La humillación de Ligia (IV)
Esta parte no tiene sexo, sólo una pequeña sesión de castigo para Ligia
Primera noche
Alfredo se metió en mi cama, de tamaño matrimonio, y se acomodó en el centro. A mí me tenía atrapada mentalmente de pie, mirando.
-Dime, esclava, ¿te gustaría dormir en la cama?
-Sí amo.
-¿Cómo te sientes?
-Me siento muy cansada, amo. Estoy completamente agotada. Por favor, te lo suplico amo, déjame meterme en la cama contigo.
-Jeje, veo que vas aprendiendo a ser una putita mimosa. Yo también estoy cansado, y ya es hora, dijo bostezando
Su rostro cambió a un semblante teatralmente apenado.
-Pero me temo que tengo que castigarte por lo de antes. No está bien desobedecer al amo cuando éste no te está controlando. Es de muy mala educación.
-Lo siento amo, dije, empezando a llorar de nuevo. No...no pude contenerme. Te prometo que no volveré a hacerlo nunca más, te lo prometo.
-Te creo, mascotita, te creo. Pero es mi deber castigarte- dijo, falsamente apenado- Me temo que esta noche estás castigada sin dormir...
-N..no..por favor.
Sentí una punzada en mi cabeza. Sabía que, a pesar del cansancio y sueño extremo que tenía, sería totalmente incapaz de dormirme. La desesperación me inundó cuando me ví con toda la noche, y quizá, el día siguiente, por delante.
-Son las 11 de la noche, dijo Alfredo. Quiero que me despiertes a las 8:30 con un suave masaje en mis huevos seguido de una mamada. Y esta vez quiero que lo tragues todo. ¿Entendido, mascota?
-Sí amo.
Alfredo me miró fijamente. La presión mental aumentó. Por un momento sólo existía él y sus órdenes. Todo lo que él me dijera sería cumplido.
-Mientras tanto, quiero que bajes al salón, cojas un cuaderno y un bolígrafo y escribas toda la información personal y secreta tuya que se te ocurra: contraseñas, números de cuenta. Quiero que me hagas un informe de todas tus posesiones, una lista de todos tus amigos y familiares con una descripción física de todos. Busca una foto de cada uno de ellos y la pones en la lista. Quiero que escribas una breve biografía tuya, con los aspectos que creas que más me puedan interesar. ¿Has entendido, coño con piernas?
-Sí amo, dije, con los ojos muy abiertos. Apenas pude parpadear ni respirar mientras me introducía las órdenes en la mente como si fuera un puto ordenador.
-Cuando termines todo eso, vas a escribir "Soy una puta miserable que merece ser castigada" hasta que sean las 6 de la mañana. Luego ponte a hacer aerobic. Busca en internet vídeos. Quiero que te esfuerces al máximo. A las 8:28 puedes parar y subir a despertarme. Por supuesto, permanecerás desnuda hasta que yo te ordene otra cosa. ¿Has entendido?
-Sí, amo.
-No te preocupes, ésta sólo es la primera noche. Pronto te acostumbrarás a tu nueva vida.
-Sí, amo.
-Ahora vete, puta, déjame dormir. Y no hagas ruido. Si me despierto por tu culpa, lo lamentarás.
-Sí, amo, dije, saliendo de la habitación con las órdenes del monstruo resonando en mi mente.
Abajo el salón estaba frío. Gracias a Dios no me había prohibido poner una estufa. Cerré todas las puertas posibles para no despertarle con cualquier posible ruido que hiciera y me dispuse a mis tareas. Cogí un cuaderno que recién empecé para apuntar recetas, arranqué las pocas hojas que tenía escritas y comencé a escribir lo que me había pedido.
Cuando llevaba 3 horas escribiendo la mano me dolía horrores, pero no podía parar. Mi mente me lo prohibía tajantemente. El dolor punzante que iba subiendo gradualmente no le importaba lo más absoluto a mi cerebro, que sólo pensaba en complacer los deseos del monstruo (del amo, del amo, del amo).
Cuando llegué al apartado de mi biografía, mi mente ya tenía bien claro qué aspectos eran los más interesantes para él: Mis miedos más profundos, mis cosas más personales, mis secretos que nunca he contado a nadie. No escribí que tenía un máster en finanzas, pero sí que a los 8 años ví a mis padres haciendo el amor y al día siguiente se lo conté a una amiga del cole y aprendí para qué servía la verga de los hombres.
Cuando por fin terminé mi biografía, me pedí mentalmente un descanso de un minuto por lo menos para mi pobre mano, pero mi mente se había convertido en mi más cruel carcelera. Enseguida me ví obligada a escribir una y otra vez la letanía que me había ordenado
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Continuamente miraba el reloj. Eran las 4:38 de la mañana.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
La mano me temblaba del dolor agudo que sufría, pero a pesar de eso la letra salía sorprendemente legible.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Las 5:56 de la mañana.
4 minutos más Ligia, aguanta.
¿Y luego qué? ¿El puto aerobic? Por lo menos tu mano dejará de escribir.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
Soy una puta miserable que merece ser castigada.
A las 6:00 en punto solté el bolígrafo con una mueca de dolor que intenté no convertir en grito por miedo a despertar al amo.
Sin perder tiempo, me ví levántandome de la silla y andando hacia el ordenador, buscando en internet vídeos de aerobic. Usé la mano izquierda, porque la derecha la tenía totalment entumecida ahora que estaba libre de la esclavitud del poder del amo.
Puse el volumen lo más bajo que yo pudiera oirlo y empecé a moverme, imitando los pasos que veía en el vídeo. Sobra decir que a estas alturas cada movimiento me suponía una agonía. Sólo el mantener los ojos abiertos ya me resultaba agotador, y ahora estaba dando saltos y vueltas y brazos arriba y abajo...yo me veía impulsada a hacerlo lo más enérgicamente posible, por orden del amo. Cuando quería, ese maldito monstruo podía dar órdenes muy fuertes. Me pregunté, mientras daba saltos laterales bamboleando mis pechos, hasta qué punto podría controlar las mentes de otras personas.
Otra vez el reloj. Las 6:23. Sólo llevas 23 minutos de aerobic. Te quedan 2 horas y 5 minutos. No pienses en eso. Sólo obedece, déjate llevar, a lo mejor es más fácil así.
Y una mierda era más fácil así. No lo era en absoluto. Las 6:43. Las 6:56. Venga, intenta no mirar hasta las 7:10 por lo menos. No lo consigo.
Una ola de desesperación y de profunda ansiedad empezó a inundarme. No puedo no puedo no puedo, empecé a pensar mientras bailaba y saltaba y me agachaba y daba vueltas. Basta por favor, no lo resisto, quiero terminar con todo, ¿cómo puedo matarme? No puedes Ligia, no puedes, tienes que obedecer. Eres su esclava, su mascota, su puta. Tiene un poder terrible sobre tí. Más que cualquier otro en la historia. Las 7:48. Ay, parece que el tiempo ha pasado un poco más rápido ahora.
Se acabó el vídeo que estaba viendo. Lo puse de nuevo inmediatamente y volví de nuevo al baile. Al alejarme del ordenador después de pulsar el botón, resbalé y caí dolorosamente en el suelo, percatándome de que estaba totalmente empapado de sudor. De mi sudor. Yo misma estaba como si hubiera salido de la ducha. Jamás había sentido tanta extenuación en mi vida. Si pudiera me tiraría 3 días durmiendo.
Mientras bailaba y ejercitaba los tríceps, los cuádriceps, los glúteos, y todo el cuerpo me dolía horrorosamente, una idea empezó a fantasear en mi cabeza: yo me acercaba a él y le despertaba con la mejor mamada que pudiera realizar una mujer a un hombre, mejor de lo que él me pudiera ordenar jamás. Y yo le juraba obediencia eterna, y ser su esclava para siempre, y hacer todo lo que él me pidiera sin tener que malgastar su poder, si me dejaba dormir, sólo eso, dejarme dormir.
Por favor, amo, empecé a hablar sola y a sollozar sin darme cuenta. Soy tu esclava, soy tuya, te pertenezco. Por favor, necesito dormir. Por favor, amo.
Miré el reloj, ¡¡las 8:26!! ¡¡Sí, lo vas a conseguir, Ligia!! ¡¡2 minutos!! ¡¡2 putos minutos y serás libre de esta mierda de aerobic!! ¡¡1 minuto!! Vamos...vamos...
En cuanto el reloj marcó las 8:28 apagué el ordenador, reprimiendo un deseo de darle una patada, que tampoco hubiera podido darle del cansancio que sentía y comencé a subir las escaleras. Tuve que subirlas a cuatro patas porque no era capaz de subir el peso de mi cuerpo por ahí utilizando sólo mis pobres piernas. Empecé a asustarme, al pensar que 2 minutos no serían tiempo suficiente para llegar hasta el dormitorio. Vamos Ligia, vamos.
Por fin llegué arriba. Abrí la puerta con manos temblorosas. Allí dormía mi amo, plácidamente. Me dieron ganas de gritar hasta que explotara mi cabeza. En vez de eso, me introduje debajo de las mantas dispuesta a despertarla, sumisa como una mascota.