar lo más enérgicamente que mi pequeño cuerpo me permite mientras paso mi lengua y mi boca por su glande. Debo esforzarme mucho para que él sienta algo. Mis buenos castigos me he llevado por no complacerle y mi dueño puede ser muy cruel cuando se enfada.

Necesitas lubricación, insecto, me dice. Con su mano me coge y me mete en su boca antes de que me de cuenta. El terror me corta la respiración. Durante 3 larguísimos segundos estoy en una cueva oscura y húmeda, dando vueltas, siendo manipulada por una masa enorme que es su lengua. Me escupe, y salgo disparada rodando varias veces sobre su barriga. Intento incorporarme, llena de dolor. Él se ríe. Me ordena que siga, antes de que me castigue. Intentando no perder el equilibrio, me subo otra vez a su enorme polla y vuelvo a mi trabajo. Aún estoy dolorida y aturdida por el episodio de la boca, pero no puedo permitirme otro castigo.

Al cabo de poco, empiezo a quedarme sin fuerzas. Es como intentar domesticar un caballo salvaje. No puedo más y mi ritmo va bajando. Mi dueño me grita que vaya más rápido, y me azota en el culo con su dedo índice.

Grito y grito de puro dolor y la adrenalina empieza a fluir de nuevo, cogiendo más velocidad. Para mi alivio, noto que su pene se pone tenso, y unos espasmos empiezan a moverlo. Abro mi boca delante del agujero para tragar todo lo que pueda, como tenía ordenado, y mi dueño y señor eyacula.

Claro está, para mí no es una eyaculación normal. Con la primera ráfaga lleno mi boca sobradamente, derramando la práctica totalidad fuera, y empujándome atrás por el impacto. Esta vez, supongo que por el agotamiento, me caigo delante de su polla sobre el charco de semen que se había formado en su barriga, cubriéndome totalmente de su líquido blanco.

Pasados unos segundos me mira y se ríe. Me dice que me sienta muy bien ese vestido y que me dejará con él puesto hasta nueva orden. Me ordena lamer y tragarme algunos restos de semen que había desperdigados por su cuerpo. Después me coge con dos dedos con asco y me deja en el suelo, ordenándome que vuelva a la jaula, mientra él vuelve a ver la película, ignorándome.

Ando cojeando y cubierta de semen hasta la jaula, sin mirar a ningún otro lado, ni pensar por un instante en escapar a pesar de que él no me presta atención. No tenía escapatoria. ¿A dónde iba a ir? Era suya. Esta era mi vida ahora y no había absolutamente nada que pudiera hacer. Entro en mi jaula y me tumbo en mi camastro de algodón, con la puerta abierta pero sin plantearme salir. Completamente rodeada del olor a semen, en mis sueños, me quedo dormida.