La húmeda historia de mi vida
Aquel día me cambio la vida, con algo tan simple y natural, pero sin embargo tan lleno de sensaciones nuevas. No pude más, tenía demasiada presión, y se me escapó un poco de pis, aquello desencadenó que no pudiese pararla, y empecé a notar como iba mojando mis braguitas y como la mancha se empezaba a notar en el pantalón también.
LA HÚMEDA HISTORIA DE MI VIDA
Aquel día me cambio la vida, con algo tan simple y natural, pero sin embargo tan lleno de sensaciones nuevas.
Acababa de cumplir mi mayoría de edad hace una semana y estaba muy contenta con mi nueva condición de mujer adulta, que puede hacer lo que le apetezca, enfocar su vida por el camino que decida. Iba vestida con mi ropa de diario, con mis vaqueros favoritos y un top de manga corta, algo muy cómodo pero sin embargo con un toque sexy.
Habíamos quedado el grupo de amigos para pasar un día de esos en los que no pisas tu casa, hablando, divirtiéndose... Primero fuimos a comer al burguer, estuvimos comiendo y bebiendo, empecé a tener ganas de mear pero me aguanté, como hago siempre, porque no tengo problemas en aguantarme y no me gusta estar yendo todo el día al baño.
Más tarde fuimos al cine, allí mis ganas de orinar aumentaron y estuve más de la mitad de la peli más pendiente de mí que de la pantalla, decidí aguantarme al menos hasta que terminara. Cuando salimos del cine dijeron de ir a casa de un amigo que estaba solo en casa, pensé que si había aguantado tanto no me costaba aguantar un poco más y hacerlo en su casa.
Me equivoqué, andaba cada vez más lenta, quedándome atrás en el grupo, hasta que llegó un momento a mitad de camino, en el que me quedé quieta, paralizada en medio de la calle, mientras los demás seguían andando sin darse cuenta de que me quedaba atrás. No pude más, tenía demasiada presión, y se me escapó un poco de orina, aquello desencadenó que no pudiese pararla, y empecé a notar como iba mojando mis braguitas y como la mancha se empezaba a notar en el pantalón también. Estaba roja de vergüenza, paralizada por completo, en ese momento cualquiera que me mirase notaría lo que me estaba sucediendo, uno de mis amigos, Luis, se dió la vuelta porque me echó en falta, y me vió, me miró los pantalones, y luego me miró a los ojos, lo miré a él, en su mirada no había sorpresa, ni reproche, había algo de comprensión, incluso de cariño, una mirada que nunca antes había visto en él. Como si fuese una cadena empezaron a darse la vuelta todos y cada uno de mis amigos y amigas. Todos me miraron los pantalones, y luego miraban mi cara, al principio no dijeron ni hicieron nada, me sentía tan observada, tan avergonzada que no pude hacer otra cosa que empezar a temblar ligeramente mientras miraba al suelo.
Alguno y alguna se reía, intentando controlarse con la mano delante de la boca, se reían de mí, me sentí tan mal en ese momento, tenía el corazón a un ritmo frenético, y mi cabeza no paraba de pensar mil cosas. En ese momento empezaron a caer lágrimas de mis ojos, aunque no lloraba, simplemente resbalaban, caían, estaba demasiado nerviosa para llorar, sentía rabia hacia mí misma, me avergonzaba como nunca antes en la vida me había avergonzado de mí. Al verme así, totalmente decaída y derrotada, empezaron a acercarse a mí y a dirigirme palabras de consuelo, intentaban hacer que me sintiera mejor, con frases que me sonaban a frases hechas, "no pasa nada", "le puede pasar a cualquiera",...
Se pusieron a mi alrededor, querían "escoltarme" hasta la casa donde nos dirigíamos, me protegían de las miradas, al fin y al cabo, eran mis amigos y me querían. Yo seguía cabizbaja, durante todo el camino no miraba otra cosa que el suelo, no quería darme cuenta de sí me miraban o no, quería huir de cualquier mirada, fuese amiga o desconocida.
Al llegar, Luis no me dejo ni un momento y se ocupo de mí, me preparo el baño, me dio ropa limpia y me dijo que no me preocupara de nada. Hice todo, sin decir ni una palabra. Cuando estuve lista, hable con él, para decirle gracias, y que me volvía a casa. Salí por la puerta, sentí alivio de no volver a verlos después de salir del baño.
Cuando llegué a casa me sentí bien por primera vez después del "accidente", me tumbé en mi cama y me puse a pensar, al rato sonó el móvil, me llamaron mis dos mejores amigas, pero les colgué el teléfono, también me llamó Luis, a el colgué el teléfono un par de veces, pero como seguía insistiendo, a la tercera llamada se lo cogí. Me preguntó si me encontraba bien, y porque no había cogido el teléfono antes, le dije que no me apetecía hablar con nadie pero que agradecía que se preocupase de mí.
Pasaron los días, días solitarios para mí, prefería no ver a nadie, retrasar en momento en el que volver a hablar con mis amigos. Aquella experiencia había cambiado mi vida, pero aún no sabía de que manera. Ahora cuando recordaba esos momentos, no volvía a sentir lo que sentí en aquel momento, sentía otra cosa, sentía excitación. Mi mente había asociado aquellos momentos de estrés y vergüenza con el placer sexual, y la verdad, no me sentía mal de que eso hubiese pasado, al contrario, me gustaba, y cada vez más.
Empecé a masturbarme habitualmente pensando en eso, y en situaciones así. De aquello pase a masturbarme en la ducha, mientras me hacia pis, a tocarme cada vez que iba al baño a orinar, incluso a hacerlo con la misma ropa que llevaba aquel día, con mucho cuidado para luego lavarla yo misma y que mi madre no lo viese.
Un día se presento Luis en mi casa sin esperarlo, al abrirle la puerta me dijo que seguía preocupado porque ya no salía con ellos y que venía a hacerme una visita porque me echaban de menos. Me dió una rosa y una caja de bombones, y me sentí genial, era tan mono, y no me había dado cuenta antes. Le invité a pasar y nos pusimos algo de beber, estuvimos hablando un rato de cosas sin importancia, cuando empecé de nuevo con el tema lo avergonzada que estaba de que me viesen así me hizo callar, se acerco a mí y me dió un beso en los labios, seguido de un beso más profundo aún, me dejé llevar, y me gustó más de lo que esperaba.
Seguimos besándonos un largo rato, no quería despegarme de él, me sentía de maravilla, me cogió en brazos y me llevó hasta mi habitación, donde me tumbó en mi cama, se puso encima de mí mientras seguía besándome. Empezó a desnudarme despacio, mientras me acariciaba y me besaba el cuerpo, estaba muy excitada, y quería que me hiciera suya. Después él se desnudó rápidamente, quedando desnudo encima de mí, notaba su cuerpo y me excitaba aún más, mientras el no dejaba de besarme y tocarme sin descanso.
Bajó hasta mi entrepierna, y empezó a lamerme, lo hacía de una manera increíble, con su lengua inquieta, tan húmeda y tan caliente me hacía tocar el cielo, levantó su mirada y me dijo mirándome a los ojos, "dejaté llevar cielo" seguido de un inesperado "puedes hacerte pis si quieres" con una sonrisa en su cara mezcla de un poco de malicia y mucho deseo. Aquella frase me dejó paralizada pero tremendamente excitada, junto al hecho de que su lengua no parecía cansarse nunca, me dejé llevar como él me había dicho, y empecé a orinarme lentamente, lanzando chorritos a la vez que mis jadeos y gemidos se dejaban oir por toda la habitación, y mi respiración agitada y acelerada controlaba el ritmo de mi descarga... A Luis no le parecía importar en absoluto, al contrario parecía gustarle y no retiró su boca de mi cuerpo ni un momento mientras yo me hacía pis, su lengua pasaba por encima, cortaba los chorritos y al poco de terminar de hacer pis no pude evitar venirme en un grandísimo orgasmo, como nunca antes lo había tenido.
Seguidamente se puso sobre mí, y con su miembro tremendamente duro, lo notaba sobre mi vientre, me dió un beso profundo, lo abracé fuerte, mientras su pene buscaba mi coño, y su búsqueda me hacia volver a sentir una excitación mayor aún. Cuando encontró esa zona que tanto ansiaba empezó a introducirlo lentamente hasta que estuvo todo en mi interior, donde permaneció unos segundos inmóvil, sintiendo nuestras palpitaciones. Después empezó a moverlo, a penetrarme, acelerando como lo hace un tren al salir de la estación, cada vez más deprisa y con más brusquedad, yo ya no podía pensar, solo me dejaba llevar y sentía aquel pene caliente y duro que no dejaba de moverse. No pude evitar ni retrasar venirme en otro orgasmo bestial, que él sintió como propio y lo llevo a sacar su pene de mí y a correrse de manera brutal sobre mi vientre y mi pecho mientras rozaba su pene y sus huevos peluditos sobre mi entrepierna y mi vientre.
Quedamos abrazados, descansando y amándonos, viviendo el sueño conjunto que reinaba en nuestras mentes. Un sueño hecho realidad.
Dedicado a Laura.
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