La huida
Su padre y el hermano, al cumplir la edad de consentimiento la follaron y entregaron a otros por dinero para que lo hicieran sin pensar si a ella le gustaba ese mundo, del que disfrutó hasta que...
Andrés se hizo un esguince y tenía una pierna inmovilizada; fui a comprar al pueblo con la bici y al regresar oí una voz familiar que me asustó; llegue al patio cubierto por el emparrado y allí estaba Rodrigo, charlando amigablemente con él y mirando ambos un álbum; al verme Andrés exclamo.
— ¡Mira quien ha venido! Tu primo Rodrigo.
Me quedé helada y tardé unos instantes en reaccionar; me acerque a él y lo besé en las mejillas tratando que no se me notara la repulsión que me causa su sola presencia; respondió al saludo y me preguntó cómo estaba.
Hable con la mayor naturalidad de que fui capaz aunque no recuerdo que dije; al rato me interrumpió Andrés.
— Como ha de hacer unas gestiones por la zona le he dicho que ni se le ocurra buscar alojamiento; quiero que se quede con nosotros y no hay discusión al respecto; además, ha traído un álbum de fotografías que no tiene precio, apareces con trenzas y me encanta mirarlo. ¡No tienes ninguna foto antigua!
Era cierto, al escapar rompí con todo y no quise conservar nada de aquella época; en estos casi dos años había conseguido comenzar a dormir bien y olvidar en parte esas cosas tan desagradables que viví en el pasado y Rodrigo apareció para recordarlas. No podía echarlo de nuestra casa sin consecuencias; la menor y poco probable, tener que explicarle a Andrés mis motivos y la otra y casi segura, que me llevara con él a la fuerza; trataría de convencerlo para que hiciera como si no me hubiera encontrado aunque sería difícil; así que respondí resignada.
— Muy bien; le prepararé una habitación pero ahora vamos a comer; he dejado en el horno un asado que ya debe estar y es mejor comerlo antes de que se reseque.
Con la ayuda de las muletas Andrés entró en la casa y cargada con las bolsas le seguí; Rodrigo no perdió la oportunidad de chafarme una teta que agarró desde atrás pegándose a mí, murmurándome al oído.
— ¡Quiero follarte! Eres la mejor puta que conozco y lo sabes.
Era cierto; desde los dieciséis años había sido su puta, la suya y la del padre de ambos, así como de todos aquellos a los que esos dos degenerados la ofrecieron cada vez a cambio de más dinero; los regalos que recibía la mantenían ilusionada y no pensaba en lo que hacían con ella.
La primera vez, que gran decepción. Como todas las chicas de su edad, pensaba que aparecería un “príncipe azul” que la enamoraría y la llevaría por una senda cubierta de flores a un lugar maravilloso donde le haría el amor delicadamente, pero la realidad fue otra muy distinta. Tanto su padre como su hermano llevaban meses manteniendo juegos sexuales con ella, se hacían masturbar y a ella la masturbaban teniendo gran cuidado de no romper el himen, pero eso no les impedía gozar de su prieto culo una y otra vez; recordaba cuando en presencia del padre Rodrigo le propuso un juego.
— Te daré esta consola si consigues con tu boca que me corra, y si evitas que caiga nada al suelo, te compraré ese vestido que vimos ayer.
En aquella época disfrutaba demostrando que podía hacer lo que me pidieran sin problemas. Recuerdo que agarré su verga con las manos y comencé a lamerla como si fuera un caramelo, tenía un sabor áspero pero eso no impidió que me esmerara y poco después se alterase su respiración y apoyara sus manos en mi cabeza; me folló la boca y yo me reía al tiempo que tragaba las sucesivas descargas; una pequeña parte cayó en mis pechos desnudos pero nada al suelo y cuando al terminar trató de no pagarme el vestido diciendo que no lo había tragado todo; papá le dio un bofetón diciendo a continuación.
— ¡Has dicho en el suelo! No mientas jamás y cumple tus promesas.
Ese día me sentí orgullosa por varias razones; había superado con creces las expectativas de mi hermano y ganado el respeto de mi padre, que después de exigirle que cumpliera con sus obligaciones me ofreció su polla para que se la mamara como había hecho poco antes con la de mi hermano, y después de satisfacerle me felicitó por lo bien que lo había hecho; más tarde cuando se lo conté a mamá se alegró tanto que un par de lágrimas se le escaparon sin poder evitarlo, también ella parecía contenta aunque tiempo después supe que no era así.
Me volvió a la realidad la voz de Andrés al oír que decía.
— Siento mucho no poder ayudar; Rodrigo, ¿te importa sacar la bandeja del asado? Y tu Mónica trae un par de botellas de ese vino que guardamos para las ocasiones; esta lo es y muy buena.
En cuanto entramos en la cocina Rodrigo me aplastó contra la pared me besó, por un instante me gustó notar su cuerpo contra el mío y su lengua hurgando en mi boca mientras sus manos recorrían mi cuerpo; lo aparté indicándole que abriera el horno y de un armario saque dos botellas de vino tinto que nos dio uno de nuestros vecinos y nuevos amigos de su cosecha, para el consumo propio y regalar a unos pocos afortunados entre los que nos contamos.
Serví el asado a Andrés y al acercarme para servir a Rodrigo metió su mano bajo la falda y me sobó el papo metiendo su manso desde atrás entre las piernas, sin inmutarme caminé hasta mi silla y me serví la comida; me felicitaron los dos y parecía que mi tímida sonrisa se debía a eso, aunque en realidad trataba de disimular el conflicto al que me enfrentaba; por una parte, si no obedecía a mi hermano era capaz de lastimar a Andrés y no solo moralmente; lo había visto machacar a un tipo que intentó hacer con Olga más de lo que habían pactado y por otro, me resistía a tener que cumplir con lo que fuera que le había impulsado a buscarme hasta encontrarme, aunque estaba claro que pronto lo descubriría.
Después de una animada comida sugerí hacer una reparadora siesta y Rodrigo aceptó encantado, aunque cuando lo dejé en la planta superior frente al dormitorio que preparé para él y corrí por el pasillo para bajar a tenderme en el sofá junto a Andrés me maldijo en voz baja; no trató de alcanzarme porque estaba claro que no podría darle esquinazo mucha más veces.
Al sentarse junto a Andrés, quiso saber porque las veces que preguntó por su familia cambiaba de tema, incluso se disgustó en un par de ocasiones y eso hizo que desistiera de tocar el tema, pero ahora que había aparecido este primo que parecía tan amable sentía una gran curiosidad; Mónica comenzó a llorar y como era de esperar Andrés trató de consolarla diciéndole.
— No te apures. ¡No te preguntaré más! Y cuando quieras o puedas ya me lo contaras y si no lo haces nunca tampoco pasara nada; solo quiero ser feliz a tu lado y no me importa nada de tu pasado ni de tu familia, y si “tienes que hacer algo” por o con ella hazlo y no te apures por mí; sabré esperar aunque no me gusta que te apartes de mí.
Se abrazaron y Mónica, procurando no hacerle daño comenzó a acariciarle la verga para después, embozada en la sabana con que se cubrían hacerle una mamada; cuando notó que se correría, se apartó y la eyaculación fue a parar a un pañuelo; no quería mostrarle aún su gran experiencia en el tema y le dolía, pero pensaba que era lo mejor; le pareció oír un ruido y al mirar vio en lo alto de la escalera la figura de su hermano que los miraba.
Se durmieron abrazados y al rato oyeron la voz de Rodrigo que preguntaba cómo llegar a una dirección que leyó de un papel; Mónica comenzó a explicarle y Andrés propuso que lo acompañara para evitar que se perdiera; quizás pensando que era una triquiñuela para saber si había algo entre ellos, Rodrigo declinó el ofrecimiento y marchó asegurando que con la explicaciones llegaría sin problemas.
Regresó poco antes de la hora de cenar y después de hacerlo y charlar un rato se retiraron a sus habitaciones; desde que le inmovilizaron la pierna, Andrés dormía en el sofá del salón para no tener que subir la escalera insistiendo en que ella lo hiciera en la cama de ambos en la planta superior y esa noche no había motivo para hacerlo de otro modo, así que después de besarse se despidieron hasta la mañana siguiente.
Rodrigo había subido antes y esperó al principio del pasillo a su hermana, a la que tomo de la mano para entrar juntos en el dormitorio principal; Mónica no se resistió cuando le desabotono lentamente la blusa al tiempo que besaba su cuello con verdadera ansia; sus manos se apoderaron de los pechos que estrujó hasta arrancarle un profundo lamento y solo entonces se apartó para que fuera ella la que continuara el ceremonial, primero se despojó del resto de la ropa quedando solo con la sensual lencería y después se dedicó a desnudarlo a él por completo aprovechando todas las oportunidades para rozar y acariciar su cuerpo aumentando el erotismo de la situación a cotas insospechadas; algo que la distinguía de sus compañeras haciéndola especial y muy deseada.
En ese punto apareció la maquina sexual en que se había convertido; su cuerpo funcionaba obedeciendo a una serie de instintos y reaccionaba perfectamente adaptándose al momento; abrazó a Rodrigo fundiendo sus cuerpos en uno solo, sus labios sorbían los de su hermano dificultando su respiración mientras sus caderas que parecían pertenecer a otro cuerpo se movían arriba y abajo lentamente unas veces y más rápido otras, apretando la verga del hombre con los músculos vaginales logró llevarlo una y otra vez al límite, y conocedora que a los hombres les encanta saberse tremendos sementales se dejó ir alcanzando varios orgasmos que no simuló aunque controló para evitar que en el fragor del momento él se viniera sin la traca final que preparó a conciencia; llegado el momento, se arrodilló exigiendo ser enculada y el hombre no se pudo resistir; fueron unos instantes preciosos, cargados de emotividad, él, el cazador, el follador, estaba dominando a la puta y le llenó las entrañas con su semen mientras tiraba de sus cabellos demostrándose que era el vencedor, en un combate que desde el principio estaba amañado.
Mónica se dejó caer esperando que la erección desapareciera, al poco se movió y de un cajón de la mesilla sacó un paquete de toallitas húmedas y con ellas limpio la polla de su hermano haciéndolo ella misma a continuación y le dijo con autoridad.
— Mañana te duchas, ahora despertarías a Andrés y no queremos eso ¿Verdad?
Rodrigo se sentó en una silla y señaló la cama para que ella también se sentara y muy despacio le contó el motivo de su visita.
— El año pasado, como no estabas para su cumpleaños enviamos a Olga para que ocupara tu lugar como regalo a Don Cosme y el muy cabrón que se tomó dos viagras estuvo a punto de reventarla; recuerda que desapareciste al día siguiente de su anterior aniversario. Papá no quiere que este año pase algo semejante y por eso hace un par de meses me envió a buscarte, te localice hace tres semanas y como pasado mañana es el día me acompañaras sí o sí.
— ¡Tengo ordenes! Papá quiere que vengas y si no tienes pareja nada te retendrá aquí; pueden pasarle cosas muy malas a Andrés y sería una lástima porque me cae muy bien, pero ya sabes cómo funcionan los negocios y Don Cosme nos permite llevar los nuestros sin problemas y solo pide a cambio su regalo de cumpleaños y lo tendrá, de un modo u otro lo tendrá.
— De acuerdo, te acompañaré pero no le hagas nada a Andrés, es un buen hombre que me trata bien, no como la basura en que me convertisteis papá y tú. Mañana, me dirás en el almuerzo que has hablado con mi madre y que quiere verme; Andrés sabe que no me trato con la familia, pero entenderá que una madre lo es siempre y no tratará de impedir que te acompañe, pero has de prometerme que nos dejaras en paz, por lo menos hasta el año próximo si Don Cosme insiste en que siga siendo su obsequio. Y ahora ¡vete a tu habitación!
El hombre protestó pero ella fue inflexible añadiendo.
— Te acompañaré, pero no me obligues a hablar con papá y quejarme de ti; ya sabemos cómo se la gasta.
Al quedar sola en su habitación se tendió en la cama aunque le fue imposible conciliar el sueño, recordó aquella “primera vez”. El hombre le ofreció una bebida que aceptó a pesar de que no solía tomar alcohol, empezó acariciando su brazo y poco después eran sus desarrollados pechos los que recibían sus atenciones, la abrazó y sus resecos labios recorrieron su rostro y cuello depositando sonoros besos; no le molestaban aunque le gustaban más los que le daba su hermano, el hombre se dedicó entonces a pasear sus manos por todo el cuerpo y ella trató de no reír pues le hacía cosquillas más que excitarla; con delicadeza la fue desnudando y ella le facilitó la maniobra apartando la blusa al estar desabotonada, después tocó el turno a la falda que dejó caer hasta los pies y dando un paso de lado quedó libre de ella.
El hombre tomó las manos de la muchacha y las llevó a su bragueta que ella abrió con soltura, al intentar sacarle la verga comprobó que era mucho más grande que las que había conocido hasta el momento; pensó entonces que tendría problemas para metérsela en la boca si él se lo proponía aunque lo intentaría esforzándose al máximo; no pensaba rendirse sin intentarlo y ese era un buen reto.
Soltó el cinturón y bajo el pantalón hasta más debajo de las rodillas, entonces el hombre le pidió que lo sacara del todo; arrodillada al hacerlo, el descomunal cipote quedó a la altura de sus ojos, impresionaban la multitud de oscuras venas que lo recorrían dándole una apariencia siniestra; estaba coronada por un enorme y rojo capullo circuncidado un poco ladeado que parecía mirarla.
No dudó y después de un primer lametón oyó suspirar al hombre que se apoyó en un mueble; ella se recolocó para asir con ambas manos esa enormidad y prosiguió con una serie de lametones hasta que intentó rodear con sus labios el capullo, logró meterlo por completo y con la lengua lo apretó contra el paladar moviéndose adelante y atrás como si follara y d súbito el hombre profirió un tremendo rugido acompañando a la primera de las descargas de semen que se estrelló contra la campanilla, eso provocó que tosiera y para hacerlo se apartó; pero en cuanto pudo atrapó de nuevo el capullo y combinando los movimientos de ida y vuelta con un leve pajeo consiguió escurrirlo por completo.
El hombre la tomo por los codos y la ayudó a levantarse, tiró de ella hasta la cercana cama y se tendió en ella; llevó las manos de la chica a su rabo otra vez y sin indicarle nada, ella comenzó a acariciarlo sin preocuparse de que estuviera manchada de semen; al rato esa verga estaba totalmente reanimada y el tipo se volteó para quedar sobre la muchacha que sabía lo que venía a continuación; soñaba con ese momento desde hacía tiempo pero a pesar de que el hombre fue delicado y primero estuvo jugando con su clítoris poniéndola a mil, al introducirle el cipote notó una punzada de dolor que en lugar de aflojar aumentó hasta hacerse insoportable; la muchacha se mordió los labios y aguantó sin quejare y lo único que hizo fue mover sus caderas a los lados como se de esa forma pudiera mitigar el dolor y el resultado fue mucho mejor que el que buscaba, el hombre se corrió de forma exagerada llenándola de cálido y espeso semen y al terminar y recobrar el aliento el hombre exclamó.
— Criatura, ya eres una diosa y sé que harás lo que quieras porque puedes, y tienes instinto para hacer gozar.
¡Sí! Fue Don Cosme para el que reservaron su flor y él quien la desvirgó, aunque pudo ser peor, a pesar de ser un vicioso en cuanto la dejaron en su casa le pidió que le mostrara el DNI para comprobar su edad. Dieciséis y once días; esos once días la convertían en mujer capaz de consentir el contacto sexual sin ser violación y le aclaró a continuación.
— Según reza en el Artículo 183(1) del código penal.
Esa fue su “primera vez”, además de lo pactado con el padre, Don Cosme le regaló un vale para que comprara tanta lencería como quisiera en una tienda especializada y eso, a pesar de la decepción por cómo había sido esa “primera vez” la llenó de satisfacción.
Al fin el sueño la venció y pudo descansar lo suficiente como para que no se notara lo que habían hecho.
Tal y como acordaron por la noche, cuando se disponían a desayunar Rodrigo simuló hablar por teléfono y al terminar le dijo a Mónica que tenía un recado de parte de su madre; ella fingió sorpresa y fastidio pero preguntó de qué se trataba.
— Pocos días antes de iniciar este recorrido estuve con ella y me comentó que te echaba de menos; en ese momento ninguno de los dos sospechamos que la casualidad me traería a este pueblo y menos que te encontraría; ya sé que son asuntos vuestros y que no debo meterme pero quiere verte. ¿Tanto te cuesta? Podríais ir mañana, puedo llevaros si queréis y es posible que el problema que os separó se solucione si os veis y lo habláis cara a cara.
Andrés respondió antes de que lo hiciera ella y fue muy convincente.
— ¡No! Yo no iré porque no quiero meterme en asuntos de familia, pero debes ir y ver al menos a tu madre; si al resto de la familia no quieres verlos ni arreglar nada, sea, pero a tu madre debes verla y por mí no te apures, avisaremos a Lupe para que venga a cuidar de la casa, guisarme y lo que necesite mientras estés fuera y no quiero que tengas prisa en regresar; tomate tu tiempo, una madre se lo merece todo.
Con ese parlamento se dio por cerrado el tema y Mónica añadió que saldrían después de desayunar, solo tenía que preparar una bolsa para estar un par de días o a lo sumo tres.
Andrés salió a despedirlos y ella se giró para verlo por la ventanilla de atrás hasta que el coche giró para tomar la carretera que en un par de horas la llevaría de vuelta al infierno del que escapó pensando que sería para siempre; mientras, en el pueblo, Andrés pensó que no la vería jamás; no era tonto aunque intentara parecerlo para evitar problemas y desde el primer momento supo que el “primo” era algo más que un simple primo y se confirmó por la forma de mirarse y la dos ocasiones en que vio el arrebol en las mejillas de ella; ese color tan bello que adornaba su rostro cuando estaba tremendamente excitada.
Llegaron a la casa familiar y a la primera que encontró fue a su madre que la abrazó sollozando y le murmuró al oído.
— Debiste marchar más lejos, allí donde nadie te pudiera localizar.
— No mamá, quería estar cerca, de hecho te he visto en varias ocasiones aunque no me atreví a hablarte por si te vigilaban esperando precisamente eso, que nos viéramos.
Apareció el padre que abrazó a las dos mujeres besando a la hija en los labios; ella no lo rechazó, a fin de cuenta volvía a ser “la puta” estaba en casa; al separarse, el padre en lugar de preguntar cómo estaba la hizo sentar en una butaca y en pie frente a ella le contó el plan.
— Mañana es el cumpleaños de Don Cosme y quiero que sea memorable. Iras esta tarde con tu madre y hermana a comparte ropa y lencería, no quiero que lleves nada usado, después iréis a la peluquería para que te estiren el cabello, sabes que a él no le gustan los rizos porque le cuesta agarrarse; te llevaré personalmente porque cenaras en su casa y no te quiero ir a recoger hasta mediodía de mañana, así que trata de no agotarlo y tenlo en marcha para que no te despida antes de esa hora.
No respondía, se retiró a la que había sido su habitación hasta que marcho y la encontró tal cual la dejó, tomo una larga ducha en su baño y se tendió en la cama hasta la hora de comer, la avisó su hermana Olga que se alegró de verla y es que desconocía tanto los motivos de su marcha como la del forzado regreso aunque agradeció tenerla en casa y así quedar disculpada de ir a casa de aquel sádico que casi le revienta la vagina el año pasado.
Después de comer y descansar un rato comenzó el periplo, primero fueron las tres mujeres a comprar ropa; Mónica se desnudó por completo y la mujer que las atendía se quedó maravillada, al contemplar su cuerpo de color canela, largas y torneadas piernas que terminaban en un prieto y liso culo que invitaba a ser acariciado, la abultada vulva que necesitaba un depilado bajo el liso vientre, un pequeño diamante que se colocó antes de salir adornaba el gracioso ombligo y los impresionantes pechos talla cien que desafiaban la ley de la gravedad apuntando al espejo con descaro con los oscuros pezones rodeados por rosadas areolas.
Una respingona nariz sobre los rojos y carnosos labios que enmarcaban la delicada boca de dientes blanquísimos; enormes ojos color miel con larga pestañas y completaba esa imagen una larga cabellera de cabello negro como el azabache que a pesar de los rizos llegaba a la parte baja de la espalda.
La mujer reaccionó cuando la madre pidió que les mostrara un vestido de noche que habían visto en el escaparate; era de un verde claro con abertura lateral hasta medio muslo, con un escote en “V” de vértigo que dejaba ver la mitad de los pechos llegando por debajo del ombligo y rematado con un broche; por la espalda un escote recto que permitía mostrar el comienzo de los cachetes. Dio un par de vueltas y sus acompañantes dieron el visto bueno; la vendedora alucinaba por la gracia con que lo lucía y lo atractiva que resultaba; eligieron otro, oscuro y más discreto por si a Don Cosme se le ocurría sacarla a cenar, evitar problemas con los babosos que están dispuestos a créalos sin pensar en las consecuencias.
La lencería fue también a gusto de las tres y aunque apenas la emplearía debía cumplir escrupulosamente los deseos de papá y con las cajas se dirigieron a la peluquería. Al verlas llegar, Rosa las saludó efusivamente y fue la mamá quien le explicó lo que necesitaban
— La niña tiene una fiesta y has de dejarla bonita; tienes que depilarla totalmente procurando que no parezca reciente, has de evitar que se le irrite la piel y después le alisaras los rizos y dejaras el cabello suelto.
Rosa se puso a la tarea y al rato mostró el resultado que satisfizo a las tres, una hora después regresaban a casa y Mónica parecía otra, y su expresión también había cambiado, volvía a ser aquella diosa que causaba sensación con su presencia. Rodrigo la atrajo para intentar besarla y lo apartó de malas maneras ladrándole una retahíla de insultos que lo dejaron sorprendido y apabullado.
Se dirigió a su habitación en compañía de las mujeres y allí se vistió para “la fiesta”; se cubrió con un sobretodo y ni siquiera su padre intentó ver que se ocultaba bajo aquellos ropajes.
La llevo a casa de Don Cosme dejándola en la puerta como había hecho en todas las ocasiones anteriores, abrió el viejo que sonrió al verla en el portal; la hizo pasar a un enorme salón y sirvió un par de copas de champagne francés; era uno de los muchos caprichos que se podía permitir y entretanto Mónica se deshizo del abrigo que ocultaba el regalo que era su cuerpo, y la envoltura que lo cubría. El hombre la jaleo como el trabajador de la construcción que fue en su juventud pero pronto recobró la compostura y con la educación y refinamiento que se pagó cuando tubo suficiente dinero preguntó.
— ¿Cómo estas princesa? Te eche de menos el año pasado, me ofrecieron a tu hermanita pero a pesar de ser muy voluntariosa no alcanza tus cotas de sensualidad ni es capaz de satisfacerme como solo tú sabes.
Esa pregunta le daba la oportunidad que esperaba y tiró su caña por ver si el viejo tiburón picaba, o simplemente se dejaba enredar aunque a ella solo le importaba el resultado final.
— Estoy bien gracias; el pasado año no acudí porque estaba fuera pero me gustaría compensarlo este, y si me lo permite, no antes, pero antes de marchar quiero hacerle una súplica.
— Cuando quieras, te escucharé con atención como hago siempre y si es algo que está en mi mano te aseguro que lo tendrás.
Ese hombre era imponente, a sus posiblemente setenta años conservaba un vigor envidiable aunque en momentos puntuales como por ejemplo al celebrar sus aniversarios con Mónica, desde aquella primera vez hacía ya doce años recurría a la viagra, para poder dar de sí tanto como deseaba sin tener que conformarse con el capricho de la fisiología y en esta ocasión no fue diferente, abrazó a la mujer y comenzaron a bailar deambulando por el salón, al pasar cerca del aparato de música toco una tecla y comenzó a sonar una agradable melodía.
La manos del hombre acariciaban la espalda de la bella mujer que ronroneaba, sabedora que eso le encanta y al apoyar la cabeza sobre sus pechos, hizo un gesto para que uno de los tirantes escapara de su hombro dejando así el pecho correspondiente al descubierto; al notar la tenue tela en la cara, el hombre se apartó lo suficiente para que continuara su camino hasta la cintura y mordisqueó el pezón con saña; algo a lo que ella estaba acostumbrada; se desembarazó del otro tirante y el hombre pareció enloquecer, no sabía a cuál de ellos acudir, ora chupaba uno que al poco retorcía, como amasaba ambas tatas como si pretendiera reventarlas; cuando se calmó un poco, ella lo atrajo hasta un mueble y se sentó frente a él en un pub; verla así, con el vestido por la cintura, los pechos erguidos y uno de los muslos a la vista hizo que el hombre se enervara y al soltarle el cinturón se agarró fuertemente al mueble pus de sobras conocía el efecto que surtía en él los manejos con los labios de esa diosa del sexo.
Mónica sabía cómo hacer para proporcionarle el suficiente placer para que no demandase más y al tiempo evitar que se agotase; pasaron parte de la noche jugando y cuando ella suplicó descansar él se lo permitió, aunque en realidad lo único que pretendía era alargar al máximo la resistencia del hombre que había tomado ya la segunda de aquellas píldoras milagrosas y no deseaba que una tercera le provocara un infarto.
Amanecía cuando Don Cosme despertó y miró a su acompañante que mostraba un semblante risueño como si estuviera soñando algo muy agradable, la movió ligeramente y Mónica abrió los ojos sin dejar de sonreír; le miró y él acarició sus pechos con el dorso de la mano; una sesión de sexo mañanero dio paso a una mañana animada, después de desayunar Mónica se puso transcendental y preguntó.
— ¿Puedo quedarme hasta la noche? Mi padre dijo que pasaría a recogerme a mediodía pero no me quiero ir aún, no antes de contarle lo que comenté ayer y de darle la oportunidad de reflexionar profundamente sobre el asunto que plantearé, naturalmente si me lo permite y si no, estoy a su disposición para lo que ordene.
Sin responder el hombre fue hasta el teléfono y regresó poco después diciéndole satisfecho.
— ¡Arreglado! marcharas cuando y donde desees, porque imagino que de eso va el tema. ¡Dime! ¿Qué sucede? Pero no me mientas, es lo único que no soporto y sabes que es así.
— Desde aquella primera vez cuando tenía solo dieciséis años, jamás le he pedido nada aunque he agradecido todos y cada uno de los obsequios que me ha hecho y los recuerdo todos, desde aquel primer vale para lencería, el collar de diamantes que me regaló hace dos años y aquella moto de cros cuando cumplí los veintiuno, que a pesar de que debían ser para mí y nada tenían que ver con lo pactado, mis padre y hermano se encargaron de “gestionar” por mí y jamás los he disfrutado.
El semblante del hombre se ensombreció y una vena del cuello amenazaba con reventar cuando gritó.
— ¡CABRONES!
Le puso una mano en el brazo y trató de calmarlo; abrazándolo suavemente y murmurándole al oído.
— No se apure por lo pasado; quiero contarle porque no vine el año pasado; al salir de aquí el anterior y al requisarme el collar para venderlo me fugue de casa, estaba harta de trabajar para ese par de vagos que no dejaban de además de quedarse con lo que ganaba con mi esfuerzo, se quedaban con los obsequios que estaba fura de los tratos.
Conocí a un buen hombre que evitó que me suicidara, pero Rodrigo nos encontró y me obligó a volver para cumplir como he hecho sobradamente con usted y pienso que no tiene quejas, pero le juro que esta será la última vez; si no logro mi libertad me mataré porque jamás he querido vivir la existencia que me han impuesto ese par de sátiros viciosos; un hermano debía protegerme de un padre vicioso y viceversa, pero se aliaron para gozar de mí, de mi madre cuando intentó protegerme y de Olga cuando llegó como yo a los dieciséis, son muy listos y no se les puede denunciar por violación.
El hombre volvió al teléfono y poco después hizo un gesto para que me acercara, puso el manos libres y dijo al que había al otro lado de la línea que repitiera lo último.
— Mónica. ¡Eres libre de hacer lo que te plazca! Nadie te buscará y cuando quieras ver a tus madre y hermana podrás hacerlo donde y cuando quieras sin que nadie intente contactar contigo bajo ninguna circunstancia y ni hoy ni nunca te iremos a buscar.
En la voz de su padre se notaba un deje de terror y después de colgar Don Cosme le dijo sonriente.
— ¡Se sincera! ¿Te apetece follar conmigo? Te aseguro que será la última vez, a no ser que aparezcas por aquí y lo pidas, aunque lo dudo mucho.
Mónica atrajo a ese hombre que fue el primero que la tuvo y en realidad el único de los que la habían tenido por dinero que había mostrado un poco de humanidad y un mucho de respeto; en esa ocasión hicieron el amor y Mónica pensó por un instante en Andrés aunque desterró esa imagen para evitar echarse a llorar; y al terminar y después de ducharse y cubrirse con sendos albornoces el hombre le dijo que le acompañara y salieron al jardín trasero donde le mostró un todoterreno y le preguntó.
— ¿Qué prefieres? Lo pongo a tu nombre o te doy el importe en efectivo.
— ¿Puede encargarse de que Olga acuda a la universidad? Siempre ha sido una buena estudiante y este año ya puede acceder como mayor de veinticinco.
El hombre accedió prometiéndole que también se encargaría de que mis padre y hermano la dejaran estudiar y seria su “protector sin derechos”. Encontraría a alguna que estuviera dispuesta a seguirle la marcha.
Don Cosme avisó a un coche para que la acompañara a la parada de autobuses, no quería saber dónde estaría con su compañero; se despidieron y tres horas después y con el vestido oscuro y sin bolsas apareció en su casa, Andrés estaba bajo el emparrado y al llegar junto a él la abrazó como si hubiera marchado poco antes.
©PobreCain