La historia de un hombre gris

Una vida demasiado tranquila y el deseo de liberarse de todas las convenciones. Un vigilador nuevo que lo intranquiliza y lo hace soñar con otra forma de vida.

Hola  galansoy, como estás compatriota,, yo siempre leo tus relatos y me calientan mucho y es por eso que quería contarte mi historia.  No porque lo que te paso a relatar, sea nada del otro mundo, sino porque es importante para mi. Vos sabrás “vestir” lo que yo te cuente para hacerlo realista, creible  y “hot” .  Mi  historia me calienta y no solo ahí abajo, donde vos bien sabés,, sino el corazón, no te rías.

Se muy bien que recibirás muchos pedidos como el mío, y no tengo demasiadas esperanzas que me vayas a tener en cuenta. Se que puedo parecer un hincha pelotas, pero tengo la secreta esperanza que lo que te voy a contar te sirva, te inspire, y lo conviertas en un relato, uno de esos relatos  tuyos bien calientes, para leer con una sola mano.  Vos me entendés……. Si me habré pajeado leyéndote….… Desde ya, te pido perdón por todas las molestias., que te pueda causar con mi pedido, pero te pido tengas en mente que soy tu fan más consecuente… Y el más pajero, creo..

Bueno, primero me presento: me llamo Humberto Emanuel Marconi y tengo 37 años .Vivo en San Justo.  Soy hijo de italianos inmigrantes, que parece que eran amantes de la monarquía como lo indican mis nombres. Soy bachiller en ciencias sociales, casado con Alicia, sin hijos, sub encargado de una librería muy conocida en una ciudad importante de la Argentina.

Me considero un hombre culto, educado, prolijo,  honesto y …tranquilo.   Gano mal pero mi trabajo me gusta.  Tengo un matrimonio tranquilo, una vida tranquila, una casa no muy grande en un barrio tranquilo, estoy pagando en cuotas un autito tranquilo, tengo una perra cariñosa y tranquila que se llama Blanca,  padres eternamente tranquilos ya (murieron hace años).  O sea que mi vida, es maravillosamente tranquila. En una palabra, y para decirte la verdad, estoy más que podrido de tanta calma, de tanta rutina, de tantas reglas respetadas, de tantos mandatos familiares cumplidos estrictamente.  Estoy harto de tanta tranquilidad.

Soy mas bien delgado, pero armadito, pelo rubio oscuro, ojos verdosos, barba de varios días, estatura normal, nada del otro mundo.  No te voy a decir si mi verga es grande o chica, o si tengo lindo culo.  Eso lo dejo para la opinión ajena o para tu imaginación,  aunque te adelanto que no estoy nada mal. A mi edad todavía se dan vuelta para mirarme cuando camino por la calle peatonal donde está la librería, las mujeres se codean entre si cuando me ven y hasta he notado que algunos hombres me miran más de una vez. Mi mujer piensa que “estoy fuerte” pero no sé qué querrá decir eso para ella, porque que yo sepa yo he sido su único hombre, y la única pija que conoce es la mía y últimamente la ve cada vez menos.

No sé si porque, pero mi vida es gris. Soy un hombre gris. No te voy a negar que he buscado emociones que me sacaran de esta condición: primero fue el juego, pero nací perdedor, después el buceo submarino pero me sentía como encerrado y finalmente la pornografía.   Desde hace un par de años, y quizás por la facilidad que da Internet suelo pajearme un par de veces al dia al menos viendo videos.XXX. Si, ya te dije que soy un gran pajero.  Lo llamativo del caso fue  que un día,  esos videos dejaron de ser heterosexuales o bisexuales y pasaron a ser exclusivamente gay: en una palabra que Humbertito asi como me ves, bien machito e intelectual, se masturba a diario viendo fellatios , cogidas, besos negros  entre hombres.   En una palabra, Internet me emputeció y no te rias.  Vos ayudaste  y bastante con tus relatos…. Sin querer me hiciste adorador de la pija. Y no te culpo.  Me gusta con locura…Si hoy tuviera que calificarme de algún modo te diría que soy bien puto. Con perdón de la palabra y sin ánimo de ofender. O mejor, soy un putazo clandestino.  Si, no pongas esa cara, que de esto a tu edad debes saber mucho…Tenés, me imagino, muchas horas de vuelo.

Pero el tren al que me subí un día, no tiene retorno.  Eso me di cuenta que además de  ver videos y leer relatos, de contenido erótico y gay,, miraba con deseo a los tipos por la calle.  Muchachos de cuerpos armoniosos, culos firmes, bultos previsiblemente grandes.   Un dia comprobé que me daba vuelta para mirar hombres.  Y recién ahí, me percaté que el tren no solo que no tenía retorno sino que no tenía paradas ni destino. Cuando podía me pajeaba pensando en hombres vistos en la calle, en la librería, en revistas, en la TV,  compañeros de trabajo, novios de mis compañeras, hombres vivos y calientes.  Ahí me pregunté que me pasaba. No antes.  Lo otro era excitarme con fantasías en video, o relatos eróticos, de puro pajero y por lo aburrido que estaba: lo nuevo, lo inquietante, era pajearme pensando en hombres de carne y hueso.  Imaginarme pijas, huevos llenos de leche, cuerpos desnudos de machos, piernas de machos, culos de machos, acabadas monumentales de leche masculina..   Finalmente concluí que había cruzado el puente y sin querer casi, era gay.   Un hombre que deseaba los brazos, la piel, el sexo de otros hombres. Alguien perdidamente enamorado del “pedazo” ajeno.

En ese tren al que me subí casi sin darme cuenta, las pajas, un dia se convirtieron en insuficientes.   Mi vida íntima se hizo nula con mi mujer y pretexté un principio de anemia, que ella me parece que nunca creyó para justificar mi desinterés..    En la soledad de la noche, entraba a chats gay, o páginas gay con cámaras donde encontraba a otros hombres en mi misma búsqueda.   Muchos querían hacerlo en vivo pero yo buscaba excusas (la falta de lugar, que estaba de trampa, que mis horarios no me lo permitían, que vivía lejos y otras).  Algunos eran simplemente hombres calientes con ganas de descargarse, de echarse un polvo virtual sin compromisos más allá de la web.   Me hice un experto en ciber- sex, En sexo virtual.  Escondía mi cara pero exhibía mi pija, mis huevos, mi pecho  peludito, mis piernas abiertas, mi culo y del otro lado alguien anónimo, en la semi-penumbra hacía lo mismo, y ambos nos pajeábamos enloquecidos hasta que llegábamos a acabar polvos tristes.  Grises como yo. Después el vacío. La oscuridad. Algo parecido a la vergüenza.  Apagaba la notebook y me iba a lavar al baño.

Traté de informarme.  Quería saber que era lo que me pasaba.  Todo libro que llegaba a mis manos lo devoraba: yo necesitaba entenderme.  Tenía terror de hablarlo con alguien.  Terror que se enteraran.  Miedo al rechazo, al ostracismo, a la humillación.  Miedo a quedarme solo. Pero ya no podía negarlo.  Mi imagen en el espejo lo delataba: esa miradita entre irónica y complaciente que me dirigía a mi mismo en secreto era como un guiño del ojo: una secreta auto confesión de un secreto que me pesaba.

En la librería trabajaban como vendedores, dos muchachos más jóvenes que yo, y creí enamorarme de uno de ellos,  de su sonrisa de dientes perfectos y blancos, de su voz fuerte y masculina, de su físico armonioso ,de sus pies grandes, de la forma simpática con la que trataba a todas las mujeres independientemente de su edad. Del modo simpático y agradable con que se dirigía  a mí.   Lo miraba con disimulo, pero rehuía su contacto.  Un día hasta me preguntó si estaba enojado con él.  Temía por su puesto, y malquistarse con el jefe no le convenía.  Me di cuenta que era eso lo que lo hacía amable conmigo y lo confirme cuando advertí que llevaba un anillo de compromiso en su mano derecha.  Ese día estuve muy deprimido.  El chico era totalmente imposible. Un adonis heterosexual inalcanzable.

Había un cliente que siempre me miraba con intención, o eso sentía yo, era el jefe de compras de un colegio privado, hijo de un dirigente sindical que había vivido muchos años exiliado en Panamá.   Mis compañeros le decían el panameño y a mi no me gustaba en absoluto.   El muchacho era muy delgado y de modales afeminados y aunque yo pretendía ser muy abierto y no discriminatorio, advertía que no era el tipo de hombre que me atraía.  Me gustaban los hombres fuertes bien masculinos, machos, bien varoniles.   Aunque el  panameño me buscaba para conversar sobre cualquier tema vinculado a la provisión de libros a su colegio como excusa, yo lo trataba con cierta distancia, casi con indiferencia.  La indiferencia amable que me parecía ver en los hombres bien machos, pero bien educados,  en su trato con homosexuales evidentes.

Temía volver a casa y escuchar las quejas de mi mujer sobre llegaba siempre tarde, que la ignoraba, que estaba muy cambiado , que ya nunca teníamos sexo: que ella quería quedar embarazada como sus primas y sus amigas y que yo la rehuía, por eso alargaba mis jornadas de trabajo al menos un par de horas diarias.

A mi regreso de las últimas vacaciones, demasiado tranquilas para mi gusto, me enteré que habían trasladado a Osvaldo el vigilador de siempre, a otra empresa y lo habían reemplazado por un hombre joven, alto, y fornido que se había conquistado rápidamente la simpatía de las cajeras, de la señora de informaciones y hasta de la muchacha de la limpieza. Es muy buena onda y servicial me dijo una.    Tiene buenos modales y es muy educado dijo la otra. Y además está “re bueno” dijo la cajera mas joven que tiene fama de rapidita y a la que le decimos “bombachita veloz”.

Una noche, a la hora de cierre,  Amelia de Informaciones se quedó un rato más conmigo por un tema de trabajo, y se apareció el nuevo vigilador Alejandro.   Como ya terminaba su turno, vino a despedirse y le dio un beso en la mejilla a mi compañera, lo que no me pareció inusual, pero si me que me diera también un beso a mí en la mejilla.

No me sorprendió, en particular la forma de saludarse: en la Argentina, quizás por influencia italiana, los amigos y compañeros de trabajo, se saludan de ese modo incluso entre hombres con un beso en la mejilla. Es un gesto amistoso que no tiene casi nunca otra connotación.  Pero que me hubiese saludado a mí de ese modo, al sub-encargado de la librería, a quien apenas conocía en ese momento, me extrañó un poco.

Durante la jornada, lo veía y el a mi y nos mirábamos discretamente.  En algún caso intercambiábamos sonrisas casuales y tímidas pero siempre se me quedaba mirando. Llegaba un momento en que yo desviaba la mirada porque no quería despertar sospechas y además porque esa mirada me perturbaba y  calentaba mucho. El hombre me gustaba demasiado.

Empecé a averiguar como podía,  algo sobre Alejandro y me contaron que tenía 29 años que estaba separado de su mujer y que tenía una hija, Que había sido padre a los 17 años y que su ex  era ocho años mayor que él.

Un día me pidió que le prestara cien pesos, algo avergonzado para comprar algo para su hija, y cuando cobró me lo vino a pagar muy agradecido por el favor.  Ya habíamos cerrado, y terminaba nuestra jornada de trabajo.  Vino al cuartito donde yo tenía mis cosas, y lo vi entrar, y con una sonrisa muy tímida y tierna me entregó el dinero que le había prestado y me lo agradeció sinceramente.

Cuando ya se iba se dio vuelta y me dio un beso en la mejilla  de despedida como aquella vez.  El beso fue muy cerca de la boca o así lo sentí yo y cuando salió, me di cuenta que se me había parado la pija. Me quedé un rato así hasta que “el muñeco” volvió a su estado normal y pude levantarme.

La costumbre del beso de despedida se convirtió en algo diario, que como incluía al resto de la gente, no despertaba sospechas.  El muchacho es cariñoso, pensarían.

Me parece que el comenzó a demorar su retiro diario cuando observó que yo siempre me quedaba un rato más,  luego de cerrada la librería, en mi cuartito con la notebook o con un libro en la mano.    Venía a saludarme cuando todos los demás se habían ido y me decía hasta mañana con un beso en la mejilla siempre muy cerca de mi boca, que se moría por un beso suyo. Esos besos me ponían erecto, al palo, caliente y a veces iba a casa y en lugar de coger con mi mujer, me iba al baño a hacerme una paja pensando en el.   Sólo en él.

De día seguían las sonrisas, las miradas largas, la complicidad silenciosa de dos hombres que se gustan.  Eso se prolongó por un tiempo.  Un día Alejandro se despidió de mí y al rato recordó algo y retorno para buscar un llavero y una linterna y me volvió a dar un beso.  Le dije ya me habías saludado y el respondió,  que no se había dado cuenta pero yo creí observar que se había sonrojado y que la pija se le notaba más que nunca bajo el pantalón.

Yo me quedé como paralizado, te lo juro galansoy,, sentado en mi silloncito con la poronga dura por lo que había pasado y en eso, me estaba acariciando la verga,, cuando el volvió a entrar, apagó la lámpara y me dio un tremendo beso en la boca, con mucha saliva, mucha lengua y mucha pasión.  En el medio de la oscuridad nos abrazamos y mientras seguíamos con aquellos besos locos y dulces a la vez, yo le manotee la verga por encima del pantalón y comprobé que estaba tan caliente como yo. Hace mucho que me moría por tenerte, asi me dijo, con su voz cargada de deseo y los ojos entrecerrados por la calentura.

Los dos temblábamos, o eso me pareció, y continuamos besándonos con lascivia, con lengua, con intercambio de salivas con suspiros, ruidos ,gritos, gemidos, desesperados, y yo seguía sobándole la pija por sobre el pantalón y el me acariciaba todo, desde el pelo al culo, desde el cuello al pecho, para terminar en mi pija exaltada .Se sacó la camisa y el pantalón y yo hice lo mismo y me agaché para chuparle la verga, para besarla, para lamer sus huevos, para percibir su olor a macho en celo, para apretar su culo y meterme su pija bien adentro de la boca.  El me pidió que parara, “estoy a punto de acabar. papi” me dijo y yo la dejé sacar de entre mis labios y el me alzó en sus brazos y nos volvimos a besar con tremenda fuerza y pasión.

Me imagino galansoy,, que ya te diste cuenta como terminó todo: yo y él en bolas, chupándonos desesperados  y luego cogiendo en el sillón de cuero marrón  gastado que daba contra la pared.  Me pidió que me dejara coger que había soñado mucho tiempo con garcharse a un machito como yo.  Que mi culo lo volvìa loco, que mi piel lo excitaba, que quería ponérmela hasta al fondo “para romperte el orto papi, añadió con una voz deformada por la calentura.  Me dolió cuando me la puso, era grande y mi culo era virgen todavía (si, aunque no me creas) y semejante garcha hizo estragos con mi agujerito y aledaños, hasta que entró con paciencia y mucha saliva; y sentí su sexo ardiente en mis entrañas, su respiración entrecortada en mi nuca, sus besos húmedos en el cuello, sus brazos rodeando mi cuerpo para que no me fuera. Y me la hizo sentir, hacia los cuatro rincones, y metiéndola hasta el fondo, tapando mi boca que tenía unas ganas de que parara y de que no se fuera, de sentir su poronga hundirse en mi aunque doliera, y el tuvo paciencia en medio de todo, y cuando acabó fue como un torrente caliente, una catarata que inundó hasta el último rincón de mi alma. Por un rato me la dejó adentro, gruesa, dura y triunfal, mientras su respiración se normalizaba y su sudor se iba secando lentamente.  Yo quedé como petrificado,  sintiendo su leche en mis piernas, extrañando el calor de su piel en mi cuerpo, con el recuerdo de su presencia invasora, con el culo dolorido y ardiendo.  El fue hasta el bañito y volvió con algo para limpiarme y limpiarse el mismo.   Yo me incorporé como pude y el me acarició el culo.  Ví sus ojos vidriosos y empañados por la emoción y creí reflejarme en ellos. Y empezó a decir palabras apasionadas, calientes, que me ponía a mil y al mismo tiempo  llenaban aquel vacío que siempre había sentido.

Seguimos siendo amantes con Alejandro.  Hace cinco meses que somos amantes clandestinos: amantes secretos, amantes de última hora, dos hombres que se desean pero que están urgidos por el tiempo, las circunstancias y los compromisos:.  el sabe, que por ahora, afuera de esas cuatro paredes, me esperan mi esposa tranquila, mi casa tranquila, mi vida rutinaria y tranquila, y está de acuerdo que nadie debe enterarse.  Pero cuando estoy con él, en  esos breves momentos en que no me salen las palabras, dejo de ser, un  hombre gris.  No me juzgues ni me condenes galancito, dejá que por un instante mi vida se intranquilice y píntame, no sé si podés  con todos los colores que se te ocurran, los del arco iris o inventá otros colores, pero nunca de gris.

Coloreá mi vida, al menos con un poco de verde.  De verde esperanza.  Aunque pienses que esto que te cuento, no tiene futuro.  Aunque sepas por experiencia de vida, que pronto volveré a la normalidad  Aunque intuyas que me aferro a lo que tengo con Alejandro para no tirarme un tiro y terminar con mi angustia.  Dejame que sueñe, galancito.  Por todo el tiempo que dure.   Que me ilusione con un amor que posiblemente nunca tendré, y que crea, obstinadamente, en que aún puedo cambiar mi vida. Desde ya muy agradecido. Un beso (casto) Humberto.”

galansoy  Ojalá les guste. Dedicado a todos los Humbertos y Alejandros del mundo.  Escríbanme si lo desean a exlegal64@hotmail.com ,