La historia de Viviana (3)
Al otro día, al llegar al sitio acostumbrado, como siempre Angela y Camilo me pidieron nuevamente que me quedara a esperarlos en el mismo lugar. Yo me había dado cuenta claramente cómo ellos, durante el camino de regreso, intercambiaban ardientes e intensas miradas de deseo.
Diversiones Cotidianas (Cap. 03)
Al otro día, al llegar al sitio acostumbrado, como siempre Angela y Camilo me pidieron nuevamente que me quedara a esperarlos en el mismo lugar. Yo me había dado cuenta claramente cómo ellos, durante el camino de regreso, intercambiaban ardientes e intensas miradas de deseo que yo captaba de reojo, causándome todo eso una excitación que está por demás decir que humedecía mis intimidades. Ellos se fueron apresuradamente y yo dejé pasar algunos minutos, ansiosa y encendida como estaba por volver a presenciar aquella lucha brutal que tanto hacía gozar a mi amiga.
Como yo ya conocía el lugar donde ellos realizaban su habitual sesión de sexo, no se me dificultó en lo absoluto ubicarme rápidamente en el mismo sitio que había descubierto con anterioridad. Al llegar me acomodé detrás de los matorrales, disponiéndome a ver las mejores y más calientes escenas en vivo que con tanto ardor me calentaban. Yo podía sentir, mientras tanto, cómo me escurría ya entre mis piernas un líquido viscoso que humedecía con abundancia mis partes más íntimas y mis braguitas de niña. Por supuesto que Angela y Camilo se hallaban ya precisamente en el inicio de su ritual.
Mientras miraba, me abrí de piernas allí mismo donde me hallaba sentada, y sin pudor alguno, comencé a acariciarme suavemente mi rajita sonrosada y jugosa, restregándome a todo lo largo mi dedo mayor, causándome todo eso indescriptibles sensaciones de gozo. Me estaba preparando para las escenas que minutos después, estaba segura habría de presenciar con total interés, teniendo a mis amigos como protagonistas principales.
Lo que vino después fue algo maravilloso, pues esta vez me di cuenta que no siempre lo hacían de la misma forma, sino que ellos, a pesar de su juventud, buscaban nuevas maneras de explorarse recíprocamente con la intención de descubrir los más ocultos horizontes del placer; de saciar sus instintos al máximo y lo mejor posible, y de probar las diferentes posiciones con el fin de incrementar el goce sexual que juntos habían encontrado y que tanta brama les proporcionaba.
Para mí ver todo aquello, aparte de la calentura que provocaba en mi carne, significaba también, sin duda alguna, una bella y hermosa oportunidad para aprender; para poder descubrir cosas inéditas y desconocidas, y preparar con esas visiones increíbles el terreno para el futuro, pues según me daba cuenta, el panorama que se me ofrecía era bastante prometedor y excitante en ese aspecto.
Después de largos minutos de estar Camilo inhalando y saboreando las exquisiteces escondidas entre las piernas de mi amiguita hasta saciarse, y habiéndose calentado los dos como consecuencia de aquellas trepidantes caricias, Camilo la puso al fin en posición de cuatro patas, procediendo ella a abrir lo más que pudo sus piernas mientras él le acomodaba aquel pedazo de verga ardiente que tanto se me antojaba ya. Observé cómo él comenzó primero a regregar su falo por afuera de su chochito, con la intención de humedecer completamente la entrada de aquella cueva que se le ofrecía impúdica y dispuesta frente a sus ojos, para después irla metiendo suavemente empujando su cuerpo arrodillado sobre la grupa levantada de Angela, que ya emitía leves gemidos pidiéndole que se la metiera toda.
Los leves gemidos pronto se transformaron en gritos altisonantes cuando Camilo por fin se dejó caer sobre ella, perdiéndose dentro de la apretada vulva. En seguida él comenzó a balancearse de adelante hacia atrás, metiendo y sacando rítmicamente su inflamada verga por entre los pliegues lechosos de Angela, en tanto ella contribuía con ansiedad haciendo lo propio, moviendo su culo de la misma forma de modo que el deseado acoplamiento corporal les produjera las más placenteras sensaciones. Por algunos minutos Camilo mantuvo a Angela en esa posición de perrito, empujando y jalando su pene ya con furia, mientras la agarraba por las nalgas y por la cintura apretándola contra su cuerpo estremecido por el goce que experimentaba.
Aquel espectáculo me parecía ciertamente maravilloso, lo que hizo que de inmediato yo me metiera los dedos con mayor fuerza y rapidez adentro de mi bollito abierto, masturbándome con furia salvaje y explotando en un tremendo orgasmo que por poco me hace gritar de la brama. La explosión orgásmica de ellos tampoco se hizo esperar, pues ví cómo Camilo arreció de pronto sus penetrantes movimientos dentro del conducto frontal de Angela, metiendo y sacando ahora su verga con mayor velocidad, hasta que profiriendo los dos gritos y obscenidades que no me atrevo a describir aquí, se vinieron en urgentes y estremecedores espasmos que ambos disfrutaron hasta el delirio.
Pasados esos instantes de incontenible pasión, escuché cuando Camilo le dijo a Angela que ya era hora de irse, pues yo podría desesperarme y venir hasta el lugar donde se encontraban, cosa que desde luego ellos no deseaban. Así que se limpiaron sus partes íntimas, situación que yo aproveché para alejarme sigilosamente por donde había venido. Cuando ellos llegaron hasta el sitio donde me encontraba, yo ya los esperaba tranquilamente sin dar a sospechar nada. En seguida nos retiramos de allí hacia nuestra casa. Al llegar a mi casa, comencé a desvestirme ansiosamente para pajearme, cuando de pronto vi mi figura reflejada en el espejo de cuerpo entero que tengo sobre mi cuarto. Ahí estaba con mis braguitas de algodón mirándome al espejo. Entonces me fijé en mis pechos, eran aún muy pequeños pero no estaban nada mal. Al verme en el espejo, con los pezones duros en esos pechitos incipientes me di cuenta de lo bellos que eran. Mientras me miraba al espejo mi pezón derecho empezó a estimularse, empecé a tocarlo y pellizcarlo. Entonces sentí un escalofrío, allí estaba yo frente al espejo manoseándome. Me dieron ganas de verme completamente desnuda y me quité las braguitas, me abrí de piernas y me miré detenidamente al espejo. Nunca antes me había visto así. Empecé a abrir mis labios ya hurgar en aquel rincón cálido. Me paré frente al espejo y continué acariciando todo mi cuerpo y viendo cómo lo hacía, y vi mi sexo en todo su esplendor, abierto, húmedo, rosado de deseo.
Al fin me decidí y empecé a frotar mi clítoris suavemente, sin tocarlo apenas. No pude resistir por más tiempo, me tumbé en la cama y abierta de piernas imaginé cómo te recibía mientras entraba dos de mis dedos tan adentro como pude. Estaba cálido y muy mojado allá adentro, sentía cómo entraban y salían mis dedos y mi gatita se los tragaba y apretaba con fuerza.
De pronto sentí como si yo fuera eso, mi sexo, un enorme sexo latiente que reclamaba atenciones, que reclamaba que apreciaran su auténtica belleza. Entonces mi perlita a causa de las caricias que había provocado mi intensa investigación, empezó a inflamarse y a latir, como un segundo corazón entre mis piernas. No pude evitar el ansia de seguir explorando aquella cavidad que tanto tiempo había tenido abandonada, y me tumbé con las piernas abiertas hacia el espejo, mientras seguía tanteando con cariño sus rugosidades e iba notando como empezaba a supurar sus jugos. Cerré los ojos y pensé que aunque yo ya no lo veía, mi otro yo, a través del espejo, como la Alicia del cuento , observaba atentamente todos mis movimientos.
Esos pensamientos hicieron que un escalofrío recorriera mi espalda y comencé a introducirme el dedo. Sentí el calor y el ambiente opresivo dentro de aquel túnel oscuro, mi dedo se abría paso cada vez con más ímpetu y más fuerza. Mientras, las puntas de mis dedos empezaron a presionar las paredes a medida se iban introduciendo más y más en mi interior, iban bailando por mis intimidades, explorando cada arruga, cada flujo, cada convulsión... Mi mano ya no era mía, estaba dominada por una fuerza superior imposible de detener. Estallé en un magnífico orgasmo. Mis dedos quedaron atrapados en mi interior, mi sexo apretándolos con fuerza. Apreté los dientes para no gritar de placer, estaba mojadísima, exhausta, rendida de tanta lujuria y tantos recuerdos. Retiré mis dedos poco a poco, gozándolos un rato más.
Jacqueline - Chile