La historia de Stella
El sexo era su mayor pasión...
Cuando vi como le entraba el pene de nuestro amigo, sentí un espasmo en mi pecho. Ver ser penetrada a la propia mujer de uno es un espectáculo difícil de describir.
Mi mujer (ya no lo es ahora) se llama Stella, pero todos en la familia y entre los amigos, le decimos Pepi. Tiene el pelo ondulado natural de color claro, casi rubio. Ojos marrones, es algo gordita (dos embarazos dejan sus marcas), pero tiene un culo que es una delicia. Su vagina, depilada por mí, es un manjar exquisito, que fui el primero en gustar oralmente, ya que sus novios anteriores nunca se lo habían hecho.
Pero desde que empezamos a practicar sexo de a tres, mas de uno se comió ese bocato di cardinale.
Cuando la conocí no era una gran experta en la cama, yo la hice puta. Yo le enseñe todo lo que se puede hacer en una cama con una mujer. Una preciosura de mujercita que a los 18 años, tenia poca experiencia en las lides amatorias.
Y la verdad, ahora que no vivimos más juntos, si alguno se la voltea, va a disfrutar porque se volvió una viciosa de primera, puta como pocas vi en mi vida.
La onda entre nosotros sexualmente era aburrida, en nuestros embates sexuales mas de una vez fantaseamos con un tercero o una tercera, y finalmente lo hicimos. Al principio eran gente que no conocíamos, pero luego empezamos a decirnos los fantasmas que teníamos con tal o cual amigo o amiga. Y más de uno termino en la cama, por separados o juntos.
Al principio cogíamos de a tres y luego con otras parejas. Después cada uno por su lado, porque yo me di cuenta que a veces, cuando se abandonaba, abierta de piernas, con la boca desencajada, con el rictus marcado por un placer sin limites, ella después se sentía culpable de haber cogido así delante de mí. Es que hay un limite en todo y nosotros ya lo habíamos pasado.
Yo no me arrepiento de nada de lo que hicimos, la pasamos bien siempre.
Lo único, que esa intimidad que antes teníamos un día desapareció, cojer con mi mujer se convirtió en un desahogo físico, el amor había muerto definitivamente entre nosotros.
Necesitábamos cada uno por su lado hacer nuestras cosas y cuando nos reuníamos en la madrugada, ella me contaba como había cogido con su amigo de turno y yo como lo había hecho con alguna amiga mía. Así nos calentábamos y lo hacíamos a lo bestia. Sin amor. Solo sexo puro.
Recuerdo la vez que fuimos a bailar con unos amigos. Yo los dejé en la discoteca y me fui a buscar a una amiga. Cuando volví, ella estaba bailando y en cuanto pude le dije que yo estaba acompañado y que si ella quería que se enganche algún chico que le guste. Y así fue, como a las dos de la mañana se fue con un chico de unos 24 años, o sea 14 menos que ella. Él la llevó a su apartamento y mi mujer le pego una chupada de pija al chico que lo puso a mil. Luego fue el turno de él y mi esposa le ofreció sentada en el sillón del living su adorable concha, que el chico no tardo en saborear. Luego la hizo ponerse de rodillas en el sillón y se la fue metiendo de a poquito y mi mujer, me contaba eso después, quería mas y más. Al final lo hicieron tres veces, las ultimas dos en la cama de él. Ella cuando estaba en el segundo polvo me llamó al celular y lo dejo abierto para que yo escuche como cogía, eso me calentó mucho y con mi amiga en mi cama, nos dimos un revolcón de primera. Yo le chupaba la concha toda depiladita de mi amiga y pensaba en la concha de mi mujer. Cuando ella regreso, a eso del mediodía, yo estaba en el subsuelo, escribiendo en mi computadora. Nos besamos y cerré la puerta y le pedí que me muestre su conchita. La tenia toda roja todavía, la hice sentarse en el escritorio y empecé a chupársela. La hice ponerse de pie, dándome la espalda y le levanté el vestido ( no tenia bragas, se las había quedado el chico de recuerdo) y se la metí hasta el fondo, ella temblaba de la excitación y comenzamos el va y viene. A ella siempre le gusto echarse un ultimo polvo conmigo, mismo si había pasado toda la noche con otro, me decía que después de acabar con los otros, si bien estaba satisfecha, era como que le faltaba un poquito mas y bueno yo nunca me hice rogar. Yo la quería con locura a mi gordita y era capaz de dejarla cojer con quien quisiera si después se entregaba de una forma tan viciosa conmigo.
Lo que mas me extrañó de ella es como chupaba la pija, una hermosura!.
O como cuando yo le chupaba la concha y se la abría como para que le entren los dedos. Un día se la medí cuando ella estaba de rodillas y con el culo parado, no les miento cinco centímetros de abertura. Una concha difícil de satisfacer cuando se ponía así, era el único momento que me dejaba chuparle el culo y meterle un dedo. En todos los años que pasamos juntos tres veces la encule y como tiene un agujerito muy chiquito, le dolió muchísimo
Bueno, otra cosa que me gustaba era cuando ella me acababa en mi boca.
Ella pocas veces se tragó mi leche, en cambio, la del ultimo amante que tuvo y que ahora es su novio, a ese si, le tomaba hasta la ultima gota.
Me decía que tenia un gusto diferente, que era menos ácida que la mía y que le gustaba cuando el se paraba delante de ella y le dejaba caer la leche en su lengua. Eso me puso celoso y al final lo hicimos y la verdad, su cara de puta caliente me hizo acabar como un caballo, no desperdicio una gota, eso fue dos semanas antes de separarnos, me parece que lo hizo a modo de despedida.
Son tantas las cosas que vivimos juntos, que no podré olvidarla nunca.
Bueno, esta es mi historia, me olvidé de decirles que Stella vive en la ciudad de Montreal, y si la ves no podrías creer jamás que esa Argentina, hija de italianos, tiene el volcán Etna entre las piernas y eso, gracias a mi.