La historia de Rosa y Raúl (introducción)
Rosa cuenta como Raúl le descubrió el placer de tener un marido cornudo
Me llamo Rosa, tengo treinta años y desde hace estoy ocho casada con Raúl, que fue mi primer y único novio desde que nos conocimos en el instituto y también el único hombre con el que tuve sexo hasta que hace cuatro me propuso que follara con otros hombres.
Cuando me lo dijo me llevé un disgusto pensando en que quería follar con otras mujeres, pero tras aclararme que no, que tan solo quería que fuese yo quien follase con otros y tener unas cuantas conversaciones sobre el tema, decidí aceptar su proposición.
Empezamos a introducirnos en el ambiente del intercambio y después de un par de meses yendo todos los fines de semana a los locales que había en nuestra ciudad, por fin me lancé y follamos con otro hombre. Desde el principio disfruté cuando ese desconocido me besaba, tocaba y follaba, aunque al terminar me sentí sucia e intenté que Raúl no quisiese que lo hiciésemos más veces, pero no me hizo caso y siempre se las apañaba para que accediese a follar con otro tío. Reconozco que disfrutaba cada vez más y también me fui sintiendo menos sucia, hasta que terminé por ser yo la que quisiese follar con otros.
Raúl, cuanto menos pegas le ponía para que follásemos otro, menos participaba hasta que terminó por limitarse a pajearse mientras miraba como otro hombre se follaba a su mujer y yo descubrí que me encantaba ver a Raúl pajeándose delante de mi y de mi amante de turno, a veces mientras follábamos y otras cuando ya habíamos terminado, en esas ocasiones, mi amante y yo le mirábamos mientras se masturbaba repitiéndole una y otra vez que no era más que un pajillero al que no le dejaría volver follar, ni conmigo ni con nadie, también me resultaba extremadamente placentero que me chupase el coño mientras otro hombre me besaba y metía mano, en definitiva, descubrí que mi matrimonio funcionaba mucho mejor cuanto más cornudo era Raúl.
Al cabo de dos años había follado con tantos hombres diferentes que de algunos ni me acuerdo y sentía que me había convertido en una zorra dispuesta a follar con cualquiera menos con su marido, pero me gustaba sentirme así, incluso yo misma provocaba a mis amantes que me tratasen como tal y pocos se negaban a ello, así que todas las semanas íbamos a buscar algún hombre que me follase delante de Raúl, quien a estas alturas ya llevaba más de un año sin follar conmigo, ni siquiera en casa, él se limitaba a comerme el coño siempre que se lo decía y a pajearse mientras me veía follar con mi amante de turno. La verdad es que yo estaba disfrutando del sexo más que nunca y Raúl se había vuelto un marido increíble, siempre pendiente de mi, cariñoso, dándome cualquier capricho, pero también tenía la sensación de que esto empezaba a ser algo rutinario, así que un día le pregunté a Raúl si en algún momento desearía volver a follar conmigo o seguiría haciéndose pajas para siempre viendo como otros me follaban.
Raúl - "Claro que deseo follar contigo, nunca he dejado de desearlo, pero reconoce que follando conmigo nunca has disfrutado tanto como lo has hecho con la mayoría de tus amantes, así que prefiero que tu decidas si en algún momento quieres que follemos o prefieres seguir follando con otros delante de mi, pero sinceramente, cada día estoy más convencido de que en realidad siempre deseé ser un cornudo y que mi mujer follase con cualquiera menos conmigo, es más, creo que deberíamos pensar en como me podrías hacer ser más cornudo, tal vez follar con varios o incluso que vengan a follarte en nuestra cama.
Rosa - ¿Estas seguro? ¿No tienes miedo a que me encapriche de otro y te deje?
Raúl - No cielo, nunca me abandonarás. Se que disfrutas de nuestra relación tanto como yo. Te encanta follar con desconocidos delante de mi y serias incapaz de volver a soportar una relación monógama, además, seguimos riéndonos juntos, charlando, disfrutando de las mismas cosas, apenas discutimos y cuando lo hacernos suele ser por tonterías. En definitiva, estamos hechos el uno para el otro.
Raúl había dejado clara su posición y me había convencido de que necesitábamos dar un paso más, así que, tras tres semanas en las que no dejé de pensar en cómo hacer más cornudo a Raúl, me puse a buscar ideas en Internet hasta que encontré varias cosas que me atrajeron, pero lo que descubrí que realmente me ponía como una moto era ver porno de cornudos donde la esposa era sometida y degradada por su amante convirtiéndola, literalmente, en una puta. Esa situación implicaba que Raúl también fuese sometido, tanto por mi como por mi amante y me excitaba que Raúl fuese degradado hasta el punto que se sintiese el mayor cornudo del mundo, le anulase cualquier vestigio de hombría e incluso se llegase a volver impotente, así que decidí buscar a alguien que pudiese darle ese giro brutal a nuestras vidas convirtiéndose en nuestro dueño, sexualmente hablando.
Sin que Raúl lo supiese, me apunté en diversas webs de contactos y en menos de un mes concerté una cita con un hombre que me sometería y usaría a su antojo, no sabía como reaccionaría Raúl al no poder estar presente, por eso no le dije nada hasta que fue demasiado tarde para evitar que me impidiese asistir. Aunque yo no sabía como le afectaría a nuestro matrimonio esa cita, ni si me arrepentiría de ella, tampoco sabia si podría llegar un momento en el que no hubiese marcha atrás, ni que consecuencias podría suponer tomar ese camino, de lo único que estaba segura es que nada volvería a ser igual.