La historia real de Anna Hoyt, parte III

Empiezan las sesiones

La historia real de Anna Hoyt. Parte III


Título original: The Real Story of Anna Hoyt

Autor: MASTER MICHAEL bondage@abac.com http://home.abac.com/bondage

Traducido por GGG mayo 2001


LO QUE SIGUE ES LA PARTE III DE LA HISTORIA REAL DE ANNA HOYT. POR FAVOR LEE LAS PARTES I Y II ANTES DE LEER ESTA ENTREGA.

Hice los preparativos para que la primera sesión de anna fuera el siguiente viernes por la noche. Su casa está situada en una de las partes más antiguas de San Diego llamada Hillcrest, que es conocida como una parte predominantemente gay de la ciudad. Las casas construidas durante la época de crecimiento de esta área eran manifiestamente de los años 50, porque muchas son de una sola planta, con las labores de pintura terriblemente brillante en verde, amarillo y marrón que dominaban en ese período de tiempo. Conté al menos 4 estatuas de jockeys a caballo sobre céspedes bien cuidados mientras me dirigía hacia su casa el viernes, y muchos, demasiados para contarlos, cadillacs enormes y viejos en los caminos de acceso.

La suya es una de esas casas de solar trasero que parecen o bien una ocurrencia tardía o construida de forma calculada para incrementar el valor de la propiedad o una fuente de ingresos adicional. La casa principal es una cosa muy distinta, vanguardista rematada con un tejado plano cubierto de grava y camino de acceso como un patio desvaído. El césped tranquilo y bien definido delante de ella es solo un tono más oscuro que el primario color sopa de guisantes de la casa, rematado con adornos blancos conservadores.

Tal como lo describió ella, el camino de acceso a la casa de anna es difícil de localizar pese a estar rodeado por una fila de arbustos de cinco pies (1,50 m) en toda su longitud. Contrariamente a muchas de las casas de su vecindario, este solar es más grande que la mayoría y salpicado generosamente con altos eucaliptos y palmeras. Dos grandes palmeras y un gigantesco eucalipto oscurecen parcialmente la entrada del estrecho acceso, pero estando advertido de este detalle, la encontré con facilidad después de una segunda pasada. ¡Qué diferente parece su casa cuando conduzco por el callejón! En contraste con la casa principal, la suya es una estructura victoriana de dos plantas como te imaginarías el este, Boston, o quizás algún barrio elegante de Connecticut. Está pintada en un blanco contemporáneo con adornos en azul y presenta dos ventanales en el frontal con dos falsas torres octogonales a juego. El camino de acceso termina en una glorieta circular, llevando a los visitantes a la grande y pesada puerta.

Había dado instrucciones a anna para que estuviera preparada como le había indicado en mi mensaje de aceptación: el pelo recogido en un moño o una cola de caballo, nada de joyas y nada de maquillaje. Le permití llevar una camisola para recibirme y quedarse con ella mientras comíamos. Tomé comida para llevar sobre la marcha de un restaurante italiano familiar que frecuento mucho. Sus recetas, según su propietario Frank, un viejo y divertido patriarca de 70 años, eran fieles a la cocina antigua, según se jactaba con frecuencia, y yo estaba de acuerdo con él. La comida aquí era rica y muy especiada. Esa noche, recogí una comida sencilla de pasta de cabello de ángel, pan de ajo y una botella de Cabernet Sauvignon del 92.

anna contestó a la puerta casi inmediatamente. Cuando tuvimos el primer encuentro había sido incapaz de examinarla suficientemente, porque estaba oscuro y era tarde. Sin embargo esa noche el cielo del verano estaba todavía iluminado por los tentáculos de tela de araña de un atardecer espléndido, y mientras miraba su cara de cerca por primera vez, los rayos aportaban un brillo definido a sus jóvenes mejillas y sus suaves labios.

Sus ojos verdes me miraron. "Hola, Señor."

No contesté inmediatamente, sino que en lugar de ello la examiné a conciencia. Tenía los pómulos altos, como una modelo, y una cara brillante de apariencia inocente. Sus ojos parecían luminosos, juguetones, incluso, más dentro, más profundamente, conmovedores. Las mechas de pelo negro perdidas que caían de su cabeza producían un efecto de la chica de al lado, pero sus húmedos y suaves labios y su cara ligeramente sonrojada, su aura exhalaba sexualidad contenida. La camisola de seda se ceñía a su cuerpo, haciéndome recordar la firme y desnuda forma que había flagelado meticulosamente semanas atrás. Aquí y ahora, rocé el perfil de sus pechos, que permanecían animados aún sin sujetador, como los pechos adolescentes. No sé si era el aire de la noche, o la anticipación de lo que iba a venir, sus pezones estaban duros y destacaban contra el material, quizás la fría seda atormentaba sus sensibles puntas. Mientras, mis ojos hurgaban lenta y deliberadamente en el resto de su cuerpo; estómago plano, muslos bien entonados, bonitos tobillos, sentí su entrega sexual a mi persona en ese mismo momento. La sentí llena del alivio tan profundamente buscado de entregar finalmente su cuerpo, su alma, su sexo y su espíritu a un hombre fuerte y dominante. Mientras pensaba esto, desplazó su peso y abrió ampliamente sus piernas, como confirmando mi impresión.

Avancé hacia delante para estar más cerca y me quedé a unas pulgadas, sintiendo el calor de su cuerpo. Podía oler su cuerpo recién bañado, su pelo limpio y un leve aroma de loción. Su respiración era entrecortada. Miré abajo hacia su camisola mientras colocaba mi gran mano sobre su cara rodeando su oreja y finalmente agarrando un abundante puñado de su pelo. La miré a los ojos, que parecían a la vez temerosos y desafiantes. Imposibilitada de desviar la mirada, sus ojos buscaron los míos, quizá preguntándose que tenía preparado para ella esa noche.

"Cierra los ojos," ordené.

Así lo hizo, lenta e inseguramente. Tiré del pelo hacia mí y la besé plenamente en la boca, asegurándome que mi lengua penetrara profunda y brutalmente en su cálida y flexible abertura.

Cenamos con rapidez, ella nerviosa, yo impaciente. Habló principalmente de su abuela, que le dejó la casa, una herencia muy considerable y que había muerto solo hacía cuatro años. anna era la favorita de su abuela al parecer, por encima de otras dos nietas que pensaban que era un mujer vieja y maniática. Fue anna quien la visitaba a menudo de niña pidiendo a su madre que la llevara los fines de semana para poder jugar en el patio de esta grandiosa y enorme casa. Podía decir que toda la lealtad familiar de anna era con esta mujer ahora muerta, porque hablaba cariñosamente de ella, y muy poco de cualquier otro.

Finalmente llegó el momento de empezar la sesión.

"anna," dije.

"¿Sí, Señor?"

"Es la hora."

"Sí, Señor."

Sin que le dijera nada, soltó el broche que mantenía su camisola cerrada y dejó que cayera a sus pies. Luego se arrodilló ante mí, inclinó hasta el suelo la parte superior de su torso, y puso sus labios en mis pies. Me sentí conmovido con su comportamiento, obviamente planeado, pero molesto de que actuara de forma tan independiente sin que se lo hubiera dicho.

Buscando en mi bolsa retiré y luego me puse unos guantes médicos de látex, y, una vez puestos, metí el pulgar en un gran barreño de lubrificante acuoso.

"Levanta las caderas al aire," dije con calma.

Con el culo y las caderas al aire, junté los cuatro dedos de mi mano y con un movimiento deliberado y seguro los avancé todo lo que pude en su coño, que ya estaba húmedo y abierto, invitador. La respiración de anna se cortó bruscamente, pero rápidamente la dejó salir despacio por la boca. Mi pulgar separó los carrillos de su culo considerablemente y penetró completamente el saqueador de su agujero. Inmediatamente mi dedo fue absorbido hacia dentro por reacción natural. Esta vez anna pego un respingo sonoramente. Lo retiré cuidadosa pero firmemente.

"Ponte sobre las puntas de los dedos de tus manos y pies, AHORA."

Ahora estaba a cuatro patas, apoyada en la total extensión de las puntas de los dedos de manos y pies y rellenada por mis dedos y mi pulgar. Empujé hacia delante y le ordené que empezara a gatear. Dimos dos veces la vuelta a la habitación. Mientras lo hacíamos le hablé clara, lenta y severamente.

"Cuando estés en una sesión conmigo, anna, no tienes que tomar decisiones. Se te dirá como andar, como hablar y como gatear. No muevas un dedo, ni un miembro ni te rasques si te pica. Se te permite respirar y solo respirar. Pronto controlaré eso, pero será mucho más tarde. Empezaremos las sesiones con tu reconocimiento verbal de sumisión a mí, seguido por mi tocamientos físicos, masajes, y, efectiva 'toma de posesión' de cada pulgada de carne. Una vez completado esto, empiezo a incrementar progresivamente el tiempo dedicado a tu flagelación. Esta noche empiezo con dos minutos completos. Cuando tus sesiones se incrementen en frecuencia y duración lo mismo hará el tiempo dedicado a tu flagelación."

Terminamos la primera vuelta completa a la habitación. La respiración de anna se volvió un poco más dificultosa mientras continuaba hablando y llevándola alrededor de la habitación de nuevo: "Normalmente, el propósito del castigo es hacer borrón y cuenta nueva de digresiones sobre tu comportamiento: Cuando haces algo que me desagrada, o no haces lo que te he dicho, el castigo que recibes - que con seguridad será inmediato y severo - desplazará la transgresión de tu corazón, y mi memoria, de forma que podamos continuar avanzando. No me malinterpretes. Cada sesión que comience con una flagelación no es un castigo. Es la actividad práctica y simbólica que me expresará tu buena disposición a soportar, someterte y servir."

"Alto," dije.

Lo hizo. "¿Entiendes y aceptas lo que te he dicho?"

Asintió enérgicamente, permaneciendo en silencio. Ahora respira difícilmente con la boca abierta y espesos, greñudos hilos de sexo cuelgan lentamente de su coño. Su cuerpo luce una fina capa de sudor, brillando ligeramente en la parte superior de su piel.

Retiro mi pulgar primero de dentro de su culo, el perímetro de su sonda expulsado por presión después de haber tirado levemente de él. Retiro mis dedos de su coño más lentamente, aplicando presión a lo que es su pared inferior, provocando un sonido bajo gutural y de apariencia femenina desde lo profundo de su intestino.

"Finalmente, anna, las sesiones empiezan contando hasta tres y acaban igual. Empezamos ahora. Uno, dos, tres."

Se puso notablemente tensa, pero yo ya voy camino de mi gran bolsa. Recojo abundante cuerda para mi plan de esta noche y regreso hacia la figura temblorosa a cuatro patas.

Le indico que se ponga sobre su estómago, estirando los brazos hacia fuera, las piernas todo lo separadas posible. Con la gruesa cuerda de nailon, ató las dos muñecas a su espalda. Agarrándola del pelo, y tirando de sus muñecas atadas, la izo sobre sus pies y rápidamente la pongo contra la pared más cercana, la mejilla izquierda presionando con dureza, vientre y pechos contra la fría superficie. Le susurro al oído, impresionado por su completa sumisión.

"Me perteneces. Haz lo que se te diga."

Ella susurra a su vez, respirando mientras lo hace: "Sí, Señor."

Ahora estoy totalmente empalmado, mi polla hinchada y tiesa. Su cuerpo húmedo y sudoroso con aroma de sexo húmedo y almizclado me ha excitado, además de su servidumbre. La excitación y la testosterona me llenan de agresividad mientras la agarro del pelo y las muñecas atadas.

"Ponte sobre tus jodidas puntillas, anna." Grito.

Se levanta de forma impresionante sobre las puntas de sus pies con mi ayuda.

"Ahora quédate así," digo, dándolo por bueno.

He fabricado un dispositivo que es transportable y ajustable para la tortura de la entrepierna. Es similar a un banco de trabajo de madera con soportes de tipo de marcos en A. Pero en lugar de tener soportes en ambos extremos, solo uno tiene dos planchas de 2x4. El otro extremo lo forma una plancha de 4x4 que soporta un tablón horizontal de madera acolchada. Lo recojo y lo llevo junto a anna. Ajustándolo convenientemente, lo coloco justo contra los pliegues de su coño, luego lo subo media pulgada y lo engancho en su sitio.

Ahora está de puntillas, aplastada contra una pared, con su mejilla izquierda, vientre y pechos presionados con dureza contra la superficie de la pared, con el tablón de torturar la entrepierna levantando su cuerpo hacia arriba hasta justamente los límites de la capacidad de sus puntillas. Cuerda libre cuelga de sus muñecas atadas. Tomo la cuerda y la paso por una viga del techo convenientemente situada, y tiro de ella lo suficiente para levantar sus muñecas y la parte superior de su cuerpo. Aseguro la cuerda al caballo. Tomo la mordaza naranja y suave y la aseguro alrededor de su boca y coloco mi venda de dormir de terciopelo sobre su cabeza.

Finalmente, saco el grueso látigo de cuero de mi bolsa y me preparo para flagelar a mi nueva esclava durante dos minutos completos.

A estas alturas mi polla está sufriendo y furiosa de excitación. Presiona con dureza y arrogancia contra mis vaqueros, completamente llena por la excitación e inundada hasta su diámetro total, se me hace imprescindible desabrocharme los pantalones para dejar que su endurecido dardo salga libre. Mis huevos, que se balancean pesadamente dentro de los sacos ampliamente inflados, sienten alivio cuando lo hago, haciendo que mis manos bajen instintivamente a la entrepierna para modificar su posición.

Con una hembra adorable, joven, firmemente sumisa esperando mis latigazos y el dulce, acre aroma de la excitación femenina en el aire, echo atrás con verdadera dureza las tiras de cuero del látigo y empiezo mi sesión con anna.

Sus gemidos son suaves, sexuales al principio. Pero, cuando alcanzo los 45 segundos y voy más allá, empieza a soltar gritos genuinos de genuino y punzante dolor. Y así empieza la primera sesión de anna.

EL AMO MICHAEL.