La horrible duda (3: La siesta que no debió serlo)

¿Con cual de ellas…?. ¿O fue con ambas?. No estoy seguro, y la duda es terrible, pero no me atrevo a preguntar...

¿Es solo Mariluz?. Y entonces, ¿por qué no viene a mi cama abiertamente, sin tanto misterio?. La idea de que sea mi hermana Carla, al principio me llenaba de culpa y remordimientos, pero con el paso del tiempo empiezo a aceptar una situación inimaginable anteriormente. ¿Y si son las dos?. En este caso, no sé qué pensar ni cómo actuar a partir de este momento. ¿Alguien puede darme algún consejo?. Lo agradeceré en el alma.

(Este relato es el tercero de 11. El primero fue publicado en estas páginas el 08-07-2003. Mejor, los leen antes para hacerse una idea, y luego continúen con este).

Llegué a la casa relamiéndome interiormente ante la idea de que la ducha era inevitable, porque estábamos cubiertos de sal y arena, de los "jueguecitos" de la mañana. E (ingenuo de mí) suponía que lo ocurrido había sido como abrir una puerta, dejando en el umbral todos los convencionalismos y las inhibiciones que nos impedían disfrutar de unas sensuales vacaciones. Bueno, en aquel momento, debo confesar que a pesar de todo lo sucedido, mi mente rechazaba todavía la idea de tener relaciones sexuales con mi hermana. Pero había otra parte que ya no me causaba ningún rubor, y era la posibilidad de gozar de la vista plena de su hermoso cuerpo. Total, si al día siguiente seguían aceptando mi proposición… Pero no adelantemos acontecimientos.

Primera desilusión: Mariluz se metió directamente en la ducha, pero Carla se quedó conmigo, con la cara muy seria:

  • Oye, con respecto a lo de esta mañana

Dudó unos instantes antes de continuar.

  • Verás, no quiero que pienses nada extraño. Al fin y a la postre, somos hermanos, y no ha sido nada diferente a las luchitas que hacíamos de pequeños en las mismas circunstancias.

En ese momento debió acordarse de la "diferencia", porque se ruborizó.

  • Bueno, de pequeños no nos quitábamos… Quiero decir que esta mañana… Bien, fue producto del momento, lo hicimos inocentemente, y no hay que hacer un mundo de esto.

Solo podía mostrarme de acuerdo, que es lo que hice, asegurándole que yo tampoco… bueno que yo no… (ya se pueden imaginar). Casi me convencí a mi mismo de que era así, al menos en ese momento, porque repito que la palabra "incesto" todavía era una cosa muy seria, dada la educación que ambos habíamos recibido.

La conversación acabó en ese momento, porque ambos vimos a Mariluz salir de mi dormitorio completamente desnuda, aunque eso sí, con una pequeña toalla puesta sobre el pubis, que le cubría mínimamente la "parte más indiscreta" de su anatomía. Sin ningún rubor, como si fuera la cosa más normal del mundo.

Carla y yo nos miramos, un poco tensos. Deshice el impass mandándola a la ducha con una pequeña e inocente (por supuesto) nalgada.

Y otra vez me quedé "a mil". Con la imagen de Mariluz paseándose en pelotas delante de mí y, ¿por qué no decirlo?, la otra insidiosa imagen que intentaba apartar de mi mente, de mi hermana Carla, completamente desnuda, con los hilos de agua de la ducha corriendo sobre su cuerpo… Aparté la visión mental con gran esfuerzo, aunque debo decir que me ayudó bastante la entrada de Mariluz, que venía "vestida" con una camiseta grande, pero que apenas le llegaba cuatro dedos por debajo del sexo. Y yo ya tenía suficientes pruebas de que le gustaba prescindir de ropa interior cuando se ponía así de cómoda. Dejé a un lado lo de mi hermana, pero mi erección no disminuyó en nada por ello.

Se metió en la cocina, preguntándome si quería el café con hielo, como me había visto tomarlo en plan refresco, a lo que yo respondí distraídamente que sí, porque ahora la estaba viendo de espaldas, y los cuatro dedos "por debajo" de delante, eran más de dos "por encima" en la vista posterior, ya que las nalgas mantenían la camiseta más arriba, y efectivamente, la camiseta era toda su vestimenta, como sospechaba.

Estaba a punto de entrar en la cocina, con oscuros impulsos de abrazarla por detrás, y que sé yo qué más, cuando me interrumpió la voz de Carla desde el baño:

  • Hermano, no hay toallas. Por favor, alcánzame alguna del armario.

(¡Joder!, otra vez como con lo de la crema. Estaba desnuda en el baño. ¿Por qué no llamaba a Mariluz?). El pensamiento pasó como una centella, pero luego pudo más la renovada imagen mental de Carla en la ducha, así que tomé un par de toallas y abrí la puerta sin pedir permiso ni nada.

Efectivamente, Carla estaba completamente desnuda, aunque eso sí, cubriéndose los senos con un brazo, y el pubis con la otra mano, ligeramente ruborizada. Tuvo que quitar la mano de arriba para tomar las toallas, pero luego se cubrió con ellas, y me hurtó la vista de su espléndido cuerpo. ¡Qué preciosidad!. Es una putada para uno tener una hermana así, de veras.

  • Si no te importa, me voy a duchar mientras te secas, porque estoy molesto con la arena bajo el bañador. Y agregué:

  • Total, creo que ninguno de los dos va a ver nada que no haya visto antes, ¡je je!. (En plan irónico, para hacer menos "cortante" la situación, ¿comprenden?).

Y sin más, me quité rápidamente mi camiseta, a la que siguieron short y bañador, quedándome en el traje de Adán. Mientras abría la canilla del agua, casi pude sentir su mirada sobre mi cuerpo desnudo. Ahora bien, cuando me volví, Carla estaba de espaldas a mí, secándose el vientre, aunque con toda la parte trasera de su cuerpo al aire. Y mi "soldadito" no entiende de parentescos, así que reaccionó como cabía esperar, poniéndose absolutamente horizontal.

En eso que se abre la puerta (ese baño lo era todo menos privado) y entra Mariluz diciendo en plan irónico:

  • ¿Qué hacen los dos hermanos tan calladitos en el baño, pillines?.

Carla se puso como la grana.

  • Nada, es que el tenía prisa por ducharse, y

Pero a la vista estaba que no hacíamos nada más que estar desnudos. Decidí echar el órdago.

  • Oye, Mariluz, aquí estamos todos desnudos, así que ya sabes: o te quitas la ropa para que no estemos en desventaja, o te sales.

Yo ya tenía un barrunto de que la niña no tenía demasiadas inhibiciones, pero aún así me sorprendió que se sacara la camiseta por la cabeza sin rechistar, quedando como la parió su madre.

  • Qué ¿satisfecho?. Y me miraba con cara de picardía, mientras mostraba sin ningún recato todo lo que le había dado la naturaleza, sin el menor rubor.

No pude evitar compararlas. Mariluz tenía los pechos algo más pequeños que Carla, con los pezones (que ahora estaban erectos) más altos, y era ligeramente más baja de estatura. Carla tenía las caderas un poco más anchas, y Mariluz los muslos ligeramente más gruesos. Se las mirara como se las mirara, las dos eran un verdadero bombón. Y yo, como un pasmarote, parado en el baño con una erección que ya empezaba a ser dolorosa, y sin poder desahogarme con una porque era mi hermana, ni con la otra, porque estaba mi hermana delante.

Ya había terminado la ducha, así que salí de la bañera. Pero tres éramos demasiados en el espacio que quedaba hasta el lavabo, con lo que quedé por unos instantes apretado contra Mariluz, que se hizo a un lado con una sonrisa pícara, sin que dejara de mirar ni por un instante mi parte más sobresaliente.

Luego salió del cuarto de baño sin hacer ni intención de ponerse de nuevo la camiseta, mientras decía:

  • Tenéis los cafés preparados en la sala. Venir, antes de que se derrita el hielo y se agüen.

Carla seguía un poco "cortada", y medio tapada con las toallas. Pero no había más, así que tuvo que quitárselas de encima para que yo me secara. Y ahora sí se permitió un vistazo rápido a mi erección, antes de salir.

Aquello se ponía cada vez más interesante. Estaba seguro, absolutamente seguro, de que Mariluz no se habría vestido, aunque no estaba tan cierto con respecto a Carla. Después de la "escenita", me pareció absurdo vestirme, así que salí desnudo a la sala de estar. Pues no. Ninguna de las dos se había puesto nada encima. Estaban sentadas en el sofá, Carla con las piernas cruzadas, tanto que ni se distinguía el inicio de su vello púbico. Mariluz más relajada, pero también con los muslos apretados. Y yo no sabía como hacer para mandar a una a su dormitorio, y llevarme al mío a la otra. Porque algo tenía que hacer, digo yo, con mi calentura.

No hubo ocasión. Primero se levantó Carla, y se fue al dormitorio que compartía con su amiga, moviendo insinuantemente los glúteos al caminar (no por nada, era su forma natural de andar). ¡Aquella era mi ocasión! -pensé-.

  • Mi habitación es más fresca, y la cama es amplia. ¿Por qué no cambias de dormitorio, y dormimos juntos la siesta?. (Sí, si dormir. Era en lo que menos pensaba en aquel momento).

Mariluz me miró un poco seria.

  • Es que me da un poco de "corte", con tu hermana en la habitación de al lado

  • Mujer, Carla ya es mayorcita, y lo entenderá

  • Perdona, pero es que, de veras, me da mucha vergüenza.

Y se levantó sin más, dirigiéndose al dormitorio donde ya estaba Carla acostada, seguramente con las piernas entreabiertas, mostrando

Me dirigí a toda prisa al baño, a hacer lo único que me era dado en aquel momento. Y ya iban tres.

Después, tendido sólo en mi cama, pensé en lo injusto del destino, que te pone la miel al alcance de los labios, y luego no te deja probarla, antes de quedarme misericordiosamente dormido. Mi último pensamiento fue que quizá, esa noche, se repitiera la visita de Mariluz en la madrugada.

Pero quedaba por delante toda una tarde

Aunque es preferible que deje para después el relato de aquella tarde, si no tienen inconveniente.

A.V. 26 de junio de 2003.

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