La historia no ha terminado (Amistad, dolor... II)

Irene sigue descubriendo los misterios de la obediencia

El relato puede leerse por si solo, pero os recomiendo leer antes la primera parte de la historia.

https://todorelatos.com/relato/168751/

Una vibración entre sus dedos la saca del sueño. Sigue medio dormida cuando vuelve a sentirla. Se remueve y con la tercera se despierta. Su primer pensamiento es para Julián.

Abre los ojos y se acomoda en el asiento. El movimiento del tren ahora la incomoda. El teléfono en la mano, mira la pantalla y piensa que ya los leerá más tarde.

Con los ojos entrecerrados mira pasar el paisaje y por su pensamiento empiezan a desfilar los recuerdos.

Sigue en el suelo cuando se despierta, cubierto el cuerpo desnudo con una sábana. La cama está vacía. Se levanta entumecida y busca su ropa. Como subió desnuda debe seguir abajo su vestido. Saca del armario el que llevó para el viaje y baja a buscar a Julián.

Lo encuentra sentado junto a la mesa de la cocina. Al verla se levanta y le ofrece un café. Irene se sienta enfrente y va desmigando una magdalena para disimular su nerviosismo. Julián le propone acercarse a un pueblo cercano que está de fiestas.

Se ponen en marcha cuando empieza a anochecer. Ella con un vestido sencillo y las sandalias de tacón infinito, él con pantalón oscuro y camisa blanca de lino. El pueblo está cerca y caminan un rato, saludando a conocidos él, observando el ambiente ella. Cuando se acerca la hora de la cena buscan sitio en una terraza y después pasean hasta la plaza que empieza a llenarse de gente, mientras la orquesta se prepara sobre el pequeño escenario. Con las primeras canciones solo los niños se arrancan a bailar, pero poco a poco se van uniendo algunas parejas. Hasta Julián se anima y a pesar de las sandalias de Irene consigue llevarla al centro y bailan, en silencio. Se dejan llevar por la música y envuelta por los brazos de Julián a Irene se le pasa el tiempo volando.

Ya entrada la madrugada vuelven a casa. Irene habla poco, nerviosa y expectante por lo que pueda pasar al llegar. Suben juntos la escalera, cada uno junto a su puerta. Julián vacila un momento pero finalmente se acerca a ella, la toma de la mano y entran a su habitación. Hace sentar a Irene al borde de la cama y se inclina para quitarle las sandalias y masajear sus pies doloridos. Luego la ayuda a quitarse la ropa. Las sábanas están frescas y cuando Julián se tumba a su lado, después de desvestirse, se pega a él buscando un poco de calor.

Julián responde al abrazo, envolviendo su cuerpo y besando sus hombros. Entre abrazos, besos y caricias se van quedando dormidos.

A la mañana siguiente se levantan temprano. Irene se prepara mientras Julián hace café. Elige lo más cómodo para una excursión: tejanos, camiseta y zapatillas. A punto de terminar de vestirse sube Julián a buscarla. Llama a la puerta y sin esperar a recibir respuesta entra. Observa la ropa con gesto casi complacido. Sale un momento y vuelve con unas tijeras. Sin dudar coge los tejanos y los corta por debajo de la cadera. Irene lo mira horrorizada. Esos pantalones han quedado inservibles. Otro vistazo a la ropa preparada y se lleva el sujetador.

El sonido del teléfono la distrae mientras trata de saber donde lo dejó. No lo ha tocado desde que llegó. Cuando al fin lo encuentra ve la llamada de Daniel. Contesta mientras piensa que no se ha acordado de él. La saluda efusivamente, con esa calidez tan suya. Sonríe para si misma mientras la conversación avanza. Se fija más detenidamente en la ropa, ese pantalón le va a dejar al aire todo el culo, y la camiseta, tan ligera que no va a dejar nada a la imaginación. Daniel sigue hablándole pero ha dejado de escucharlo. Se despide con prisa, avisándole que volverá esa noche en el último tren y que le llamará al día siguiente. Con resignación Irene termina de vestirse y va a desayunar.

La reciben en la cocina una taza de café y la sonrisa admirativa de Julián. Empieza a contarle el recorrido que ha planeado para la mañana y a mitad de la explicación le interrumpen unos golpes en la puerta del patio. Murmurando una disculpa Julián sale al patio.

A Irene le llegan frases incompletas, saludos, trabajos pendientes e instrucciones. Las voces se alejan y supone que se han sentado. Con un tono más alto Julián le pide que vaya. Irene piensa en ignorarlo avergonzada de su vestuario. Cuando vuelve a pedírselo sabe que no va a poder negarse. Cohibida y medio encogida sale al patio y se dirige hacia ellos.

El visitante es de mediana edad, curtido por el sol, vestido con ropa de trabajo. Cuando Irene se acerca el desconocido la mira detenidamente. Irene se ruboriza. La mirada pasa de sus piernas desnudas a los pezones que se marcan en la camiseta. Incómoda, Irene cruza los brazos sobre el pecho.

Un Julián muy risueño hace las presentaciones. Ramón ha ido a recibir instrucciones, pero le considera más un amigo, ya que crecieron juntos. Se acerca a Irene y le tiende la mano para saludarla, pero ella se aproxima aún más y le planta un beso en cada mejilla. Se da cuenta del desconcierto de Ramón y la vacilación al devolverle el mismo saludo. Nota en su mejilla la piel cálida y áspera y la mirada esquiva de Ramón clavada en sus pechos. Percibe también un olor que es mezcla de sudor y campo. En otro momento o lugar quizá le parecería desagradable pero en ese momento le causa un leve estremecimiento. Julián vuelve a la casa con la excusa de ofrecerles más café.

Sin saber que decir Irene se sienta. Sin levantar la vista sabe que esa mirada sigue clavada en su cuerpo. Hace algún comentario sobre el calor y el verano y por toda respuesta recibe algún gesto de asentimiento. Un sospechoso bulto aparece en la entrepierna de Ramón. Al verlo Irene nota un calor sofocante por todo el cuerpo, sus bragas húmedas y los pezones erizados.

Se levanta y se coloca delante. Da una vuelta ante él. Le pregunta, ¿te gusta lo que ves? Asentimiento de cabeza. Irene se inclina intencionadamente, dejándole ver los pechos y los pezones cada vez más duros a través del escote abierto. Nota los jadeos contenidos y se sienta sobre sus rodillas, cara a cara. Otra pregunta, ¿quieres verlos? Asentimiento de cabeza. Irene desliza los tirantes de la camiseta y la baja hasta la cintura. Arquea la espalda haciendo resaltar los pechos ante él. La mirada clavada en ellos la divierte y la excita por igual. Otra pregunta, ¿quieres tocarlos? No hay respuesta pero las manos se mueven rápidas. Primero es una caricia suave, poco a poco con más fuerza, estrujándolos, pellizcando los pezones, estirándolos. Otra pregunta, medio jadeando, ¿quieres morderlos? Por toda respuesta una mirada incrédula. Irene sonríe y añade, claro que entonces tendrías las manos libres, ¿qué harías con ellas?

Sin separar las manos de sus pechos, acercándolos, unos labios ávidos sobre ellos empiezan a lamerlos, a chupar los pezones, mordisqueándolos. Irene se inclina y le susurra al oído, qué bien lo haces, tengo las bragas mojadas. Aumenta la fuerza y la rapidez de cada lametón y nota sus manos bajar de su cintura y clavarse en su culo. Ahora desabrochando el pantalón y unos dedos en su coño. Ella le imita y le abre el pantalón, dejando asomar una polla dura y húmeda. Empieza a acariciarla y después le masturba con rapidez.

¿Sabes? Todavía no he desayunado, susurra Irene. Se levanta y se arrodilla entre sus piernas. Sujeta la polla por la base y se la mete entera en la boca. Nota el estremecimiento de él y empieza a mover la boca arriba y abajo cada vez más rápido notando que no va a aguantar mucho. Pronto nota sus espasmos cada vez más fuertes y presiona con sus labios sobre ella. Cuando adivina que va a correrse la saca de la boca y deja que le llene el pecho con su leche. La extiende con las manos sobre ella y le da unos últimos lametones causándole un último estremecimiento.

La sienta sobre él y la acaricia. Abriéndole las piernas la masturba. Irene sabe que no va a aguantar mucho sin poder correrse. Empieza a respirar jadeante, pidiéndole que no pare.

La voz de Julián la devuelve a la realidad. Sigue sentada en su silla. Ramón sigue observándola y seguro ha notado su perturbación y no ha desaparecido el bulto de su entrepierna. Irene apenas puede ocultar su excitación.

El silencio y la excitación de los dos no escapan de la observación de Julián. No cree que Ramón se haya atrevido a propasarse con ella, pero Irene está tan perturbada que se queda intrigado. Ya se enterará después.

Los dos hombres terminan de tratar los temas del trabajo. Ramón se despide de Julián, mirando a Irene indeciso. Ella se levanta y se acerca, la mirada clavada en el suelo, murmurando unas palabras de cortesía. No se ha atrevido a darle dos besos por miedo a quedar en evidencia, pero Ramón toma la iniciativa y le da dos sonoros besos. Otra vez le llega el olor que desprende e intuye la mirada clavada debajo de su escote. Atrevida y provocativa, mueve el cuerpo haciendo que sus pechos se balanceen para él. Levanta la mirada, le sonríe lascivamente y vuelve junto a Julián.

El viaje no dura mucho, apenas media hora. Julián piensa en preguntarle por su evidente alteración pero finalmente lo deja para mejor momento. Aparca en un descampado al pie del camino asfaltado. No se ven muchos coches. Caminan hacia la zona arbolada donde se ve una caseta informativa. Delante de ellos un grupo de excursionistas intentan orientarse en el mapa que les ofrece un guía. Cuando terminan Julián se acerca a por un mapa, para explicarle a Irene el recorrido que harán. Uno de los excursionistas se fija en Irene y en los pantalones que apenas le cubren el culo. Le da un codazo al que tiene al lado, señalándola con un gesto.

No tardan en mirarla todos, algunos con admiración y otros con picardía. Alguno más atrevido le habla con descaro. Irene, incómoda, se gira impaciente esperando a Julián. Escucha una mezcla de silbidos y piropos dirigidos a su culo. El pantalón apenas lo cubre y se ruboriza de la vergüenza que está pasando. Aunque todas esas miradas clavadas en ella terminan por reavivarle la excitación de hace un rato y va notando como un sofoco ardiente se extiende por todo su cuerpo.

Julián se acerca y la atrae hacia él, sujetándola por la cintura. El gesto la tranquiliza y el semblante serio y la mirada desafiante de Julián enmudece al grupo.

La guia hacia un sendero que se adentra en el bosque. El primer trecho está limpio y bien cuidado, pero poco a poco se vuelve más estrecho al tiempo que aumenta la pendiente. Los frondosos árboles que marcan la senda dan un aire sombrío y fresco al paisaje. Alzando la mirada cuando dejan algún espacio Irene puede ver la escarpada ladera y se pregunta si Julián pretenderá que sigan subiendo mucho, el deporte no su fuerte y ya nota el esfuerzo en el cansancio de sus piernas. No parece muy transitado y la calma del lugar transmite tranquilidad.

Llegan a un claro y un tronco les sirve de asiento para un descanso. Julián le pregunta que ocurrió cuando él se fue a la casa. Irene intenta desviar la respuesta con vaguedades pero insiste. Avergonzada, Irene le explica la escena que pasó por su cabeza.

Julián no deja de mirarla, sorprendido. Animado por el relato mete las manos bajo su camiseta y le acaricia con fuerza los pezones. Molesto con la tela que se pega a sus brazos le quita la camiseta. Después de darle unos mordiscos que le dejan los pezones endurecidos se aleja hasta el extremo del claro. Apoyado en un árbol le hace un gesto para que vaya a él. Irene duda si levantarse, recordando una situación parecida. Finalmente se deja caer al suelo y avanza lentamente a cuatro patas hacia él. Las piedras y ramas del suelo se clavan en las rodillas y llegar se le hace eterno. Se detiene ante él sin saber que hacer. Julián da una vuelta a su alrededor, deteniéndose en el culo que asoma casi por completo del pantalón. Se inclina y le da unas palmadas juguetonas.

Recuesta la espalda en el árbol y baja la cremallera de su pantalón. Saca su polla y se la acerca a la cara. La acaricia con ella, acercándola a su boca y quitándosela cuando Irene intenta lamerla.

Se pone de puntillas obligándola a incorporarse. Irene la sujeta entre sus manos y empieza a acariciarla. La voz complacida de Julián le anima a continuar. Nota como se va endureciendo poco a poco y sus movimientos y jadeos le contagian la excitación.

Julián la detiene y le acompaña de nuevo a cuatro patas hasta el tronco. Le pide que se tumbe y al verla lo piensa mejor y le manda que se desnude y se vuelva a acostar con las piernas abiertas, y empiece a masturbarse. Irene empieza tímidamente pero poco a poco se va animando. Deja caer las piernas a los lados del tronco dejando su coño mojado y brillante expuesto. Su mano se mueve cada vez más rápida y podría correrse en cualquier momento.

Unas voces hacen que se detenga. No parece que estén cerca. Mira a Julián. Le ordena que siga. Irene, inquieta, duda. Y si son los de antes y aparecen de repente. Se los imagina alrededor del tronco, sin poder separar los ojos de ella. Desnuda sobre el tronco, con los pezones duros y una mano entre sus piernas. Las miradas lascivas sobre su pecho, adivinar sus pollas duras bajo los pantalones, alguno más atrevido extendiendo una mano hacia ella. Se los imagina masturbándose y corriéndose sobre ella. Imagina la leche viscosa y tibia sobre su piel. La mano se mueve más rápido. No va a aguantar mucho más.

-Para- la voz firme de Julián la saca de su fantasía.

Medio a escondidas sigue tocándose y al verla Julián la levanta y la obliga a vestirse.

Caminan un rato más. Julián le cuenta curiosidades de la zona y de una ermita medio en ruinas en medio de la colina. Le ofrece enseñársela pero entre unas cosas t otras se les ha pasado media mañana y deciden dejarlo para otro rato. Regresan al punto de partida y se acercan a comprar agua fresca, cuatro mesas viejas alrededor de un chamizo que solo ofrece refrescos y agua. Julián propone comer de camino a casa, en una casa rural conocida por su comida casera.

El restaurante no está lejos. Apenas hablan y cuando ya están llegando Irene es consciente de su aspecto. Los pantalones además de cortos se ven sucios, con restos de hierba y tierra. La camiseta arrugada se le pega aún más al cuerpo. Intenta explicárselo a Julián y la ignora murmurando que no pasa nada.

A pesar de la hora temprana hay ya bastante gente sentada a las mesas. Irene trata de ocultarse detrás de Julián hasta que les buscan un sitio. Julián se inclina hacia ella y le pide que vaya al baño a refrescarse un poco, se quite las bragas y se las dé cuando vuelva. Cuando camina de nuevo hacia la mesa nota miradas clavadas en ella, algunas de admiración, otras de desaprobación. Le entrega las bragas hechas un ovillo y Julián las guarda en un bolsillo.

Comen en silencio. Irene abstraída y asimilando lo ocurrido durante la mañana. De vez en cuando siente alguna punzada de excitación, avivada por la mirada descarada del camarero cada vez que se acerca a la mesa. Observa a Julián, concentrado en su plato. No queda mucho para que tenga que marcharse y no se imagina que pueda pasar después. Levanta la mirada para pedir más agua al camarero, quien con la vista clavada en su escote apenas la escucha. Julián observa la escena y le repite la petición al camarero con voz firme y seca. Alarga una mano y le acaricia el brazo.

-Nina, ¿estás bien?

-Sí Señor.

-Tranquila, no va a pasar nada. Y pronto nos vamos.

Sus palabras la tranquilizan y se anima a pedir el postre. No hay mucha variedad pero no puede resistirse al pastel de chocolate. Lo saborea lentamente y se olvida de todo lo demás. Julián no toma postre y acompaña su café con una copa de licor. Le ofrece probar el pastel y rechaza el ofrecimiento.

Se levantan y pagan en la barra. El camarero se acerca una vez más y arrimándose más de lo necesario a Irene la despide con una mirada lasciva y viciosa.

De nuevo en el coche Irene está nerviosa. La tensión acumulada se desata y confusa y aturdida solo tiene ganas de volver a su casa.

Pronto llegan a casa. Julián le ofrece otro café y mientras lo prepara Irene se tumba en el sofá. Cuando le trae la taza ya duerme profundamente. Sentado en el sillón en frente la mira. No ha sido un día fácil para ella. Julián tiene miedo de haber querido ir demasiado rápido. Decide tomar las cosas con más calma y dejar que se acostumbre poco a poco a su nueva condición. Dándole vueltas a cómo enfocar la tarde también él se queda medio dormido.

Como de costumbre, Julián es el primero en despertarse. Se despereza y va directo a la ducha. Cuando vuelve a bajar, fresco y con ropa limpia, sigue sin tener claro como pasar la tarde Irene sigue dormida y sentándose en el borde del sofá la despierta suavemente. Le acaricia la mejilla y mientras Irene se resiste a despertar. Finalmente se incorpora, aún aturdida. Julián le sugiere ducha y ropa limpia y encantada con la idea sube rápida las escaleras.

Es un alivio quitarse la ropa, tan escasa como sucia. El agua caliente sobre la piel, sumada al descanso del sueño, hacen que se sienta más tranquila. No puede evitar recordar cada acontecimiento del día. La vergüenza se mezcla con la excitación, no sabe como ha podido comportarse así. Desde que llegó no se reconoce. Y no sabe si esa Irene que está apareciendo le gusta.

Recoge la ropa sucia del suelo y envuelta en la toalla sale del baño. Cuando ya está abriendo la puerta de la habitación aparece Julián. Mira la piel de sus hombros, brillante de aceite, y la toalla ceñida al cuerpo. Su primer pensamiento es arrancársela, pero viéndola más relajada se contiene. Se acerca y la abraza, Irene le devuelve el abrazo. Julián la besa con suavidad y la respuesta apasionada de Irene le hace abrazarla con más fuerza, pegando su cuerpo al suyo. Irene deja caer la toalla y se separa, ofreciéndose a él. Julián la mira ansioso y todas sus dudas desaparecen al mirarla a los ojos y leer su deseo, un interrogativo ¿Señor?, apenas un susurro, despierta su pasión.

La guía escaleras arriba. Sube detrás de ella, observando cada movimiento y recreándose en lo que ve. Resiste el impulso de tocarla.

-Nina, a tu sitio.

-Sí, Señor.

Se arrodilla en el centro de la alfombra. Julián ocupa la butaca.

  • Las manos en la nuca.

Irene obedece.

-Mirada al suelo, Nina.

La observa, orgulloso y satisfecho. La ve dispuesta, obediente. Pensaba que quizá se había excedido, siendo la primera vez. Pero la respuesta de Nina ha sido sorprendente. Ahora no sabe qué hacer con ella. Si introduce algo nuevo puede saturarla y además le parece mejor guardarse alguna novedad para otras ocasiones. Sigue dándole vueltas hasta que la ve intentar mover las rodillas y los brazos, con gestos claros de incomodidad.

La tentación es superior a él. Va hacia el armario. Irene le sigue con la mirada. Coge algo y lo esconde de su vista.

Se arrodilla a su lado. Los brazos alzados hacen resaltar sus pechos. Los acaricia y nota como crecen entre sus manos. Pellizca los pezones y endurecen entre sus dedos. Se recrea en ellos hasta hacerla gemir. En ese momento hace aparecer en sus manos unas pinzas metálicas. Las coloca cuidadosamente, presionando con fuerza los pezones.

El tacto frio y la presión estremecen a Irene. Nota las pinzas como unas garras poderosas que extienden una mezcla de dolor y excitación por todo su cuerpo.

Sigue acariciándola, la palma de la mano en una caricia suave, un dedo trazando dibujos imaginarios sobre su piel. Cuando ese mismo dedo se mete entre sus piernas se estremece de nuevo.

Lentamente Julián desliza el dedo por su coño y lo siente caliente y húmedo. La ansiedad es evidente y juega a rozarlo, haciendo que el cuerpo de Irene se mueva buscándole. Empieza a masturbarla y aumenta el ritmo al notar como responde.

Se detiene un momento y se inclina hacia ella.

-Eres mía, Nina. Hoy voy a dejar que te corras cuando quieras, pero has de avisarme antes. ¿Entendido?

-Sí Señor

La mezcla de las pinzas y los dedos de Julián hacen reaparecer todas las sensaciones del día. La excitación se extiende por todo el cuerpo y la humedad de su coño baja por el interior de sus piernas. Las palpitaciones aumentan, la respiración agitada, el calor sofocante que la ahoga...

-No puedo esperar más-Nina clava en Julián una mirada suplicante.

El movimiento de cabeza dándole permiso es todo lo que necesita. Cierra los ojos, respira profundamente y libera su cuerpo. Las palpitaciones de su coño se disparan, arquea la espalda y nota el calor ardiente explotando dentro de ella, no tarda en caer rendida a los espasmos del placer. Se queda temblorosa, sin fuerzas, empapada en sudor.

Julián se sienta y la reclina sobre él. Dibuja sobre sus caderas con sus dedos, alargando un poco más el placer de Irene. Le quita las pinzas y le masajea los pezones, ignorando el gesto de dolor de Irene.

Vuelve a la butaca. Antes de sentarse se quita la ropa. Le pide que se acerque y la sienta sobre sus rodillas, rodeándola con sus brazos. Necesita sentirla, su respiración, su piel, su calor. Hunde la cabeza en su pelo, aspirando su aroma. Las caricias de Irene dejan de sentirse como cosquillas y se transforman en deseo. Se deja besar y esa boca que recorre su cuello, sus hombros, su pecho... le va excitando cada vez más.

La deja continuar y cuando su boca se acerca a su polla lo mira inquisitiva. La sonrisa complaciente le da la respuesta. Empieza besándola, notándola endurecer. Abre la boca cuanto puede y estirando fuera la lengua la desliza hasta el fondo de la garganta. Se mueve lentamente, presionándola con sus labios ávidos y golosos. Las manos sobre la cabeza guían los movimientos, cada vez más rápidos. Cada jadeo anima a Irene a continuar. Cada empuje hasta el fondo de la garganta la deja sin aire, y los ojos medio llorosos le nublan la vista. Cada vez la siente más dura, húmeda y salada, palpitante. Aumentan las palpitaciones y los jadeos, las caderas se mueven rítmicamente. Irene intuye el final y se separa. Con un movimiento brusco Julián le mete de nuevo la polla en la boca y le sujeta la cabeza con fuerza. Con el siguiente jadeo se corre en su boca.

Cuando se ve liberada Irene escupe lo que puede con gesto de asco. Julián la mira en silencio mientras trata de recuperar la respiración.

  • ¿Qué estás esperando, Nina? Límpiale la polla a tu Amo.

Al observar el gesto de duda en su cara añade:

-Con la lengua, Nina

-Si Señor

Obediente recoge con la lengua cada gota de su leche y no se detiene hasta terminar.

Un nuevo mensaje la despierta de sus recuerdos. Empieza a amanecer y pronto llegará a casa. Desbloquea el teléfono, ignorando el resto de mensajes abre la conversación de Julián. Un escueto buenos días y un enlace de video. Rebusca en su bolso hasta encontrar los auriculares, se los pone y pulsa play.

Cuando abres los ojos

Cuando miras el cielo

Cuando miras a las estrellas

Mientras cierran la noche

Sabes que esta historia no ha terminado.

Todo mi agradecimiento a Jsorel y Kitonu, cuyos comentarios me animaron a continuar. Se agradecen tanto los comentarios como las valoraciones.