La Hora del Descanso
Me apetecía visitar a mis amigos en el cine...
Tal vez, solo tal vez me he pasado con esa bebida del Ikea. De los nervios me he bebido tres latas y ahora todo me parece muy gracioso y me siento como un peligro público. Aun así consigo moverme y llegar hasta el cine, y pisando con mucha seguridad y una sonrisa en la cara.
Mis amigas y Pablo, quien me quita el sueño, trabajan ahí. Excepto proyectar películas se dedican a todo: venden las entradas, las cortan, acomodan, cobran las chucherías o limpian las salas, según les toque cada día. Hablo con ellas un rato y me confirman lo que me habían comentado antes por mensaje, la razón de mis nervios: que a él no le tocaba trabajar ese día pero debía un favor, por lo que ahora está en el cine. Es un día entre semana y el lugar está desierto, así que como eran muchos en plantilla y no había mucho que hacer, le han dado el descanso más pronto. Entre guiños y susurros me han dejado entrar en la trastienda. Él está sentado a la mesita mirando la time-line de facebook en su móvil mientras mastica lentamente un sándwich casero que parece tener jamón lechuga y Philadelphia.
Levanta la cabeza para saludar como acto reflejo y lo hace dos veces. Una vez ha fijado su mirada en la mía, bloquea rápidamente su Android y el rubor comienza a subir por sus pálidas mejillas. Sonríe involuntariamente y sus ojos danzan nerviosos intentando mirar por detrás de mí en lo que cierro la puerta a mis espaldas.
-¿Vienes sóla? - Me pregunta después de saludarme de nuevo y asiento para responder. Me vuelve a clavar la mirada.
-Pues sí y como pasaba por aquí he venido a saludarte... ¿Cómo te va la vida?
-¿Y en el amor? - recitamos a la vez y reímos. Soy consciente del efecto que he causado con la pregunta, que había querido usar desde hacía tiempo. Deducir qué se pasa ahora mismo por su cabeza, resulta muy divertido.
-¿Tú donde has escuchado eso antes? ¿Hay algo que sepas que yo no sé? - Bromea. Sí que lo hay, un viejo vídeo perdido donde él decía lo mismo sin parar, pero le hago ver que no entiendo de lo que me habla.
-Vamos, ¡es una pregunta muy común! - disimulo sin dejar de sonreírle - cómo te va, dime.
-Pues bien, qué te voy a decir. Hoy me tocaba librar pero le debía el día a Dafne y bueno, por lo menos hoy no he tenido clases así que no vengo muy cansado
-¿Estáis ya de vacaciones?
-No, es la semana esta sin clases antes de los finales. - Por la manera en que me mira comprendo que está otra vez hasta el cuello, aunque no lo aparenta. Me quedo callada y él aprovecha ese silencio para pegar un bocado a su sándwich y mira de reojo al móvil como si no supiera si volver a desbloquearlo o no.
Y ahora, que siento que el efecto del alcohol se esfuma, me entra la vergüenza y sin querer me pongo a forzar recuerdos de aquellos tiempos en que le pude haber conocido, pero decidí ignorarle. Ambos éramos personas diferentes. Me despierta de mis ideas con otra punzante mirada. Se limpia los labios con una servilleta de papel y me sonríe. "¿Por qué me permití ignorar tu existencia todo este tiempo? " por pensar eso, se me escapa un suspiro.
-Ay, esos suspiros.... - ha dicho automáticamente. Creo qué todos los chicos tienen esa frase preprogramada para estos casos. Pero, vaya, le brillan los ojos. - ¿Por quién suspiras?
Como si fuera un tiro la pregunta me desarma y me arranca la careta que estaba intentando mantener, con cara de póker y no se me ocurre otra cosa que reír tontamente. Además el vino raro de pera que me había tomado antes decide actuar en sus últimos coletazos y voy y suelto sin pensar: "No sé por qué lo preguntas si sabes bien la respuesta". Debo de ser la chica más tonta del mundo. Sé que he cometido un error y apoyo las manos en la mesita, derrotada. Le oigo reír. Seguro que mi cara es un poema.
-Conozco la respuesta, ¿verdad? - dice y toma un largo trago de su botella de agua, y el tío no me quita el ojo de encima.
Pero ahora rompe la conexión para guardar los restos que no se ha comido del sándwich, en su envoltorio de papel de plata y los dos nos quedamos ensimismados en su tarea de envolverlo todo pulcramente, con los chasquidos metálicos de banda sonora. Deja el paquetito plateado dentro de una bolsa blanca, que también dobla con cuidado. Se limpia los labios de nuevo con la servilleta antes de destrozarla entre sus manos y la tira a una papelera que yo no había visto antes. Supongo que ha estado ordenando sus pensamientos, pero yo siento que sobro.
El ambiente está frío, lo noto. No me siento motivada para seguir en esa habitación, yo no trabajo ahí, ya he hecho el ridículo frente a él y quiero irme. Carraspeo y me enderezo y le digo que me marcho.
-¿Te vas? No, bueno, no me dijiste.... ¿por qué has venido hoy sola? no molestas, quedate... - esa forma de pedírmelo me devuelve la confianza. De verdad que no quiere que me vaya. No me quiero ilusionar, pero...
-Ya tengo el carné y quería estrenar mi coche. No se me ocurrió un sitio mejor al que venir, me dije "vamos a visitar a esta gente"
-Y has venido a verme
-Oye, que yo no sabía que estabas, pero ya que estás, ¿por qué no entrar a verte?
Al oír esto se ha levantado por fin de la silla y como ocurre en las películas, el color ha vuelto gradualmente a su cara, hasta la punta de sus orejitas. Ha dudado un poco, ha disimulado frotándose las manos pero al final se ha puesto muy cerca, frente a mí.
-Así que vienes a verme en tu coche nuevo.
-De segunda mano
-Coche nuevo o de segunda mano, da lo mismo. Es nuevo para tí, es importante, ¿no? -asiento y recuerdo otra cosa que me mencionó en el pasado. Él vive en la calle donde trabajo.
-Mira, ahora pasaré a ser de esos que te roban el párking en tu calle cuando entramos al turno.
Él hace una pausa y entrecierra los ojos haciéndose el ofendido.
-Te estás volviendo muy mala, tú.
-¿Mala yo? Yo no me escaqueo ni salgo corriendo como otros, ni doy largas ni me da miedo el contacto físico; yo intento ir siempre de cara y estar siempre pendiente de tí... Aquí tú eres el malo conmigo, haciéndote de rogar.
-Y por qué tendría que ser yo malo o bueno contigo, o por qué tendría que tenerte en cuenta, ¿acaso nos une algo?
-Pero bueno, ¿por qué debería serlo yo en primer lugar, chico?
-¡Porque tu suspiras por mí! -exclama, como detective que acaba de resolver un caso. Alza una ceja y su boca se tuerce en una maliciosa sonrisa.
-¡Pues claro que s....! - No me ha dejado terminar
Me encuentro confusa por la oscuridad repentina sobre mí. ¿Ha sido mientras parpadeaba? El caso es que ahora su frente y nariz reposan sobre las mías. Respira lentamente y puedo sentir su calor. Ah, era obvio que alguno de los dos tenía que explotar tarde o temprano. Mis dudas y nervios (posiblemente también la dosis de alcohol) me han hecho mostrar mis cartas, en sólo un par de frases. Claro que me gusta. Claro que me hace suspirar, que espío los registros de su pasado, que me hago la dura porque no quiero perderle. ¿Cuántas veces habré ido a verle con la de hoy? Creo que van 28.
Tiene los ojos cerrados, las mejillas encendidas e hinchadas pon una preciosa sonrisa. Tengo que tocarle la cara. En cuanto mis dedos le rozan, coloca sus labios sobre los míos y presiona. Abre los ojos, nos miramos un instante y los cerramos a la vez. Como si lo hubiésemos ensayado abrimos nuestras bocas y dejamos que nuestras lenguas se conozcan mejor.
Su boca sabe claramente al sándwich que se había estado comiendo, pero no es desagradable. Apuesto que a él le tiene que saber a esa cosa de pera... Espero que no se le suba el alcohol. Estar así me llena de paz, me relaja y me da un calor que no puedo describir y cada vez nos abrazamos más fuerte, tanto, que le puedo sentir por completo contra mí. Apretado, caliente y cada vez más grande. Al final tenemos que interrumpir el beso porque nos falta el aire.
Veo que algo ha cambiado para mejor en él, es un no se qué que me hace adorarlo aún más. También hay algo en su mirada que parece pedir ayuda. Es difícil no darse cuenta de que se ha quedado agitado e incómodo, aunque con lo embelesada que me he quedado tras el beso, no sé procesar qué es eso que le molesta. Miro a la puerta y alrededor por si ha entrado alguien pero no es eso.
Bajo mis brazos desde sus hombros y le rozo el costado; él resopla, sus ojos están llorosos. Entonces de forma insolente me agarra la mano y me la coloca sobre su entrepierna. Debo de haber puesto una cara cómica, por la forma en que se ha reído.
-Por esto nunca he querido tocarte, mi niña...-su voz dulce y tierna me hace suspirar. ¿Cuantas cosas más ignoro de él? Aprieto un poco por encima del pantalón para poder hacerme a la idea de las dimensiones de a lo que me enfrento. Le miro a la cara de nuevo… de verdad que no entiendo cómo puede seguir así de sonrojado con la de sangre que debe necesitar para sostener el asunto. Los gritos de unos niños más allá de la habitación rompen mi burbuja.
-¿Qué hacemos? -Pregunto y dejo de manosearle para señalar ampliamente alrededor nuestro. -¡Estamos... aquí!
Su cara cambia y bufa disgustado. Mira su reloj de pulsera, frunciendo sus labios, inquieto. Pulsa los botoncitos, y aún sin decir nada, da un par de zancadas para asomarse desde la máquina de hacer palomitas y ve el panorama en el exterior. Suspira, y vuelve a mirarme. Viene hacia mí otra vez, tocándose de la misma manera en que yo había hecho.
-Da tiempo, da tiempo -murmura, renueva su gesto pícaro, me agarra de los hombros y me empotra contra la pared de enfrente de los mostradores de palomitas, el único sitio de la alargada habitación desde donde no nos pueden ver, nada más abrir la puerta.
Se me escapa la risa y me hace callar con un rápido beso y como si intentara distraerme del hecho de que me está intentando desvestir me premia con muchos ósculos húmedos y sonoros por el cuello. Consigue levantarme mi vestido, que es básicamente un grueso jersey largo de punto, a la altura de la cintura. Pero mis leggings y bragas se le resisten. Me besa en la boca de nuevo cuando tira de ellos hacia abajo. Ahora tiene espacio suficiente para meter la mano. Sus dedos me alcanzan suavemente y trato de contener un grito de sorpresa y en lugar de eso digo:
-Vas muy rápido - y me arrepiento de que mis palabras vayan, de hecho, más veloces que mi mente. Tras otro ruidoso beso en el cuello, alza la vista con pena y desliza sus dedos fuera de mí.
-Quieres que pare -dice y su voz me hace sentir que soy la peor persona por pensar en parar - no te gusta…-afirma, desilusionado
-Sí que me gusta, ¡me gusta! Pero, pero es la primera vez que… ¿Va a ser así nuestra primera vez? ¿Cómo se yo que no será la última? Tú, tú.. eres, tú… eres… -No se sacar más palabras. Pero creo que le ha bastado. Con un movimiento rápido se ha abierto el cinto y se ha bajado la cremallera, dejando emerger una gran tienda de campaña de color gris oscuro por la brecha de su ropa.
Alargo el dedo hasta la goma de sus calzoncillos, estiro, lo miro, le miro a él, vuelvo a mirarlo, y a él que ya es incapaz de contener su orgullosa sonrisa. Y la realidad me golpea de nuevo: que yo estoy ahí expuesta, él está ahí tan cerca, tan tieso. Ya no se me ocurre qué le puedo decir, me entra la vergüenza, las dudas, el miedo por lo que le podría pasar a él si nos pillan, las consecuencias… ¡todo está ocurriendo de forma tan precipitada! Aunque no puedo ignorar lo mucho que le quiero, lo mucho que le deseo, y soy consciente de lo excitado que está, que yo soy la razón, y de que lo más probable es que vaya a entrar dentro de mí en cuestión de minutos. Ahora no puedo dar marcha atrás. No, no quiero parar ahora. Sería muy tonta, muy cobarde, muy estúpida para dejar pasar esta oportunidad. ¡Es él!.
Hay una pausa en mis caóticos pensamientos, y el estribillo “Me da igual, me encanta”... se asoma y me hace decidirme. Tiro con firmeza de la tela de flexible algodón gris y le dejo libre. Premia mi decisión con más besos, con otro masaje interno. Me noto tan húmeda que estoy segura que se esta dejando los dedos pringadísimos. Le acaricio el miembro con cariño, fascinada por su tacto suave. El gime y suspira, su boca al lado de la mía, con los ojos vidriosos y la cara congestionada. Se me hace un nudo en el pecho, el corazón me late a mil por hora, esperando lo que vendrá ahora.
Nos separamos un poco y con cuidado, bajo sus calzoncillos y pantalones hasta que caen por sí solos hasta sus pies. A su vez él me baja mi ropa hasta que se enganchan a la altura de mis rodillas, aunque para mí es un poco incómodo.
-¿Me giro? -Le susurro -tal vez así sea más fácil….
-No, no, quiero verte la cara. -Responde, su voz me suena extraña y me provoca un escalofrío. -No me aguanto, ¡va! -Dice y toma aire. Se la sujeta frotándose para mantener la erección.
-Vas a pelo… -vuelve a hablar la parte cautelosa de mi mente.
-Pero estás sana, ¿no?
-¡¡Sí, sí!!- Estoy frenética y enfadada conmigo misma por tantas interrupciones que en verdad no quiero hacer. Como cuando intentas escribir muchísimas cosas a pocos minutos de que acabe el exámen y sabes que no te dará tiempo. Le quiero dentro y le quiero ya. Flexiono un poco las rodillas para poder abrir más las piernas. Siento que chorreo. -¡Venga, dale!
-Va… -se encamina con cuidado y empuja suavemente.
La burbuja en mi pecho explota al sentirle entrar, y se me sale el gemido más fuerte que recuerdo haber emitido hasta el momento. Alzo mi brazo izquierdo sobre mi cabeza y me muerdo el índice de la mano derecha para obligarme a reprimir mis voces. Ahora sus manos sujetan con fuerza mi cintura, donde está arrugado mi vestido. Sale de mí, y vuelve a entrar despacito. Su respiración es más fuerte, y, ah, cómo me excita oírle. Quisiera besarle el cuello.. no, morderle el cuello, lamerle, comermelo entero a besos.
Me penetra un par de veces más, siento mi humedad fresca alrededor de él, suena, además, cada vez que el lo repite. Sale y entra cada vez más rápido, su corbata, que debe haber olvidado quitarse para el descanso, rebota contra su pecho; nuestras miradas vuelven a conectarse de forma intensa, más intensa que nunca antes. Aprovecho otra de sus embestidas, mientras él está dentro de mí y me vuelvo a enderezar, cerrando mis piernas alrededor suyo y aumentando la presión de sus penetraciones. Ahora es él quien no puede evitar gemir.
Río porque él entorna los ojos fingiendo resignación y aguantando su propia carcajada, levanta una de sus manos de mi cintura y se pone un dedo sobre los labios. Sí, le entiendo, debemos guardar silencio. Muy bien. Le señalo los míos propios con el dedo que me he estado mordiendo. Los dos hemos comprendido perfectamente el mensaje. Desde ese momento lo único que se escucha es el sonido lejano de la actividad en el centro comercial, el retumbar de las salas de proyección que tienen películas en marcha, la música del hilo musical, nuestros suspiros, ahogados, nuestros besos, y el plap plap plap de nuestro sexo. No hay nada que pueda estropear este momento.
Sentirle escarbando en mi interior provoca corrientes eléctricas constantes, desde mi vientre a mis pezones, hasta dentro de mi corazón. Cada penetración es suave, como una dulce cuchillada si es que una cuchillada puede llegar a ser dulce alguna vez. Pero no sé describirlo de otra manera: es grande, agradable y me deja marcada por dentro. Y cuando él me besa bebo de él y me siento llena por completo, transportada a otro mundo, al paraíso. Ya no se qué día es, pierdo la noción del tiempo. Si no fuera por sus besos estoy segura de que se me caería la baba. Noto que él también se está poniendo errático, como si tuviese espasmos.
-Me corro….-susurra y las siguientes dos veces que entra en mi lo hace muy fuerte y me deja un poco dolorida.
-¡No, no! Fuera, ¡no te corras dentro, por favor! -Hace una pausa, me embiste como un toro, tan profundamente que siento como si me partiera por la mitad. Aprieto los ojos con fuerza y él sale de mí… acompañado de mi propia descarga, abundante como una cascada.
El conjunto de sensaciones me está volviendo loca, quiero llorar, quiero reír, siento que me muero, y hundo mi cara en su cuello donde el sonido de mis gemidos queda amortiguado. “Ah.. ah..” le oigo suspirar, como jadeos tras una gran carrera. En vez de mirar su cara alterada por el orgasmo, mi vista se ha quedado clavada en el suelo. A nuestros pies hay un gran charco, que él ha podido esquivar y no se muy bien cómo. Sin embargo tanto mis bragas como mis leggings son casos perdidos. Están empapadísimos y manchados de su semen. Aún hay un hilillo fino como una tela de araña, conectando una de las gotas blancas con la punta de su pene. Jadea otra vez y el hilito de plata se rompe cuando nuevas gotas de eyaculación caen al suelo, disolviéndose entre mis fluidos.
Su risita y su mirada cómplice me calman. Sí, ha sido una guarrada, lo hemos dejado todo perdido. Si antes estaba yo un poco alegre por el vino de peras, ahora los dos estamos borrachos y eufóricos del morbo por lo que acabamos de hacer. Me abraza y su lengua invade mi boca. Le abrazo fuerte pero ya sólo noto su flaccidez contra mí. Es una sensación.. bella. Al separarnos, justo en ese momento, suena la alarma de su reloj.
-Ha dado tiempo- dice, y me doy cuenta de que sólo han pasado diez minutos. Qué fiera.
-Hay que limpiar todo ésto. Y.. bueno, mira, no puedo salir así de manchada ahí fuera…-sé que a pesar de mi preocupación mi voz suena demasiado feliz.
-Tranquila, déjame a mí... ¡Déjame a mí! -insiste cuando ve que le quiero recordar que aún tiene la ropa inferior alrededor de sus tobillos. Va hacia la puerta que da a las cajas registradoras, la abre cuidadosamente y asoma sólo la cabeza y un hombro. Está tan inclinado y retorcido que resulta muy difícil que vean que está medio desnudo.
-Oye Sandra, -dice con su voz suavecita y tranquila de siempre- que mira, que no puedo incorporarme aún que se ha reventado el bibox del Sprite y se ha puesto todo perdido…
-¡Pero qué dices! … ¿necesitas ayuda? -Oigo que le responden desde la caja. Menos mal que no se han acercado a la puerta.
-No, no, no hace falta. Está… está la amiga de Clara aquí conmigo y me ayudará a limpiarlo, dice que no le importa, de todas maneras, le explotó casi encima y le ha caído todo el jarabe por las piernas y… -estoy flipando con la facilidad que tiene para inventar excusas convincentes.- digo que le podemos meter la ropa a la lavadora, ¿no?
-Sí, sí, claro -le responden tras una pausa - si pones la ruleta en el 3, es el ciclo rápido.
-¿Tenemos mucho jaleo?
-No, no, tranquilo Pablo, no hay jaleo. Y qué habéis hecho para explotar el bibox?
-Yo que sé.. ya sabes, que a veces vienen mal, estas cosas son así, iba a sacarlo para reponerlo y…
-Ya veo, ya.. -le responden tras otra pausa. Él tamborilea la puerta con los dedos.
-Bueno, vamos a limpiar ésto. ¡Ahora salimos! . - Cierra la puerta. Se le ve satisfecho de sí mismo. -Arreglado, ¿ves?- me sonríe y ladea la cabeza.
Me quito la ropa sucia, la metemos en la lavadora y la ponemos en marcha. Nos lavamos en el fregadero con agua y le ayudo a recolocarse bien el uniforme. Tras ajustar su corbata le beso la punta de la nariz. Nos abrazamos, estoy tan contenta, que me da igual tener que pasarme el tiempo que tarde de trayecto a las tiendas de ropa de la planta inferior, disimulando que no llevo bragas. Voy a tener que reponerlas y tal vez comprar lencería nueva.
Preparamos rápidamente el cubo de fregar con mucho detergente y fregamos el suelo de toda la trastienda usando dos fregonas. Lo revisamos todo un par de veces, y antes de abrir la puerta de la trastienda me susurra un número de portal y un piso, porque ya es hora de que sepa donde vive exáctamente.
Salimos al hall del cine y se despide lamentando el accidente del bibox y me dice que me devolverá la ropa limpia cuando salga a las once.
-No ha sido nada, Pablo -Digo como si nada. Creo que también soy buena actriz.-Luego quedamos y me lo devuelves.
-Te mando un whatsapp.
-Vale, estaré por aquí y cuando lo reciba subo a buscarte. - dicho esto asiento con la cabeza a modo de despedida y responde de igual forma.
Como si nada, me despido del resto de mis amigas y me alejo, aparentando normalidad. Oigo el sonido de la puerta al abrirse.
-Estás seguro que fue el bibox de Sprite? Me huele a.. no sé, me huele raro, como a mantequilla…? Han traído mantequilla para las palomitas?..
Acelero el paso sin atreverme a mirar atrás. Necesito salir pitando, porque tan cerca de ellos no puedo reir, reir como quiero, como una loca.. ¿Qué he hecho? ¿Qué hemos hecho? Ay, esta noche le volveré a ver, estoy segura de que a partir de ahora, nos volveremos a ver muchas noches, y muchos días más. Y yo, yo me he convertido en su reina, en su obsesión y llenaré su cabeza en todo momento y cada vez que vaya a trabajar, cada vez que le toque salir al descanso, recordará eso que hemos hecho juntos ahí mismo y su cuerpo le pedirá a gritos volver a estar dentro del mío.